El Monasterio de Leyre recuerda hoy a san Virila. Según la tradición, estaba un día rezando junto a la comunidad las Vigilias; al terminar, salió del templo y se puso bajo un árbol a meditar el texto del salmo que acaba de rezar: Mil años en tu presencia son como un ayer que pasó. Meditaba estas palabras cuando, absorto, se quedó escuchando un pajarillo que cantaba al amanecer sobre una rama. Cuando volvió en sí, se dirigió al Monasterio pero, aunque encontró el edificio, no reconoció a los monjes, pues en verdad habían pasado muchos años en un momento, tal como el salmo cuenta.
Los rasgos legendarios de san Virila nos hablan de un monje entregado por completo a la oración y a la contemplación del misterio del Dios revelado en Jesucristo para nuestra salvación. El tiempo presente, tal como experimentó san Virila, no sería más que una preparación que se nos concede para la eternidad. En la oración y en la contemplación de la Palabra de Dios encontramos el camino seguro para alcanzar la gozosa meta para la que hemos sido creados.
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