miércoles, 19 de junio de 2019

Se negó a sí mismo para seguir a Cristo

Romualdo vivió tres años en la ciudad de Parenzo; durante el primero, construyó un monasterio y puso en él una comunidad con su abad; los otros dos, vivió recluido en él. Allí la bondad divina lo elevó a tan alto grado de perfección que, inspirado por el Espíritu Santo, predijo algunos sucesos futuros y llegó a la penetración de muchos misterios ocultos del antiguo y del nuevo Testamento.

Con frecuencia, era arrebatado a un grado tan elevado de contemplación que, deshecho todo él en lágrimas, abrasado por el ardor inefable del amor divino, exclamaba:

«Amado Jesús, mi dulce miel, deseo inefable, dulzura de los santos, encanto de los ángeles».

Y otras cosas semejantes. Nosotros somos incapaces de expresar con palabras humanas todo lo que él profería, movido por el gozo del Espíritu Santo.

Dondequiera que aquel santo varón se decidía a habitar, ante todo hacía en su celda un oratorio con su altar, y luego se encerraba allí, impidiendo toda entrada.

Después de haber vivido así en varios lugares, dándose cuenta de que ya se acercaba su fin, volvió definitivamente al monasterio que había construido en Val de Castro, y allí, en espera cierta de su muerte cercana, se hizo edificar una celda con su oratorio, con el fin de recluirse en ella y guardar silencio hasta la muerte.

Una vez construido este lugar de receso, en el cual quiso él recluirse inmediatamente, su cuerpo empezó a experimentar unas molestias progresivas y una creciente debilidad, producida más por la decrepitud de sus muchos años que por enfermedad alguna.

Un día, esta debilidad comenzó a hacerse sentir con más fuerza y sus molestias alcanzaron un grado alarmante. Cuando el sol ya se ponía, mandó a los dos hermanos que estaban junto a él que salieran fuera, que cerraran tras sí la puerta de la celda y que volvieran a la madrugada para celebrar con él el Oficio matutino.

Ellos salieron como de mala gana, intranquilos porque presentían su fin, y no se fueron en seguida a descansar, sino que, preocupados por el temor de que muriera su maestro, se quedaron a escondidas cerca de la celda, en observación de aquel talento de tan valioso precio. Después de algún rato, su interés les indujo a escuchar atentamente y, al no percibir ningún movimiento de su cuerpo ni sonido alguno de su voz, seguros ya de lo que había sucedido, empujan la puerta, entran precipitadamente, encienden una luz y encuentran el santo cadáver que yacía boca arriba, después que su alma había sido arrebatada al cielo. Aquella perla preciosa yacía entonces como despreciada, pero en realidad destinada en adelante a ser guardada con todos los honores en el erario del Rey supremo.

San Pedro Damiani
Vida de san Romualdo (Caps 31 y 69: PL 144, 982-983.1005-1006)

jueves, 13 de junio de 2019

Benedicto XVI. San Antonio de Padua


Nació en Lisboa, en una familia noble, alrededor de 1195, y fue bautizado con el nombre de Fernando. Entró en los Canónigos que seguían la Regla monástica de san Agustín, primero en el monasterio de San Vicente en Lisboa y, sucesivamente, en el de la Santa Cruz en Coimbra, célebre centro cultural de Portugal. Se dedicó con interés y solicitud al estudio de la Biblia y de los Padres de la Iglesia, adquiriendo la ciencia teológica que utilizó en la actividad de enseñanza y de predicación.

En Coimbra tuvo lugar el episodio que imprimió un viraje decisivo a su vida: allí, en 1220 se expusieron las reliquias de los primeros cinco misioneros franciscanos, que habían ido a Marruecos, donde habían sufrido el martirio. Su testimonio hizo nacer en el joven Fernando el deseo de imitarlos y de avanzar por el camino de la perfección cristiana: pidió dejar los Canónigos agustinos y hacerse Fraile Menor. Su petición fue acogida y, tomando el nombre de Antonio, también él partió hacia Marruecos, pero la Providencia divina dispuso las cosas de otro modo. A consecuencia de una enfermedad, se vio obligado a regresar a Italia y, en 1221, participó en el famoso "Capítulo de las esteras" en Asís, donde se encontró también con san Francisco. Luego vivió durante algún tiempo totalmente retirado en un convento de Forlí, en el norte de Italia, donde el Señor lo llamó a otra misión.

Por circunstancias completamente casuales, fue invitado a predicar con ocasión de una ordenación sacerdotal, y demostró que estaba dotado de tanta ciencia y elocuencia, que los superiores lo destinaron a la predicación. Comenzó así, en Italia y en Francia, una actividad apostólica tan intensa y eficaz que indujo a volver a la Iglesia a no pocas personas que se habían alejado de ella. Asimismo, fue uno de los primeros maestros de teología de los Frailes Menores, si no incluso el primero. Comenzó su enseñanza en Bolonia, con la bendición de san Francisco, el cual, reconociendo las virtudes de Antonio, le envió una breve carta que comenzaba con estas palabras: "Me agrada que enseñes teología a los frailes". Antonio sentó las bases de la teología franciscana que, cultivada por otras insignes figuras de pensadores, alcanzaría su culmen con san Buenaventura de Bagnoregio y el beato Duns Scoto.

Elegido superior provincial de los Frailes Menores del norte de Italia, continuó el ministerio de la predicación, alternándolo con las funciones de gobierno. Cuando concluyó su cargo de provincial, se retiró cerca de Padua, donde ya había estado otras veces. Apenas un año después, el 13 de junio de 1231, murió a las puertas de la ciudad. Padua, que en vida lo había acogido con afecto y veneración, le tributó para siempre honor y devoción. El propio Papa Gregorio IX, que después de haberlo escuchado predicar lo había definido "Arca del Testamento", lo canonizó apenas un año después de su muerte, en 1232, también a consecuencia de los milagros acontecidos por su intercesión.

Benedicto XVI
Audiencia General - Miércoles 10 de febrero de 2010

domingo, 9 de junio de 2019

San León Magno. El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena

Duccio di Buoninsegna. Pentecostés


Que la presente solemnidad, amadísimos, ha de ser venerada entre las principales fiestas, es algo que intuye cualquier corazón católico: pues no es posible dudar de la gran reverencia que nos merece este día, que fue consagrado por el Espíritu Santo con el estupendo milagro de su don. Este día es, en efecto, el décimo a partir de aquel en que el Señor subió a la cúspide de los cielos para sentarse a la derecha del Padre, y el quincuagésimo a partir del día de su resurrección, día que brilló para nosotros en aquel en quien tuvo su origen y que contiene en sí grandes misterios tanto de la antigua como de la nueva economía. En ellos se pone de manifiesto clarísimamente que la gracia fue preanunciada por la ley y que la ley ha recibido su plenitud por la gracia. En efecto, así como cincuenta días después de la inmolación del cordero le fue entregada en otro tiempo la ley, en el monte Sinaí, al pueblo hebreo, liberado de los egipcios, del mismo modo, después de la pasión de Cristo en la que fue degollado el verdadero Cordero de Dios, cincuenta días después de su resurrección, descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles y sobre el grupo de los creyentes, a fin de que fácilmente conozca el cristiano atento que los comienzos del antiguo Testamento sirvieron de base a la primera andadura del evangelio, y que la segunda Alianza fue pactada por el mismo Espíritu que había instituido la primera.

Pues, como nos asegura la historia apostólica, todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés. De repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. ¡Oh, qué veloz es la palabra de la sabiduría, y, cuando el maestro es Dios, qué pronto se aprende lo que se enseña! No fue necesario intérprete para entender, ni aprendizaje para poder utilizarlas ni tiempo para estudiarlas, sino que, soplando donde quiere el Espíritu de verdad, los diferentes idiomas de cada nación se convirtieron en lenguas comunes en boca de la Iglesia. Pues a partir de este día resonó la trompeta de la predicación evangélica; a partir de este día la lluvia de carismas y los ríos de bendiciones regaron todo lugar desierto y toda la árida tierra: porque para repoblar la faz de la tierra, el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas, y para ahuyentar las antiguas tinieblas, destellaban los fulgores de una nueva luz, cuando al reclamo del esplendor de unas lenguas centelleantes, nació la norma del Señor que ilumina y la palabra inflamada, a las que, para iluminar las inteligencias y aniquilar el pecado, se les confirió la capacidad de iluminar y la fuerza de abrasar.

Ahora bien, aun cuando la forma misma, amadísimos, en que se desarrollaron los acontecimientos fuera realmente admirable, ni quepa la menor duda de que, en aquella exultante armonía de todos los lenguajes humanos, estuvo presente la majestad del Espíritu Santo, sin embargo nadie debe caer en el error de creer que en aquellos fenómenos que los ojos humanos contemplaron se hizo presente su propia sustancia. No, la naturaleza invisible, que posee en común con el Padre y el Hijo, mostró el carácter de su don y de su obra mediante los signos que ella misma se escogió, pero retuvo en la intimidad de su deidad lo que es propio de su esencia: pues lo mismo que el Padre y el Hijo no pueden ser vistos por ojos humanos, lo mismo ocurre con el Espíritu Santo. En efecto, en la Trinidad divina nada hay diferente, nada desigual; y cuantos atributos pueden pensarse de aquella sustancia, no se distinguen ni en el poder, ni en la gloria, ni en la eternidad. Y aun cuando en la propiedad de las personas uno es el Padre, otro el Hijo y otro distinto el Espíritu Santo, no obstante, no es diversa ni la deidad ni la naturaleza. Y si es cierto que el Hijo unigénito nace del Padre y que el Espíritu Santo es espíritu del Padre y del Hijo, sin embargo, no lo es como una criatura cualquiera que fuera propiedad conjunta del Padre y del Hijo, sino como quien comparte la vida y el poder con ambos, y lo comparte desde toda la eternidad puesto que es subsistente lo mismo que el Padre y el Hijo.

Por eso, el Señor, la víspera de su pasión, al prometer a los discípulos la venida del Espíritu Santo, les dijo: Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará. De donde se deduce que el Padre, el Hijo y el Espíritu no viven en régimen de separación de bienes, sino que todo lo que tiene el Padre, lo tiene el Hijo y lo tiene el Espíritu Santo; ni hubo momento alguno en que en la Trinidad no se diera esta comunión, pues en la Trinidad poseerlo todo y existir siempre son conceptos sinónimos. Tratándose de la Trinidad debemos excluir las categorías de tiempo, de procedencia o diferenciales; y si nadie puede explicar lo que Dios es, que no se atreva tampoco a afirmar lo que no es. Más excusable es, en efecto, no expresarse dignamente sobre esta inefable naturaleza, que definir lo que le es contrario.

Así pues, todo cuanto un corazón piadoso es capaz de concebir referente a la sempiterna e inconmutable gloria del Padre, debe entenderlo inseparable e indiferentemente a la vez del Hijo y del Espíritu Santo. En consecuencia, confesamos que esta Trinidad es un solo Dios, puesto que en estas tres personas no se da diversidad alguna ni en la sustancia, ni en el poder, ni en la voluntad ni en la operación.

San León Magno
Tratado 75 (1-3: CCL 138A, 465-468)

domingo, 2 de junio de 2019

San Bernardo. Sermón 3 en la Ascensión del Señor


2.- Debemos, pues, purificar el entendimiento y el afecto: el primero para conocer y el otro para amar. Dichosos una y mi veces Elías y Enoc, que se vieron liberados de todas las ocasiones y obstáculos para que su entendimiento y su afecto vivieran sólo para Dios, conociendo y amando solamente a él. De Enoc se dice que fue arrebatado para que la malicia no pervirtiera su entendimiento, ni la perfidia sedujera su alma.

Nosotros tenemos el entendimiento turbio, por no decir ciego; y el afecto muy sucio y manchado. Pero Cristo da luz al entendimiento, el Espíritu Santo purifica el afecto. Vino el Hijo de Dios e hizo tales maravillas en el mundo que arrancó nuestro entendimiento de todo lo mundano, para que meditemos y nunca cesemos de ponderar sus maravillas. Nos dejó unos horizontes infinitos para solaz de la inteligencia, y un río tan caudaloso de ideas que es imposible vadearlo. ¿Hay alguien capaz de comprender cómo nos predestinó el Señor del universo, cómo vino hasta nosotros, cómo nos salvó? ¿Por qué quiso morir la majestad suprema para darnos la vida, servir él para reinar nosotros, vivir desterrado para llevamos a la patria, y rebajarse hasta lo más vil y ordinario para ensalzarnos por encima de todo?

miércoles, 29 de mayo de 2019

San León Magno. En Cristo, hemos penetrado en lo más alto del cielo


Como quiera que la ascensión de Cristo es nuestra propia exaltación
y adonde ha precedido la gloria de la cabeza,
 allí es estimulada la esperanza del cuerpo,
 alegrémonos, amadísimos,
 con dignos sentimientos de júbilo
 y deshagámosnos en sentidas acciones de gracias.
 Pues en el día de hoy no sólo se nos ha confirmado
 la posesión del paraíso,
 sino que, en Cristo, hemos penetrado en lo más alto del cielo,
 consiguiendo, por la inefable gracia de Cristo,
 mucho más de lo que habíamos perdido por la envidia del diablo.
 En efecto, a los que el virulento enemigo
 había arrojado de la felicidad de la primera morada,
 a ésos, incorporados ya a Cristo, el Hijo de Dios los ha colocado a la derecha del Padre:
 con el cual vive y reina en la unidad del Espíritu Santo
 y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

San León Magno
Tratado 73 (4-5: CCL A, 452-454)

martes, 28 de mayo de 2019

San Bernardo. Sermón 3 en la Ascensión del Señor


1.- El Señor de los cielos invade hoy con su divina energía todo el universo. Ha disipado la niebla de su fragilidad humana, y la inunda de esplendor. El Sol está en su cenit, abrasa e impera. Su fuego cae a borbotones sobre la tierra: nada se libra de su calor. La Sabiduría de Dios ha retornado al país de la sabiduría; allí todos comprenden y buscan el bien. Tienen una inteligencia finísima y un afectó rapidísimo para acoger su palabra.

Nosotros, en cambio, vivimos en este otro país saturado de maldad y pobre de sabiduría: el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma mente pensativa. La mente o entendimiento se abruma cuando piensa en muchas cosas, y no se concentra en la sola y única contemplación de aquella ciudad tan bien trazada. Es normal que la mente se abata y se distraiga con tantas cosas y tantos rodeos. El alma son los afectos, excitados por las pasiones que anidan en el cuerpo mortal; éstos no pueden moderarse ni desaparecer hasta que la voluntad busque y tienda a la unidad.

domingo, 26 de mayo de 2019

San Bernardo de Claraval. Si no tengo amor, no soy nada


Yo y el Padre –dice el Hijo– vendremos a él, esto es, al hombre santo, y haremos morada en él. Pienso que no de otro cielo hablaba el profeta cuando dijo: Aunque tú habitas en el santuario, esperanza de Israel. Y más claramente el Apóstol: Que Cristo habite por la fe en nuestros corazones.

Nada tiene de extraño que el Señor Jesús habite gustoso en este cielo, toda vez que no lo creó, como a los demás con un simple «hágase», sino que luchó por conquistarlo, murió para redimirlo. Por eso, después de la fatiga, dijo con mayor deseo: Esta es mi mansión por siempre aquí viviré, porque la deseo. Dichosa el alma a la que dice el Señor: «Ven amada mía, y pondré en ti mi trono». ¿Por qué te acongojas ahora, alma mía, por qué te me turbas? ¿Piensas también tú encontrar en ti un lugar para el Señor? Pero, ¿qué lugar hay en nosotros que podamos considerar idóneo para semejante gloria, adecuado para tal majestad? ¡Ojalá fuera digno de postrarme ante el estrado de sus pies! ¡Quién me concediera seguir siquiera las pisadas de cualquier alma santa, que Dios se escogió como heredad! Sin embargo, si se dignara infundir también en mi alma el óleo de su misericordia, de modo que yo mismo pudiera decir: Correré por el camino de tus mandatos, cuando me ensanches el corazón, quizá podría también yo mostrarle en mí mismo, si no una sala grande arreglada, donde pueda sentarse a la mesa con sus discípulos, sí al menos un lugar donde pueda reclinar su cabeza.

Después, es necesario que ella (es decir, el alma) crezca y se dilate, para que sea capaz de Dios. Porque su anchura es su amor, como dijo el Apóstol: Ensanchaos en la caridad. Pues si bien el alma, por ser espíritu, no es susceptible de cuantidad extensa, sin embargo, la gracia le concede lo que la naturaleza le niega. Y así, crece y se extiende, pero espiritualmente. Crece y progresa hasta llegar al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud; crece también hasta formar un templo consagrado al Señor.

Así que la grandeza de cualquier alma se estima por la medida de la caridad que posee, de modo que la que posee mucha es grande; la que poca, pequeña; y la que ninguna, nada. Pues como dice Pablo: Si no tengo caridad, no soy nada.
San Bernardo de Claraval
Sermón 27 sobre el Cantar de los cantares (8-10: Opera omnia, Edit Cisterc 1, 1957, 187-189)

sábado, 25 de mayo de 2019

San Beda el Venerable. Deseo ver a Cristo

James Doyle Penrose - El último capítulo

El martes, antes de la fiesta de la Ascensión, la enfermedad de Beda se agravó; su respiración era fatigosa y los pies se le hinchaban. Sin embargo, durante todo aquel día siguió sus lecciones y el dictado de sus escritos con ánimo alegre. Dijo, entre otras cosas:

«Aprended de prisa porque no sé cuánto tiempo viviré aún, ni si el Creador me llevará consigo en seguida».

Nosotros teníamos la impresión de que tenía noticia clara de su muerte; prueba de ello es que se pasó toda la noche velando y en acción de gracias. Al amanecer del miércoles, nos mandó que escribiéramos lo que teníamos comenzado; lo hicimos hasta la hora de Tercia. A la hora de Tercia tuvimos la procesión con las reliquias de los santos, como es costumbre ese día. Uno de los nuestros, que estaba con Beda, le dijo:

«Maestro, falta aún un capítulo del libro que últimamente dictabas; ¿Te resultaría muy difícil seguir contestando a nuestras preguntas?».

A lo que respondió:

«No hay dificultad. Toma la pluma y ponte a escribir en seguida».

Así lo hizo él. Pero a la hora de Nona me dijo:

«Tengo en mi baúl unos cuantos objetos de cierto valor, a saber, pimienta, pañuelos e incienso; ve corriendo y avisa a los presbíteros del monasterio para repartir entre ellos estos regalos que Dios me ha hecho».

Ellos vinieron, y Beda les dirigió la palabra, rogando a todos y cada uno que celebraran misas por él y recitaran oraciones por su alma, lo que prometieron todos de buena gana. Se les caían las lágrimas, sobre todo cuando Beda dijo que ya no verían por más tiempo su rostro en este mundo. Pero se alegraron cuando dijo:

«Hora es ya de que vuelva a mi Creador (si así le agrada), a quien me creó cuando yo no era y me formó de la nada. He vivido mucho tiempo, y el piadoso juez ha tenido especial providencia de mi vida; es inminente el momento de mi partida, pues deseo partir para estar con Cristo; mi alma desea ver en todo su esplendor a mi rey, Cristo».

Y dijo más cosas edificantes, continuando con su alegría de siempre hasta el atardecer. Wiberto, de quien ya hemos hablado, se atrevió aún a decirle:

«Querido maestro, queda aún por escribir una frase». Contestó Beda:

«Pues escribe en seguida».

Al poco tiempo dijo el muchacho:

«Ya está».

Y Beda contestó de nuevo:

«Bien dices, está cumplido. Ahora haz el favor de colocarme la cabeza de manera que pueda sentarme mirando a la capilla en que solía orar; pues también ahora quiero invocar a mi Padre».

Y así, tendido sobre el suelo de su celda, comenzó a recitar:

«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo».

Al nombrar al Espíritu Santo exhaló el último suspiro, y, sin duda, emigró a las delicias del cielo, como merecía, por su constancia en las alabanzas divinas.

Cutberto
Carta sobre la muerte de san Beda el Venerable (4-6: PL 90, 64-66)

viernes, 24 de mayo de 2019

San Genadio

Cueva de san Genadio

Celebra hoy la Iglesia de Astorga la memoria de san Genadio. Mencionado por algunos autores como sobrino de Ordoño I o como hijo de Alfonso III y Jimena de Asturias, fue un monje seguidor de san Fructuoso y San Valerio. En sus comienzos se formó en el Monasterio de Ageo (Ayoó de Vidriales) bajo la tutela de su abad Arandiselo, y fue allí donde conoció la obra de estos santos. Posteriormente, hacia 895, decidió restaurar el monasterio benedictino de San Pedro de Montes, ubicado en los Montes Aquilanos, en el que también habían residido San Fructuoso y San Valerio.

Tras su restauración, en 898 el obispo de Astorga Ranulfo le nombró abad del monasterio. En 899, a instancias de Alfonso III, sucedió a Ranulfo al frente de la diócesis «más bien por obediencia al príncipe que por propia voluntad, si bien ni aun casi corporalmente vivía allí». Hacia el año 9195 o 9206 Genadio renunció al obispado, sucediéndole Fortis. Después se retiró de nuevo al valle del Silencio a continuar su ascetismo hasta su muerte, acaecida hacia 936 probablemente en Peñalba de Santiago.

Ruinas de San Pedro de los Montes

Estuvo sepultado en este monasterio hasta que en 1603 la duquesa de Alba María de Toledo, viuda de Fadrique Álvarez de Toledo, exhumó sus restos sin autorización para llevarlos al convento de dominicas de Villafranca; su cabeza, reclamada por el cabildo de Astorga, fue entregada a la catedral en 1621, mientras que su cuerpo fue trasladado al monasterio de Nuestra Señora de la Laura de Valladolid, que derribado en la década de 1980 ocupaba el lugar donde hoy está el Hospital Campo Grande.

San Genadio se convirtió en una de las figuras más importantes en el denominado arte de repoblación pues en la zona de El Bierzo fue el impulsor de la restauración de San Pedro de Montes y Santa Leocadia de Castañeda y de la fundación de Santiago de Peñalba, Santo Tomás, San Pedro y San Pablo de Castañeda y San Andrés de Montes, a los que legó una nutrida biblioteca que todos ellos debían compartir.

jueves, 23 de mayo de 2019

Elredo de Rieval. Oración pastoral


Cuando recuerdo, en la amargura de mi alma, mis años pasados, me lleno de temor y me estremezco al solo nombre de pastor: ciertamente sería una insensatez si no me sintiera totalmente indigno de él.

Pero tu santa misericordia está sobre mí para arrancar mi alma miserable de las profundidades del abismo, tú que tienes misericordia del que quieres y la concedes a quien te agrada, y de tal modo perdonas los pecados que no castigas por venganza ni llenas de confusión con tus reprensiones, ni amas menos a los que amonestas: sin embargo permanezco confundido y conturbado, pues, si bien recuerdo tu bondad, no puedo olvidar mis ingratitudes.

Aquí está, aquí está en tu presencia la confesión de mi corazón, la confesión de mis innumerables crímenes, de cuyo dominio tu misericordia quiso liberar a mi pobre alma. Por todo esto, mis entrañas te dan gracias y te alaban con todas sus fuerzas.

miércoles, 22 de mayo de 2019

Santa Rita de Casia


Recuerda hoy la Iglesia la santidad de Rita de Casia. Rita nació en la aldea de Rocca-Porena, 5 km al oeste del pueblo de Cascia. A pesar de que quería ser monja, cuando tenía 14 años de edad sus padres la casaron con un hombre del pueblo llamado Paolo Mancini. Su esposo le causó muchos sufrimientos, pero ella se consolaba en la oración y le devolvió su crueldad con bondad, logrando su conversión a Cristo con el paso de los años.

Tuvieron dos hijos mellizos, Jacobo y Paolo. Un día Mancini —que trabajaba como sereno de la aldea de Rocca Porena y tenía muchos enemigos por sus fechorías pasadas- fue emboscado y asesinado. Una vez viuda, pero aliviada ya que había logrado que Paolo muriera en paz, Rita pidió la admisión al convento agustiniano de Santa María Magdalena, en Cascia. Pero no fue aceptada debido a que sólo se permitían vírgenes. Un año más tarde (1417) también murieron sus dos hijos de muerte natural. Rita los había preparado plenamente para encontrarse con Cristo. Con un amor heroico por sus almas, le había suplicado que ambos adolescentes murieran, porque temía que estuvieran planeando vengar el asesinato de su padre. Habrían cometido así el pecado capital de la venganza, lo que hubiera condenado sus almas eternamente. Ambos se enfermaron y murieron, también pidiendo perdón a su madre por todos los dolores que le habían causado. Ya sin obligaciones familiares, Rita fue aceptada en el convento, recibió los hábitos de monja, y más tarde realizó su profesión de fe. Tenía 36 años. En el convento, Rita se entregó a una vida de oración y penitencia.

De acuerdo a la tradición en 1428, una madrugada Rita recibió de manos de Cristo una larga astilla de madera clavada en el hueso de la frente. Se trataba de un estigma divino: la marca de la corona de espinas que Jesucristo había exhibido en la cruz. Le extrajeron la astilla y la guardaron como reliquia sagrada. Pero cada madrugada el estigma se le volvía a abrir por sí mismo, hasta que empezó a expeler un fuerte olor inmundo, que se mantuvo milagrosamente el resto de su vida.

En 1453 Rita cayó en cama gravemente enferma. Desde ese momento, estando siempre atendida por novicias, la herida de su frente gradualmente se cerró, pero Rita pasó los últimos cuatro años de su vida con infecciones en la sangre. Uno de los símbolos de santa Rita es la rosa. En su vejez, ella contaba que su marido le prohibía dar de comer a los pobres. Un día en que estaba saliendo de su casa con un pan bajo sus ropas, Mancini la confrontó y le quitó el vestido: pero el pan se había convertido milagrosamente en rosas. Al final de su vida, la visitó su prima de su aldea de Rocca Porena. Le preguntó si quería algo y Rita le pidió que le llevara una rosa del jardín del convento. En pleno invierno, la prima creyó que no encontraría nada, pero cuál no sería su sorpresa al encontrar un pimpollo de rosa. Se lo llevó a Rita. Esa rosa representaría el amor de Cristo hacia Rita, y la capacidad de Rita de interceder por las causas imposibles.

Rita murió en el convento agustiniano el 22 de mayo de 1457 a la edad de 76 años. La gente se agrupó en el lugar para mostrar los últimos respetos a su cadáver, que emitía una intensa fragancia dulce (como si hubiera sido embalsamado). Su cuerpo se conserva hasta la actualidad (aunque muy deshidratado). Empezaron a correr rumores de que por intercesión de la monja, sucedían curaciones milagrosas. Así la devoción hacia Rita se extendió por toda Italia.

martes, 14 de mayo de 2019

La buena lucha: la vida en un monasterio ortodoxo aislado



La buena lucha: en lo alto de las montañas del Líbano, una comunidad inesperada prospera dentro de los confines de un monasterio cristiano ortodoxo griego. Este hermoso documento corto ofrece una visión rara de su forma de vida casi silenciosa.

lunes, 22 de abril de 2019

Gloria a Cristo crucificado

Torres del Río. Iglesia del Santo Sepulcro

Tú, Señor mío, has trocado mi sentencia en salvación:
como un buen pastor, acudiste corriendo
tras quien se había extraviado;
como un verdadero padre,
no te ahorraste molestia alguna por mí, que había caído.
Tú me rodeaste de todas las medicinas que llevan a la vida:
por mí, enfermo, enviaste a los profetas.

Señor, ten piedad

Tú, que eres eterno, viniste a la tierra con nosotros,
descendiste al seno de la Virgen.
Me has mostrado la fuerza de tu poder:
diste vista a los ciegos,
resucitaste a los muertos de los sepulcros,
y con tu palabra diste vida nueva a la naturaleza.
Me has revelado la economía salvadora de tu clemencia:
por mí toleraste la brutalidad de los enemigos,
ofreciste la espalda a los que te azotaban.

Señor, ten piedad


Anáfora de San Gregorio
Liturgia Copta

domingo, 21 de abril de 2019

El descanso pascual

Primavera en el claustro de la Cartuja de Pavía

En la tradición monástica, la Pascua siempre se ha relacionado con la idea del descanso. Dios, después de la creación, descansó al séptimo día. Israel, después de la Pascua, logró culminar su peregrinación y descansar en la Tierra Prometida. Cristo, después de los trabajos y dolores de la Pasión, llega a la Pascua, donde todo es gozo y descanso. La práctica de la Cuaresma busca intencionadamente el esfuerzo, la mortificación y las penalidades del sacrificio, para así poder vivir en plenitud el significado del descanso pascual. Después de cuarenta días de peregrinación cuaresmal, el monje se alegra y goza en el Señor, e inicia un nuevo período de tiempo en el que la alabanza sustituye a la súplica, en el que la acción de gracias reemplaza a la petición de perdón. Los ayunos se mitigan, se concede un cierto descanso a la fatiga cuaresmal, y el gozo del Señor resucitado hace olvidar el llanto de la Pasión y de la Cruz.

Cada año, coincidiendo con la primavera, el monje experimenta el renovarse espiritual de su vida gracias a la Pascua del Señor. Ésta es la verdadera razón de ser del monje: poder, como los discípulos de Emaús, compartir la intimidad de la cena con el Señor, para que sea él quien nos explica todas las Escrituras, y comparta con nosotros el misterio del pan por nosotros entregado en la Eucaristía.

sábado, 20 de abril de 2019

Apotegmas de un monje a sí mismo

Moretto da Brescia - Entierro de Cristo

80.- Lamentación sobre Cristo muerto. Monje, trata de compartir en tu oración los sentimientos de los discípulos. Aquél en quien había creído, por quien lo habían dejado todo, había quedado desacreditado ante todo el pueblo en la Cruz como un impostor abandonado y maldito por Dios. Aquél en quien habían puesto su esperanza como salvador de Israel, yacía en un sepulcro y ellos mimos se habían escondido, desesperados, para escapar de su misma suerte. Y, sobre todo, aquél al que habían amado, había muerto ante sus ojos después de una tortura inhumana. Y ahora, ¿qué? Esta misma pregunta te habrá asaltado en los momentos difíciles de tu vida. Responde con las últimas palabras de Jesús: A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Llora hoy en silencio, monje, y comparte el dolor de la Madre del Señor, de sus discípulos, y de cuantos sufren las consecuencias del pecado humano.

viernes, 19 de abril de 2019

Hemos sido sacrificados con Cristo


Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron.

¡Conducen a la muerte precisamente al Autor de la vida! Pero su pasión, que tenía por meta nuestra salvación, acabaría por tener —por virtud divina y gracias a un designio providencial que supera con mucho nuestra comprensión— un resultado diametralmente opuesto al que imaginaban los judíos. En realidad, la pasión de Cristo era algo así como un lazo tendido al poder de la muerte, ya que la muerte del Señor era el principio y la fuente de la incorruptibilidad y de la novedad de vida.

Mientras, avanza él llevando sobre sus espaldas aquel madero sobre el cual iba a ser crucificado, condenado ya a la pena capital, aunque siendo completamente inocente. ¡Y eso por nuestra causa! Realmente tomó sobre sí las penas con que la justicia que procede de la ley conmina a los pecadores, haciéndose por nosotros un maldito, porque dice la Escritura: «Maldito todo el que cuelga de un árbol». Y los malditos éramos todos nosotros, nosotros que nos negábamos a obedecer a la ley divina. En realidad, todos habíamos pecado mucho. Y por nuestros pecados fue tenido por maldito quien no conoció el pecado, para liberarnos de la antigua maldición. Bastaba, en efecto, que por todos padeciera uno solo, el cual, siendo Dios, está por encima de todos: con la muerte de su cuerpo, procuró la salvación de todos los hombres.

Cristo, pues, llevó la cruz que ciertamente merecíamos nosotros, no él, si tenemos en cuenta la condena de la ley. De hecho, así como anduvo entre los muertos no por él sino por nosotros, para reconducirnos a la vida eterna, una vez destruido el imperio de la muerte, así también cargó con la cruz que nos correspondía a nosotros, condenando en sí mismo la condena derivada de la ley. Por lo cual, en lo sucesivo todos los inicuos pondrán punto en boca, como cantamos en el salmo 106,42, porque el inocente ha sido muerto por los pecados de todos.

Más aún: de este comportamiento de Cristo podemos sacar motivos bastantes para estimularnos a emprender con mayor decisión la vida de santidad. No llegaremos efectivamente a la perfección y a la total unión con Dios, sino anteponiendo su amor a la vida terrena y proponiéndonos luchar animosamente por la verdad, tal como nos exhortan incluso las circunstancias actuales.

Bellamente lo expresó nuestro Señor Jesucristo: El que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí. En efecto, tomar la cruz significa —según creo— ni más ni menos que renunciar al mundo por él y posponer —llegada la ocasión— la vida corporal a los bienes que esperamos, desde el momento en que nuestro Señor Jesucristo no se avergüenza de llevar la cruz, nuestra cruz, y de sufrir por amor nuestro.

Por consiguiente, los que siguen a Cristo están también con él crucificados: muriendo a su antigua conducta, son introducidos en una vida nueva conforme al evangelio. Por eso decía Pablo: Los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos. Y nuevamente, como hablando de sí, dice de todos: Para la ley yo estoy muerto, porque la ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y a los Colosenses les dice: Si moristeis con Cristo a lo elemental del mundo, ¿por qué os sometéis a reglas como si aún vivierais sujetos al mundo?

De hecho la muerte del elemento mundano que hay en nosotros nos introduce en la conversión y en la vida de Cristo.

San Cirilo de Alejandría


Comentario sobre el evangelio de san Juan (Lib 12: PG 74, 650-654)

jueves, 18 de abril de 2019

Velad y orad

Andrea Mantegna - La Oración del Huerto

El Señor se quedó sólo. Los discípulos sólo le acompañaron hasta el huerto, no perseveraron con él en la oración, precisamente en el momento supremo de la historia de la humanidad, cuando Dios se disponía a entregar su vida humana, asumida en el Hijo, para que así la creación entera pudiera vivir en plenitud su historia como historia de salvación en Dios.

Esta noche, después de la gozosa intimidad de la Última Cena, el Señor nos espera en el silencio, en la agonía que sufrió hasta dejarse arrastrar a la muerte, en el sufrimiento y el miedo al saber el horrible suplicio que le esperaba, en la definitiva lucha cósmica entre Dios y el poder del mal.

Esta noche el Señor nos pide que velemos y oremos, para no caer en la tentación, pues el alma está dispuesta, pero la carne es débil. Esta noche el Señor nos enseña a empuñar las únicas armas, la oración, para poder combatir junto a él, para poder afrontar los sufrimientos de la Cruz, y para prepararnos a la muerte con el Señor en la espera de la Pascua.

Esta noche aprendemos en la oración a esperar esperanzados nuestra muerte, pues la vida nos espera en la Resurrección del Señor. Esta noche nos sirve para comprender todas las noches, todas las oscuridades, todas las incertidumbres de nuestra vida. ¡Velad y orad esta noche!

miércoles, 17 de abril de 2019

Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.


En estos días en que se celebra solemnemente el aniversario memorial de la pasión y cruz del Señor, ningún tema de predicación más apropiado, según creo, que Jesucristo, y éste crucificado. E incluso en cualquier otro día, ¿puede predicarse algo más conforme con la fe? ¿Hay algo más saludable para el auditorio o más apto para sanear las costumbres? ¿Hay algo tan eficaz como el recuerdo del Crucificado para destruir el pecado, crucificar los vicios, nutrir y robustecer la virtud?

Hable, pues, Pablo entre los perfectos una sabiduría misteriosa, escondida; hábleme a mí, cuya imperfección perciben hasta los hombres, hábleme de Cristo crucificado, necedad ciertamente para los que están en vías de perdición, pero para mí y para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios y sabiduría de Dios; para mí es una filosofía altísima y nobilísima, gracias a la cual me río yo de la infatuada sabiduría tanto del mundo como de la carne.

¡Cuán perfecto me consideraría, cuán aprovechado en la sabiduría si llegase a ser por lo menos un idóneo oyente del crucificado, a quien Dios ha hecho para nosotros no sólo sabiduría, sino también justicia, santificación y redención! Si realmente estás crucificado con Cristo, eres sabio, eres justo, eres santo, eres libre. ¿O no es sabio quien, elevado con Cristo sobre la tierra, saborea y busca los bienes de allá arriba? ¿Acaso no es justo aquel en quien ha quedado destruida su personalidad de pecador y él libre de la esclavitud al pecado? ¿Por ventura no es santo el que a sí mismo se presenta como hostia viva, santa, agradable a Dios? ¿O no es verdaderamente libre aquel a quien el Hijo liberó, quien, desde la libertad de la conciencia, confía hacer suya aquella libre afirmación del Hijo: Se acerca el Príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí? Realmente del Crucificado viene la misericordia, la redención copiosa, que de tal modo redimió a Israel de todos sus delitos, que mereció salir libre de las calumnias del Príncipe de este mundo.

Que lo confiesen, pues, los redimidos por el Señor, los que él rescató de la mano del enemigo, los que reunió de todos los países; que lo confiesen, repito, con la voz y el espíritu de su Maestro; Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

Beato Guerrico de Igny, Sermón 2 en el domingo de Ramos (1: PL 185, 130-131)

martes, 16 de abril de 2019

La glorificación del Hijo


Con razón se pregunta cómo el Hijo glorificará al Padre, siendo así que la gloria sempiterna del Padre ni puede disminuirse en la forma humana, ni aumentarse en su perfección divina; pero entre los hombres era menor cuando tan sólo en Judea era Dios conocido; y como el Evangelio de Cristo, por el hecho de ser predicado en todas las naciones, había de dar a conocer al Padre, de aquí que el Padre fuera glorificado por el Hijo. Dice, pues: Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Como si dijera: Resucítame, para que por mí te hagas patente a todo el mundo. Declara a continuación más y más, cómo el Hijo glorifica al Padre, diciendo: Así como le diste poder sobre toda carne, a fin de que todo lo que le concediste a El, les dé a ellos vida eterna. Llamó toda carne a todos los hombres, demostrando el todo por la parte. Pero este poder dado por el Padre a Cristo sobre toda carne, debe entenderse en cuanto hombre.

San Agustín de Hipona


Comentarios sobre san Juan 105

domingo, 14 de abril de 2019

Procesión hacia el Reino


La procesión te dice a dónde nos dirigimos, y la Pasión nos muestra el camino. 

Los sufrimientos de hoy son el sendero de la vida, la avenida de la gloria, el camino de nuestra patria, la calzada del reino, como grita el ladrón crucificado: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.

Lo ve caminar hacia el reino y le pide que, cuando llegue, se acuerde de él. También él llegó, y por un atajo tan corto que aquel mismo día mereció estar con el Señor en el Paraíso.

La gloria de la procesión hace llevaderas las angustias de la Pasión, porque nada es imposible para el que ama.

San Bernardo de Claraval
Sermón I en el Domingo de Ramos, 2

viernes, 12 de abril de 2019

Súplicas de un monje


Danos, Señor, un corazón generoso, que se consagre al estudio y a la oración sobre tu Sagrada Palabra, que por nosotros se encarnó, y que por nosotros fue tentada y padeció.

Purifica, Señor, nuestro corazón, de todo pensamiento vano y oscuro, para que todo nuestro ser esté siempre en tu presencia.

Perdona, Señor, la debilidad de nuestro corazón, su incapacidad de permanecer junto a ti en vela, cuando más lo necesita tu angustia ante la muerte.

jueves, 11 de abril de 2019

Tengo hambre y sed de ti


Mi vida, el fin de mi destino es amarte
 aunque hasta aquí no haya podido hacerme digno de amarte cuanto debo;
pero por lo menos ése es mi deseo.

Si todo lo que me inspiras, ¡oh, Señor!, es bueno,
sobre todo cuando este bien que quieres es que yo te ame,
haz que cumpla tu voluntad.

Tengo hambre y sed de ti;
yo te deseo,
yo suspiro tras de ti,
yo anhelo ardientemente por ti.

San Anselmo de Canterbury
Oración II ante Cristo

miércoles, 10 de abril de 2019

San Anselmo. Oración ante la Santa Cruz


¿Cómo entonces alabarte?
¿De qué manera exaltarte?
¿Con qué corazón rogarte?
¿Con que placer me glorificaré yo en ti?
Por ti ha sido despojado el infierno,
ha sido cerrado a todos aquellos que han sido rescatados por ti.

Por ti los demonios han sido aterrorizados, oprimidos, aplastados.
Por ti el mundo ha quedado renovado y embellecido,
gracias a la verdad que resplandece y a la justicia que reina en El.
Por ti, la naturaleza humana, pecadora, queda justificada;
condenada, ha sido salvada;
esclava del pecado y del infierno, ha sido hecha libre;
muerta, ha sido resucitada.
Por ti esta ciudad bienaventurada del cielo
ha sido restaurada y perfeccionada.
Por ti, Dios, el Hijo de Dios,
ha querido por nosotros hacerse obediente a su Padre hasta la muerte,
por lo cual levantado desde la tierra,
ha recibido un nombre que esta por encima de todo nombre.

San Anselmo
Oración IV ante la Santa Cruz 24 -29

viernes, 5 de abril de 2019

Santa Crescencia de Kaufbeuren


Nació el 20 de octubre de 1682. Era hija de un modesto tejedor de lana en la ciudad de Kaufbeuren, que en aquel tiempo contaba sólo con dos mil quinientos habitantes, en su mayoría protestantes. En la escuela se distinguió por su inteligencia y su devoción. Se hizo tejedora, para ayudar a su padre, pero su mayor aspiración era entrar en el monasterio de las Franciscanas de Kaufbeuren. Sin embargo, su familia era demasiado pobre para pagar la dote requerida y sólo con la ayuda decisiva del alcalde protestante pudo entrar finalmente en el convento.

Su vida consagrada estuvo siempre impregnada de amor alegre a Dios, con la preocupación fundamental de cumplir en todo su santísima voluntad. Vivía una gozosa y profunda relación con Dios. Su intensa oración, mediante fervorosos coloquios con la Trinidad, con la Virgen María y con los santos, desembocó muchas veces en visiones místicas, de las que sólo hablaba por obediencia ante sus superiores eclesiásticos. Desde su infancia oraba mucho y con fervor al Espíritu Santo, devoción que cultivó durante toda su vida. Deseaba que las personas vieran en él un camino más fácil de vida espiritual.

Se la suele representar sosteniendo la cruz con la mano derecha, mientras con la izquierda se dirige al Salvador crucificado, pues durante toda su vida predominó en ella la contemplación y devoción a Cristo en su agonía, que la llevaba a un gran espíritu de sacrificio personal, siguiendo el ejemplo del Salvador. Durante muchos años fue portera del convento, cargo que aprovechó para aconsejar a mucha gente y realizar una generosa labor de caridad. Más tarde, nombrada maestra de novicias, se entregó a la formación espiritual de las hermanas jóvenes para la vida monástica.

En 1741 fue elegida superiora. Desempeñando ese cargo dirigió de modo sabio y prudente el monasterio, tanto en el campo espiritual como en sus intereses seculares, mejorando hasta tal punto la posición económica que, por mérito suyo, el monasterio pudo ayudar a mucha gente con sus limosnas. Consideraba importante que también las mujeres se realizaran en la vida religiosa. De modo constante y consciente se esforzó siempre por aumentar la fe en todos aquellos con quienes entraba en contacto, haciéndoles comprender cuál era el camino que debían seguir. Por eso, para numerosas personas, tanto consagradas como laicas, fue guía espiritual y consejera decisiva. Tenía la rara capacidad de reconocer rápidamente los problemas y ofrecerles la solución adecuada y razonable.

El príncipe heredero y arzobispo de Colonia Clemente Augusto la consideraba una guía de almas sabia y muy comprensiva; quedó tan prendado de su santidad que llegó a pedir al Papa que la canonizara inmediatamente después de su muerte. Numerosas personas iban a consultarla en su monasterio y con tal de mantener una conversación con ella estaban dispuestas a esperar varios días. Eran miles los que le escribían desde las regiones de Europa de lengua alemana, pidiéndole consejo y ayuda, y recibiendo siempre una respuesta adecuada. Gracias a ella, el pequeño monasterio de Kaufbeuren desempeñó un sorprendente e importante apostolado epistolar.

Inmediatamente después de su muerte, que aconteció el 5 de abril de 1744, domingo de Pascua, la gente acudió en gran número a visitar su tumba en la iglesia del monasterio, convencida de encontrarse ante una santa. Kaufbeuren se convirtió en un lugar famoso de peregrinaciones en Europa. Ese fenómeno se verificó ininterrumpidamente desde su muerte, y se intensificó después de su beatificación, llevada a cabo por el Papa León XIII el 7 de octubre de 1900. Esa veneración ha seguido viva hasta hoy de modo sorprendente, no sólo entre los católicos sino también entre las comunidades surgidas de la Reforma. La canonizó Juan Pablo II el 25 de noviembre del 2001.

martes, 2 de abril de 2019

San Francisco de Paula

Murillo - San Francisco de Paula

Recuerda hoy la Iglesia a san Francisco de Paula. Nació el 27 de Marzo de 1416 en Paula (Cosenza-Italia). Con quince años Francisco fue acompañado por sus padres al Convento de San Marco Argentano (Cosenza). Francisco manifestó su inclinación a la oración y sus dotes de piedad, acompañadas de manifestaciones sobrenaturales, las mismas que, más adelante, alimentarían su fama de gran taumaturgo. Al terminar su permanencia en el convento, los religiosos quisieron retenerle, pero el joven Francisco, intuyó que se aproximaba el momento de hacer una opción radical de vida y advirtiendo en sí una gran inquietud por conocer las diversas formas de vida religiosa, dejó el convento y, junto con sus padres, emprendió una peregrinación.

Se desplazó a Asís pasando por Montecasino, Roma, Loreto y visitando los eremitorios diseminados por Monte Luco. Su visita a Roma lo turbó profundamente según su primer anónimo biógrafo, Francisco reprochó el boato de un cardenal con las palabras: "Nuestro Señor no iba de esta manera". El episodio muestra cómo en el ánimo del joven iba madurando la idea de una reforma de la vida eclesial basada en la pobreza. La peregrinación constituyó para el joven Francisco un motivo serio de reflexión y de decisiones para su futuro. Tras volver a Paula, Francisco manifestó a sus padres el deseo de conducir su vida eremítica. Sobre el año 1435, se retiró a las afueras de Paula, en un terreno propiedad de la familia, suscitando gran estupor entre los conciudadanos por la austeridad de su modo de vivir. La experiencia de Paula lo forjó en la contemplación, en el trabajo, en la soledad y en las privaciones y mortificaciones corporales. Enseguida comenzaron a afluir a su eremitorio muchas personas deseosas de ponerse bajo su guía espiritual y de compartir su mismo género de vida austera.

Con la llegada a la diócesis de Mons. Pirro Caracciolo, nombrado arzobispo de Cosenza el 31 de agosto de 1452, el movimiento obtuvo el beneplácito del ordinario diocesano y pudo dotarse de un oratorio. El flujo de peregrinos que se dirigían al eremitorio de Paula atrajo la atención de Pablo II quien, en los comienzos del 1467, envió un visitador de su confianza para indagar sobre la vida de Francisco. A su regreso a la Curia, Mons. Baldassarre De Gutrossis tranquilizó al Papa sobre la fidelidad de Francisco a la Sede Apostólica y, visto que el Eremita había iniciado la construcción de una iglesia, el 7 de julio 1467 le proporcionó una carta colectiva de cuatro cardenales con la cual concedían la indulgencia, con las condiciones acostumbradas, a quienes visitaban o contribuían a los gastos para la construcción de la iglesia de Paula. En el año 1470, con el traslado a Paula del ex visitador, que asumirá el nombre de P. Baldassarre da Spigno, inició el iter jurídico que llevará al reconocimiento oficial del movimiento eremítico fundado por Francisco.

Al eremitorio de Paula siguieron los de Paterno Calabro (1472), Spezzano della Sila (1474), Corigliano Calabro (1476) y Milazzo (1480). La vida de estos eremitas estaba regulada por las "ordenaciones y estatutos" que, en parte, confluyeron en las sucesivas redacciones de la regla. Francisco se convirtió para Paula en un punto de referencia religioso y social, entrando en el corazón de la gente que se dirigía a él para consultarle problemas de diversa naturaleza. Francisco era, por su forma de vida, un contestatario que recordaba las grandes figuras del anacoretismo. El Santo supo crear entorno a sí un ambiente de profunda religiosidad y fe, con la invitación constante a la oración y a la observancia de la voluntad de Dios. Desde el principio, Francisco tuvo fama de gran taumaturgo. Los prodigios acompañaron toda su vida, a partir de la construcción de los primeros conventos hasta su partida para Francia.

Llevada por los comerciantes napolitanos, la fama de Francisco llegó a Francia, a la corte de Luis XI, entonces enfermo, el cual pidió al Papa Sixto IV que hiciese llegar al Eremita paulano a su cabecera. Fue el inicio del "capítulo diplomático" de la vida de Francisco. Fue para el Eremita una obediencia difícil: tenía 67 años, su Congregación se había extendido desde hacía poco tiempo también en Sicilia y, sobre todo, sentía reticencia ante la idea de ir a vivir en un palacio, con una dotación regia , después de haber vivido por más de treinta años en un eremitorio. El monarca no obtuvo la curación, pero la acción del Paulano en la corte, llevó a un largo período de buenas relaciones entre el papado y la monarquía francesa, del cual se beneficiaron también los Reinos de España, Boemia y Nápoles. Francisco vivió en Francia alrededor de veinticinco años y se creó su mundo trabajando un trozo de tierra, presentándose como reformador de la vida religiosa y con la aureola de hombre de Dios penitente, eremítico, un nuevo Juan Bautista. Por esto su austero estilo de vida fue escogido por algunos benedictinos, franciscanos y eremitas, que dejaron las respectivas familias religiosas para agregarse a Francisco. Su llegada, además de internacionalizar la Congregación calabresa, determinó un profundo cambio en su interior, en cuanto que fue abandonado el eremitismo y fue introducida la vida cenobítica. Este cambio llevará al nacimiento de la Orden de los Mínimos, seguido por la fundación de la Tercera Orden seglar primero y después de las Monjas. Francisco se apagó en Tours el 2 de abril de 1507. La fama de este taumaturgo, a través de las tres ramas de la familia Mínima (frailes, monjas y terciarios), se difundió en Europa, favoreciendo su beatificación (7 julio 1513) y su canonización (1° mayo 1519), obtenida a solamente doce años de su muerte.

martes, 19 de marzo de 2019

Santa Teresa de Jesús. Trata de cómo tomó por medianero y abogado al glorioso San José.


6. Comencé a hacer devociones de misas y cosas muy aprobadas de oraciones, que nunca fui amiga de otras devociones que hacen algunas personas, en especial mujeres, con ceremonias que yo no podía sufrir y a ellas les hacía devoción; después se ha dado a entender no convenían, que eran supersticiosas. Y tomé por abogado y señor al glorioso San José y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y pérdida de alma este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra que como tenía el nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide.

Esto han visto otras algunas personas, a quien yo decía se encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay muchas que le son devotas de nuevo, experimentando esta verdad.

7. Procuraba yo hacer su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad que de espíritu, queriendo se hiciese muy curiosamente y bien, aunque con buen intento. Mas esto tenía malo, si algún bien el Señor me daba gracia que hiciese, que era lleno de imperfecciones y con muchas faltas. Para el mal y curiosidad y vanidad tenía gran maña y diligencia. El Señor me perdone.

Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío.

8. Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho este glorioso Santo a mí y a otras personas; mas por no hacer más de lo que me mandaron, en muchas cosas seré corta más de lo que quisiera, en otras más larga que era menester; en fin, como quien en todo lo bueno tiene poca discreción. Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial, personas de oración siempre le habían de ser aficionadas; que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro y no errará en el camino. Plega al Señor no haya yo errado en atreverme a hablar en él; porque aunque publico serle devota, en los servicios y en imitarle siempre he faltado.

Pues él hizo como quien es en hacer de manera que pudiese levantarme y andar y no estar tullida; y yo como quien soy, en usar mal de esta merced.

Santa Teresa de Jesús
Libro de la Vida 6

lunes, 18 de marzo de 2019

San Cirilo de Jerusalén: Preparad limpios los vasos para recibir al Espíritu Santo

Alégrese el cielo, goce la tierra, por estos que van a ser rociados con el hisopo y purificados con el hisopo espiritual, por el poder de aquel que en su pasión bebió desde la cruz por medio de la caña de hisopo. Alégrense las virtudes de los cielos; y prepárense las almas que van a desposarse con el Esposo. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor».

Comportaos, pues, rectamente, oh hijos de la justicia, recordando la exhortación de Juan: Allanad sus senderos: Retirad todos los estorbos e impedimentos para llegar directamente a la vida eterna. Por la fe sincera, preparad limpios los vasos de vuestra alma para recibir al Espíritu Santo. Comenzad por lavar vuestros vestidos con la penitencia, a fin de que os encuentren limpios, ya que habéis sido llamados al tálamo del Esposo.

El Esposo llama a todos sin distinción, pues su gracia es liberal y abundante; sus pregoneros reúnen a todos a grandes voces, pero luego él segrega a aquellos que no son dignos de entrar a las bodas, figura del bautismo.

Que ninguno de los inscritos tenga que oír aquella voz: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?

Ojalá que todos escuchéis aquellas palabras: Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu Señor.

Hasta ahora os habéis quedado fuera de la puerta, pero deseo que todos podáis decir: El rey me introdujo en su cámara. Me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas.

Que vuestra alma se encuentre sin mancha ni arruga, ni nada por el estilo; no digo antes de recibir la infusión de la gracia (¿para qué, entonces, habríais sido llamados a la remisión de los pecados?), pero sí que, cuando la gracia se os infunda, vuestra conciencia, estando libre de toda falta, concurra al efecto de la gracia.

El bautismo es algo sumamente valioso y debéis acercaros a él con la mejor preparación. Que cada uno se coloque ante la presencia de Dios, rodeado de todas las miradas de los ejércitos celestiales. El Espíritu Santo sellará vuestras almas, pues habéis sido elegidos para militar al servicio del gran rey.

Preparaos, pues, y disponeos para ello, no tanto con la blancura inmaculada de vuestra túnica, cuanto con un espíritu verdaderamente fervoroso.

Catequesis 3 (1-3: PG 33, 426-430)

domingo, 17 de marzo de 2019

San Ambrosio. Cristo luz verdadera


Como Pedro, Santiago y Juan, caemos hoy ante el misterio de Dios. Cristo, luz verdadera y eterna, nos prefigura en la transfiguración la herencia que nos espera, no sin antes pasar por Jerusalén, como el paso. "per crucem ad lucem" (por la cruz a la luz).

San Ambrosio de Milán dice; Jesús quiso mantener oculto su misterio, y frecuentemente recomendaba que no fueran fáciles en hablar a cualquiera de lo que habían visto. Así pues dejemos que sea él quien nos comente esta escena de intimidad con Cristo en el Tabor.

Fue el mismo Señor Jesús el que quiso que al monte subiera únicamente Moisés a recibir la ley, aunque no sin Jesús (Josué). Y en el evangelio, de entre los discípulos, a solos Pedro, Santiago y Juan les fue revelada la gloria de su resurrección. De esta manera, quiso mantener oculto su misterio, y frecuentemente recomendaba que no fueran fáciles en hablar a cualquiera de lo que habían visto, a fin de que las personas débiles, incapaces por su carácter vacilante de asimilar la virtualidad de los sacramentos, no sufrieran escándalo alguno.

Por lo demás, el mismo Pedro no sabía lo que decía, cuando se creyó obligado a construir tres chozas para el Señor y para sus siervos. Inmediatamente después fue incapaz de resistir el fulgor de la gloria del Señor, que lo transfiguraba: cayó en tierra y con él cayeron también los hijos del trueno, Santiago y Juan; una nube los cubrió con su sombra, y no fueron capaces de levantarse hasta que Jesús se acercó, los tocó y les mandó levantarse, deponiendo todo temor.

Entraron en la nube para conocer cosas arcanas y ocultas, y allí oyeron la voz de Dios que decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo. ¿Qué significa: Éste es mi Hijo, el amado? Esto: No te equivoques, Simón, pensando que el Hijo de Dios puede ser parangonado con los siervos. Este es mi Hijo, ni Moisés es mi Hijo ni Elías es mi Hijo, aunque el uno dividiera en dos partes el mar, y el otro clausurara el cielo. Pero si es cierto que ambos vencieron la naturaleza de los elementos, fue con la fuerza de la palabra de Dios, de la que fueron simples instrumentos; en cambio, éste es el que solidificó las aguas, cerró el cielo con la sequía y, cuando quiso, lo abrió enviando la lluvia.

Cuando se requiere un testimonio de la resurrección, se estipulan los servicios de los siervos; cuando se manifiesta la gloria del Señor resucitado, desaparece el esplendor de los siervos. En efecto, cuando el sol sale, neutraliza los focos de las estrellas y toda su luz se desvanece ante el astro del día. ¿Cómo, pues, podrían verse las estrellas humanas a la plena luz del eterno Sol de justicia y de aquel divino fulgor? ¿Dónde están ahora aquellas luces que milagrosamente brillaban ante vuestros ojos? El universo entero es pura tiniebla en comparación con la luz eterna. Afánense otros en agradar a Dios con sus servicios: sólo él es la luz verdadera y eterna, en la que el Padre tiene sus complacencias. También yo encuentro en él mis complacencias, considerando como mío todo lo que ha hecho él, y aspirando a que cuanto yo he hecho se considere realmente como obra del Hijo. Escuchadle cuando dice: Yo y el Padre somos uno. No dijo: yo y Moisés somos uno. No dijo que él y Elías eran partícipes de la misma gloria divina. ¿Por qué queréis construir tres chozas? La choza de Jesús no está en la tierra, sino en el cielo. Lo oyeron los apóstoles y cayeron al suelo despavoridos. Se acercó el Señor, les mandó levantarse y les ordenó que no contaran a nadie la visión.

sábado, 16 de marzo de 2019

La oblación pura de la Iglesia

Juan de Flandes - Última Cena

Es necesario, por tanto, que presentemos nuestra ofrenda a Dios y que le seamos gratos en todo, ofreciéndole, con mente sincera, con fe sin mezcla de engaño, con firme esperanza, con amor ferviente, las primicias de su creación. Esta oblación pura sólo la Iglesia puede ofrecerla a su Hacedor, ofreciéndole con acción de gracias del fruto de su creación.

Le ofrecemos, en efecto, lo que es suyo, significando, con nuestra ofrenda, nuestra unión y mutua comunión, y proclamando nuestra fe en la resurrección de la carne y del espíritu. Pues, del mismo modo que el pan, fruto de la tierra, cuando recibe la invocación divina, deja de ser pan común y corriente y se convierte en eucaristía, compuesta de dos realidades, terrena y celestial, así también nuestros cuerpos, cuando reciben la eucaristía, dejan ya de ser corruptibles, pues tienen la esperanza de la resurrección.

San Ireneo de Lyon
Tratado contra las herejías