jueves, 30 de abril de 2015

Proyecto Tres monjes rebeldes



Proyecto3MR es una iniciativa de la juventud del movimiento católico de Schoenstatt. Su objetivo es la realización de una producción cinematográfica, sin ánimo de lucro, que busca difundir valores cristianos. Esta película está inspirada en el libro Tres Monjes Rebeldes de M.Raymond, O.C.S.O.

Lo que mueve y apasiona a los hombres de nuestro tiempo son las vidas coherentes, que dejan huella. Nosotros hemos querido contar la historia de uno de estos hombres: Roberto de Molesmes. La vida de Roberto de Molesmes es un mensaje de rebeldía, inconformismo y esperanza. El libro Tres Monjes Rebeldes ha despertado en los que lo han leído un anhelo de cambiar el mundo y una búsqueda de Dios más incesante.

Hoy en día la sociedad recibe miles de mensajes, algunos que impactan completamente en sus objetivos y otros que pasan de largo en la vertiginosidad de nuestra rutina diaria. Las películas son uno de los medios más poderosos para imprimir un mensaje en el alma de una sociedad.

miércoles, 29 de abril de 2015

Benedicto XVI. Catalina de Siena

Giovanni di Paolo - Matrimonio místico de Santa Catalina

Nacida en Siena, en 1347, en una familia muy numerosa, murió en su ciudad natal en 1380. A la edad de 16 años, impulsada por una visión de santo Domingo, entró en la Orden Terciaria Dominica, en la rama femenina llamada Mantellate (llamadas así por llevar un manto negro). Permaneciendo con la familia, confirmó el voto de virginidad que había hecho de forma privada cuando era aún adolescente, se dedicó a la oración, a la penitencia, a las obras de caridad, sobre todo en beneficio de los enfermos.

Cuando la fama de su santidad se difundió, fue protagonista de una intensa actividad de consejo espiritual hacia toda categoría de personas: nobles y hombres políticos, artistas y gente del pueblo, personas consagradas, eclesiásticos, incluido el papa Gregorio XI, que en aquel periodo residía en Aviñón y a quien Catalina exhortó enérgica y eficazmente a volver a Roma. Viajó mucho para solicitar la reforma interior de la Iglesia y para favorecer la paz entre los Estados: también por este motivo el Venerable Juan Pablo II la quiso declarar Copatrona de Europa: para que el Viejo Continente no olvide nunca las raíces cristianas que están en la base de su camino y siga tomando del Evangelio los valores fundamentales que aseguran la justicia y la concordia.

Catalina sufrió mucho, como muchos Santos. Alguno pensó incluso que había que desconfiar de ella hasta el punto de que en 1374, seis años antes de su muerte, el capítulo general de los Dominicos la convocó a Florencia para interrogarla. Le pusieron al lado a un fraile docto y humilde, Raimundo de Capua, futuro Maestro General de la Orden. Convertido en su confesor y también en su “hijo espiritual”, escribió una primera biografía completa de la Santa. Fue canonizada en 1461.

La doctrina de Catalina, que aprendió a leer con dificultad y a escribir cuando era ya adulta, está contenida en el Diálogo de la Divina Providencia o bien Libro de la Divina Doctrina, una obra maestra de la literatura espiritual, en su Epistolario y en la colección de las Oraciones. Su enseñanza está dotada de una riqueza tal que el Siervo de Dios Pablo VI, en 1970, la declaró Doctora de la Iglesia, título que se añadía al de Copatrona de la Ciudad de Roma, por voluntad del Beato Pío IX, y de Patrona de Italia, por decisión del Venerable Pío XII.

En una visión que nunca se borró del corazón y de la mente de Catalina, la Virgen la presentó a Jesús, que le dio un espléndido anillo, diciéndole: Yo, tu Creador y Salvador, te desposo en la fe, que conservarás siempre pura hasta cuando celebres conmigo en el cielo tus bodas eternas. Ese anillo le era visible solo a ella. En este episodio extraordinario advertimos el centro vital de la religiosidad de Catalina y de toda auténtica espiritualidad: el cristocentrismo. Cristo es para ella como el esposo, con el que hay una relación de intimidad, de comunión y de fidelidad; es el bien amado sobre cualquier otro bien.

Benedicto XVI
Audiencia General
Roma, 24 de noviembre de 2010

lunes, 27 de abril de 2015

Speculum Caritatis. Fue corrompida, afeada en el hombre la imagen de Dios, pero no destruida totalmente

12.- Por el mal uso del libre albedrío su amor se apartó de aquel sumo Bien, y, ofuscado por la propia concupiscencia, se encaminó hacia lo peor, separándose de lo que era verdaderamente bueno y pasando a lo que de por sí carece de bien; donde aspiraba encontrar lo perfecto, vino a encontrar la imperfección; y, amándose perversamente, perdió a Dios y se perdió a sí mismo. Justamente ocurrió que quien apetecía asemejarse a Dios en contra de su divina voluntad, aun para hacerse más semejante a él por la curiosidad, se tornara más desemejante a causa de la concupiscencia. Fue corrompida, afeada en el hombre la imagen de Dios, pero no destruida totalmente. Por eso, aunque el hombre posee memoria, ella está sujeta al olvido; tiene ciencia, pero expuesta al error; también tiene amor, mas inclinado a la concupiscencia.

13.- La huella de la Santísima Trinidad todavía permanece en esta trinidad del alma racional, aun siendo mísera, por haber quedado grabada en su misma sustancia; gracias a ella el alma rememora, piensa, se reconoce y se ama. Por ese medio su misma memoria ama; por ello también su mismo amor ama, piensa, recuerda y ama; por ello también ama su mismo amor, recuerda y conoce. En todo esto, como dijimos, se refleja la unidad de la sustancia y la trinidad de las palabras. De aquí que el salmista diga: El hombre pasa como una sombra, y en vano se conturba. En estas palabras, breve y expresamente, el santo David insinúa que no falta al alma humana la imagen de Dios por su naturaleza ni la corrupción por causa del pecado. El olvido corrompió su memoria; su ciencia se nubló con el error; y menguó el amor a causa de la concupiscencia.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

domingo, 26 de abril de 2015

San Pedro Crisólogo. Del cielo vino el Pastor para reconducir las ovejas descarriadas a los pastos de la vida

Que el regreso del pastor fue bueno, cuando Cristo vino a la tierra, él mismo acaba de proclamarlo hoy: Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas. De aquí que el mismo maestro va buscando por toda la tierra compañeros y colaboradores, diciendo: Aclamad al Señor, tierra entera; de aquí que confíe a Pedro sus ovejas para que las pastoree en su nombre y tome el relevo al subir él al cielo. Pedro –dice–, ¿me amas? Pastorea mis ovejas. Y para no turbar con un comportamiento autoritario los frágiles comienzos de un retorno, sino sostenerlo a base de comprensión, repite: Pedro, ¿me amas? Apacienta mis corderos. Encomienda las ovejas, encomienda el fruto de las ovejas, porque el pastor conocía ya de antemanla futura fecundidad de su rebaño. Pedro, ¿me amas? Apacienta mis corderos. A estos corderos, Pablo, colega del pastor Pedro, les ofrecía como alimento espiritual las ubres llenas de leche, cuando decía: Os alimenté con leche, no con comida. Esto es lo que sentía el santo rey David, y por eso exclamaba como con piadoso balido: El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas.

A quien retorna a los pastos de la paz evangélica después de tantos gemidos de guerras, después de una triste vida de sangre, el siguiente versículo anuncia la alegría a quienes yacen en la servidumbre. El hombre era siervo del pecado, gemía 'cautivo de la muerte, sufría las cadenas de sus vicios. ¿Cuándo el hombre no estuvo triste bajo el pecado? ¿Cuándo no gimió atenazado por la muerte? ¿Cuándo no desesperó bajo la tiranía de los vicios? Por esta razón, lanzaba el hombre desesperados gemidos, cuando no le quedaba otro remedio que soportar tales y tan crueles señores. Con razón, pues, el profeta al vernos liberados de tales señores y convertidos al servicio del Creador, a la gracia del Padre y a la libre servidumbre del único Señor bueno, exclama: Servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. Porque los que la culpabilidad había arrojado y la conciencia había expulsado, a éstos la gracia los reconduce y la inocencia los reintroduce.

Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Quedó ya demostrado con la autoridad de un proverbio, que del cielo se esperaba un pastor que, con gran júbilo, recondujera a los pastos de la vida a las ovejas descarriadas y desahuciadas a causa de un alimento letal. Entrad —dice–por sus puertas con acción de gracias. Únicamente la acción de gracias nos hace entrar por las puertas de la fe: por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre. Nombre por el que hemos sido salvados, nombre ante el cual dobla la rodilla el cielo, la tierra y el abismo, y por el que toda criatura ama al Señor Dios. El Señor es bueno. ¿Por qué es bueno? porque su misericordia es eterna. En verdad es bueno por su misericordia. En virtud únicamente de su misericordia se dignó revocar la amarguísima sentencia que pesaba sobre todo el mundo. Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

San Pedro Crisólogo
Sermón 6 (CCL 24, 44-47)

viernes, 24 de abril de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo


83.- La Eucaristía. Monje, sin comer la carne del Señor y sin beber su sangre, no hay posibilidad de tener vida, pues su carne es verdadera comida, y su sangre verdadera bebida. No son alimentos corporales, sino sustento para la vida divina, de la que nos ha sido concedido participar en el inmenso amor y compasión que Dios nos ha tenido. De dicha realidad, ha querido el Señor dejarnos un sacramento en el que verdaderamente nos alimentamos del Señor. De la Eucaristía, monje, recibe vida tu vida, como culminación de tu encuentro orante con el Señor.

jueves, 23 de abril de 2015

Teresa de Jesús recorre los caminos

Seguimos recordando la espiritualidad de Santa Teresa en su Quinto Centenario. Hoy proponemos una conferencia pronunciada el 23 de marzo de 2015, dentro del XXIX Curso de Pedagogía para Educadores, titulada Educación de la interioridad: tras las huellas teresianas, que pronunció Asunción Aguirrezábal. Dura algo más de una hora, pero es especialmente interesante.

martes, 21 de abril de 2015

Benedicto XVI: San Anselmo - 1 -

San Anselmo nació en 1033 en Aosta, primogénito de una familia noble. Su padre era un hombre rudo, dedicado a los placeres de la vida y dilapidador de sus bienes; su madre, en cambio, era mujer de elevadas costumbres y de profunda religiosidad. Fue ella quien cuidó de la primera formación humana y religiosa de su hijo, que encomendó después a los benedictinos de un priorato de Aosta. San Anselmo, que desde niño —como narra su biógrafo— imaginaba la morada de Dios entre las altas y nevadas cumbres de los Alpes, soñó una noche que era invitado a este palacio espléndido por Dios mismo, que se entretuvo largo tiempo y afablemente con él y al final le ofreció para comer un pan blanquísimo. Este sueño le dejó la convicción de ser llamado a cumplir una alta misión.

A la edad de quince años pidió ser admitido en la Orden benedictina, pero su padre se opuso con toda su autoridad y no cedió siquiera cuando su hijo, gravemente enfermo, sintiéndose cerca de la muerte, imploró el hábito religioso como supremo consuelo. Después de la curación y la muerte prematura de su madre, san Anselmo atravesó un período de disipación moral: descuidó los estudios y, arrastrado por las pasiones terrenas, se hizo sordo a la llamada de Dios. Se marchó de casa y comenzó a viajar por Francia en busca de nuevas experiencias. Después de tres años, al llegar a Normandía, se dirigió a la abadía benedictina de Bec, atraído por la fama de Lanfranco de Pavía, prior del monasterio. Para él fue un encuentro providencial y decisivo para el resto de su vida. Bajo la guía de Lanfranco, san Anselmo retomó con vigor sus estudios y en poco tiempo se convirtió no sólo en el alumno predilecto, sino también en el confidente del maestro. Su vocación monástica se volvió a despertar y, tras una atenta valoración, a la edad de 27 años entró en la Orden monástica y fue ordenado sacerdote. La vida ascética y el estudio le abrieron nuevos horizontes, haciéndole encontrar de nuevo, en un grado mucho más alto, la familiaridad con Dios que había tenido de niño.

Cuando en 1063 Lanfranco se convirtió en abad de Caen, san Anselmo, que sólo llevaba tres años de vida monástica, fue nombrado prior del monasterio de Bec y maestro de la escuela claustral, mostrando dotes de refinado educador. No le gustaban los métodos autoritarios; comparaba a los jóvenes con plantitas que se desarrollan mejor si no se las encierra en un invernadero, y les concedía una "sana" libertad. Era muy exigente consigo mismo y con los demás en la observancia monástica, pero en lugar de imponer la disciplina se esforzaba por hacer que la siguieran con la persuasión.

A la muerte del abad Erluino, fundador de la abadía de Bec, san Anselmo fue elegido por unanimidad para sucederle: era el mes de febrero de 1079. Entretanto numerosos monjes habían sido llamados a Canterbury para llevar a los hermanos del otro lado del Canal de la Mancha la renovación que se estaba llevando a cabo en el continente. Su obra fue bien aceptada, hasta el punto de que Lanfranco de Pavía, abad de Caen, se convirtió en el nuevo arzobispo de Canterbury y pidió a san Anselmo que pasara cierto tiempo con él para instruir a los monjes y ayudarle en la difícil situación en que se encontraba su comunidad eclesial tras la invasión de los normandos. La permanencia de san Anselmo se reveló muy fructuosa; ganó simpatía y estima, hasta tal punto que, a la muerte de Lanfranco, fue elegido para sucederle en la sede arzobispal de Canterbury. Recibió la solemne consagración episcopal en diciembre de 1093.

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 23 de septiembre de 2009

sábado, 18 de abril de 2015

Monasterio de Geghard


El monasterio de Geghard o Geghardavank se llama así por la lanza que el soldado romano Longinos clavó a Cristo en la cruz. El monasterio se fundó en el siglo IV, según la tradición por Gregorio el Iluminador. En el lugar había un manantial que surge en una cueva que era sagrado en los tiempos precristianos, de ahí uno de los nombres por los que era conocido, Ayrivank (el Monasterio de la Cueva).

Nada ha quedado de las estructuras de Ayrivank. Según los historiadores armenios de los siglos IV, VIII y X el monasterio comprendía, aparte de edificios religiosos, varias instalaciones residenciales y de servicios. Ayrivank sufrió grandemente en 923 cuando Nasr, un viceregente de un califa árabe en Armenia, quien saqueó su valiosa propiedad, incluyendo manuscritos únicos y quemó las magníficas estructuras del monasterio. También recibió daño por los terremotos.


Aunque hay inscripciones que se remontan a los años 1160, la iglesia principal fue construida en 1215 bajo los auspicios de los hermanos Zakare e Ivane, los generales de la reina Tamar de Georgia, quien recuperó la mayor parte de Armenia de los turcos. La sacristía, que en parte se alza por si misma y en parte fue labrada en la roca del acantilado, se remonta a antes del año 1225, y una serie de capillas labradas en la roca data de mediados del siglo XIII tras la adquisición del monasterio por el príncipe Prosh Khaghbakian, vasallo de los zakarianos y fundador del principado proshiano. A lo largo de un corto periodo los proshyanos construyeron las estructuras cavernosas con la segunda iglesia rupestre, el sepulcro familiar de zhamatun Papak y Ruzukan, una sala de reuniones y estudios (que cayó a mediados del siglo XX) y numerosas celdas. La cámara alcanzaba desde el noreste de la sacristía se convirtió en la tumba del príncipe Prosh Khaghbakian en 1283. La cámara adyacente fue labrada en la roca las armas de la familia Proshian, incluyendo un águila con un cordero en sus fauces. La escalera oeste de la sacristía lleva a una cámara funeraria labrada en 1288 para Papak Proshian y su esposa Ruzukan. Los príncipes Proshyan proporcionaron a Geghard un sistema de irrigación en los años 1200. En esta época era también conocida como el Monasterio de las Siete Iglesias y el Monasterio de los Cuarenta Altares. Todo alrededor del monasterio hay cuevas y jachkares. El monasterio quedó paralizado, la iglesia solía ser un albergue para los rebaños de los nómadas Karapapakh en invierno, hasta que se reasentó por unos pocos monjes de Ejmiatsin después de la conquista rusa. Restaurado con propósitos turísticos pero ahora con una pequeña presencia eclesiástica, el lugar es todavía un lugar principal de peregrinaje.

El monasterio fue famoso porque las reliquias que albergaba. La más célebre de ellas era la lanza que hirió a Cristo en la Cruz, supuestamente llevada allí por el apóstol Judas Tadeo, de lo que viene su nombre actual, Geghardavank (el Monasterio de la Lanza), primero documentado en 1250. Esto hizo que se convirtiera en lugar de peregrinación popular entre los cristianos armenios a lo largo de los siglos. Reliquias de los apóstoles Andrés y Juan fueron donados en el siglo XII, y visitantes piadosos hicieron numerosas concesiones de tierra, dinero y manuscritos a lo largo de los siglos posteriores. En una de las celdas rupestres, en el siglo XIII, Mkhitar Ayrivanetsi, el bien conocido historiador armenio. No han sobrevivido obras de arte aplicada, salvo la legendaria lanza (geghard). El mástil lleva una placa en forma de diamante unida a su extremo; una cruz griega con extremos patados está cortada en la placa. Una caja especial se hizo para ella en 1687, ahora conservada en el museo del monasterio de Echmiadzin. La caja de plata dorada en un artículo de artesanía ordinario de la Armenia del siglo XVII.

viernes, 17 de abril de 2015

San Roberto de Molesmes y el origen del Císter

Martirologio Romano: En el monasterio de Molesmes, en Francia, san Roberto, abad, el cual, deseoso de una vida monástica más sencilla y más estricta, ya fundador de monasterios y superior esforzado, ya director de ermitaños y restaurador eximio de la disciplina monástica, fundó el monasterio de Cister, que rigió como primer abad, y llamado de nuevo como abad a Molesmes, allí descansó en paz (1111). 

Nacido alrededor del año 1029, en Champagne, Francia, de padres nobles. A los quince años de edad comenzó su noviciado en la abadía de St.Pierre-la-Celle, situada cerca de Troyes, de la cual posteriormente llegó a ser prior. En 1068 fue sucesor de Hunaut II como abad de St. Michael de Tonnerre, en la diócesis de Langres. En esa época un grupo de siete ermitaños que vivían en el bosque de Collan, en la misma diócesis, buscaron tener a Roberto como su jefe, pero los monjes, a pesar de que resistían su autoridad constantemente, insistieron en conservarlo como su abad porque gozaba de una gran reputación y era el ornamento de su casa. 

Sus intrigas determinaron a Roberto a renunciar a su cargo en 1071 y buscar refugio en el monasterio de Montier la Celle. El mismo año fue destinado al priorato de St. Ayoul de Provins, que dependía de Montier-la-Celle. Mientras tanto dos de los eremitas de Collan viajaron a Roma y rogaron a Gregorio VII les concediera como superior al prior de Provins. El Papa accedió a la solicitud y en 1074 Roberto inició a los eremitas de Collan en la vida monástica. 

Como la localización de Collan fue encontrada inadecuada, Roberto fundó un monasterio en Molesme, en el valle de Langres a fines de 1075. A Molesmes llegó como huésped Bruno, distinguido canonista y doctor de Reims; se sometió a la dirección de Roberto, antes de fundar la Cartuja. 

En ese tiempo la primitiva disciplina estaba aun en pleno vigor, y los religiosos vivían del trabajo de sus manos. Pronto, sin embargo, el monasterio llegó a enriquecerse a través de una multitud de donaciones, y con la riqueza, a pesar de la vigilancia del abad, vino el aflojamiento de la disciplina. Roberto se esforzó en reestablecer la primitiva austeridad, pero los monjes mostraron tanta resistencia que abdicó y dejó el cuidado de su comunidad a su prior. En 1098 Roberto, incapaz de reformar a sus rebeldes monjes, obtuvo permiso de la Santa Sede para fundar una nueva comunidad. Veintiún religiosos dejaron Molesmes y se pusieron en camino hacia un lugar deshabitado llamado Cister en la diócesis de Chalons, y la abadía de Cîteaux fue fundada el 21 de Marzo de 1098. 

Dejados a sí mismos, los monjes de Molesmes apelaron al Papa, y Roberto fue reestablecido en Molesme, que desde entonces llegó a ser un ardiente centro de vida monástico. Roberto murió el 17 de Abril de 1111 y fue sepultado con gran pompa en el iglesia de la abadía. El Papa Honorio III en 1222, mediante Cartas Apostólicas, autorizó su veneración en la iglesia de Molesmes y poco después esa veneración se extendió a la Iglesia entera mediante un Decreto pontificio. 

jueves, 16 de abril de 2015

San Fructuoso, fundador de san Pedro de los Montes



Martirologio Romano: En Braga, de Lusitania, hoy Portugal, san Fructuoso, obispo, el cual, monje y fundador de monasterios, fue obispo de Dumio y, por voluntad de los Padres del décimo Concilio de Toledo, obispo metropolitano de Braga, sede que rigió con prudencia junto con sus monasterios (†en torno al año 665) .

En los confines occidentales de España floreció en el siglo VII uno de los mas eximios varones de la iglesia visigoda. Fructuoso, de noble familia emparentada con algunos reyes visigóticos, hijo de un jefe del ejército, se inició en las disciplinas eclesiásticas bajo la dirección de Conancio de Palencia. Joven aún, renunció a sus bienes y dotó con ellos iglesias y benefició a los pobres, para saber desprenderse mejor de la atracción de las cosas del mundo. Y todo hace sospechar que se retiró al Bierzo, donde sus padres posean bienes cuantiosos. Allí le encontrarnos rodeado de discípulos, llevando austera vida de penitente, fortaleciendo a todos con su ejemplo y con su instrucción.

Nos narra su biografía que familias enteras se sentían arrastradas por el hondo movimiento espiritual que había iniciado al restablecer, con redoblado vigor, la vida monástica en retiros de soledad y en medio de exigente disciplina. Su biógrafo nos cuenta, admirado, cómo en varias ocasiones intentó huir a la soledad completa desde sus cenobios, para mejor y más intensamente consagrarse a Dios, sin que el fervor de sus discípulos se lo permitiera, pues no estaban dispuestos a quedarse privados de su guía.


En este contexto nació el venerable Monasterio de San Pedro de los Montes. Fue fundado hacia el año 6352 por San Fructuoso con la ayuda de su joven discípulo y albañil Baldario. San Fructuoso buscaba de nuevo la soledad tras la fundación del Monasterio de Compludo y se internó en los valles situados entre los montes Aquilanos edificando un pequeño oratorio dedicado a San Pedro Apóstol frente al antiguo Castro Rupianensi o ( Castro Rupianense), es por esto que al monasterio de San Pedro de Montes se le llama también Monasterio Rupiano o Rupianensi, en las estribaciones del pico de la Aquiana (o Guiana), en el lugar que actualmente ocupa la iglesia de San Pedro de Montes. Junto a este primer oratorio fundó el primigenio cenobio.


Tras la muerte de San Fructuoso sus discípulos continuaron con la vida monacal hasta la llegada de San Valerio. Junto con su sobrino Juan amplió el cenobio y sus alrededores, plantando unas magníficas huertas y jardines. Un discípulo suyo, Saturnino, edificó sobre la roca donde solía orar San Fructuoso, marcada con una cruz, una pequeña ermita en honor de la Santa Cruz y de San Pantaleón. Probablemente de esta primitiva ermita procedan los restos visigodos que se encontraban hasta hace poco en el frontal de la ermita de la Santa Cruz en San Pedro de Montes junto con otros restos prerrománicos, entre ellos la lápida fundacional de la ermita que corresponden al año 905. Esta ermita fue edificada a principios del XVIII a pocos metros de donde estaba situada la anterior y probablemente la primitiva edificada por Saturnino. Bajo la dirección de San Valerio se dio un gran impulso a la vida monástica, alcanzándose una gran actividad literaria, en parte por las obras por él manuscritas.


A principios del nuevo siglo, en el año 714, las razzias musulmanas invaden El Bierzo, destruyendo muchos de los monasterios, entre ellos el monasterio Rupiano. De esta época nada se conserva salvo, tal vez, un capitel o imposta usado actualmente como pila de agua bendita en la Iglesia del Monasterio y parte de los restos que se conservaban en el frontispicio de la Ermita de la Santa Cruz.

miércoles, 15 de abril de 2015

Speculum Caritatis. Cuanto mayor sea el amor del sumo Bien, tanto más lo serán el deleite y la felicidad

10.- Aunque en las tres cosas ya indicadas, o con ellas tres, se consiga la bienaventuranza, en la tercera, sin embargo, se encuentra el gusto de la misma bienaventuranza. Ciertamente es bajísimo deleitarse en cosas abyectas, en las que, con todo, no existe delectación alguna ni felicidad. Por consiguiente, donde el amor es nulo, también es nula la delectación; y así, cuanto mayor sea el amor del sumo Bien, tanto más lo serán el deleite y la felicidad. Aun cuando la memoria recuerde muchas cosas y aunque la ciencia capte lo más profundo, no habrá ningún deleite mientras la conversión de la voluntad no se haga a lo recordado por la memoria o a lo conocido por la ciencia.

11.- Nuestro primer padre fue dotado de libre albedrío y podía, en verdad, ayudado por la gracia, amar al mismo Dios, deleitarse en su memoria y ser perpetuamente feliz. Pudo desviarse de su mismo amor, llevándolo a algo menos perfecto, y así, separándose de su verdadero amor, entibiarse y caer en la miseria. Porque, como ninguna criatura racional puede ser bienaventurada sino adhiriéndose a Dios, así, en la misma medida que se separa de Dios le sobreviene la miseria. Adán fue colocado en situación de honor y no lo entendió. ¿Qué? Tal vez no comprendió aquello de uno que entrando en el santuario se dio cuenta no sólo de las cosas primeras, sino también de las postreras, porque he aquí -dijo- que los que se apartan de ti perecerán. Tú destruyes a los que te son infieles. No comprendió que los que apartan su corazón de Dios por la soberbia, caen en la necedad; y el que usurpa con engaño la "semejanza" de Dios, con razón viene a parar en la "desemejanza", propia de los brutos.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

domingo, 12 de abril de 2015

San Gregorio Magno. El Señor ama a sus discípulos, y, sin embargo, los envía al mundo a padecer

Duccio di Buoninsegna - La duda de Tomás

La primera cuestión que nos plantea la lectura de este texto evangélico es ésta: ¿cómo puede ser real el cuerpo del Señor después de la resurrección, si pudo entrar en la casa estando las puertas cerradas? Pero hemos de tener en cuenta que las obras de Dios no serían admirables, si fueran comprensibles para nuestra inteligencia; y que la fe no tiene mérito alguno, si la razón humana le aporta las pruebas.

Pero estas mismas obras de nuestro Redentor que en sí mismas son incomprensibles, debemos considerarlas a la luz de otras situaciones suyas, para que las gestas más maravillosas hagan creíbles las cosas sencillamente admirables. En efecto, aquel cuerpo del Señor que, cerradas las puertas, entró adonde estaban los discípulos, es exactamente el mismo cuerpo que, en el momento de su nacimiento, salió a los ojos de los hombres del seno sellado de la Virgen. ¿Qué tiene, pues, de extraño el que después de su resurrección, ya eternamente triunfante, entrara a través de las puertas cerradas el que, viniendo para morir, salió del seno sellado de la Virgen? Mas como quiera que ante aquel cuerpo visible dudaba la fe de quienes lo contemplaban, enseguida les enseñó las manos y el costado; se prestó a que palparan aquella carne, que había introducido a través de las puertas cerradas.

De un modo maravilloso e inestimable nuestro Redentor, después de su resurrección, exhibió un cuerpo a la vez incorruptible y palpable, a fin de que mostrándolo incorruptible invitara al premio, y presentándolo palpable afianzara la fe. Se mostró, pues, incorruptible y palpable, para dejar fuera de dudas que su cuerpo, después de la resurrección, era de la misma naturaleza, pero de distinta gloria.

Y les dijo: Paz a vosotros. Como mi Padre me ha enviado, así también os envío yo. Esto es: como el Padre, que es Dios, me ha enviado a mí que soy Dios, así también yo, que soy hombre, os envío a vosotros, que sois hombres. El Padre envió al Hijo y determinó que se encarnara para la redención del género humano. Quiso ciertamente que viniera al mundo a padecer, y sin embargo amó al Hijo a quien mandó a la pasión. Asimismo a los apóstoles, que él eligió, el Señor los envió al mundo no a gozar, sino —como él mismo fue enviado— a padecer. Y así como el Hijo es amado por el Padre y no obstante es enviado a padecer, de igual modo los discípulos son amados por el Señor y, sin embargo, son enviados al mundo a padecer. Por eso dice: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; esto es, cuando yo os envío al torbellino de las persecuciones, os estoy amando con el mismo amor con que el Padre me ama, quien no obstante, me hizo venir a soportar los tormentos.

La palabra «enviar» puede entenderse también de su naturaleza divina. En efecto, se dice que el Hijo es enviado por el Padre, en cuanto que es engendrado por el Padre. En el mismo orden de cosas, el mismo Hijo nos habla de enviarnos el Espíritu Santo que, siendo igual al Padre y al Hijo, sin embargo no se encarnó. Dice en efecto: Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre. Si, pues, debiéramos interpretar la palabra «enviar» únicamente en el sentido de «encarnarse», en modo alguno podría decirse del Espíritu Santo que sería «enviado», ya que nunca se encarnó. Su misión se identifica con la procesión, por la que procede del Padre y del Hijo. Por tanto, así como se dice del Espíritu que será enviado porque procede, así también se dice correctamente del Hijo que es enviado, en el sentido de que es engendrado.

San Gregorio Magno
Homilía 26 sobre los Evangelios (1-2: PL 76, 1197-1198)

sábado, 11 de abril de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Perugino - La Resurrección

82.- El amor de Cristo. Monje, mira cuánto amor derrocha Cristo resucitado. Vuelve no para castigar a quienes ha rechazado y asesinado a Dios, sino para concedernos la salvación. Vuelve a los suyos, a los que llamó para ser sus discípulos, aunque le negaron y lo abandonaron. En Cristo resucitado resplandece hasta deslumbrar el inmenso amor de Dios, capaz de vencer nuestro pecado, nuestro odio, nuestro egoísmo, nuestro temor. El amor de Cristo resucitado es fuerte como el sol que amanece, se impone victorioso sobre la tiniebla que cubre el mundo. Monje, nunca temas la tiniebla de tu pecado: Cristo resucitado te ama, y te ilumina con la claridad de la presencia de Dios.

viernes, 10 de abril de 2015

miércoles, 8 de abril de 2015

Emáus en el claustro de Silos


El Claustro del Monasterio de Silos ofrece a sus monjes la posibilidad de orar paseando por sus crujías, contemplando los misterios de la Encarnación, de la Pasión y de la Resurrección de nuestro Señor, que tan maravillosamente fueron esculpidos en la época románica. Una de estas célebres imágenes es la de Cristo peregrino, apareciéndose a los dos discípulos de Emaús, que contemplamos hoy orantes, 

domingo, 5 de abril de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Memling - Cristo resucitado

81.- Aleluya. Monje, verdaderamente ha resucitado el Señor. Ha vencido el león de la tribu de Judá. Ha muerto la muerte, y la vida se nos ha dado en esperanza, para que por siempre estemos en la luz del amor de Dios. Exulta y goza en el Señor, que ha hecho obras admirables. Su santo brazo, extendido no para matar, sino para dejarse clavar en la cruz, ha vencido el poder del mal que te sedujo y que te apartó del amor de Dios. Persevera junto a Cristo resucitado, monje, para que un día, también tú, amanezcas en el Señor.

sábado, 4 de abril de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Moretto da Brescia - Entierro de Cristo

80.- Lamentación sobre Cristo muerto. Monje, trata de compartir en tu oración los sentimientos de los discípulos. Aquél en quien había creído, por quien lo habían dejado todo, había quedado desacreditado ante todo el pueblo en la Cruz como un impostor abandonado y maldito por Dios. Aquél en quien habían puesto su esperanza como salvador de Israel, yacía en un sepulcro y ellos mimos se habían escondido, desesperados, para escapar de su misma suerte. Y, sobre todo, aquél al que habían amado, había muerto ante sus ojos después de una tortura inhumana. Y ahora, ¿qué? Esta misma pregunta te habrá asaltado en los momentos difíciles de tu vida. Responde con las últimas palabras de Jesús: A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Llora hoy en silencio, monje, y comparte el dolor de la Madre del Señor, de sus discípulos, y de cuantos sufren las consecuencias del pecado humano.

viernes, 3 de abril de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Juan de Flandes - Crucifixión

79.- Salve, Cruz gloriosa. Monje, saluda con todo afecto a la Cruz. No la tengas miedo; su atroz sufrimiento fue temporal, pero la gloria que el Dios Padre Todopoderoso concedió al Crucificado, resucitándole de entre los muertos, permanece más allá del tiempo. Consagraste tu vida a buscar la sabiduría; pues bien, monje, si te apartas de la Cruz, por más que parezca necedad a los ojos del mundo, jamás la encontrarás. Contempla al que traspasaron: de su costado manan los ríos de agua viva que alegran la ciudad de Dios. Salve, cruz gloriosa, árbol de la salvación en el que, muriendo el autor de la Vida, destruyó nuestra muerte.

jueves, 2 de abril de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

El Greco - La oración del Huerto

78.- Adoración y vigilancia. Monje, la noche del Jueves Santo debes comenzarla en adoración. Cristo se ha entregado por toda la humanidad, ha decidido no rehuir la Cruz para evitar que nosotros tengamos que perecer, y se ha hecho nuestro alimento pascual, para que podamos recorrer el camino de esta vida hasta que lleguemos a compartir su divinidad. En esa Eucaristía que queda reservada compareces ante la presencia santísima del Dios que se ha reducido a la nada para que tú lo tengas todo. Pero, también, es la noche de la agonía del Señor, de su sufrimiento, de su soledad. No le dejes solo, no le abandones, que él nunca te abandonará en tus angustias, en tus soledades, en tu agonía.

miércoles, 1 de abril de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Giotto - La traición de Judas

77.- La hora de la tiniebla. Monje, es la hora de la tiniebla, es la hora de la traición, es la hora de la negación. Como Judas traicionó al Señor que, amándole, le había escogido para compartir su Reino, también cada uno de tus pecados cubre de oscuridad la luminosa presencia del Señor. Pero Jesús no fulminó a Judas, ni castigó la negación de Pedro. Esperó paciente el arrepentimiento de ambos. Judas abandonó toda esperanza y dejó de creer en el misericordioso amor de Dios; Pedro, en cambio, se dejó vencer por la misericordia del Crucificado. Monje, aunque te tiente o te llegue a vencer la hora de la tiniebla, nunca desesperes, como Judas, sino procura vivir en el arrepentimiento, como Pedro.