San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán. Su figura destaca en el siglo XVI como modelo de pastor ejemplar por su caridad, por su doctrina, por su celo apostólico y, sobre todo, por su oración:
Las almas —decía— se conquistan de rodillas. Consagrado obispo con tan sólo 25 años, puso en práctica las indicaciones del concilio de Trento, que imponía a los pastores residir en sus respectivas diócesis, y se dedicó totalmente a la Iglesia ambrosiana: la visitó en su totalidad tres veces; convocó seis sínodos provinciales y once diocesanos; fundó seminarios para formar una nueva generación de sacerdotes; construyó hospitales y destinó las riquezas de su familia al servicio de los pobres; defendió los derechos de la Iglesia contra los poderosos; renovó la vida religiosa e instituyó una nueva congregación de sacerdotes seculares: los Oblatos.
En 1576, cuando en Milán se propagó la peste, visitó, confortó y gastó todos sus bienes por los enfermos. Su lema consistía en una sola palabra: "Humilitas". La humildad lo impulsó, como al Señor Jesús, a renunciar a sí mismo para convertirse en servidor de todos.
Benedicto XVI
Ángelus - Domingo 4 de noviembre de 2007
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