Con razón se pregunta cómo el Hijo glorificará al Padre, siendo así que la gloria sempiterna del Padre ni puede disminuirse en la forma humana, ni aumentarse en su perfección divina; pero entre los hombres era menor cuando tan sólo en Judea era Dios conocido; y como el Evangelio de Cristo, por el hecho de ser predicado en todas las naciones, había de dar a conocer al Padre, de aquí que el Padre fuera glorificado por el Hijo. Dice, pues: Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Como si dijera: Resucítame, para que por mí te hagas patente a todo el mundo. Declara a continuación más y más, cómo el Hijo glorifica al Padre, diciendo: Así como le diste poder sobre toda carne, a fin de que todo lo que le concediste a El, les dé a ellos vida eterna. Llamó toda carne a todos los hombres, demostrando el todo por la parte. Pero este poder dado por el Padre a Cristo sobre toda carne, debe entenderse en cuanto hombre.
San Agustín de Hipona
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