Mi vida, el fin de mi destino es amarte
aunque hasta aquí no haya podido hacerme digno de amarte cuanto debo;
pero por lo menos ése es mi deseo.
Si todo lo que me inspiras, ¡oh, Señor!, es bueno,
sobre todo cuando este bien que quieres es que yo te ame,
haz que cumpla tu voluntad.
Tengo hambre y sed de ti;
yo te deseo,
yo suspiro tras de ti,
yo anhelo ardientemente por ti.
San Anselmo de Canterbury
Oración II ante Cristo
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