domingo, 10 de febrero de 2013

Delante de los ángeles tañere para ti.


La vida monástica es una continua alabanza a Dios, san Benito en el capitulo XIX de la Regla dice:

Creemos que Dios está presente en todas partes, y que "los ojos del Señor vigilan en todo lugar a buenos y malos", pero debemos creer esto sobre todo y sin la menor vacilación, cuando asistimos a la Obra de Dios. Por tanto ,acordémonos siempre de lo que dice el Profeta: "Sirvan al Señor con temor". Y otra vez: "Canten sabiamente".  Y, "En presencia de los ángeles cantaré para ti".
Consideremos, pues, cómo conviene estar en la presencia de la Divinidad y de sus ángeles, y asistamos a la salmodia de tal modo que nuestra mente concuerde con nuestra voz."

El dedica diferentes capítulos sobre la importancia del Oficio Divino tanto en su estructura como en el modo de celebrarlo, como debe el monje rezar si está en casa como si se encuentra fuera del monasterio,  como ha de ser llamado y cuan rápido ha de correr tras esa llamada. Como debe el monje rezar tanto en común como en privado y de que manera debe hacerlo.
San Benito contempla la oración como remedio a las faltas de los hermanos que en ausencia del monasterio han olvidado su compromiso, así como el remedio ante las faltas de disciplina y observancia.
Es la oración el aire que debe respirar el monje,  la que le hace estar en continua presencia ante Dios, la que le hace estar siempre pendiente de quien es su Señor. Es con ella como rompe el silencio de la noche,  en ella se encomienda ante el trabajo a realizar, agradece y se arrepiente. En ella  se recrea, se enamora, y encuentra su gozo y sus lágrimas. Es su alimento, su pan diario, con el que se siente invitado a la mesa del Amado.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.
El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, 
me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo,
y tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.

Salmo 137


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