La pureza del corazón será, pues, la piedra de toque y el término de nuestras acciones y de nuestros deseos. Por ella debemos abrazar la soledad, sufrir los ayunos, las vigilias, el trabajo, la desnudez, darnos a la lectura y a la práctica de las demás virtudes. Nuestro designio ha de ser guardar, merced a ellas, puro nuestro corazón de todas las malas pasiones y subir, como por otros tantos grados, hasta la perfección de la caridad.
Juan Casiano
Colación I, 7
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