Cristo Todopoderoso, o dicho en griego, el Cristo Pantocrátor, es la luz que ilimina el mundo. Desde su trono de gloria, a la cabeza de la Iglesia, derrama su luz sobre nuestro mundo. Con esta luz inmaterial podemos comenzar a contemplar las realidades inmateriales que nos circundan, a las que en realidad pertenecemos, una vez que superemos esta peregrinación de la Creación. Esta luz nos descubre la misteriorsa fuerza del amor, capaz de vencer no sólo nuestros bajos instintos que nos llevan al conflicto, sino también las más elaboradas y complejas diferencias que nos conducen a la enemistad.
El Cristo Pantocrátor que ilumina el mundo lleva en su mano un libro. En ese libro están contenidas las palabras de la Vida, que nos enseñan a comprender e interpretar la realidad que nos circunda. Son las palabras que Jesús, el eterno Hijo de Dios, pronunció entre nosotros, y que como un preciado tesoro conservaron sus discípulos de generación en generación.
Y Cristo Pantocrátor nos ha dejado su Espíritu, que sigue soplando donde quiere, por más sorprendente que eso nos pueda resultar. Es el Espíritu Santo quien ilumina nuestros ojos, y nos hace reinterpretar nuestra realidad a la luz de Cristo. Su fuerza nos mueve al amor, al bien y a la belleza. Todo lo que no es amor, lo que no es bondad y lo que no es bello nos divide, y nos conduce a la frustración.
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