Scriptorium de Tavara |
Hoy recuerda la Iglesia a san Fructuoso. Fue un noble visigodo que, a mediados del siglo VII, se retiró a las montañas de León, fundando en Compludo un Monasterio, para el que escribió una Regla Monástica. Acudieron muchos discípulos, lo que le movió a buscar otro lugar más solitario. Así, fundó el que sería célebre monasterio de San Pedro de los Montes. Su vida no término plácidamente allí, sino que fue elegido obispo de Braga, a donde marchó.
La importancia de san Fructuoso estriba en la Regla que compuso, por la que se rigieron muchos Monasterios del norte hispano. Se trata de una Regla especialmente dura, por la disciplina tan férrea que establece. Parece ser que en el monasterio de Compludo llegaron a vivir familias enteras. La observancia del ayuno era muy severa. Se prescribían, además, doce oraciones comunitarias. Es decir, se trata de una forma de vida monástica más dura que la de san Benito prescribió para sus monjes.
Lo más significativo de la Regla de san Fructuoso era el pacto, es decir, una especie de consenso entre el monje y el abad, por el que se regiría la obediencia del primero hacia el segundo.
Hoy no queda resto alguno en Compludo de aquel Monasterio. Tan solo en su sencilla iglesia rural queda el vestigio de un capitel de mármol, que perteneció a otra construcción, mucho más noble desde luego que el actual edificio parroquial, de insignificante valor artístico-histórico.
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