6.- El condenado por desconfiado. Monje, hubo cierto ermitaño, que desconfiaba de su propia salvación y le exigía todos los días a Dios la prueba de su eterna salvación, para dar sentido a sus privaciones y a sus sufrimientos. El diablo corrió presto a tentar al desconfiado, y le dijo que correría la misma suerte que cierto hombre de la ciudad. Corrió el ermitaño para conocer al que presumía tan santísimo varón, y se encontró con un asesino ladrón. Desesperado, pues, de su salvación, se entregó a toda clase de atropellos y dejó perder su alma, sin darse cuenta del engaño tendido por el tentador, pues el arrepentimiento final de ladrón le valió por obra de la misericordia de Dios la eterna salvación, mientras que la desconfianza del ermitaño le perdió.
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