La palabra Evangelio significa buena noticia. Se refiere al anuncio de la salvación de la entera humanidad que Dios ha realizado por medio de su Hijo Jesucristo. No solo es un bien de carácter moral, ni la revelación de la verdad absoluta de la creación, ni tan siquiera la posibilidad de conseguir la deseada unidad en el amor que excluye toda división: es, así mismo, la máxima expresión humana de la belleza infinita de Dios. Por eso, el Evangelio no sólo se anuncia a través de actos de bondad, o a través de la exposición de la verdad, o a través de la unión con Dios: también se expresa, en su forma más sublime, a través de la belleza. De hecho, la belleza puede llegar a ser el instrumento evangelizador más poderoso, pues expresa lo que la razón o la voluntad humanas son incapaces de conseguir. Los monjes han sido siempre conscientes de ello y, sin renunciar a los otros aspectos, han hecho de la belleza no sólo una forma de vida, sino también un elocuente anuncio de la suprema belleza que solo de Dios procede. Hoy les mostramos un ejemplo, a través de una simple grabación en directo que un peregrino a Santiago de Compostela grabó en el Monasterio de Samos, en la que la arquitectura, la música y la liturgia se aliaron para sorprender gratamente al peregrino.
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