Dijo el Padre Isidoro: "Esta es la ciencia de los santos, el conocimiento de la voluntad de Dios: Cuando todo obedece a la verdad, el hombre está por encima de todo, porque es imagen y semejanza de Dios. De todos los espíritus, el más terrible es seguir al propio impulso, es decir, nuestro propio pensamiento y no el de Dios. Esto se convierte al final en aflicción para el hombre.( Apotegmas de los Padres del desierto)
Jamás se deben examinar las razones de lo que Dios hace, por más que se turbe nuestro entendimiento: porque al Señor le toca mandar, y a los siervos obeceder. No puede decir la obra al que la ha formado: ¿Por qué me has hecho así? ¿Para qué es hacer esfuerzos queriendo penetrar los secretos de Dios? ¿No sabéis que de todo tiene cuidado, que es infinitamente sabio, que nada hace en vano, que no obra temerariamente, que os ama más que los padres que os han engendrado, y que los cuidados que tiene de vosotros exceden infinitamente a la ternura de un buen padre o de una buena madre? No busquéis, pues, las ocultas razones de su conducta; no paséis adelante, porque estas consideraciones deben ser suficientes para sosegar vuestro espíritu. (S. Juan Crisósto., Homil. 82, c. 11, Ep. ad Rom., sent. 283, Tric. t. 6, p. 358.)"
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