miércoles, 6 de febrero de 2019

El mártir san Pablo Miki, del Japón


Pablo Miki nace en Jamasciro en 1564, no lejos de Miyako, la capital del Japón. Pertenece una familia importante. En la corte de Miyako, los padres conocen a los Padres de la Compañía de Jesús. Reciben el bautismo en 1568. Junto con ellos es también bautizado Pablo, a la edad de 4 años. Pablo, a los once años ingresa al Colegio de la Compañía en la capital imperial. El P. Organtino Soldi, un italiano de Brescia, es el Rector y el verdadero padre de la cristiandad de Miyako.

Con el P. Soldi hace Pablo su primer discernimiento. Decide ingresar al Seminario de Azuki, en 1580.  Pablo Miki sigue estudios de latín y de literatura japonesa. Pablo tiene 22 años. Acaricia la idea de ingresar a la Compañía de Jesús. Pero sabe que es difícil. En el Japón se pide una permanencia larga en la fe cristiana, una buena formación y una práctica apostólica. Con valentía, Pablo pide su ingreso a la Compañía.

Los primeros once meses del noviciado trascurren en paz. Hideyoshi, el shogún del imperio, parece apoyarse en los cristianos. Las experiencias del novicio Pablo Miki son las comunes a todos los noviciados de la Compañía. La principal es el mes entero de Ejercicios. Sirve en el hospital de San Lázaro. Visita a los pobres y se ejercita en los trabajos humildes de la comunidad.

En 1587 sobreviene el cambio. El shogún dicta un decreto de expulsión para todos los misioneos del Japón. El P. Gaspar Coeglio, viceprovincial, reune una Consulta ampliada y con el consejo de los daimyos cristianos decide dispersar a los jesuitas. No abandonan el campo. Ocultos deben continuar la labor misionera. El Noviciado de Nagasaki es trasladado a Arie, a una pequeña localidad de la isla de Arima.


Los votos religiosos, Pablo Miki los emite en Arie, en agosto de 1588. Para los estudios es enviado a la isla de Amakusa. El daimyo Juan, señor de la isla, protege a los jesuitas. Después de la Filosofía, la Compañía pide a sus estudiantes ejercitarse en experiencias apostólicas. Pablo, por su buena formación en literatura, por el dominio de la lengua clásica del Japón, es destinado a la misión estrictamente pastoral. Primero, es catequista. A los catecúmenos da los contenidos de la fe. Después, es predicador.

Incansable recorre los estados de Scimo, las islas del centro, el principado de Omura, Miyako, y las islas del septentrión. Siempre viaja con uno o dos sacerdotes misioneros. A Pablo le corresponde predicar, instruir, disponer al bautismo, preparar las confesiones, dirigir la Eucaristía, bendecir matrimonios y asistir a los moribundos. Al mismo tiempo escribe. Con hermosos caracteres japoneses expone la fe católica. Sus manuscritos refutan las doctrinas de los bonzos. Se muestra hábil y lleno de caridad. Estos libros de Pablo Miki, cuando el P. Alejandro Valignano trae la imprenta, son editados con gran cuidado y perfección. Pablo es el primer autor japonés de teología polémica.

En el Japón central hace los estudios de Teología. Los termina con éxito. Es aceptado a la ordenación sacerdotal. Pablo Miki tiene 33 años. Sólo debe esperar la llegada del Obispo jesuita Pedro Martínez.
Cuando el obispo viene a Osaka, los jesuitas deciden hacer la ordenación de Pablo en Nagasaki, con gran ceremonia. El ejemplo de Pablo puede ser imitado por muchos.

Por el segundo edicto de Taicosama son arrestados en Miyako cinco franciscanos, los embajadores. También detienen a doce japoneses, sus compañeros. Es la noche del 9 de diciembre de 1596.
En los registros de la ciudad de Osaka, efectuados al día siguiente, los perseguidores encarcelan a otro sacerdote franciscano y a tres japoneses.
Las autoridades van también a la Residencia jesuita. Tal vez en busca de franciscanos. Solamente los extranjeros recién llegados pueden ser apresados por el decreto. Los PP. Organtino Solbi y Francisco Pérez están en Miyako, por ministerios y para consolar a los cristianos. Igualmente, el Hermano japonés Pablo de Amacusa. El obispo Pedro Martínez y los sacerdotes Francisco Rodríguez y Pedro de Morecon están en el puerto de Sakai a la espera de embarcarse para Nagasaki. En la Residencia, por lo tanto, permanecen solamente Pablo Miki y los catequistas Juan Soan y Diego Kisai.


Los tres no están comprendidos en el edicto de Taicosama. Con todo, son duramente interrogados. Pablo Miki confirma su carácter de jesuita. Los catequistas confiesan no ser religiosos, pero afirman estar ligados a la Compañía de Jesús y que esperan un día ser aceptados. Se determina arrestarlos. Ninguno de los tres hace nada por sustraerse a la detención. Los detenidos en la capital permanecen en prisión hasta el día 30 de diciembre. La sentencia de muerte todavía no ha sido promulgada.

El 31 de diciembre, Farimandono envía a franciscanos de Osaka y a los jesuitas a la ciudad de Miyako. Van serenos. En verdad, contentos. Al llegar, Pablo Miki abraza a todos. En excelente japonés, él puede hacerlo, predica a los guardias y a los pocos cristianos que se acercan. Les habla de la eternidad, de la gloria de los bienaventurados, de la Pasión de Jesucristo y de su propio deseo de dar la vida por la fe. Les recuerda que él tiene, por gracia, la misma edad de Jesús. Su Vía Crucis es el camino a Nagasaki. Allí lo espera la muerte de Cristo en cruz. Con su sacrificio desea salvar a su pueblo, como el Señor. Todos lloran. Dos guardias, al oído, le prometen hacerse cristianos.

El 3 de enero, los 24 detenidos son sacados de la prisión, con las manos atadas a la espalda. Seguidos por una gran multitud son llevados a la gran plaza que separa las dos partes de la ciudad. Se detienen y comienzan los tormentos, frente al pueblo. En seguida, el verdugo les corta a todos un pedazo de la oreja izquierda. En verdad, es una benevolencia del Gobernador. La sentencia es, cortar las dos orejas y entera la nariz. Es lo habitual. Todo condenado a muerte debe sufrir esa tortura.

Después, agrupados de tres en tres, suben a los 24 a unas carretas. Así, a caballo y en carretas, llegan a Osaka. Continúan al puerto de Sakai. Allí Taicosama cambia una vez más de parecer. El viaje puede hacerse cómodamente por mar, a través de los canales. Nagasaki queda a dos días de navegación. Taicosama pretende infundir terror hacia el cristianismo. Pero la ignominia se transforma en espléndida glorificación. Por donde pasan son recibidos en triunfo. Las muchedumbres rodean y detienen los caballos para besar las vestiduras de los perseguidos por la fe.

En cada pueblo, al final del día, son celosamente custodiados en las cárceles de bambú. El frío es grande. La nieve y el viento también los acompañan. A Pablo Miki muchos lo conocen, desde sus correrías apostólicas de hace pocos años. Con cariño Pablo los anima a mantenerse firmes en la fe. Más de alguno pretende y dos logran agregarse al grupo de los confesores. Para todos predica con alegría.

El día 4 de febrero de 1597, a los 26 días de viaje llegan los condenados a Nagasaki. Fazamburo, el conocido de Pablo, es el designado para hacerse cargo de la comitiva y de la ejecución. Ha preparado 50 cruces. Tal vez confundido por la orden recibida de los 24 primeros y la última noticia de 26. Los cristianos creen que, a los recién llegados, agregarán a los jesuitas de Nagasaki, al obispo y a personas destacadas de la ciudad. A prisa Fazamburo ordena que las cruces del suplicio sean llevadas de inmediato a una pequeña colina, ubicada al otro lado del mar, frente a frente de la ciudad.

Hace llamar a los PP. Francisco Pasio y Juan Rodríguez. Les dice que ellos pueden confesar a los condenados, pero no pueden celebrar la Misa. En la pequeña iglesia del hospital de San Lázaro el P. Pasio recibe la confesión general de San Pablo Miki y la de los mártires Juan Soan y Diego Kisai. Los demás japoneses lo hacen con ambos, indistintamente. Los franciscanos se confiesan en castellano entre ellos.

La cruz japonesa consiste en un tronco con dos travesaños. Uno más largo, arriba, para los brazos. Otro más corto, abajo, para los pies. En el medio hay una saliente que sirve de asiento al ajusticiado. No se usan clavos. La víctima queda aprisionada al madero con cinco anillos de hierro: dos a los pies, dos a las muñecas y una al cuello. La muerte se da con dos lanzazos, que entran por los costados. Atraviesan el pecho y salen por los hombros. A la orden del capitán, las veintiséis cruces son levantadas al mismo tiempo, en la colina, frente a frente de la ciudad. El quinto es Diego Kisai. El sexto, Pablo Miki. A su izquierda, Juan Soan teniendo a sus pies al anciano padre. Todos miran a la ciudad. En los techos de las casas están todos los cristianos. También los portugueses y españoles. Todos entonan el Te Deum como himno de acción de gracias.

Al fin, los guardias deciden acabar con Pablo. Le dan los golpes finales y los dos lanzazos.Las últimas palabras de Pablo, recogidas por los cristianos y los jesuitas, son: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Curioso, la frase de Cristo la dice en latín, el idioma que tanto le cuesta. Es el día miércoles 5 de febrero de 1597.

martes, 5 de febrero de 2019

San Metodio de Sicilia. Sermón sobre santa Águeda

Zurbarán - Santa Águeda

Hermanos, como sabéis, la conmemoración anual de esta santa mártir nos reúne en este lugar para celebrar principalmente su glorioso martirio, que pertenece ya al pasado, pero que es también actual, ya que también ahora continúa su victorioso combate por medio de los milagros divinos por los que es coronada de nuevo todos los días y recibe una incomparable gloria.

Es una virgen, porque nació del Verbo inmortal (quien también por mi causa gustó de la muerte en su carne) e indiviso Hijo de Dios, como afirma el teólogo Juan: A cuantos le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios.

Esta mujer virgen, la que hoy os ha invitado a nuestro convite sagrado, es la mujer desposada con un solo esposo, Cristo, para decirlo con el mismo simbolismo nupcial que emplea el apóstol Pablo.

Una virgen que, con la lámpara siempre encendida, enrojecía y embellecía sus labios, mejillas y lengua con la púrpura de la sangre del verdadero y divino Cordero, y que no dejaba de recordar y meditar continuamente la muerte de su ardiente enamorado, como si la tuviera presente ante sus ojos.

De este modo, su mística vestidura es un testimonio que habla por sí mismo a todas las generaciones futuras, ya que lleva en sí la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está impregnada, como también la blancura resplandeciente de su virginidad.

Agueda hizo honor a su nombre, que significa «buena»; ella fue en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien.

En efecto, ¿cuál es la causa suprema de toda bondad, sino aquel que es el sumo bien? Por esto, difícilmente hallaríamos algo que mereciera, como Agueda, nuestros elogios y alabanzas.

Agueda, buena de nombre y por sus hechos; Agueda, cuyo nombre indica de antemano la bondad de sus obras maravillosas, y cuyas obras corresponden a la bondad de su nombre; Agueda, cuyo solo nombre es un estímulo para que todos acudan a ella, y que nos enseña también con su ejemplo a que todos pongamos el máximo empeño en llegar sin demora al bien verdadero, que es sólo Dios.

San Metodio de Sicilia
Sermón sobre santa Águeda (Analecta Sollandiana, 68, 76-78)

lunes, 4 de febrero de 2019

Rabano Mauro

Rabano Mauro presenta su obra a S. Gregorio.
Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general del miércoles 3 de junio de 2009 a Rabano Mauro, abad del monasterio de Fulda, arzobispo de Maguncia y “praeceptor Germaniae”, maetro de Alemania. Utilizó  contenidos conceptuales y estímulos artísticos, utilizando tanto la forma poética como la forma pictórica dentro del mismo códice manuscrito método de combinar todas las artes, la inteligencia, el corazón y los sentidos, que procedía de Oriente y con él sería desarrollado ampliamente en Occidente.

Dice el papa de él que,  tenía una conciencia extraordinaria de la necesidad de involucrar en la experiencia de fe no sólo la mente y el corazón, sino también los sentidos a través de los otros aspectos del gusto estético y de la sensibilidad humana que llevan al hombre a disfrutar de la verdad con todo su ser, "espíritu, alma y cuerpo".

Rabano Mauro, (Maguncia, c. 780-Winkel, Renania, 856) es llamado primus praeceptor Germaniae, primer maestro de Alemania, debido al impulso cultural que realizo desde la abadia de Fulda. Fue prelado y erudito alemán. Discípulo de Alcuino (802), fue maestrescuela (815) y más tarde abad (822) del monasterio de Fulda, al que convirtió en un gran centro cultural y misionero de fama universal. Dimitió en 842, y en 847 fue nombrado arzobispo de Manguncia. Teólogo, poeta y científico, fue también consejero de Ludovico Pío, de Lotario y de Luis el Germánico. Interesado por la formación del clero y por el buen despliegue del culto, sus obras ejercieron gran influencia en Europa central durante la Edad Media. Entre ellas destacan el tratado De institutione clericorum (819) y  la enciclopedia De universo (842-847),así como una nutrida correspondencia.

sábado, 2 de febrero de 2019

Acojamos la luz clara y eterna

Andrea Mantegna - La Presentación en el Templo

Corramos todos al encuentro del Señor, los que con fe celebramos y veneramos su misterio, vayamos todos con alma bien dispuesta. Nadie deje de participar en este encuentro, nadie deje de llevar su luz.

Llevamos en nuestras manos cirios encendidos, ya para significar el resplandor divino de aquel que viene a nosotros —el cual hace que todo resplandezca y, expulsando las negras tinieblas, lo ilumina todo con la abundancia de la luz eterna—, ya, sobre todo, para manifestar el resplandor con que nuestras almas han de salir al encuentro de Cristo.

En efecto, del mismo modo que la Virgen Madre de Dios tomó en sus brazos la luz verdadera y la comunicó a los que yacían en tinieblas, así también nosotros, iluminados por él y llevando en nuestras manos una luz visible para todos, apresurémonos a salir al encuentro de aquel que es la luz verdadera.

Sí, ciertamente, porque la luz ha venido al mundo para librarlo de las tinieblas en que estaba envuelto y llenarlo de resplandor, y nos ha visitado el sol que nace de lo alto, llenando de su luz a los que vivían en tinieblas: esto es lo que nosotros queremos significar. Por esto, avanzamos en procesión con cirios en las manos; por esto, acudimos llevando luces, queriendo representar la luz que ha brillado para nosotros, así como el futuro resplandor que, procedente de ella, ha de inundarnos. Por tanto, corramos todos a una, salgamos al encuentro de Dios.

Ha llegado ya aquella luz verdadera que viniendo a este mundo alumbra a todo hombre. Dejemos, hermanos, que esta luz nos penetre y nos transforme.

Ninguno de nosotros ponga obstáculos a esta luz y se resigne a permanecer en la noche; al contrario, avancemos todos llenos de resplandor; todos juntos, iluminados, salgamos a su encuentro y, con el anciano Simeón, acojamos aquella luz clara y eterna; imitemos la alegría de Simeón y, como él, cantemos un himno de acción de gracias al Engendrador y Padre de la luz, que ha arrojado de nosotros las tinieblas y nos ha hecho partícipes de la luz verdadera.

También nosotros, representados por Simeón, hemos visto la salvación de Dios, que él ha presentado ante todos los pueblos y que ha manifestado para gloria de nosotros, los que formamos el nuevo Israel; y, así como Simeón, al ver a Cristo, quedó libre de las ataduras de la vida presente, así también nosotros hemos sido liberados del antiguo y tenebroso pecado.

También nosotros, acogiendo en los brazos de nuestra fe a Cristo, que viene desde Belén hasta nosotros, nos hemos convertido de gentiles en pueblo de Dios (Cristo es, en efecto, la salvación de Dios Padre) y hemos visto, con nuestros ojos, al Dios hecho hombre; y, de este modo, habiendo visto la presencia de Dios y habiéndola aceptado, por decirlo así, en los brazos de nuestra mente, somos llamados el nuevo Israel. Esto es lo que vamos celebrando, año tras año, porque no queremos olvidarlo.

San Sofronio de Jerusalén
Sermón 3 sobre el Hypapanté (6.7: PG 87, 3, 3291-3293)

viernes, 1 de febrero de 2019

San Cirilo de Alejandría. Renovados en Cristo


Hemos sido efectivamente renovados en Cristo por la santificación, recuperando el esplendor originario de la naturaleza, a saber, la imagen del que nos creó por él y en él: renunciando al pecado y a la inveterada corrupción, se nos enseña a reiniciar una vida nueva; nos despojamos del hombre viejo corrompido por las seducciones del error, y nos revestimos del hombre nuevo, renovado a imagen del que nos creó. Además, este renacimiento o, como suele decirse, esta nueva criatura, se ha efectuado en Cristo; por tanto la hemos recibido no de una estirpe corrupta, sino en virtud de la palabra del Dios que vive y permanece.
San Cirilo de Alejandría
Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 4, or 1: PG 70, 890-891)