sábado, 31 de octubre de 2015

Antífona de las Primeras Vísperas de Todos los Santos

Fresco de Todos los Santos - Baptisterio de Padua

Ángeles, arcángeles,
tronos y dominaciones,
principados y potestades,
ejércitos celestiales,
querubines y serafines,
patriarcas y profetas,
santos doctores de la ley,
todos los apóstoles,
mártires de Cristo,
santos confesores y vírgenes del Señor,
anacoretas y todos los santos:
interceded por nosotros.

viernes, 30 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. No hago lo que quiero.

27.- Ciertamente, sólo la parte de nuestra alma que comúnmente llamamos amor y que, por efecto de la nueva infusión de la caridad y de los restos de la vieja concupiscencia, se nos muestra como en lucha contra sí misma a causa del apetito contrario, sólo ésta es capaz de caridad y de concupiscencia.

Por esta razón dijo el Apóstol: No hago lo que quiero. Y también: La carne tiene deseos contrarios a los del espíritu y el espíritu los tiene contrarios a los de la carne, como que son cosas entre sí puestas; por cuyo motivo no hacéis vosotros todo aquello que queréis.

Rectamente se ha de entender que el Apóstol de ningún modo describe dos naturalezas contrarias en el hombre, con los nombres de carne y espíritu, como imaginaron los malvados maniqueos; antes bien, con el nombre de espíritu expresa la renovación del alma, a causa de la infusión de la caridad, pues la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado; y con el vocablo carne indica la miserable servidumbre del alma, a causa del viejo reata, que provoca en el alma un conflicto constante suscitado entre nuestro hombre viejo y el nuevo.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

miércoles, 28 de octubre de 2015

San Cirilo de Alejandría. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo

Frontal románico de Santa Maria del Castell de Besora

Nuestro Señor Jesucristo instituyó a aquellos que habían de ser guías y maestros de todo el mundo y administradores de sus divinos misterios, y les mandó que fueran como astros que iluminaran con su luz no sólo el país de los judíos, sino también a todos los países que hay bajo el sol, a todos los hombres que habitan la tierra entera. Es verdad lo que afirma la Escritura: Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama. Fue, en efecto, nuestro Señor Jesucristo el que llamó a sus discípulos a la gloria del apostolado, con preferencia a todos los demás.

Aquellos bienaventurados discípulos fueron columnas y fundamento de la verdad; de ellos afirma el Señor que los envía como el Padre lo ha enviado a él, con cuyas palabras, al mismo tiempo que muestra la dignidad del apostolado y la gloria incomparable de la potestad que les ha sido conferida, insinúa también, según parece, cuál ha de ser su estilo de obrar.

En efecto, si el Señor tenía la convicción de que había de enviar a sus discípulos como el Padre lo había enviado a él, era necesario que ellos, que habían de ser imitadores de uno y otro, supieran con qué finalidad el Padre había enviado al Hijo. Por esto, Cristo, exponiendo en diversas ocasiones las características de su propia misión, decía: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan. Y también: He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

De este modo, resume en pocas palabras la regla de conducta de los apóstoles, ya que, al afirmar que los envía como el Padre lo ha enviado a él, les da a entender que su misión consiste en invitar a los pecadores a que se arrepientan y curar a los enfermos de cuerpo y de alma, y que en el ejercicio de su ministerio no han de buscar su voluntad, sino la de aquel que los ha enviado, y que han de salvar al mundo con la doctrina que de él han recibido. Leyendo los Hechos de los apóstoles o los escritos de san Pablo nos damos cuenta fácilmente del empeño que pusieron los apóstoles en obrar según estas consignas recibidas.

San Cirilo de Alejandría
Comentario sobre el evangelio de san Juan (Lib 12, cap 1: PG 74, 707-710)

martes, 27 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. Nuestro amor se eleva hacia las alturas

25.- Es verdad que nuestro amor, inficionado por el veneno de la concupiscencia y atado miserablemente por los tenaces lazos de la voluptuosidad, es llevado por su propio peso de vicio en vicio, siempre de mal en peor. Mas, cuando la caridad interviene y con su propio calor disuelve esta innata tendencia, entonces nuestro amor se eleva hacia las alturas, abandona su vetustez para vestirse de novedad y se adorna con las plateadas alas de la paloma, con las cuales poder volar.. hasta aquel sublime y puro Bien en donde encuentra su origen.

Esto fue lo que con toda claridad dijo san Pablo a los atenienses; pues, disertando sutil y extensamente acerca de Dios y probando con todo rigor por las obras de los filósofos la existencia de un solo Dios, en el que vivimos, nos movemos y somos, dijo entre otras cosas que nosotros somos de su linaje, añadiendo que, por tanto, somos linaje de Dios.

No obstante, nadie piense haber dicho el Apóstol que somos del linaje de Dios de tal modo que pertenezcamos a su misma sustancia o naturaleza. De otra suerte, no podríamos ser ni mudables, ni corruptibles, ni siquiera miserables; es decir, seríamos como su Unigénito, que, nacido de su sustancia, en todo se manifiesta igual al Padre.

Ahora bien, asegura que somos linaje de Dios, o más bien no lo niega, por cuanto el alma racional, creada a imagen de Dios, conoce que puede participar de su sabiduría y felicidad. Así es como la caridad eleva nuestra alma a aquello para lo que fue creada, mientras que la concupiscencia la arrastra hacia lo que ella espontáneamente tiende.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

lunes, 26 de octubre de 2015

Monje estilita georgiano

Ya en otras ocasiones hemos hablado del monje georgiano Maxime Qavtaradze, que pasó de vivir alocadamente a convertirse en monje. Cambió drásticamente sus hábitos y se fue a vivir a las alturas. Ya son más de 20 años los que este hombre permanece aislado en una cima a 40 metros de altitud. 

domingo, 25 de octubre de 2015

Clemente de Alejandría. Acojamos la luz y hagámonos discípulos del Señor


La norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. Recibe a Cristo, recibe la facultad de ver, recibe la luz, para que conozcas a fondo a Dios y al hombre. El Verbo, por el que hemos sido iluminados, es más precioso que el oro, más que el oro fino; más dulce que la miel de un panal que destila. Y ¿cómo no va a ser deseable el que ha iluminado la mente envuelta en tinieblas y ha agudizado los ojos del alma portadores de luz?

Lo mismo que sin el sol, los demás astros dejarían al mundo sumido en la noche, así también, si no hubiésemos conocido al Verbo y no hubiéramos sido iluminados por él, en nada nos diferenciaríamos de los volátiles, que son engordados en la oscuridad y destinados a la matanza. Acojamos, pues, la luz, para poder dar acogida también a Dios. Acojamos la luz y hagámonos discípulos del Señor. Pues él ha hecho esta promesa al Padre: Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Alábalo, por favor, y cuéntame la fama de tu Padre. Tus palabras me traen la salud. Tu cántico me instruirá. Hasta el presente he andado a la deriva en mi búsqueda de Dios; pero si eres tú, Señor, el que me iluminas y por tu medio encuentro a Dios y gracias a ti recibo al Padre, me convierto en tu coheredero, pues no te avergüenzas de llamarme hermano tuyo.

Pongamos, pues, fin, pongamos fin al olvido de la verdad; despojémonos de la ignorancia y de la oscuridad que, cual nube, ofuscan nuestros ojos, y contemplemos al que es realmente Dios, después de haber previamente hecho subir hasta él esta exclamación: «Salve, oh luz». Una luz del cielo ha brillado ante nosotros, que antes vivíamos como encerrados y sepultados en la tiniebla y sombra de muerte; una luz más clara que el sol y más agradable que la misma vida. Esta luz es la vida eterna y los que de ella participan tienen vida abundante. La noche huye ante esta luz y, como escondiéndose medrosa, cede ante el día del Señor. Esta luz ilumina el universo entero y nada ni nadie puede apagarla; el occidente tenebroso cree en esta luz que llega de oriente.

Es esto lo que nos trae y revela la nueva creación: el Sol de justicia se levanta ahora sobre el universo entero, ilumina por igual a todo el género humano, haciendo que el rocío de la verdad descienda sobre todos, imitando con ello a su Padre, que hace salir el sol sobre todos los hombres. Este Sol de justicia traslada el tenebroso occidente llevándolo a la claridad del oriente, clava a la muerte en la cruz y la convierte en vida; arrancando al hombre de la corrupción lo encumbra hasta el cielo; él cambia la corrupción en incorrupción, y transforma la tierra en cielo, él el labrador de Dios, portador de signos favorables, que incita a los pueblos al bien y les recuerda las normas para vivir según la verdad; él nos ha gratificado con una herencia realmente magnífica, divina, inamisible; él diviniza al hombre mediante una doctrina celestial, metiendo su ley en su pecho y escribiéndola en su corazón. ¿De qué leyes se trata?, porque todos conocerán a Dios, desde el pequeño al grande; les seré propicio —dice Dios—, y no recordaré sus pecados.

Recibamos las leyes de vida; obedezcamos la exhortación de Dios. Aprendamos a conocerle, para que nos sea propicio. Ofrezcámosle, aunque no lo necesita, el salario de nuestro reconocimiento, de nuestra docilidad, cual si se tratara del alquiler debido a Dios por nuestra morada aquí en la tierra.

Clemente de Alejandría
Exhortación a los paganos (Cap 11: PG 8, 230-234)

sábado, 24 de octubre de 2015

Impresionante testimonio de fe de un joven misionero claretiano

En la memoria de san Antonio María Claret, quiero proponeros un testimonio de un joven misionero claretiano, que ya pasó de este mundo a la casa del Padre: el hermano Ildefonso. Esta entrevista fue realizada en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Virgen de las Nieves, de Granada, el 19 de diciembre de 2011. Pasado poco más de un mes después de esta entrevista, el 24 de enero de 2012, nuestro hermano Ilde murió como quería, abrazado a Jesús, que es el mayor tesoro de su vida.

La profunda experiencia espiritual que Ilde ha vivido a lo largo de su enfermedad se halla recogida en las páginas de su diario, recientemente publicado: Un itinerario inesperado - El diario de Ilde (Publicaciones Claretianas, Madrid 2012).



Producción: Misioneros Claretianos
www.claret.org
www.claretianosbetica.org
www.unitinerarioinesperado.org

viernes, 23 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. La caridad renueva la imagen de Dios

24.- Está claro, si no me engaño, que así como el hombre, apartándose del sumo Bien, no por los pasos de los pies, sino por el afecto del corazón, y reconcentrándose sobre sí misma la humana soberbia, corrompió la imagen de Dios que en sí tenía, del mismo modo, la humildad humana, alcanzando a Dios por el afecto del corazón, renueva la imagen de aquel que la creó.

Por eso dice el Apóstol: Renovaos en el espíritu de vuestra mente y revestios del hombre nuevo. Y ¿cómo se hará esta renovación, sino por medio del nuevo precepto de la caridad, del cual dijo el Salvador: Os doy un mandamiento nuevo?

En efecto, revistiéndose el alma de esta caridad perfectamente, sin duda reformaría la memoria y la mente, que, como dijimos, estaban igualmente corrompidas. Con razón, pues, se nos recomienda para nuestra salud el contenido de este único precepto, en que se verifica el despojo del hombre viejo, la renovación de la mente. y la reforma de la imagen divina.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

jueves, 22 de octubre de 2015

Santas Nunilo y Alodia

Altar de las santas Nunilo y Alodia en el Monasterio de Leyre

El Monasterio de Leyre, en la archidiócesis de Pamplona, celebra hoy la fiesta de las santas mártires Nunilo y Alodia. Hermanas nacidas en Adahuesca (provincia de Huesca) en la primera mitad del siglo IX. Eran hijas de padre musulmán y madre cristiana y su familia poseía abundantes bienes. A pesar de que la ley les obligaba a seguir la religión de su padre, su madre las educó en la fe cristiana. Sus familiares las denunciaron ante el gobernador musulmán de Huesca, quien intentó obtener su abjuración mediante promesas, halagos o castigos, pero prefirieron permanecer fieles a la religión cristiana y por ello fueron degolladas. Los testimonios sobre la fecha de su martirio son contradictorios y, aunque la más probable es el 21 de octubre del 851, no cabe excluir totalmente ese mismo día del 846. La primera fuente histórica que habla de ellas es el libro II del Memorial de los Santos, compuesto por San Eulogio de Córdoba pocos años después del martirio y con noticias facilitadas por el obispo Venerio de Alcalá.


En fecha imprecisa de la segunda mitad del siglo IX los restos de las mártires fueron trasladados al monasterio de Leire, desde donde se propagó su culto. La fiesta litúrgica de la traslación se celebra el 18 de abril. Hacia el año 923 se fundó en las proximidades de Nájera un monasterio femenino bajo la advocación de las santas. Quizás ya en el siglo XI los monjes de Leire depositaron sus reliquias en la conocida arqueta de marfil de estilo califal, elaborada en Córdoba en 1005. El culto a las santas fue creciendo desde época medieval y alcanzó su mayor esplendor durante el siglo XVII. Su principal manifestación era la romería del 18 de abril. A resultas de la milagrosa intercesión de las santas en el remedio de una grave sequía, los devotos costearon un bello retablo (1638), que todavía se conserva en Leire. Tras largas gestiones, el pueblo de Adahuesca consiguió parte de las reliquias en 1672 y, aprovechando la exclaustración de 1820, logró la totalidad (1821), pero tuvo que devolverlas en 1826. Con la última desamortización (1836), fueron trasladadas a la parroquia de Santiago de Sangüesa; y en 1862 Adahuesca las obtuvo del obispo de Pamplona, aunque el ayuntamiento de Sangüesa se negó a entregar la arqueta califal, conservada hoy en el Museo de Navarra.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. Me levantaré e iré a mi Padre

23.- ¿De dónde viniste al huerto? ¿De dónde, sino de la Cruz? Ojalá que yo tome tu cruz y te siga. Pero, ¿cómo te seguiré? Y tú me preguntas cómo me separé de ti.

Creo, Señor, que no lo hice con el movimiento de los pies, sino mediante el afecto del alma. No deseando- que la sustancia del alma se mantuviese contigo, la acerqué a mí y, queriendo poseerme a mí sin ti, te perdí a ti y a mí.

He venido a ser una carga para mí mismo. Me he convertido en lugar de miseria y tinieblas, en paraje horroroso y región de ignorancia y necesidad. Por tanto, me levantaré e iré a mi Padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

lunes, 19 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. Toda mi grandeza proviene de tu pequeñez

22.- Maravillosa se ha hecho tu ciencia en mí, se ha fortalecido y no podré con ella. Mientras tanto, Señor Jesús, me abrazaré a ti, como el niño se abraza con el niño, como el enfermo con el enfermo, como un hombre abraza a un hombre; y aún diré más, como un pobre se abraza a otro pobre, puesto que tú también fuiste pobre y te asentaste sobre una asna y sobre su pollino.

Así, pues, te he de abrazar, Señor, porque toda mi grandeza proviene de tu pequeñez, toda mi fortaleza de tu debilidad y toda mi ciencia de tu necedad.

Correré tras el olor de estos ungüentos. No te admires de que llame ungüentos a estas cosas que sanan al enfermo, robustecen al débil y alegran al triste; porque animado por su olor y rociado con su aspersión, estoy dispuesto a seguirte, Señor Jesús.

Te seguiré, Señor, aunque no llegue al monte de los aromas donde te encuentra tu esposa, ni al huerto en donde fue sembrada tu carne. Aquí, efectivamente, saltas de gozo, aquí duermes. Aquí, Señor, aquí duermes, aquí descansas, y aquí celebras el sábado de dulzura. Contigo sepultaste mi carne, para que yo, que vivo en carne, no viva en mí, sino en ti, que te entregaste a ti mismo por mí.

Escóndase contigo también, Señor, la mirra del pudor, para que no reine ya más el pecado sobre mi cuerpo mortal, ni haga como el jumento que se corrompe en su propio estiércol.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

domingo, 18 de octubre de 2015

No es tiempo de coronas y de premios, sino de luchas


Mientras Jesús iba subiendo a Jerusalén, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos, Santiago y Juan, y le dijeron: Ordena que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a la izquierda. En cambio, el otro evangelista pone esta petición en boca de los hijos. Sin embargo, no existe discrepancia alguna, ni tenemos por qué detenernos en tales minucias. La verdad es que, habiendo enviado por delante a la madre para preparar el terreno, después que ella hubo hablado, fueron ellos quienes presentaron la petición, sin saber, desde luego, lo que pedían, pero pidiéndolo efectivamente. Pues aun siendo apóstoles, eran, no obstante, todavía muy imperfectos, como polluelos que se remueven en el nido por no haberles aún crecido las alas. Porque es muy útil que sepáis que, antes de la pasión, los apóstoles andaban como inmersos en un mar de ignorancia, por lo cual increpándolos les decía: A estas alturas, ¿tampoco vosotros sois capaces de entender? ¿No acabáis de entender que no hablaba de panes al deciros: Mucho cuidado con la levadura de los fariseos? Y de nuevo: Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora. ¿Te das cuenta de que no tenían ideas claras acerca de la resurrección? El evangelista lo subraya, diciendo: Pues hasta entonces no habían entendido que él había de resucitar de entre los muertos. Y si esto desconocían, con mayor razón ignoraban otras cosas, como por ejemplo lo referente al reino de los cielos, a nuestras primicias y a la ascensión a los cielos. Arrastrándose sobre la tierra, eran todavía incapaces de levantar el vuelo a las alturas.

Imbuidos, pues, como estaban de esta opinión, y esperando como esperaban que de un momento a otro iba Jesús a instaurar el reino en Jerusalén, eran incapaces de asimilar otra cosa. Convencimiento que el otro evangelista subraya diciendo que los apóstoles creían ya próximo el advenimiento de su reino, al que se imaginaban como uno de tantos reinos de la tierra; pensaban que se dirigía a Jerusalén a inaugurar su reino, y no a la cruz y a la muerte. Pues aun cuando lo habían oído mil veces, su entendimiento estaba bloqueado a la comprensión de estas realidades.

No habiendo, pues, alcanzado todavía un evidente y exacto conocimiento de los dogmas, sino creyendo dirigirse a un reino terreno y que Jesús iba a reinar en Jerusalén, tomándolo aparte en el camino, estimando que la ocasión era pintiparada, le formulan esta petición. Pues habiéndose separado del grupo de los discípulos, y como si todo dependiese de su arbitrio, piden un puesto de privilegio y que se les aseguren los cargos más importantes, como quienes pensaban que las cosas estaban ya tocando a su fin y que el asunto estaba a punto de cerrarse, y que era llegado el tiempo de las coronas y de los premios. Lo cual era el colmo de la inconsciencia.

Pues bien, hecha esta petición, escucha lo que les responde Jesús: No sabéis lo que pedís. No es tiempo de coronas y de premios, sino de combates, luchas, sudores, de pruebas y de peleas. Esto es lo que significa la frase: No sabéis lo que pedís. Todavía no habéis probado las cárceles, aún no habéis salido a la palestra para combatir. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? En este pasaje llama cáliz y bautismo a su cruz y a su muerte: cáliz, por la avidez con que lo apura; bautismo, porque por medio de su muerte iba a purificar el orbe de la tierra; y no sólo lo redimía de este modo, sino mediante la resurrección, si bien ésta no le resultaba penosa. Les dice: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, refiriéndose de este modo a la muerte. Santiago fue efectivamente decapitado, y Juan fue varias veces condenado a muerte. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado. Vosotros, ciertamente, moriréis, os matarán, conseguiréis la corona del martirio; pero en cuanto a que seáis los primeros, no me toca a mí concederlo: lo recibirán los que luchan, en base a su mayor esfuerzo, en atención a su mayor prontitud de ánimo.

San Juan Crisóstomo
Homilía 7 contra los anomeos (4-5: PG 48, 773-775)

lunes, 12 de octubre de 2015

El alma de María está pendiente de solo Dios


Los pueblos más ricos buscan el favor de esta mujer. Ante ella se postrarán los reyes de las naciones trayéndole ofrendas.

¡Oh mujer amable, tres veces dichosa! ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¡Oh mujer, hija del rey David y madre de Dios, el rey universal! ¡Oh divino y animado joyel, en el que se ha complacido el Dios creador, joyel cuyo espíritu es gobernado y está pendiente de solo Dios, cuyo deseo está exclusivamente canalizado hacia lo deseable y lo amable, cuya animosidad se centra únicamente en el pecado y en quien lo comete! Tú tendrás una vida superior a la naturaleza, pues la tendrás no para ti, como tampoco has nacido para ti. La tendrás, por tanto, para Dios, por quien tú has sido llamada a la vida, por quien tú te pondrás al servicio de la salvación universal, para que el primitivo designio de Dios, el de la encarnación del Verbo y de nuestra divinización, tengan en ti un feliz cumplimiento.

Tu deseo es alimentarte de las palabras divinas y de fortalecerte con su savia como verde olivo en la casa del Señor, como un árbol plantado al borde de la acequia del Espíritu, como el árbol de la vida, que ha dado su fruto en el tiempo prefijado: el Dios encarnado, vida eterna de todos los seres. Tú retienes todo pensamiento nutritivo y útil al alma, pero rechazas, aun antes de gustarlo, cualquier pensamiento superfluo o perjudicial para el alma. Tus ojos están siempre puestos en el Señor, contemplando la luz eterna e inaccesible; tus oídos escuchan la divina palabra y se deleitan con la cítara del Espíritu: por ellos entró el Verbo para encarnarse; tu nariz aspira con fruición el aroma de los perfumes del Esposo, siendo él mismo un perfume divino que espontáneamente se expande ungiendo su humanidad: Tu nombre —dice la Escritura— es como un bálsamo fragante, tus labios alaban al Señor y están pendientes de sus labios; tu lengua y tu paladar disciernen las palabras del Señor y se sacian de la suavidad divina; tu corazón puro y sin mancha contempla y anhela al Dios sin mancha.

Vientre en el que el ilimitado estableció su morada, y pechos lactantes de los que Dios, es decir, el niño Jesús, recibió su alimento; puerta de Dios que siempre permanece virgen; manos que llevan a Dios y rodillas que son un trono más elevado que el de los querubines: por ellas se fortalecen las manos débiles y se robustecen las rodillas vacilantes; pies que, guiados por la ley de Dios cual lámpara luciente, corren tras él sin volverse, hasta haber conducido a la amada junto al amado.

Todo su ser es cámara nupcial del Espíritu; todo su ser es la ciudad del Dios viviente, alegrada por el correr de las acequias, es decir, por el flujo de los carismas del Espíritu. Toda hermosa, toda próxima a Dios. Pues, dominando a los querubines y sobresaliendo sobre los serafines, cercana a Dios, es a ella a quien se aplican estas palabras: ¡Toda eres hermosa, amada mía, y no hay en ti defecto!

San Juan Damasceno
Homilías sobre la Natividad (SC 80, pp. 69-73)

domingo, 11 de octubre de 2015

Si quieres ser perfecto


Estas palabras pertenecen al evangelio de Marcos, pero exactamente la misma idea aparece en los demás sinópticos donde, con palabras a veces un tanto diferentes, se recoge idéntica doctrina. Y debemos estar plenamente convencidos de que el Salvador nunca se expresó en forma puramente humana, sino que su enseñanza estuvo siempre informada por una divina y mística sabiduría; de que no debemos escuchar sus palabras carnalmente, sino que debemos indagar y profundizar el sentido en ellas oculto mediante una adecuada investigación y poniendo en juego toda la diligencia y sagacidad de nuestra inteligencia.

Si quieres ser perfecto. Luego no era todavía perfecto, ya que nada hay más perfecto que lo perfecto. Además, aquel si quieres expresa de manera contundente y divina la libre facultad de elección de su colocutor. Efectivamente, en el hombre —en su calidad de ser libre— reside la libre elección de la voluntad; en Dios —en su calidad de Señor y árbitro— reside la capacidad de dar. Y da a los que quieren y rezan y con el mayor empeño se esfuerzan por conseguir la propia salvación. Pues Dios no coacciona —la coacción es, en efecto, enemiga de Dios—, sino que da a los que buscan, otorga a los que piden, abre a los que llaman. Por tanto, si quieres, si verdaderamente quieres y no te engañas a ti mismo, procúrate lo que te falta.

Una cosa te falta; lo que te queda por hacer y que es bueno, pero ya al margen de la ley, que no lo da la ley, que no cae dentro de la ley, es propio de los que poseen la verdadera vida. En una palabra, el que había cumplido toda la ley desde pequeño y que había dicho de sí cosas tan grandes y soberbias, con todas ellas no pudo adquirir esa única cosa, que es privativa del Salvador, para arrebatar la vida eterna, cuyo deseo le había movido a dar aquel paso. Se marchó pesaroso, abrumado por las exigencias de una vida, a propósito de la cual había venido a suplicar al Maestro. En realidad, no ambicionaba de verdad la vida, como parecía deducirse de sus palabras; lo único que buscaba es granjearse reputación de buena voluntad: podía ciertamente afanarse por hacer una multitud de cosas, pero era incapaz de hacer aquella única cosa, aquella obra de salvación que debía conducirle a la perfección. Para esta obra era débil e indolente.

Lo mismo que el Señor dijo a Marta cuando, afanada en multitud de ocupaciones, andaba inquieta y nerviosa para dar abasto con el servicio, y tachaba de negligente a su hermana, que, abandonando el servicio, sentada a los pies del Señor, prestaba la atención de una discípula: Andas inquieta con tantas cosas; María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán, así también a éste: le manda que, dando de lado toda enervante ocupación, se centre en una sola y se siente a los pies de la gracia de aquel que personalmente le propone la vida eterna.

Clemente de Alejandría
Libro sobre la salvación de los ricos (Caps 5.10: PG 9, 610.614)

sábado, 10 de octubre de 2015

Viaje espiritual al Monasterio de Valaam

Este reportaje de la Televisión rusa, en idioma inglés, nos muestra las experiencias de un periodista americano en el monasterio ruso de Valaam. Me ha parecido muy interesante.

viernes, 9 de octubre de 2015

San Dionisio de Paris y su abadía


Martirologio Romano: San Dionisio, obispo, y compañeros, mártires, de los cuales la tradición quiere que el primero, enviado por el Romano Pontífice a la Galia, fuese el primer obispo de París, y que junto con el presbítero Rústico y el diácono Eleuterio, padeciesen en las afueras de la ciudad (s. III). 

Dionisio habría llegado a Francia hacia el 250 ó 270 desde Italia con seis compañeros con el fin de evangelizarla. Fue el primer obispo de París, y apóstol de las Galias. Fundó muchas iglesias y fue martirizado en el 272, junto con Rústico y Eleuterio, durante la persecución de Aureliano. Según creen algunos es en Montmartre (mons Martyrum), o en el sur de la Isla de la Cité, según otros, donde se eleva, en la actualidad, la ciudad de Saint-Denis lugar en el que fueron condenados a muerte.


Según las Vidas de San Dionisio, escritas en la época carolingia, tras ser decapitado, Dionisio caminó seis kilómetros con su cabeza bajo el brazo, atravesando Montmartre, por el camino que, más tarde, sería conocido como calle de los Mártires. Al término de su trayecto, entregó su cabeza a una piadosa mujer descendiente de la nobleza romana, llamada Casulla, y después se desplomó. En ese punto exacto se edificó la célebre basílica de Saint-Denis en su honor.

La tradición del culto a San Dionisio de París, fue creciendo poco a poco, dándole a conocer, llegando a confundirlo con Dionisio Areopagita (obispo de Atenas) o con Dionisio el Místico. Esta confusión proviene del siglo XII cuando el abad Suger falsificó unos documentos por razones políticas, haciendo creer que San Dionisio había asistido a los sermones de Pablo de Tarso.


Ya desde el Bajo Imperio existía un cementerio en Saint-Denis. En el siglo IV se erigió un mausoleo en el mismo lugar en el que se encuentra hoy el altar mayor. En el siglo V, Santa Genoveva adquirió las tierras colindantes e hizo construir una iglesia, que fue ampliada por dos veces durante la época merovingia, especialmente durante el reinado de Dagoberto I. Hacia el año 630 fue enterrado en ella San Dionisio (primer obispo de París) junto con dos de sus compañeros: el sacerdote Rusticus y el diácono Eleuthère. Hacia 750 se empezó a construir un nuevo santuario por orden de Pipino el Breve. Durante la época carolingia se construyó una iglesia en forma de basílica, con tres naves y un transepto. La misma fue renovándose con el transcurso de los años hasta el siglo XIV. Durante la primera mitad del siglo XII, el abad Suger, consejero de Luis VI el Gordo y de Luis el Joven, hizo derribar la iglesia carolingia y erigir una iglesia gótica. Con Suger la abadía adquirió más importancia; en ella se guardaban las regalías y se convirtió en una necrópolis real y dinástica.


Desde la muerte de Hugo Capeto, la basílica contiene las tumbas de los reyes de Francia, excepto la de Felipe I que fue enterrado en el monasterio de Saint-Benoît-sur-Loire. El primero de los reyes capetos, Hugo, fue abad laico de Saint-Denis, quien se aprovechó del potencial de la abadía para reforzar su poder. El 22 de agosto de 1291, una bula del papa Nicolás IV, firmada en Orvieto, ratificó la bula de Celestino III que otorgaba a los religiosos de Saint-Denis el privilegio de no estar sometidos a ninguna sanción canónica viniera de quien viniere (excepto las de sus abades), sin que la misma tuviera una licencia especial del soberano pontífice. Los reyes de Francia acudían a la abadía de Saint-Denis a orar y tomar la Oriflama antes de ir a la guerra o a las cruzadas.

miércoles, 7 de octubre de 2015

San Bernardo. Conviene meditar los misterios de salvación

Antonio Arias Fernández. La Virgen del Rosario

El Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. ¡La fuente de la sabiduría, la Palabra del Padre en las alturas! Esta Palabra, por tu mediación, Virgen santa, se hará carne, de manera que el mismo que afirma: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí podrá afirmar igualmente: Yo salí de Dios, y aquí estoy.

En el principio —dice el Evangelio— ya existía la Palabra. Manaba ya la fuente, pero hasta entonces sólo dentro de sí misma. Y continúa el texto sagrado: Y la Palabra estaba junto a Dios, es decir, morando en la luz inaccesible; y el Señor decía desde el principio: Mis designios son de paz y no de aflicción. Pero tus designios están escondidos en ti, y nosotros no los conocemos; porque, ¿quién había penetrado la mente del Señor?, o ¿quién había sido su consejero?

Pero llegó el momento en que estos designios de paz se convirtieron en obra de paz: La Palabra se hizo carne y ha acampado ya entre nosotros; ha acampado, ciertamente, por la fe en nuestros corazones, ha acampado en nuestra memoria, ha acampado en nuestro pensamiento y desciende hasta la misma imaginación. En efecto, ¿qué idea de Dios hubiera podido antes formarse el hombre, que no fuese un ídolo fabricado por su corazón? Era incomprensible e inaccesible, invisible y superior a todo pensamiento humano; pero ahora ha querido ser comprendido, visto, accesible a nuestra inteligencia.

¿De qué modo?, te preguntarás. Pues yaciendo en un pesebre, reposando en el regazo virginal, predicando en la montaña, pasando la noche en oración; o bien pendiente de la cruz, en la lividez de la muerte, libre entre los muertos y dominando sobre el poder de la muerte, como también resucitando al tercer día y mostrando a los apóstoles la marca de los clavos, como signo de victoria, y subiendo finalmente, ante la mirada de ellos, hasta lo más íntimo de los cielos.

¿Hay algo de esto que no sea objeto de una verdadera, piadosa y santa meditación? Cuando medito en cualquiera de estas cosas, mi pensamiento va hasta Dios y, a través de todas ellas, llego hasta mi Dios. A esta meditación la llamo sabiduría, y para mí la prudencia consiste en ir saboreando en la memoria la dulzura que la vara sacerdotal infundió tan abundantemente en estos frutos, dulzura de la que María disfruta con toda plenitud en el cielo y la derrama abundantemente sobre nosotros.

San Bernardo de Claraval
Sermón sobre el acueducto (Opera omnia, Edic. Cister. 5, 1968, 282-283)

martes, 6 de octubre de 2015

Se alegra mi espíritu en el Señor


Habiéndome enterado, por la detallada y agradable relación de nuestro venerable hermano Landovino, del inflexible rigor con que observáis, de un modo tan sabio y digno de alabanza, vuestra Regla, y habiendo sabido de vuestro santo amor y vuestro constante interés por todo lo que se refiere a la integridad y la honestidad, se alegra mi espíritu en el Señor. En verdad, me alegro y prorrumpo en alabanzas y acciones de gracias al Señor y, sin embargo, suspiro amargamente. Me alegro, ciertamente, como es de justicia, por el incremento de los frutos de vuestras virtudes, pero me duelo y me avergüenzo de verme yo postrado, por mi indolencia y apatía, en la sordidez de mis pecados.

Alegraos, pues, hermanos míos muy amados, por vuestro feliz destino y por la liberalidad de la gracia divina para con vosotros. Alegraos, porque habéis escapado de los múltiples peligros y naufragios de este mundo tan agitado. Alegraos, porque habéis llegado a este puerto escondido, lugar de seguridad y de calma, al cual son muchos los que desean venir, muchos los que incluso llegan a intentarlo, pero sin llegar a él. Muchos también, después de haberlo conseguido, han sido excluidos de él, porque a ninguno de ellos le había sido concedida esta gracia desde lo alto.

Por lo tanto, hermanos míos, tened por bien cierto que todo aquel que ha llegado a disfrutar de este bien tan deseable, si llega a perderlo, se arrepentirá hasta el fin, si es que tiene un mínimo de interés y solicitud por la salvación de su alma.

Con respecto a vosotros, mis amadísimos hermanos legos, yo os digo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque veo la magnificencia de su misericordia sobre vosotros, por lo que me ha contado vuestro prior y padre amantísimo, el cual está muy satisfecho y contento de vuestro proceder. Alegrémonos también nosotros porque, sin baberos dedicado al estudio, el Dios poderoso graba en vuestros corazones no sólo el amor, sino también el conocimiento de su santa ley. En efecto, vuestra conducta es una prueba de vuestro amor, como también de vuestra sabiduría. Porque vuestro interés y cautela en practicar la verdadera obediencia pone de manifiesto que sabéis captar el fruto dulcísimo y vital de la sagrada Escritura.

San Bruno de Colonia
Carta a sus hijos cartujos (1-3: SC 88, 82-84)

lunes, 5 de octubre de 2015

San Froilán de León

Parteluz de la Fachada de la Catedral de León: San Froilán

Nos anuncia hoy el Martirologio Romano: En León, ciudad de Hispania, conmemoración de san Froilán, obispo, que primero fue eremita y después, ordenado obispo, evangelizó las regiones liberadas del yugo de los musulmanes, propagando la vida monástica y distinguiéndose por su beneficencia hacia los pobres (905).

Se conserva una corta biografía de Froilán, copiada en elegante minúscula visigótica por el diácono Juan, contemporáneo suyo. Esa copia es del año 920, quince años después de la muerte del santo obispo (905). Ignoramos quién fue su autor. A pesar de su estilo lacónico y de sus adherencias legendarias, podemos reconstruir los rasgos fundamentales de su vida y carácter.

Nace el año 833 en los arrabales de Lugo. Allí recibe durante sus primeros años la enseñanza que los concilios exigían a los candidatos para el sacerdocio. Al llegar a los dieciocho años su vida interior entró en crisis. Dudó entre la vida retirada del desierto o la actividad apostólica. El futuro fundador de cenobios y gran predicador de muchedumbres opta por la soledad de los montes. Los espíritus superiores toman personalmente la iniciativa de su vida y Froilán quiso consagrarla totalmente a la familiaridad íntima con Dios.

Mientras él gozaba de los encantos de la soledad, estallaba en la España musulmana una violenta persecución contra los cristianos. Tal vez la voz poderosa de esta sangre inocente retumbó entre los montes donde Froilán se escondía y le empujó a organizar una cruzada. Tal vez en el diálogo familiar con Dios sintió la invitación a la vida activa. Nos cuenta su biógrafo, con la ingenuidad de nuestros cantares de gesta y, sin duda, imitando los inicios de la predicación de Isaías, que al joven eremita le acuciaba la duda de si debía permanecer por más tiempo en aquellas soledades. Para liberarse de ella se sometió a la prueba del fuego. Si Dios suspendía las leyes, era señal evidente de su voluntad divina. Froilán introdujo unas brasas encendidas en su boca. El fuego no le causó la más mínima quemadura. Dios había hablado. De los montes se lanzó a los poblados a propagar entre los hombres otro fuego que le ardía dentro. Su vida nos dice escuetamente que recorría las ciudades predicando sin cesar la palabra divina con gran aplauso de todos. 

Códice: Torre de Tábara

En sus triunfos pastorales sentía irresistiblemente el atractivo de la soledad para reponer sus energías. Acompañado del sacerdote Atilano torna a su retiro. Ambos se escondieron en los montes de Curueño (León). Pero los pueblos en masa le seguían a su celda solitaria. Con las muchedumbres iban magnates y obispos que anhelaban oír su palabra. Entre sus oyentes se despertaron numerosos seguidores cautivados por sus ejemplos. Ante los ruegos insistentes se ve forzado a bajar a la ciudad de Veseo. Allí erige su primer monasterio, que llenará pronto con 300 monjes. Es el comienzo de una nueva etapa: fundador de cenobios.

San Salvador de Tábara

Su fama salta los montes de León y llega a oídos de Alfonso III en Oviedo. El rey le envía mensajeros ordenándole venir a su corte. Honda impresión causó en Alfonso la presencia de aquel monje. Se fija en él para la gigantesca obra de repoblación que había comenzado su padre, Ordoño I. Las fronteras del reino astur-leonés llegaban por el sur hasta la línea del Duero.

Froilán puso en juego de nuevo su capacidad de iniciativa y se dio a recorrer las tierras del reino alfonsino. Su beligerante actitud le llevó a fundar dos grandes monasterios cerca de la frontera, a pocos kilómetros de Zamora. El primero fue el de San Salvador de Tábara. En él se congrega con 600 monjes de ambos sexos. Era uno de esos monasterios llamados dúplices, donde las monjas, aunque rigurosamente separadas, tenían la ventaja de la asistencia sacerdotal y de la defensa en caso de invasión.

Moreruela

Del segundo monasterio tenemos aún menos noticias. Según el citado biógrafo, lo levantó en un emplazamiento alto y ameno junto a las aguas del Esla, al parecer cerca de Moreruela (Zamora). Sólo una frase añade a este laconismo: ..se reunieron allí 200 monjes consagrados a la ascesis de la vida regular.

Catedral de León

Esa era la fama que corría de pueblo en pueblo y de comarca en comarca y que cada día ganaba más admiradores. Por eso no es extraño que, al quedar vacante la sede de León, se alzase unánime la voz del clero y del pueblo, reclamando por obispo al abad Froilán. El rey, que no había lo grado convencerle para que aceptase el oficio pastoral, se alegró sobremanera. Vencida su resistencia, fue consagrado obispo de León el día de Pentecostés, 19 de mayo del 900. Ese mismo día recibía también la consagración episcopal para la sede de Zamora su inseparable y santo amigo Atilano. Estas dos lumbreras, dice emocionado el autor anónimo, puestas sobre el candelero, iluminaron con la claridad de su luz eterna todos los confines de España. La Iglesia de León, que estaba dedicada, según una donación de la época, "a los señores, santos, gloriosos y, después de Dios, fortísimos patronos Santa María Virgen, Reina celeste, y San Cipriano, obispo y mártir", recibía ahora clamorosamente por obispo al que había de ser su Patrono hasta el día de hoy. Sólo la gobernó cinco años, pero el heroísmo de sus virtudes y el triunfo de su santidad la aureolaron para siempre.

domingo, 4 de octubre de 2015

Debemos ser sencillos, humildes y puros

Murillo - Visión de san Francisco en la Porciúncula

La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno, tan santo y tan glorioso, fue anunciada por el Padre altísimo, por boca de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza humana, frágil como la nuestra. El, siendo rico sobre toda ponderación, quiso elegir la pobreza, junto con su santísima madre. Y, al acercarse su pasión, celebró la Pascua con sus discípulos. Luego oró al Padre, diciendo: Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz.

Sin embargo, sometió su voluntad a la del Padre. Y la voluntad del Padre fue que su Hijo bendito y glorioso, a quien entregó por nosotros y que nació por nosotros, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y víctima en el ara de la cruz, con su propia sangre, no por sí mismo, por quien han sido hechas todas las cosas, sino por nuestros pecados, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Y quiere que todos nos salvemos por él y lo recibamos con puro corazón y cuerpo casto.

¡Qué dichosos y benditos son los que aman al Señor y cumplen lo que dice el mismo Señor en el Evangelio: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, y al prójimo como a ti mismo! Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón y con mente pura, ya que él nos hace saber cuál es su mayor deseo, cuando dice: Los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. Porque todos los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y verdad. Y dirijámosle, día y noche, nuestra alabanza y oración, diciendo: Padre nuestro, que estás en los cielos; porque debemos orar siempre sin desanimarnos.

Procuremos, además, dar frutos de verdadero arrepentimiento. Y amemos al prójimo como a nosotros mismos. Tengamos caridad y humildad y demos limosna, ya que ésta lava las almas de la inmundicia del pecado. En efecto, los hombres pierden todo lo que dejan en este mundo; tan sólo se llevan consigo el premio de su caridad y las limosnas que practicaron, por las cuales recibirán del Señor la recompensa y una digna remuneración.

No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos, humildes y puros. Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al contrario, debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda humana criatura, movidos por el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará sobre los que así obren y perseveren hasta el fin, y los convertirá en el lugar de su estancia y su morada, y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras imitan; ellos son los esposos, los hermanos y las madres de nuestro Señor Jesucristo.

San Francisco de Asís
Carta dirigida a todos los fieles

sábado, 3 de octubre de 2015

Sólo son grandes ante Dios los que se tienen por pequeños

Alonso Cano - San Francisco de Borja

La duquesa está mejor, Dios loado, y se encomienda en las oraciones de vuestra reverencia.

Suplique, padre, al Señor que no reciba yo su gracia en vano. Porque hallo que, según dice el salmista, mi alma ha sido liberada de todos sus peligros. Y, especialmente de pocos días acá, yo estaba tan frío y tan desconfiado de hacer fruto, que no le hallaba casi por ninguna parte; lo cual, a los principios, solía sentir al revés. Bendito sea el Señor por sus maravillas, ya que todos estos nublados se han pasado.

En lo demás, diga ese «grande» y los otros lo que mandaren; que bien sé que no son grandes sino los que se conocen por pequeños; ni son ricos los que tienen, sino los que no desean tener; ni son honrados sino los que trabajan para que Dios sea honrado y glorificado.

Y tras esto, venga la muerte o dure la vida, que de ese tal se puede decir que su corazón está preparado para esperar y confiar en el Señor. Plega a su bondad, que así nos haga conocer nuestra vileza, que merezcamos ver su infinita grandeza; y a vuestra reverencia tenga siempre en su amor y gracia, para que le sirva y alabe hasta la muerte y después le alabe por toda la eternidad.

San Francisco de Borja,
Carta al beato Pedro Fabro  (Carta 7, año 1545)

viernes, 2 de octubre de 2015

Que te guarden en tus caminos

Domenichino - El ángel de la guarda

A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Den gracias y digan ;entre los gentiles: «El Señor ha estado grande con ellos». Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Porque te ocupas ciertamente de él, demuestras tu solicitud y tu interés para con él. Llegas hasta enviarle tu Hijo único, le infundes tu Espíritu, incluso le prometes la visión de tu rostro. Y, para que ninguno de los seres celestiales deje de tomar parte en esta solicitud por nosotros, envías a los espíritus bienaventurados para que nos sirvan y nos ayuden, los constituyes nuestros guardianes, mandas que sean nuestros ayos.

A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están presentes junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes.

Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos guardianes tan eximios; correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de tener por objeto a aquel de quien procede todo, tanto para ellos como para nosotros, gracias al cual podemos amar y honrar, ser amados y honrados.

En él, hermanos, amemos con verdadero afecto a sus ángeles, pensando que un día hemos de participar con ellos de la misma herencia y que, mientras llega este día, el Padre los ha puesto junto a nosotros, a manera de tutores y administradores. En efecto, ahora somos ya hijos de Dios, aunque ello no es aún visible, ya que, por ser todavía menores de edad, estamos bajo tutores y administradores, como si en nada nos distinguiéramos de los esclavos.

Por lo demás, aunque somos menores de edad y aunque nos queda por recorrer un camino tan largo y tan peligroso, nada debemos temer bajo la custodia de unos guardianes tan eximios. Ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente.

San Bernardo de Claraval
Sermón 12 sobre el salmo 90 :3, 6-8

jueves, 1 de octubre de 2015

En el corazón de la Iglesia, yo seré el amor


Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.

Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.

Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros .que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. En la caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.

Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado».

De la narración de la vida de santa Teresa del Niño Jesús, escrita por ella misma
(Mss autobiográficos, Lisieux 1957, 227-229)