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jueves, 23 de mayo de 2019

Elredo de Rieval. Oración pastoral


Cuando recuerdo, en la amargura de mi alma, mis años pasados, me lleno de temor y me estremezco al solo nombre de pastor: ciertamente sería una insensatez si no me sintiera totalmente indigno de él.

Pero tu santa misericordia está sobre mí para arrancar mi alma miserable de las profundidades del abismo, tú que tienes misericordia del que quieres y la concedes a quien te agrada, y de tal modo perdonas los pecados que no castigas por venganza ni llenas de confusión con tus reprensiones, ni amas menos a los que amonestas: sin embargo permanezco confundido y conturbado, pues, si bien recuerdo tu bondad, no puedo olvidar mis ingratitudes.

Aquí está, aquí está en tu presencia la confesión de mi corazón, la confesión de mis innumerables crímenes, de cuyo dominio tu misericordia quiso liberar a mi pobre alma. Por todo esto, mis entrañas te dan gracias y te alaban con todas sus fuerzas.

lunes, 13 de febrero de 2017

La caridad como motor en la conversión


Elredo de Rieval, maestro en la vida espiritual que todavía hoy, después de ocho siglos, nos sigue ayudando en nuestro progreso espiritual, nos enseña que así como un amor mal entendido nos separa de Dios y del prójimo, recluyéndonos en nuestro propio yo; la caridad, por contra, restaura en nosotros la imagen de Dios en la que fuimos creados y nos inserta en comunión con nuestro prójimo en la comunidad de vida trinitaria de Dios. En efecto, dice así en el capítulo octavo del Libro Primero de su Espejo de la Caridad:

Nuestro amor, envenenado de codicia y miserablemente amarrado en la red del placer, se hundía en el abismo, esto es, iba de vicio en vicio por su propio peso. Pero, al infundírsele la caridad y disolver ésta con su calor su innata indolencia, se eleva a las alturas, se despoja de la vetustez,  se reviste de la verdad, y adquiere las alas plateadas de la paloma para volar hacia el bien sublime y puro, de quien todos proceden.

jueves, 26 de enero de 2017

San Elredo de Rievaulx. Quien conserva los mandamientos de Dios en la memoria y los observa en la vida, ése ama a Dios


¡Oh Señor Jesús, qué gran suavidad en el amarte, cuánta tranquilidad en la suavidad, y cuánta seguridad en la tranquilidad! No yerra la elección del que te ama, pues nada hay mejor que tú; ni la esperanza falla, pues nada se ama con mayor provecho. No hay miedo a excederse en la medida, pues la medida de amarte es amarte sin medida. No cabe el temor a la muerte debeladora de la mundana amistad, pues la vida no muere. En amarte no hay lugar a la ofensa, que no existe si no se desea más que el amor. No se insinúa suspicacia alguna, pues juzgas según el testimonio de tu propia conciencia. Aquí mora la suavidad, pues se excluye el temor. Aquí reina la tranquilidad, pues se mantiene a raya la ira. Aquí se goza de seguridad, pues se desprecia el mundo.

Al oír esto, alma mía, has de ser como un cacharro inútil, de modo que desconfiando de ti misma y ponientío toda tu confianza en Dios, no sepas vivir para ti misma, sino para el que por ti murió y resucitó. ¡Quién me diera embriagarme con esta copa de salvación, sentir este sopor invadiendo mi alma, adormilarme con este suavísimo letargo, para que amando al Señor mi Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todo mi ser, nunca busque mi interés sino el de Jesucristo! ¡Amando al prójimo como a mí mismo, no busque mi provecho, sino el provecho del otro! ¡Oh Verbo plenificante, devorado por la justicia, Verbo de caridad, Verbo de la perfección consumada, Verbo de la dulzura! ¡Oh Verbo plenificante, al que nada puede faltarle! ¡Oh Verbo, compendio de la ley entera y de los profetas!

Quién sea el feliz poseedor de un tal amor, lo declara abiertamente la Verdad cuando dice: El que sabe mis pensamientos y los guarda, ése me ama. Así pues, quien conserva los mandamientos de Dios en la memoria y los observa en la vida; quien los lleva en la boca y lQs pone por obra; quien los acoge escuchando y los observa operando; o quien los observa operando y los observa perserverando, ése ama a Dios. El amor hay que demostrarlo en las obras, para que el nombre no esté desposeído de contenido.

Conviene saber que el amor de Dios no se valora atendiendo a los sentimientos momentáneos, sino más bien por la calidad estable de la propia voluntad. Pues el hombre debe sintonizar su voluntad con la voluntad de Dios, de suerte que cuanto la voluntad divina ordenare lo acepte de buen grado la voluntad humana. Así no se registrarán ni diversidad ni contraposición de opiniones, no se preguntará por qué esto o aquello, sino que la razón última de actuar es el convencimiento de que así lo quiere Dios. Esto es amar a Dios de verdad. Pues la misma voluntad se ha identificado con el amor. Y lo mismo da decir buenas o malas voluntades que buenos o malos amores.

De aquí que esta voluntad habrá que cualificarla de acuerdo con un doble criterio: la acción y la pasión. Esto es, si soporta pacientemente lo que Dios mandare o permitiere y cumple con fervor cuanto le ordenare. Cualquier voluntad en sintonía con la voluntad de Dios soporta pacientemente lo que Dios mandare y ejecuta fervorosamente lo que le ordenare. De éste se puede afirmar que ama a Dios con todas sus fuerzas.

Pero como quiera, Señor Dios, que nadie por sus propias fuerzas o por sus méritos y sin tu gracia, es capaz de sintonizar con tu voluntad o de amarte, nos vemos precisados a implorar el auxilio de tu gracia con una intensa y continuada insistencia.

San Elredo de Rievaulx
Sermón sobre el amor de Dios (CCL CM 1, 243-244)

jueves, 12 de enero de 2017

Inicio de la Oración pastoral del beato Elredo de Rieval


1. Oh Jesús, buen pastor, pastor bueno, pastor clemente, pastor lleno de ternura, a ti clama un pastor pobre y miserable, un pastor débil, ignorante e inútil, pero, de todos modos, pastor de tus ovejas. A ti, digo, oh buen pastor, clama este pastor que no es bueno; a ti clama, angustiado por sí mismo, angustiado por sus ovejas.

2. Cuando recuerdo, en la amargura de mi alma, mis años pasados, me lleno de temor y me estremezco al solo nombre de pastor: ciertamente sería una insensatez si no me sintiera totalmente indigno de él. Pero tu santa misericordia está sobre mí para arrancar mi alma miserable de las profundidades del abismo, tú que tienes misericordia del que quieres y la concedes a quien te agrada, y de tal modo perdonas los pecados que no castigas por venganza ni llenas de confusión con tus reprensiones, ni amas menos a los que amonestas: sin embargo permanezco confundido y conturbado, pues, si bien recuerdo tu bondad, no puedo olvidar mis ingratitudes. Aquí está, aquí está en tu presencia la confesión de mi corazón, la confesión de mis innumerables crímenes, de cuyo dominio tu misericordia quiso liberar a mi pobre alma. Por todo esto, mis entrañas te dan gracias y te alaban con todas sus fuerzas. Pero no soy menos deudor tuyo por todos aquellos males que no hice, porque, ciertamente, el mal que no hice no lo hice porque tú me conducías, quitándome el poder de realizarlo, o rectificando mi voluntad, o dándome la fuerza de resistir. Mas, ¿qué haré Señor Dios mío, por todo aquello con lo que por tu justo juicio toleras todavía que tu servidor, el hijo de tu sierva, sea atormentado y abatido?


3. Te confieso, Jesús mío, salvador mío, esperanza mía, consuelo mío; te confieso, Dios mío, que no estoy tan contrito y lleno de temor como debería por el pasado, ni me preocupo por el presente como convendría. ¡Y tú, dulce Señor, has establecido a este hombre sobre tu familia, sobre las ovejas de tu rebaño! A mí, que tengo tan poco cuidado de mí mismo, me mandas cuidar de ellos; a mí, que no alcanzo a orar por mis propios pecados, me mandas orar por ellos; a mí, que apenas me he instruido a mí mismo, me mandas que les enseñe a ellos.

miércoles, 4 de enero de 2017

La renovación de la imagen de Dios en el hombre, según Elredo de Rieval

La doctrina monástica de Elredo de Rieval sobrepasa la frontera de lo cisterciense, para constituir un legado indispensable de la tradición monástica occidental. Uno de sus temas más frecuentes es el de la renovación de la imagen de Dios en el hombre. El fundamento de esta doctrina se encuentra en el relato de la creación del ser humano por Dios: lo hizo a su imagen y semejanza. La imagen sería una serie de propiedades estáticas presentes en el hombre y que proceden de Dios; la semejanza, por su parte, sería un dinamismo humano similar al de Dios.


La similitud con Dios habría quedado dañada por el pecado, que no simplemente consiste en que ya no actuemos como actúa Dios, sino que además, esta disimilitud en la acción daña en alguna medida las cualidades estáticas que Dios ha dejado en nosotros.


¿Cuáles son esas cualidades estáticas, que nos elevan por encima de los demás seres de la Creación, y que reflejan el ser de Dios? Elredo, considerando la trinidad de personas en el único Dios, distingue tres potencias en el ser humano: la memoria, la razón y la voluntad. Esto significa que, por el pecado, hemos olvidado cuál es nuestro verdadero ser, hemos dejado de conocer la verdad, y hemos dejado de amar la bondad.

En el Capítulo 5 del Libro Primero de su obra cumbre, el Espejo de la Caridad, nos muestra Elredo cómo nuestra salvación la ha realizado Dios mismo en Jesucristo, restaurando esas tres potencias a la imagen de quien fueron creadas: "La memoria se repara de nuevo por la doctrina de la Sagrada Escritura, el entendimiento por el sacramento de la fe y el amor por el crecimiento diario en la caridad".

Por desgracia, esta restauración que ha realizado Jesucristo en nosotros, no alcanza en cada uno de nosotros su plenitud en la peregrinación de la vida, sino en el descanso en la patria. Ese el fin de nuestra existencia y la plenitud de nuestro ser. Elredo, lleno de gozo, lo describe así: "¡Oh caridad eterna y verdadera, verdadera y amada eternidad, amada y eterna verdad, eterna, verdadera y amada trinidad! Aquí, aquí está el descanso, aquí la paz, aquí la dichosa tranquilidad, aquí la tranquila felicidad, aquí el gozo tranquilo y dichoso.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Hoy nos ha nacido un Salvador


Hoy, en la ciudad de David, nos ha nacido un Salvador: El Mesías, el Señor. La ciudad de que aquí se habla es Belén, a la que debemos acudir corriendo, como lo hicieron los pastores, apenas oído este rumor. Así es como soléis cantar —en el himno de María, la Virgen—: «Cantaron gloria a Dios, corrieron a Belén». Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Ved por qué os dije que debéis amar. Teméis al Señor de los ángeles, pero amadle chiquitín; teméis al Señor de la majestad, pero amadle envuelto en pañales; teméis al que reina en el cielo, pero amadle acostado en un pesebre. Y ¿cuál fue la señal que recibieron los pastores? Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. El es el Salvador, él es el Señor. Pero, ¿qué tiene de extraordinario ser envuelto en pañales y yacer en un establo? ¿No son también los demás niños envueltos en pañales? Entonces, ¿qué clase de señal es ésta? Una señal realmente grande, a condición de que sepamos comprenderla. Y la comprendemos si no nos limitamos a escuchar este mensaje de amor, sino que, además, albergamos en nuestro corazón aquella claridad que apareció junto con los ángeles. Y si el ángel se apareció envuelto en claridad, cuando por primera vez anunció este rumor, fue para enseñarnos que sólo escuchan de verdad, los que acogen en su alma la claridad espiritual.

Podríamos decir muchas cosas sobre esta señal, pero como el tiempo corre, insistiré brevemente en este tema. Belén, «casa del pan», es la santa Iglesia, en la cual se distribuye el cuerpo de Cristo, a saber, el pan verdadero. El pesebre de Belén se ha convertido en el altar de la Iglesia. En él se alimentan los animales de Cristo. De esta mesa se ha escrito: Preparas una mesa ante mí. En este pesebre está Jesús envuelto en pañales. La envoltura de los pañales es la cobertura de los sacramentos. En este pesebre y bajo las especies de pan y vino está el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo. En este sacramento creemos que está el mismo Cristo; pero está envuelto en pañales, es decir, invisible bajo los signos sacramentales. No tenemos señal más grande y más evidente del nacimiento de Cristo como el hecho de que cada día sumimos en el altar santo su cuerpo y su sangre; como el comprobar que a diario se inmola por nosotros, el que por nosotros nació una vez de la Virgen.

Apresurémonos, hermanos, al pesebre del Señor; pero antes y en la medida de lo posible, preparémonos con su gracia para este encuentro de suerte que asociados a los ángeles, con corazón limpio, con una conciencia honrada y con una fe sentida, cantemos al Señor con toda nuestra vida y toda nuestra conducta: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor, a quien sea el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Beato Elredo de Rievaulx
Sermón 1 de la Natividad del Señor (PL 195, 226-227)

viernes, 25 de diciembre de 2015

Hoy nos ha nacido un Salvador


Hoy, en la ciudad de David, nos ha nacido un Salvador: El Mesías, el Señor. La ciudad de que aquí se habla es Belén, a la que debemos acudir corriendo, como lo hicieron los pastores, apenas oído este rumor. Así es como soléis cantar —en el himno de María, la Virgen—: «Cantaron gloria a Dios, corrieron a Belén». Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Ved por qué os dije que debéis amar. Teméis al Señor de los ángeles, pero amadle chiquitín; teméis al Señor de la majestad, pero amadle envuelto en pañales; teméis al que reina en el cielo, pero amadle acostado en un pesebre. Y ¿cuál fue la señal que recibieron los pastores? Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. El es el Salvador, él es el Señor. Pero, ¿qué tiene de extraordinario ser envuelto en pañales y yacer en un establo? ¿No son también los demás niños envueltos en pañales? Entonces, ¿qué clase de señal es ésta? Una señal realmente grande, a condición de que sepamos comprenderla. Y la comprendemos si no nos limitamos a escuchar este mensaje de amor, sino que, además, albergamos en nuestro corazón aquella claridad que apareció junto con los ángeles. Y si el ángel se apareció envuelto en claridad, cuando por primera vez anunció este rumor, fue para enseñarnos que sólo escuchan de verdad, los que acogen en su alma la claridad espiritual.

Podríamos decir muchas cosas sobre esta señal, pero como el tiempo corre, insistiré brevemente en este tema. Belén, «casa del pan», es la santa Iglesia, en la cual se distribuye el cuerpo de Cristo, a saber, el pan verdadero. El pesebre de Belén se ha convertido en el altar de la Iglesia. En él se alimentan los animales de Cristo. De esta mesa se ha escrito: Preparas una mesa ante mí. En este pesebre está Jesús envuelto en pañales. La envoltura de los pañales es la cobertura de los sacramentos. En este pesebre y bajo las especies de pan y vino está el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo. En este sacramento creemos que está el mismo Cristo; pero está envuelto en pañales, es decir, invisible bajo los signos sacramentales. No tenemos señal más grande y más evidente del nacimiento de Cristo como el hecho de que cada día sumimos en el altar santo su cuerpo y su sangre; como el comprobar que a diario se inmola por nosotros, el que por nosotros nació una vez de la Virgen.

Apresurémonos, hermanos, al pesebre del Señor; pero antes y en la medida de lo posible, preparémonos con su gracia para este encuentro de suerte que asociados a los ángeles, con corazón limpio, con una conciencia honrada y con una fe sentida, cantemos al Señor con toda nuestra vida y toda nuestra conducta: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor, a quien sea el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Beato Elredo de Rievaulx
Sermón 1 de la Natividad del Señor (PL 195, 226-227)

sábado, 28 de noviembre de 2015

Speculum Caritatis. Gracia y libertad

30.- Donde hay voluntad, allí hay libertad. Y, como ya hemos dicho, el libre albedrío parece constar de estos dos elementos: de la libertad de la voluntad y de la decisión de la razón.

La voluntad de cualquier parte puede sacar bienes para el hombre, aunque ni en los bienes ni en los males se pierda. Si esto es así, no se puede perder tampoco la libertad, ni la razón, ni la capacidad de juzgar.

¿Qué entonces? ¿Porque Dios es quien obra en nosotros el querer, perderemos por eso el querer? ¿O porque de Dios depende que usemos bien de la razón. acaso no usamos de la misma? ¿O porque nos viene de Dios todo lo que hagamos de bien, no haremos el bien? ¿O porque no somos suficientes para pensar algo por nosotros como de nosotros, pues nuestra suficiencia nos viene de Dios, no habría suficiencia?

Todo esto, aunque es por gracia de Dios que lo hagamos, sin embargo, no lo hacemos sin la voluntad y la razón, y por consiguiente sin libre albedrío.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

martes, 17 de noviembre de 2015

Speculum Caritatis. El libre albedrío

29.- El libre albedrío es una fuerza natural del alma o, si es posible expresado con más claridad, aquello propio del hombre por lo que éste se inclina a algo con ayuda de la la razón; no consiste en la inclinación hacia el bien o hacia el mal, en una u otra cosa, sino en la misma raíz del consentimiento.

Así como son cosas distintas la vista y la visión, puesto que la vista es uno de los cinco sentidos corporales y, en cambio, es la visión el ejercicio de ese sentido, igualmente hemos de decir del consentimiento y de aquello con que se consiente.

El consentimiento es una acción del alma y el libre albedrío es una fuerza natural de aquélla, por la que se inclina, con la ayuda de la razón en ella existente, a elegir lo que la atrae. Mas como el consentimiento se ejerce por la voluntad y el juicio por la razón, estas dos cosas, la razón y la voluntad, constituyen el libre albedrío.

La razón, en cierto modo, propone las cosas buenas o malas, lo justo y lo injusto, e incluso aquellas otras intermedias. Y la voluntad, y sólo ella, ejerce el consentimiento.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

jueves, 5 de noviembre de 2015

Speculum Caritatis. El libre albedrío, entre el deseo y la caridad

28.- Entre la concupiscencia carnal, muy adecuadamente llamada deseo, y aquella otra, propia del espíritu, que no sin razón denominamos caridad, puesto que es espíritu de Dios y no nuestro: La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Entre estas dos, repito, tiene un lugar medio lo que en el hombre se llama libre albedrío, para que el alma, o cualquiera de ellas que se vuelva, lo haga ciertamente por el libre albedrío.

Que nadie, por tanto, se equivoque ni se atreva a suponer en el hombre igual facultad para inclinarse al bien y al mal, ya que no somos capaces de pensar nada como verdaderamente nuestro; es Dios el que obra en nosotros, tanto el querer como el hacer, según su voluntad: y nada depende decisivamente del que quiere ni del que se fatiga, sino sólo de Dios misericordioso.

¿Qué diremos por consiguiente? ,¡Se desprende de todo ello que en el hombre no exista el libre albedrío? Todo lo contrario.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

viernes, 30 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. No hago lo que quiero.

27.- Ciertamente, sólo la parte de nuestra alma que comúnmente llamamos amor y que, por efecto de la nueva infusión de la caridad y de los restos de la vieja concupiscencia, se nos muestra como en lucha contra sí misma a causa del apetito contrario, sólo ésta es capaz de caridad y de concupiscencia.

Por esta razón dijo el Apóstol: No hago lo que quiero. Y también: La carne tiene deseos contrarios a los del espíritu y el espíritu los tiene contrarios a los de la carne, como que son cosas entre sí puestas; por cuyo motivo no hacéis vosotros todo aquello que queréis.

Rectamente se ha de entender que el Apóstol de ningún modo describe dos naturalezas contrarias en el hombre, con los nombres de carne y espíritu, como imaginaron los malvados maniqueos; antes bien, con el nombre de espíritu expresa la renovación del alma, a causa de la infusión de la caridad, pues la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado; y con el vocablo carne indica la miserable servidumbre del alma, a causa del viejo reata, que provoca en el alma un conflicto constante suscitado entre nuestro hombre viejo y el nuevo.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

martes, 27 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. Nuestro amor se eleva hacia las alturas

25.- Es verdad que nuestro amor, inficionado por el veneno de la concupiscencia y atado miserablemente por los tenaces lazos de la voluptuosidad, es llevado por su propio peso de vicio en vicio, siempre de mal en peor. Mas, cuando la caridad interviene y con su propio calor disuelve esta innata tendencia, entonces nuestro amor se eleva hacia las alturas, abandona su vetustez para vestirse de novedad y se adorna con las plateadas alas de la paloma, con las cuales poder volar.. hasta aquel sublime y puro Bien en donde encuentra su origen.

Esto fue lo que con toda claridad dijo san Pablo a los atenienses; pues, disertando sutil y extensamente acerca de Dios y probando con todo rigor por las obras de los filósofos la existencia de un solo Dios, en el que vivimos, nos movemos y somos, dijo entre otras cosas que nosotros somos de su linaje, añadiendo que, por tanto, somos linaje de Dios.

No obstante, nadie piense haber dicho el Apóstol que somos del linaje de Dios de tal modo que pertenezcamos a su misma sustancia o naturaleza. De otra suerte, no podríamos ser ni mudables, ni corruptibles, ni siquiera miserables; es decir, seríamos como su Unigénito, que, nacido de su sustancia, en todo se manifiesta igual al Padre.

Ahora bien, asegura que somos linaje de Dios, o más bien no lo niega, por cuanto el alma racional, creada a imagen de Dios, conoce que puede participar de su sabiduría y felicidad. Así es como la caridad eleva nuestra alma a aquello para lo que fue creada, mientras que la concupiscencia la arrastra hacia lo que ella espontáneamente tiende.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

viernes, 23 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. La caridad renueva la imagen de Dios

24.- Está claro, si no me engaño, que así como el hombre, apartándose del sumo Bien, no por los pasos de los pies, sino por el afecto del corazón, y reconcentrándose sobre sí misma la humana soberbia, corrompió la imagen de Dios que en sí tenía, del mismo modo, la humildad humana, alcanzando a Dios por el afecto del corazón, renueva la imagen de aquel que la creó.

Por eso dice el Apóstol: Renovaos en el espíritu de vuestra mente y revestios del hombre nuevo. Y ¿cómo se hará esta renovación, sino por medio del nuevo precepto de la caridad, del cual dijo el Salvador: Os doy un mandamiento nuevo?

En efecto, revistiéndose el alma de esta caridad perfectamente, sin duda reformaría la memoria y la mente, que, como dijimos, estaban igualmente corrompidas. Con razón, pues, se nos recomienda para nuestra salud el contenido de este único precepto, en que se verifica el despojo del hombre viejo, la renovación de la mente. y la reforma de la imagen divina.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

miércoles, 21 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. Me levantaré e iré a mi Padre

23.- ¿De dónde viniste al huerto? ¿De dónde, sino de la Cruz? Ojalá que yo tome tu cruz y te siga. Pero, ¿cómo te seguiré? Y tú me preguntas cómo me separé de ti.

Creo, Señor, que no lo hice con el movimiento de los pies, sino mediante el afecto del alma. No deseando- que la sustancia del alma se mantuviese contigo, la acerqué a mí y, queriendo poseerme a mí sin ti, te perdí a ti y a mí.

He venido a ser una carga para mí mismo. Me he convertido en lugar de miseria y tinieblas, en paraje horroroso y región de ignorancia y necesidad. Por tanto, me levantaré e iré a mi Padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

lunes, 19 de octubre de 2015

Speculum Caritatis. Toda mi grandeza proviene de tu pequeñez

22.- Maravillosa se ha hecho tu ciencia en mí, se ha fortalecido y no podré con ella. Mientras tanto, Señor Jesús, me abrazaré a ti, como el niño se abraza con el niño, como el enfermo con el enfermo, como un hombre abraza a un hombre; y aún diré más, como un pobre se abraza a otro pobre, puesto que tú también fuiste pobre y te asentaste sobre una asna y sobre su pollino.

Así, pues, te he de abrazar, Señor, porque toda mi grandeza proviene de tu pequeñez, toda mi fortaleza de tu debilidad y toda mi ciencia de tu necedad.

Correré tras el olor de estos ungüentos. No te admires de que llame ungüentos a estas cosas que sanan al enfermo, robustecen al débil y alegran al triste; porque animado por su olor y rociado con su aspersión, estoy dispuesto a seguirte, Señor Jesús.

Te seguiré, Señor, aunque no llegue al monte de los aromas donde te encuentra tu esposa, ni al huerto en donde fue sembrada tu carne. Aquí, efectivamente, saltas de gozo, aquí duermes. Aquí, Señor, aquí duermes, aquí descansas, y aquí celebras el sábado de dulzura. Contigo sepultaste mi carne, para que yo, que vivo en carne, no viva en mí, sino en ti, que te entregaste a ti mismo por mí.

Escóndase contigo también, Señor, la mirra del pudor, para que no reine ya más el pecado sobre mi cuerpo mortal, ni haga como el jumento que se corrompe en su propio estiércol.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

martes, 21 de julio de 2015

Speculum Caritatis. Conviértete al Señor

21.- Ahora te preguntaré si quieres poseer tú el ser y el saber. Supuesto que sí, junta estas tres cosas: ser, saber y querer. Vuélvete, oh rebelde, hacia tu corazón, y considera cuál sea la unidad y la igualdad de estas tres cosas; y cuando hubieses hallado que existen en ti, pero no son por ti, entonces piensa en la eterna esencia, en la eterna sabiduría y en la eterna voluntad de la eterna sabiduría y esencia, y no digas en tu corazón: No hay Dios, sino, más bien, reflexionando, conviértete al Señor con todos los confines de la tierra.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

viernes, 3 de julio de 2015

Speculum Caritatis. Esta sabiduría verdadera es la que se inyectaba a las almas santas para que pudieran ser sabias

19.- Si me objetas que un ángel puede hacerse sabio, te preguntaré de dónde le ha de venir a éste el ser sabio; y si es que él a sí mismo se hizo tal, volvemos a caer en el mismo conflicto. Réstanos, por consiguiente, que la sabiduría haga sabios a los demás, pero no pueda ser hecha.

La sabiduría jamás puede perder el juicio, ya que nunca puede tornarse en necedad; como la muerte nunca puede ser vida, aunque sí lo sea para nosotros la muerte de Cristo. Igual que la luz jamás podrá ser tinieblas, por más que en otro tiempo nosotros sí lo fuimos; ahora, sin embargo, somos luz en el Señor. Juan no era la luz, sino que había de dar testimonio acerca de ella. Existía la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Esta sabiduría verdadera es la que se inyectaba a las almas santas para que pudieran ser sabias. ¿Te parece, oh necio, que todo esto es poco?

20.- De nuevo pregunto: ¿Sabes que existes? Me dirás que nadie puede ignorar semejante verdad. Pero has de saber que ni el filósofo de profesión posee sobre esto certeza absoluta. ¿Has existido tú siempre? Si no ha sido así, sin duda de algún sitio habrás tomado lo necesario para poder existir. ¿Te hiciste a ti mismo? Grande obra es hacer esto, no siendo tú nada. ¿De dónde, pues, te ha venido a ti el existir? Quizá lo has recibido de otro hombre, que acaso lo recibió a su vez de un ángel. Pero, el ángel, ¿de dónde? Debemos, por tanto, afirmar que la esencia de la que todas las cosas reciben el ser no ha sido hecha, como tampoco la sabiduría, de la que los demás seres reciben el poder saber.

Guárdate para ti el saber de esta o de otra forma, y el ser de talo de cual manera. Háblete en el corazón el que tiene en sí el ser, que es el mismo saber, y ya no digas en tu corazón: "No hay Dios." Viéndote plenamente en él, en cuanto que tienes ser, no puedes decir en tu corazón que Dios no exista, a no ser que tú también seas Dios

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

jueves, 25 de junio de 2015

Speculum Caritatis. El necio se hace sabio a sí mismo.

18.- Me dices: Así no la encuentro, sino que a mí mismo me hago sabio, a fuerza de meditar y ejercitarme. ¿Acaso, pues, engendras tú a tu sabiduría y te haces sabio? Afirmas que es posible. Yo te había presentado el caso del necio, y he aquí que tú te has hecho sabio hasta el punto de poder considerarte suficiente para hacer la sabiduría.

Esto de hacerse uno a sí mismo sabio, ¿no te parece que no es poco saber? Pero si alguien dijese que el necio puede hacerse sabio a sí mismo, sin duda hará reír a todo el que lo oiga, porque, ¿de dónde puede venirle la sabiduría al idiota? ¿Acaso de otro hombre sabio? Y a este sabio, ¿de dónde le vino? ¿Acaso de sí mismo? Y antes de ser sabio, sin duda era un necio. Así de nuevo caemos en el antedicho abuso, que el necio se hace sabio a sí mismo. 

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

miércoles, 17 de junio de 2015

Speculum Caritatis. Disputa contra el necio, que dice en su corazón: No hay Dios

17.- Dime, te ruego, cualquiera que seas, y tan necio como para afirmar en tu corazón: No hay Dios, ¿crees que existe algún sabio? Quizás tú mismo. Sea así; pero, ¿eres tan sabio que no puedes hacerte necio o, si eres necio, lo eres hasta tal extremo, que no puedas llegar a ser sabio? Si rechazas esta alternativa, habré de decir, no que has perdido el juicio, sino más bien que careces de vida. Por consiguiente, si has perdido el juicio, ¿crees desaparecida la sabiduría? Pero, por otra parte, tú puedes hacerte sabio; de donde te ruego que me digas: ¿con qué sabiduría? Existirá, por tanto, la sabiduría, aun habiendo perdido tú el juicio. La habrá, dices, pero en el hombre sabio. Mas ¿existe algún hombre que no pueda perder el juicio? Así, pues, si todos los hombres pueden perder el juicio, sin embargo existirá la sabiduría, pues de otra forma no podrían comenzar de nuevo a saber.

Tú dices que la sabiduría quedó en los ángeles; ahora bien, por naturaleza, al menos, también los ángeles pueden perder el juicio, como lo confirma aquella ingente multitud de ángeles necios, los que, en verdad, tuvieron la misma naturaleza que los demás ángeles, aunque no la misma gracia.

Si ninguna naturaleza de por sí es sabia, el juicio necesariamente le ha de venir de la sabiduría. ¿De dónde, pues, ha de venirle al necio para que nuevamente sepa? Cierto que para poder ser sabio es la sabiduría la que ha de ser hallada por el necio, ya que de lo que no existe nada puede encontrarse si no empieza a existir.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

martes, 2 de junio de 2015

Speculum Caritatis. Me abrazaré a ti, a ti crucificado.

16.- Mientras esto llega, te suplico, oh Señor Jesús, que se cubra de plumas, sí, se cubra de plumas mi alma en el nido de tu Ley y repose en los agujeros de la peña, anidando en las piedras del roquedal, en las concavidades de la muralla. Me abrazaré a ti, a ti crucificado; beberé de tu dulcísima sangre; ocuparé mi memoria con tu. suavísima meditación, a fin de que el olvido no la oscurezca enteramente y no sepa de otra cosa más que de Cristo, y éste crucificado, para que el vano error no desvíe mi conocimiento de la solidez de la fe, y ésta reclame para sí tu maravilloso amor, no siendo así absorbido mi corazón por la mundana concupiscencia.

Pero, ¿sólo para mí debo desear esto? Que se cumpla, Señor, te lo suplico, que se cumpla aquel dicho profético: Se acordarán y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra. Se acordarán, dijo; por consiguiente, interpretó que estaba escondida, mas no totalmente olvidada en el alma racional la memoria de Dios; y así advertirás que no fue una nueva grabación, sino simple reparación de aquella antigua. Pues, de no tener naturalmente de algún modo la razón humana una cierta reminiscencia de Dios, creo que el necio no sería capaz de poder exclamar en su corazón: No hay Dios.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad