miércoles, 31 de julio de 2013

Abad García Jiménez de Cisneros


En la vida de san Ignacio de Loyola, cuya memoria hoy celebramos, existe una importante conexión con el mundo benedictino, a través del monasterio de Montserrat, y de su célebre abad García Jiménez de Cisneros. Nacido en la localidad palentina de Cisneros, en torno al año 1455, ingresó a los veinte años en el Monasterio de San Benito el Real de Valladolid, llegando a ser su subprior. En 1493, en el marco de la unión de los reinos de Castilla y Aragón en los Reyes Católicos, fue enviado al Monasterio de Montserrat, para impulsar la reforma benedictina vallisoletana, el año 1493. Primero ocupó e cargo de prior, y luego el de Abad, hasta su muerte el año 1510.

El año 1500 escribió una obra espiritual, llamada a tener una fructífera influencia. el Ejercitatorio Espiritual. Se trata de una típica obra de la devotio moderna, es decir, un método de oración introspectiva, que busca la unión con dios a través de la meditación y de la presencia de Dios. El alma hay que ejercitarlo, hay que trabajar interiormente para lograr el ideal de la unión con Dios.


Esta obra tuvo una gran influencia sobre Ignacio de Loyola, cuando años después visitó el Monasterio y habitó en la Cueva de Manresa, preparando lo que serían sus futuros Ejercicios Espirituales. En cualquier caso, de justicia es recordar a este gran abad montserratino, cuya influencia espiritual llegó a ser tan importante.

martes, 30 de julio de 2013

Doroteo de Gaza: Sobrellevarse

57. Sucedió que un hermano me persiguió insultándome desde la enfermería hasta la capilla. Yo, que iba delante de él, no dije una sola palabra. Cuando el abad se enteró (no sé por medio de quién) quiso castigarlo. Entonces yo me postré a sus pies suplicándole: "No, por el Señor. Fue mi culpa. ¿En qué fue culpable ese hermano?" Otro hermano, ya sea para probarme o por necedad, Dios lo sabe, durante cierto tiempo orinaba todas las noches cerca de mi cabecera, y entonces mi cama quedaba mojada. Otros hermanos venían todos los días a sacudir su colcha delante de la puerta de mi celda. Yo veía cómo las chinches se metían en el cuarto sin poder matarlas por la cantidad que había a causa del calor. Al irme a acostar se me venían todas encima. Me dormía a causa de mi cansancio extremo, pero por la mañana encontraba mi cuerpo todo picado. Sin embargo nunca dije a esos hermanos: "¡No hagan eso!, o ¿Por qué hacen eso?". Mi conciencia me atestigua que nunca dije una palabra que pudiera herir o afligir a alguien.

Aprendan también ustedes a llevar los fardos los unos de los otros (Ga 6, 2). Aprendan a respetarse mutuamente. Y si uno llega a oír una palabra desagradable de un hermano, o si le toca cargar con algo contra su gusto, no se descorazone ni se irrite enseguida. No reaccionen en el combate o frente a una ocasión provechosa con un corazón relajado, descuidado, sin fuerzas e incapaces de soportar el menor golpe, como si fuesen un melón al que la más pequeña piedra puede dañar y pudrir. Tengan un corazón firme, tengan paciencia y hagan que su mutua caridad supere todas las contrariedades.

lunes, 29 de julio de 2013

La hospitalidad monástica


A todos los huéspedes que vienen al monasterio se les recibe como a Cristo, porque él dirá: fui forastero y me hospedasteis. A todos les darán el trato adecuado, sobre todo a los hermanos en la fe y a los extranjeros. Cuando se anuncie la llegada de un huésped acudan a su encuentro el superior y los hermanos con las mayores muestras de caridad. Primero orarán juntos, y así se hermanarán en la paz. Se darán el beso de paz después de haber orado, para evitar malas ilusiones. Muestren la mayor humildad al saludar a todos los huéspedes que llegan o se van: con la cabeza inclinada o postrando todo el cuerpo en tierra, adorando a Cristo en ellos, pues a él se le recibe.

Con estas palabras comienza el capítulo 53 de la Regla de San Benito, a propósito de los huéspedes que llegan al Monasterio. En la tradición monástica cristiana, éste es un aspecto fundamental. De ahí que se haya escogido el día de los santos hospederos del Señor, Lázaro, Marta y María, que hoy conmemoramos, como un día especialmente dedicado a considerar esta forma práctica de la caridad.


La hospitalidad monástica constituye en nuestro tiempo una oportunidad excepcional para la evangelización. Muchas personas, de las más diversas procedencias geográficas y espirituales, buscan en los monasterio remansos de paz. Por eso, los monjes no deben dejar pasar esta oportunidad de anunciar el Evangelio del Señor, agasajando en los huéspedes al mismo Cristo.

Marta y María acogieron a Jesús en su casa; tuvieron la suerte de convivir familiarmente con él; es más, Jesús mostró todo su cariño hacia esta familia, cuando Lázaro murió. La acogida de Betania es el modelo para los monjes de cómo han de acoger en el huésped al mismo Cristo. San Agustín hace el siguiente comentario:


El Señor fue recibido en calidad de huésped, él, que vino a su casa, y los suyos no lo recibieron; pero a cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, adoptando a los siervos y convirtiéndolos en hermanos, redimiendo a los cautivos y convirtiéndolos en coherederos. Pero que nadie de vosotros diga: «Dichosos los que pudieron hospedar al Señor en su propia casa». No te sepa mal, no te quejes por haber nacido en un tiempo en que ya no puedes ver al Señor en carne y hueso; esto no te priva de aquel honor, ya que el mismo Señor afirma: Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.

Por lo demás, tú, Marta —dicho sea con tu venia, y bendita seas por tus buenos servicios—, buscas el descanso como recompensa de tu trabajo. Ahora estás ocupada en los mil detalles de tu servicio, quieres alimentar unos cuerpos que son mortales, aunque ciertamente son de santos; pero ¿por ventura, cuando llegues a la patria celestial, hallarás peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz, muertos a quienes enterrar?

Todo esto allí ya no existirá; allí sólo habrá lo que María ha elegido: allí seremos nosotros alimentados, no tendremos que alimentar a los demás. Por esto, allí alcanzará su plenitud y perfección lo que aquí ha elegido María, la que recogía las migajas de la mesa opulenta de la palabra del Señor. ¿Quieres saber lo que allí ocurrirá? Dice el mismo Señor, refiriéndose a sus siervos: Os aseguro que los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

domingo, 28 de julio de 2013

Doroteo de Gaza: el temor de Dios

52.- Los Padres han dicho que el hombre adquiere el temor de Dios por el recuerdo de la muerte y de los castigos; al examinar cada tarde cómo pasó el día y cada mañana cómo ha pasado la noche; guardándose de la ligereza de espíritu y uniéndose a un hombre temeroso de Dios.

En efecto, se cuenta que un hermano preguntó a un anciano: "Padre, ¿qué debo hacer para temer a Dios?", a lo que el anciano respondió: "Ve, únete a un hombre temeroso de Dios, y por lo mismo que le teme, te enseñar a ti el temor de Dios".

Por el contrario, alejamos de nosotros el temor de Dios si hacemos lo opuesto a todo eso: Si no pensamos en la muerte ni en los castigos, si no nos vigilamos a nosotros mismos, si no examinamos nuestra conducta, viviendo de cualquier manera y juntándonos con cualquier persona. Pero sobre todo, cuando nos entregamos a la ligereza de espíritu, que es lo peor de todo y la ruina segura.

sábado, 27 de julio de 2013

San Agustín. La Resurrección de los muertos


Porque igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Entiendan los que oyen, crean para que entiendan, obedezcan para que vivan. Escuchen todavía otro texto, para que no piensen que aquí se acaba la resurrección. Y le ha dado potestad para juzgar. ¿Quién? El Padre. ¿A quién se lo dio? Al Hijo. Pues al que le dio poder disponer de la vida, le dio asimismo potestad para juzgar. Porque es el Hijo del hombre. Cristo, en efecto, es Hijo de Dios e Hijo del hombre. En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Mira cómo le dio poder disponer de la vida. Pero como la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, hecho hombre de María Virgen, es Hijo del hombre. ¿Y qué es lo que recibió por ser Hijo del hombre? Potestad para juzgar. ¿En qué juicio? En el juicio final; entonces tendrá lugar la resurrección de los muertos, pero sólo de los cuerpos, pues las almas las resucita Dios por medio de Cristo, Hijo de Dios. Los cuerpos los resucita Dios, por el mismo Cristo, Hijo del hombre. Le ha dado potestad. No tendría esta potestad de no haberla recibido, y sería un hombre sin potestad. Pero el Hijo del hombre es al mismo tiempo Hijo de Dios.

viernes, 26 de julio de 2013

Monasterio de Santa Ana del Monte. Jumilla.


Hemos rescatado del archivo de televisión Española, un reportaje de los años setenta, con una visión de la época del Monasterio de Santa Ana del Monte, en Jumilla. en la actualidad, dicho monasterio está habitado por una fraternidad franciscana. Su actual carisma es descrita por elos mimos en su Web, con estas palabras. 

En la actualidad, los religiosos que moran aquí alternan la vida contemplativa de oración, rezo de la Liturgia de las Horas, adoración del Santísima y alabanzas a María con el trabajo manual ejercitado en el huerto, en la cocina y en la limpieza del convento. Esta vida de oración y trabajo va estrechamente ligada a la acción pastoral, impartiendo clases en el Instituto Teológico de Murcia (PP. José María Roncero, Francisco Oliver y Pedro Ruiz Verdú), dando ejercicios espirituales a las religiosas de vida contemplativa de las Federaciones de Clarisas y Concepcionistas de la Provincia de Cartagena, asistiendo a la Orden Franciscana Seglar de Jumilla y Cieza. De igual modo, atienden espiritualmente a los numerosos jóvenes cristianos, sacerdotes y religiosos que se acercan al convento a pasar unos días de retiro y oración. Diríamos que fruto de esa presencia franciscana en Jumilla han seguido a San Francisco, en su primera orden, religiosos de extraordinaria calidad humana y cristiana, como el P. Pedro Lozano, gran predicador y promotor de la espiritualidad mariana en la advocación de la Inmaculada Concepción, también Fr. Pedro Abellán, y el P. José María Bustamante. Aunque no son de Jumilla, la mayoría de su vida la han pasado en este convento religiosos tan beneméritos como Fr. Cándido Albert y Fr. Bernardo Calabuig, ambos fallecidos, constituyendo la más genuina expresión del significado de la vida franciscana de Santa Ana en los últimos años. Su vida de unión con Dios, su trabajo en el huerto como limosneros, su vida fraterna y su servicio a todo el mundo, significan para los franciscanos de la Provincia de Cartagena como para las gentes que rodean Santa Ana el más vivo ejemplo de lo que es un franciscano menor y un cristiano auténtico. Para conocer su Museo conventual y el arte que esconde este complejo conventual e iglesia, véanse las guías que se han editado bajo la dirección de los PP. Dimas Mateos y Jerónimo García.

jueves, 25 de julio de 2013

La Orden de Santiago. Monasterio de Uclés.


En la Solemnidad del Apóstol Santiago, no podemos dejar de hablar de una institución que todavía hoy pervive en su rama femenina. la Orden de Santiago.

Su hay que atribuírsela al rey Alfonso VIII de Castilla, con la aprobación del papa Alejandro III mediante una bula otorgada el 5 de julio de 1175 en Ferentino, cerca de Roma. En dicha bula aprobaron sus constituciones y la hizo exenta. Sus privilegios fueron confirmados y ampliados más adelante por los papas Lucio III, Urbano III e Inocencio III, por medio de diferentes bulas que arreglaron igualmente el estado de los caballeros y el de los religiosos. A partir de este momento se les conoció con el nombre de Caballeros de Santiago.

Como efecto de su doble acto fundacional -institución real en su rama militar y aprobación pontificia en su rama religiosa- la Orden quedó constituida, como una Militia Christi, con vocación tanto religiosa como militar, cuya misión era el «servicio de Dios, el ensalzamiento y defensa de la Christiana religion, y Fee catholica y la defensa de la Republica Christiana».

A diferencia de las contemporáneas órdenes de Calatrava y Alcántara, que siguieron la dura Regla de los benedictinos de la Abadía de Cîteaux, la Orden de Santiago aprobó la Regla más suave de los canónigos agustinos. De hecho, en León han ofrecido sus servicios a los canónigos regulares de San Eloy en esa ciudad para la protección de los peregrinos a Santiago y los hospicios de los caminos que conducen a Compostela. Esto explica el carácter mixto de su Orden, que es hospitalaria y militar, como la Orden de Malta.

Los caballeros de la Orden fueron reconocidos como religiosos por Alejandro III, cuya bula de 5 de julio de 1175 fue confirmada posteriormente por más de veinte de sus sucesores. Estos actos pontificios, recogidos en el Bullarium de la Orden, garantizaban todos los privilegios y exenciones de otras órdenes monásticas. La Orden estaba compuesta por varias clases de afiliados: canónigos, encargados de la administración de los sacramentos; comendadoras, ocupadas del servicio de los peregrinos; caballeros religiosos, que viven en comunidad; y caballeros casados.

Los caballeros de la Orden de Santiago aceptaron los votos de pobreza y obediencia. Sin embargo, al organizarse por la regla de los agustinos, sus miembros no estaban obligados a hacer voto de castidad y pudieron contraer matrimonio (casados estaban algunos de sus fundadores); sólo prometían la castidad total antes del matrimonio o acabado éste, y la castidad y fidelidad conyugal mientras permanecieran casados. La bula del papa Alejandro III recomendaba el celibato.

El derecho a contraer matrimonio, que otras órdenes militares sólo obtuvieron al final de la Edad Media, se les concedió desde el principio, con determinadas condiciones (como la autorización del rey), la obligación de observar la continencia durante el Adviento, la Cuaresma y en determinadas festividades del año. Los caballeros santiaguistas, con licencia del maestre, podían contraer matrimonio y vivir con sus esposas e hijos en los conventos de la Orden. La Orden de Santiago fundó conventos femeninos de comendadoras, apelativo utilizado para designar a las monjas. La presencia femenina en la Orden es mayor que en otras órdenes de la época. Aquí, las mujeres asumieron la función educar a las hijas de los caballeros, aunque hubo algunas mujeres que estuvieron al frente de una encomienda.

El Monasterio de Uclés fue cabeza de la Orden y una de sus casas principales. Hoy se conserva el Monasterio de las Comendadoras, en el centro de Madrid. En el siguiente video, visitaremos el Monasterio de Uclés.

miércoles, 24 de julio de 2013

Monasterios medievales


Las peregrinaciones a la tumba del Apóstol Santiago vivieron su máximo esplendor coincidiendo con la floración del monacato benedictino cluniacense. Ambos fenómenos están intensamente relaciones. De hecho, la imagen que ha prevalecido en occidente del monacato, es la típica de aquella época medieval. El video que les proponemos es una breve ficción de cómo podía ser su vida. Puede ayudarnos a comprender el espíritu de aquella época.

martes, 23 de julio de 2013

La Orden de Santa Brígida


La Orden que fundó santa Brígida en la Edad Media se divide hoy en varias ramas. Por una parte está la rama monástica medieval. La constituyen los monasterios que sobrevivieron a las calamidades de la reforma protestante, la guerra de los Treinta Años, la Revolución Francesa y las desamortizaciones del XIX. Son autónomos, sin vinculación jurídica común. Ya no son dobles sino sólo de mujeres, desde la muerte del último Brigidino en 1863. Las abadías son: Santa María del Refugio en Uden (Holanda), Abadía de Syon (Reino Unido), Altomünster (Alemania) y Santa María de la Paz de Vadstena (Suecia).


En segundo lugar tenemos la rama monástica española. En el siglo XVII es aprobada una rama española de la Orden (exclusivamente femenina) por el Papa Urbano VIII. Su origen está en la Venerable Madre María de Escobar. La Madre recibió una serie de revelaciones que la inspiraron a fundar esta nueva rama de espíritu reformado. La primera fundación fue el monasterio de Valladolid (1637). Actualmente la Orden presenta una estructura de monasterios federados y se encuentra presente en España (Valladolid, Lasarte, Paredes de Nava y Azcoitia), México, Venezuela y Perú.


Junto a estas antiguas ramas, tenemos la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida, nacida en 1911 de mano de la Beata Elisabeth Hesselblad (1870-1957). Mientras se encontraba en los Estados Unidos trabajando como enfermera, fue iluminada por el Espíritu para convertirse a la fe católica. Ella era luterana y después de luchas internas y oposición de la familia, en 1902 fue admitida en la Santa Iglesia Católica. En 1904, bastante enferma y sin esperanzas de curación, acude a Roma y postrada ante los pies de San Pío X le presenta sus deseos de hacerse con la casa de Piazza Farnese donde había vivido y muerto Santa Brígida. En aquella época era un convento de Carmelitas polacas. En 1906 profesa los votos en esta Santa Casa, y tras visitar los monasterios de Brígidas existentes, comienza en 1911 la nueva fundación. Su deseo - que sentía como un mandato del Señor– era dar nueva vida al carisma brigidino, volviendo a los orígenes pero adaptado a los tiempos nuevos. Ya no sería una orden contemplativa, sino proyectada al apostolado. Las religiosas Brigidinas viven intensamente los valores de la vida consagrada, con la escucha, la contemplación, la Adoración Eucarística, la interiorización de la Palabra de Dios, la solemne celebración de la Liturgia de las Horas y la actividad apostólica. Las Brigidinas regentan también varias casas de hospitalidad cuya finalidad primaria es el servicio ecuménico como un ejercicio de exquisita caridad, calor humano y espiritual, para todos aquellos que, quizás ricos en bienes materiales, viven en una profunda pobreza interior y están a la búsqueda de nuevos horizontes.


Por último, hay que citar a la rama contemplativa masculina. Los monjes Brigidinos habían desaparecido a raíz de las vicisitudes históricas en 1863. Pero en 1976, el Hermano Benedict Kirby restaura la rama masculina en la diócesis de Portland (Oregón, EEUU). Se trata de un instituto contemplativo que siguiendo el modelo primitivo del monacato, no ordena de manera ordinaria a sus miembros. La vida comunitaria está centrada entorno a la Divina Liturgia: Santa Misa (los viernes en Latín) y el Oficio Divino solemne. Como hijos de Santa Brígida, la devoción a la Santísima Virgen, la fidelidad al Papa y la oración por las almas del purgatorio y la unidad de los cristianos, son esenciales en sus vidas. Los monjes se sustentan a través de la producción de dulces y productos monásticos.

lunes, 22 de julio de 2013

Las Hermanas de Belén

Según la tradición medieval, santa María Magdalena se habría dedicado en la Galia a la oración y a la penitencia, como una precursora de la vida eremítica que posteriormente habría de desarrollarse en Egipto y Siria. Esta más que dudosa tradición (desmentida por testimonios más primitivos tanto orientales como occidentales, que la sitúan en Éfeso junto a la Virgen María y a san Juan), no nos hace olvidar la existencia de mujeres que han consagrado su existencia a la oración y a la penitencia. Una de las nuevas formas de esta vida monástica es la que nació con ocasión de la promulgación del dogma de la Asunción de la Virgen, el año 1950: la Familia Monástica de Belén, de la Asunción de la Virgen y de san Bruno. En realidad, es tanto para hombres como para mujeres, aunque predominan estas segundas. Han conseguido un hermoso equilibrio entre tradición occidental y oriental, entre monacato tradicional y moderno, entre vida comunitaria y vida solitaria. La belleza es una característica palpable en todas sus casas y obras. Uno de estos ejemplos, es el video que les vamos a mostrar, con imágenes de su vida y canto litúrgico de su propia tradición.

domingo, 21 de julio de 2013

La mejor parte


Felices los que comprenden esto y perseveran en la paz sin imponerse toda clase de trabajos, cambiando su servicio corporal por la obra de la oración cuando son capaces de ello. Aquel que es incapaz de soportar la soledad sin recurrir al servicio, deberá, con justicia, recurrir a él. Pero que ese servicio lo realice como si fuera una ayuda, como si no se tratara de un mandato esencial, sin excesiva preocupación. Esto para los débiles. Evagrio ha dicho que el trabajo manual es un obstáculo para el recuerdo de Dios...

Cuando Dios abra tu intelecto desde adentro y tú te dediques a genuflexiones repetidas, no dejes que ningún pensamiento se apodere de ti, por temor a que los demonios te convenzan secretamente de ponerlo en práctica; luego considera y admira lo que nace de ti de tales cosas.

Guárdate de hacer comparaciones entre las prácticas morales de la vida activa y tus postraciones de día y de noche con la cara contra la tierra delante de la cruz y las manos en la espalda. Si deseas que tu fervor no se debilite jamás, que tus lágrimas no se agoten, practica esto... y serás semejante a un paraíso florecido y a una fuente inagotable.

Considera ahora las numerosas pruebas de la gracia que la Providencia nos otorga. A veces un hombre está arrodillado en oración, las manos extendidas, alzadas hacia el cielo, el rostro vuelto hacia la cruz, el sentimiento y el intelecto enteramente volcados hacia Dios y la súplica. Mientras está absorto en esas súplicas y esos esfuerzos, bruscamente, una fuente de delicias se abre en su corazón, sus miembros se relajan, sus ojos se enturbian, su rostro se inclina hacia la tierra, sus mismas rodillas no son capaces de asentarse sobre el suelo a causa de la alegría y la exaltación que la gracia extiende en su cuerpo.

La Filocala

sábado, 20 de julio de 2013

El Monasterio Camaldulense de Pažaislis en Lituania.


Hoy visitaremos lo que fue un importante monasterio camaldulense en un país católico en el corazón del Báltico. El Monasterio se llama Pažaislis, y el país es Lituania. Fue el mayor monasterio de Lituania, y constituye un magnífico ejemplo del barroco italiano en este país, que formó junto a Polonia un gran reino católico, hasta el siglo XVIII.

El Monasterio fue fundado en 1662 por el Gran Duque de Lituania Krzysztof Zygmunt para la orden de los camaldulenses. La construcción estuvo detenida entre 1674, hasta que se reanudó en 1712. La iglesia fue diseñada por los arquitectos Pietro Puttini, Carlo y Giovanni Battista Frediani.

En 1832, fue cerrado el monasterio por las autoridades rusas, que lo entregaron a la Iglesia Ortodosa. En 1870 fue enterrado allí el autor del himno imperial ruso (Dios salve al Zar), Alexei Lvov. Después de 1920, tras haber sufrido daños en la Primera Guerra Mundial y Revolución rusa, el monasterio fue devuelto a la Iglesia Católica, ocupándolo las Hermanas del Convento de San Casimiro. Sin embargo, la invasión soviética durante la Segunda Guerra Mundial provocó que las nuevas autoridades lo convirtieran en un hospital psiquiátrico y, posteriormente, en una galería de arte.

Al finalizar el dominio comunista, el monasterio fue devuelto a las Hermanas de San Casimiro, comenzándose desde 1990 la restauración del complejo monástico.

Esta atormentada historia tiene al fondo una fundación monástica benedictina, de gran importancia en este país tradicionalmente católico, que tanto ha tenido que sufrir con el devenir de los distintos acontecimientos históricos.

viernes, 19 de julio de 2013

Dominicas de Argentina

El siguiente reportaje de la Orden de los Predicadores (dominicos), nos permite conocer la vida contemplativa de tres monasterio argentinos: los de la Inmaculada del Valle (Catamarca), Santa Catalina de siena de buenos Aires, y el de Nuestra Señora del Rosario de Mendoza. El testimonio de estas hermanas es verdaderamente hermoso, y merece la pena dedicarle unos minutos. Que el Señor las bendiga.

jueves, 18 de julio de 2013

San Bernardo. Cristo es nuestro descanso

Acercaos a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os daré respiro, dice el Señor. Cargad con mi yugo, y hallaréis reposo para vuestras almas, porque mi yugo es llevadero y mi carga es ligera. A los cansados los invita al descanso y a los abrumados los llama al sosiego. Pero todavía no nos quita la carga o el trabajo; lo cambia por otra carga y otro trabajo más llevadero y más ligero; en ellos se encuentra descanso y alivio, aunque no tan manifiestos. Gran carga es el pecado, que yace bajo una tapadera de plomo. Bajo este fardo gemía uno que decía así: Mis culpas sobrepasan mi cabeza son un peso superior a mis fuerzas.

Entonces, ¿cuál es la carga de Cristo, su carga ligera? A mi encender, la carga de sus beneficios. Carga ligera, mas para el que la sienta y la experimente. Porque, si no la encuentras, mirándolo bien, será pesadísima y peligrosa. El hombre es un animal de carga toda su vida mortal. Si aún lleva sobre sí sus pecados, la carga es pesada; si ya le han descargado de sus pecados, es menos pesada; pero, si es una persona cabal, comprobará que este alivio del que hablamos es una carga no menor. Dios nos carga cuando nos alivia; nos carga con sus beneficios cuando nos aligera del pecado. Dice el agobiado: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Dice el sobrecargado: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Dice el abrumado: Yo siempre temí a Dios, considerando su enojo como olas hinchadas contra mí. Siempre temí, dice; lo mismo antes que después de ser perdonado de mis pecados. Dichoso el hombre que siempre persevera en el temor, pero no se angustia con la menor inquietud tanto si se siente abrumado por los beneficios como por los  pecados.

San Bernardo
Sermón 15 sobre el salmo Qui habitat

miércoles, 17 de julio de 2013

Carmelitas mártires de Compiegne


Ayer, con motivo de la fiesta de la Virgen del Carmen, escuchábamos el testimonio de las carmelitas de Valladolid. Hoy vamos a recordar a otras carmelitas, que también tal día como hoy, dieron testimonio de su fe, pero con su vida.

Muchos de los lugares santos cristianos no han sido sino lugares públicos, en los que los confesores de Cristo han dado testimonio de su fe con su heroico martirio. Tal es e caso de las monjas carmelitas mártires de Compiegne, que hoy recordamos. Hicieron de la plaza pública, del horror de la guillotina y del odio del populacho el escenario de su humilde y heroica confesión de fe.

Geoges Bernanos nos dejó un relato magnífico de su martirio en su obra Diálogo de Carmelitas, que fue llevada con gran acierto al cine, película de la cual podemos ver a continuación el final.


Hacía siglo y medio que las carmelitas descalzas de Amiens habían fundado en Compiègne, una ciudad de Oise. La fundación data de 1641, cuando hacía 37 años que había llegado a Francia para iniciar la reforma la Beata Ana de San Bartolomé con Ana de Jesús y otras cuatro monjas españolas.

Al estallar la revolución (1789), las monjas rehusaron despojarse de su hábito carmelita, y cuando los disturbios fueron aumentando, entre junio y septiembre de 1792, siguiendo una inspiración que tuvo la priora Beata Teresa de San Agustín, todas se ofrecieron al Señor en holocausto para aplacar la cólera de Dios y para que la paz divina, traída al mundo por su amado Hijo, fuese devuelta a la Iglesia y al Estado. El acto de consagración, emitido incluso por dos religiosas ancianas que al principio se habían asustado ante el solo pensamiento de la guillotina, se convirtió en ofrecimiento diario hasta el día del martirio, dos años después.

La Asamblea Nacional Constituyente había hecho público un decreto por el que se exigía que los religiosos fueran considerados como funcionarios del Estado. Deberían prestar juramento a la Constitución y sus bienes serían confiscados. Era el año 1790. Miembros del Directorio del distrito de Compiègne, cumpliendo órdenes, se presentaron el 4 de agosto de aquel año en el monasterio a hacer inventario de las posesiones de la comunidad. Las monjas tuvieron que dejar sus hábitos y abandonar su casa. Cinco días después, obedeciendo los consejos de las autoridades, firmaron el juramento de Libertad-Igualdad. Los religiosos que se negaban a firmarlo eran deportados.

Después fueron separadas. Hicieron cuatro grupos y vivían en distintos domicilios, pero continuaron practicando la oración y entregándose a la penitencia como antes.

La regularidad y el orden de su vida, que reproducía todo lo posible en tales circunstancias la vida y horario conventuales, fueron notados por los jacobinos de la ciudad. En ello encontraron motivo suficiente para denunciarlas al Comité de Salud Pública, cosa que hicieron sin pérdida de tiempo.

El régimen del terror estaba oficialmente establecido en Francia y había llegado en aquellos momentos al más alto nivel imaginable. El rey había sido ejecutado y el Tribunal Revolucionario trabajaba sin descanso enviando cientos de ciudadanos sospechosos a la muerte.

La denuncia de las carmelitas decía que, pese a la prohibición, seguían viviendo en comunidad, que celebraban reuniones sospechosas y mantenían correspondencia criminal con fanáticos de París.

Convenía presentar pruebas, y con ese objeto se efectuó un minucioso registro en los domicilios de los cuatro grupos. El Comité encontró diversos objetos que fueron considerados de gran interés y altamente comprometedores. A saber: cartas de sacerdotes en las que se trataba bien de novenas, de escapularios, bien de dirección espiritual. También se halló un retrato de Luis XVI e imágenes del Sagrado Corazón. Todo ello era suficiente para demostrar la culpabilidad de las monjas. El Comité, pues, redactó un informe en el que explicaba cómo, “considerando que las ciudadanas religiosas, burlando las leyes, vivían en comunidad”, que su correspondencia era testimonio de que tramaban en secreto el restablecimiento de la Monarquía y la desaparición de la República, las mandaba detener y encerrar en prisión.

El 22 de junio de 1794 eran recluidas en el monasterio de la Visitación, que se había convertido en cárcel. Allí esperaron la decisión final que sobre su suerte tomaría el Comité de Salud Pública asesorado por el Comité local. Entonces acordaron retractarse del juramento prestado antes, “prefiriendo mil veces la muerte mejor que ser culpables de un juramento así”. Esta resolución las llenó de serenidad. Cada día aumentaba el peligro, pero ellas se sentían más fuertes. Continuaban dedicadas a orar y, gracias a estar en prisión, podían hacerlo juntas, como cuando estaban en su convento. Ya no se veían obligadas a ocultarse y ello les procuraba un gran alivio.

Transcurridos unos días, justamente el 12 de julio, el Comité de Salud Pública dio órdenes para que fueran trasladadas a París. El cumplimiento de tales órdenes fue exigido en términos que no admitían demora. No hubo tiempo para que las hermanas tomaran su ligera colación ni cambiaran su ropa, que estaba mojada porque habían estado lavando. Las hicieron montar en dos carretas de paja y les ataron las manos a la espalda. Escoltadas por un grupo de soldados salieron para la capital. Su destino era la famosa prisión de la Conserjería, antesala de la guillotina y abarrotada de sacerdotes y laicos cristianos igualmente condenados.

Nadie ayudó a las monjas a descender de los carros al final del viaje. A pesar de sus ligaduras y de la fatiga causada por el incómodo transporte, fueron bajando solas. Una de las hermanas, sin embargo, enferma y octogenaria, Carlota de la Resurrección, impedida por las ataduras y la edad, no sabia cómo llegar al suelo. Los conductores de las carretas, impacientados, la cogieron y la arrojaron violentamente sobre el pavimento. Era una de las religiosas que dos años antes había sentido miedo ante el pensamiento de una muerte en el patíbulo y había dudado antes de ofrecerse en sacrificio. Pero en este momento era ya valiente y, levantándose maltrecha, como pudo, dijo a los que la habían maltratado:

“Créanme, no les guardo ningún rencor. Al contrario, les agradezco que no me hayan matado porque, si hubiera muerto, habría perdido la oportunidad de pasar la gloria y la dicha del martirio”.

Como si nada hubiese ocurrido, en la Conserjería prosiguieron su vida de oración prescrita por la regla. No se dejaban perturbar por los acontecimientos. Testigos dignos de crédito declararon que se las podía oír todos los días, a las dos de la mañana, recitar sus oficios.

Su última fiesta fue la del 16 de julio, Nuestra Señora del Carmen. La celebraron con el mayor entusiasmo, sin que por un instante su comportamiento denotase la menor preocupación. Por la tarde recibieron un aviso para que compareciesen al día siguiente ante el Tribunal Revolucionario. La noticia no les impidió cantar, sobre la música de La Marsellesa, unos versos improvisados en los que expresaban al mismo tiempo fe en su victoria, temor y confianza, y que se conservan en el convento de Compiègne.

Ante el Tribunal escucharon cómo el acusador público, Fouquier-Tinville, las atacaba durísimamente: “Aunque separadas en diferentes casas, formaban conciliábulos contrarrevolucionarios en los que intervenían ellas y otras personas. Vivían bajo la obediencia de una superiora y, en cuanto a sus principios y sus votos, sus cartas y sus escritos son suficiente testimonio”.

Fueron sometidas a un interrogatorio muy breve y, sin que se llamara a declarar a un solo testigo, el Tribunal condenó a muerte a las dieciséis carmelitas, culpables de organizar reuniones y conciliábulos contrarrevolucionarios, de sostener correspondencia con fanáticos y de guardar escritos que atentaban contra la libertad. Una de las monjas, sor Enriqueta de la Providencia, preguntó al presidente qué entendía por la palabra “fanático” que figuraba en el texto del juicio, y la respuesta fue:

“Entiendo por esa palabra su apego a esas creencias pueriles, sus tontas prácticas de religión”.

Era su amor a Dios , su fidelidad a los votos y a la religión lo que las hacía merecedoras de la pena capital.

Una hora después subían en las carretas que las conducirían a la plaza del Trono derrocado, hoy plaza de la Nación. En el trayecto la gente las miraba pasar demostrando diversidad de sentimientos, unos las injuriaban, otros las admiraban. Ellas iban tranquilas; todo lo que se movía a su alrededor les era indiferente. Cantaron el Miserere y luego el Salve, Regina. Al pie ya de la guillotina entonaron el Te Deum, canto de acción de gracias, y, terminado éste, el Veni Creator. Por último, hicieron renovación de sus promesas del bautismo y de sus votos de religión.

Una joven novicia, sor Constanza, se arrodilló delante de la priora, con la naturalidad con que lo hubiera hecho en el convento y le pidió su bendición y que le concediera permiso para morir. Luego, cantando el salmo Laudate Dominum omnes gentes, subió decidida los escalones de la guillotina. Una tras otra, todas las carmelitas repitieron la escena. Una a una recibieron la bendición de la madre Teresa de San Agustín antes de ser guillotinadas. Al final, después de haber visto caer a todas sus hijas, la madre priora entregó, con igual generosidad que ellas, su vida al Señor, poniendo su cabeza en las manos del verdugo. Así realizó lo que ella solía decir: “El amor saldrá siempre victorioso. Cuando se ama todo se puede”.

Era el día 17 de julio de 1.794 por la tarde.

Prevaleció un silencio absoluto durante todo el tiempo en que los ejecutores seguían el procedimiento. Las cabezas y los cuerpos de las mártires fueron enterrados en un pozo de arena profundo de casi nueve metros cuadrados en el cementerio parisino de Picpus. Como este pozo de arena fue el receptáculo de los cuerpos de 1298 víctimas de la Revolución, parece no haber muchas esperanzas de recuperar sus reliquias. Una placa de mármol con el nombre de las mártires y la fecha de su muerte figura sobre la fosa y en ella hay grabada una frase latina que dice: Beati qui in Domino moriuntur. Felices los que mueren en el Señor.

martes, 16 de julio de 2013

Carmelitas de Valladolid

El Monte Carmelo no sólo es un lugar, sino que allí se originó durante la Edad Meida una nueva forma de vida monástica: la de los frailes carmelitas. En principio, prevaleció en ellos el ideal eremítico; luego, se juntaron comunidades, que trataron de combinar la vida solitaria con la vida común. el impulso definitivo vino en la España del Siglo de Oro, con la reforma de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz, al compás de un sublime impulso espiritual. 

Hemos encontrado un reportaje emitido por televisión de un monasterio carmelita de Valladolid. Los distintos testimonios son altamente interesantes. Muchas gracias a esta comunidad, y que el Señor bendiga a todos los frailes y monjas carmelitas en todo el mundo.

lunes, 15 de julio de 2013

El Cardenal Bergoglio (papa Francisco) habla sobre san Buenavenura

Hemos encontrado estas reflexiones del entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires sobre la figura de san Buenaventura. Nos ha parecido muy interesante, y digno de dedicarle unos minutos, precisamente en el día en el que recordamos a este gran santo franciscano.

domingo, 14 de julio de 2013

Las monjas cartujas

Si pocos son los monasterios de monjes cartujos en el mundo, mucho menor es el número de monjas cartujas. Por eso, este domingo queremos compartir unos momentos de su silenciosa y retirada existencia, a través de este video, que acompañado de su canto litúrgico, nos muestra imágenes de los distintos monasterios de las monjas cartujas. Que el Señor las conceda perseverar en su vocación, y suscite vocaciones que permitan mantener en el seno de la Iglesia un carisma tan precioso.

sábado, 13 de julio de 2013

De la vida antigua de san Enrique


Hoy recordamos al Emperador san Enrique II (973-1024), oblato benedictino. Fue un piadoso emperador, que colaboró en la reforma de la Iglesia, y que desempeñó un papel decisivo en la introducción del Filioque en el Credo, por el papa Benedicto VIII, que llevó al definitivo alejamiento de Oriente. De él leemos  este texto, de las crónicas imperiales alemanas.

El bienaventurado siervo de Dios, después de haber sido consagrado rey, no contento con las preocupaciones del gobierno temporal, queriendo llegar a la consecución de la corona de la inmortalidad, se propuso también trabajar en favor del supremo Rey, a quien servir es reinar. Para ello, se dedicó con suma diligencia al engrandecimiento del culto divino y comenzó a dotar y embellecer en gran manera las iglesias. Creó en su territorio el obispado de Bamberg, dedicado a los príncipes de los apóstoles, Pedro y Pablo, y al glorioso mártir san Jorge, y lo sometió con una jurisdicción especial a la santa Iglesia romana; con esta disposición, al mismo tiempo que reconocía el honor debido por disposición divina a la primera de las sedes, daba solidez a su fundación, al ponerla bajo tan excelso patrocinio.

Con el objeto de dar una muestra clara de la solicitud con que aquel bienaventurado varón proveyó a la paz y a la tranquilidad de su Iglesia recién fundada, con miras incluso a los tiempos posteriores, intercalamos aquí el testimonio de una carta suya:

«Enrique, rey por la gracia de Dios, a todos los hijos de la Iglesia, tanto presentes como futuros. Las saludables enseñanzas de la revelación divina nos instruyen y amonestan a que, dejando de lado los bienes temporales y posponiendo las satisfacciones terrenas, nos preocupemos por alcanzar las mansiones celestiales, que han de durar siempre. Porque la gloria presente, mientras se posee, es caduca y vana, a no ser que nos ayude en algún modo a pensar en la eternidad celestial. Pero la misericordia de Dios proveyó en esto una solución al género humano, dándonos la oportunidad de adquirir una porción de la patria celestial al precio de las posesiones humanas.

Por lo cual, Nos, teniendo en cuenta esta designación de Dios y conscientes de que la dignidad regia a que hemos sido elevados es un don gratuito de la divina misericordia, juzgamos oportuno no sólo ampliar las iglesias construidas por nuestros antecesores, sino también edificar otras nuevas, para mayor gloria de Dios, y honrarlas de buen grado con los dones que nos sugiere nuestra devoción. Y así, no queriendo prestar oídos sordos a los preceptos del Señor, sino con el deseo de aceptar con sumisión los consejos divinos, deseamos guardar en el cielo los tesoros que la divina generosidad nos ha otorgado, allí donde los ladrones no horadan ni roban, y donde no los corroen ni la polilla ni la herrumbre; de este modo, al recordar los bienes que vamos allí acumulando en el tiempo presente, nuestro corazón vive ya desde ahora en el cielo por el deseo y el amor.

Queremos, por tanto, que sea conocido de todos los fieles que hemos erigido en sede episcopal aquel lugar heredado de nuestros padres que tiene por nombre Bamberg, para que en dicho lugar se tenga siempre memoria de Nos y de nuestros antecesores, y se inmole continuamente la víctima saludable en provecho de todos los fieles que viven en la verdadera fe».

viernes, 12 de julio de 2013

San Juan Gualberto


Hoy recuerda la Liturgia a uno de los santos benedictinos, que trataron de reformar el orden monástico durante la alta Edad Media. San Juan Gualberto vivió entre los años 985 al 1073. Su conversión se produjo al perdonar la vida al asesino de su propio hermano. Ingresó en el monasterio de san Miniato, pero tras una visita al eremo de la Camaldula, en el que san Romualdo acababa de dejar el atrayente testimonio de su vida, decidió iniciar una fundación en el lugar llamado Valumbrosa.

Se trata de una reforma monástica que acentúa los caracteres eremíticos y el apartamiento del mundo. De hecho procuró que los monjes no tuvieran otra actividad que la contemplación y la oración, dejando cualquier otro trabajo a los hermanos. San Juan Gualberto tuvo una gran notoriedad, por promover la reforma de la Iglesia, luchando contra la simonía, es decir, la venta de oficios eclesiásticos a cambio de dinero.

De san Juan Gualberto hemos conservado algunos textos, fundamentalmente cartas. A continuación, podemos leer una carta sobre la caridad.

jueves, 11 de julio de 2013

Homilía de Benedicto XVI a los monjes benedictinos en Montecasino

Queridos hermanos y hermanas de la gran familia benedictina:

Al concluir mi visita, con mucho gusto me detengo en este lugar sagrado, en esta abadía, cuatro veces destruida y reconstruida, la última vez tras los bombardeos de la segunda guerra mundial, hace 65 años. "Succisa virescit": las palabras de su nuevo escudo indican bien su historia. Montecassino, como encina secular plantada por san Benito, fue "escamondada" por la violencia de la guerra, pero resurgió con mayor vitalidad. En varias ocasiones yo también he disfrutado de la hospitalidad de los monjes, y en esta abadía he vivido momentos inolvidables de descanso y oración.

Esta tarde hemos entrado cantando las Laudes regiae para celebrar juntos las Vísperas de la solemnidad de la Ascensión de Jesús. A cada uno de vosotros expreso la alegría de compartir este momento de oración, saludándoos a todos con afecto y agradeciendo la acogida que me habéis dispensado a mí y a quienes me acompañan en esta peregrinación apostólica. En particular, saludo al abad, dom Pietro Vittorelli, que ha interpretado vuestros sentimientos comunes. Extiendo mi saludo a los abades, a las abadesas y a las comunidades benedictinas aquí presentes.

Hoy la liturgia nos invita a contemplar el misterio de la Ascensión del Señor. La lectura breve, tomada de la primera carta de san Pedro, nos ha exhortado a fijar la mirada en nuestro Redentor, que murió "una sola vez para siempre por los pecados" para llevarnos nuevamente a Dios, a cuya diestra se encuentra, "tras haber ascendido al cielo y haber recibido la soberanía sobre los ángeles, los principados y las potestades" (cf. 1 P 3, 18.22). Jesús, "elevado al cielo" e invisible a los ojos de los discípulos, no los abandonó, pues, "muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu" (1 P 3, 18), ahora está presente de una manera nueva, interior, en los creyentes, y en él la salvación se ofrece a todo ser humano, sin distinción de pueblo, lengua y cultura.

La primera carta de san Pedro contiene referencias precisas a los acontecimientos cristológicos fundamentales de la fe cristiana. El Apóstol quiere poner de relieve el alcance universal de la salvación en Cristo. Lo mismo pretende san Pablo, de cuyo nacimiento estamos celebrando el bimilenario, el cual escribe a la comunidad de Corinto: Cristo "murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Co 5, 15).

Ya no vivir para sí mismos, sino para Cristo: esto es lo que da pleno sentido a la vida de quien se deja conquistar por él. Lo manifiesta claramente la historia humana y espiritual de san Benito que, tras abandonarlo todo, siguió fielmente a Jesucristo. Encarnando en su propia existencia el Evangelio, se convirtió en el iniciador de un amplio movimiento de renacimiento espiritual y cultural en Occidente. Quiero mencionar aquí un acontecimiento extraordinario de su vida, referido por su biógrafo san Gregorio Magno, que vosotros conocéis muy bien.

Se podría decir que también el santo patriarca fue "elevado al cielo" en una indescriptible experiencia mística. La noche del 29 de octubre del año 540 —se lee en la biografía—, mientras estaba asomado a la ventana, "con los ojos fijos en las estrellas para penetrar en la divina contemplación, el santo sentía que el corazón le ardía... Para él el firmamento cuajado de estrellas era como la cortina bordada que desvelaba al Santo de los Santos. En un momento determinado, su alma se sintió transportada a la otra parte del velo para contemplar sin estorbos el rostro de Aquel que habita en una luz inaccesible" (cf. A.I. Schuster, Storia di san Benedetto e dei suoi tempi, ed. Abadía de Viboldone, Milán 1965, p. 11 y ss). Desde luego, como le sucedió a san Pablo tras ser arrebatado al cielo, también san Benito, después de esa experiencia espiritual extraordinaria, tuvo que comenzar una nueva vida. Aunque la visión fue pasajera, los efectos permanecieron; su fisonomía misma —refieren los biógrafos— cambió, su aspecto fue siempre sereno y su porte angélico; y, aun viviendo en la tierra, se comprendía que con el corazón ya estaba en el paraíso.

San Benito no recibió este don divino para satisfacer su curiosidad intelectual, sino más bien para que el carisma que Dios le había dado tuviera la capacidad de reproducir en el monasterio la misma vida del cielo y restablecer en él la armonía de la creación a través de la contemplación y el trabajo. Por eso, con razón, la Iglesia lo venera como "eminente maestro de vida monástica" y "doctor de sabiduría espiritual en el amor a la oración y al trabajo"; "guía resplandeciente de pueblos a la luz del Evangelio" que, "elevado al cielo por una senda luminosa", enseña a los hombres de todos los tiempos a buscar a Dios y las riquezas eternas por él preparadas (cf. Prefacio del santo en el suplemento monástico al Misal Romano, 1980).

Sí, san Benito fue ejemplo luminoso de santidad e indicó a los monjes como único gran ideal a Cristo; fue maestro de civilización que, proponiendo una equilibrada y adecuada visión de las exigencias divinas y de las finalidades últimas del hombre, tuvo siempre muy presentes también las necesidades y las razones del corazón, para enseñar y suscitar una fraternidad auténtica y constante, a fin de que en el conjunto de las relaciones sociales no se perdiera una unidad de espíritu capaz de construir y alimentar siempre la paz.

No es casualidad que la palabra Pax acoja a los peregrinos y los visitantes a las puertas de esta abadía, reconstruida después del enorme desastre de la segunda guerra mundial: se eleva como una silenciosa advertencia a rechazar cualquier forma de violencia para construir la paz: en las familias, en las comunidades, entre los pueblos y en toda la humanidad. San Benito invita a toda persona que sube a este monte a buscar la paz y a seguirla: "Inquire pacem et sequere eam (Sal 33, 14-15)" (Regla, Prólogo, 17).

Siguiendo la escuela de san Benito, con el paso de los siglos, los monasterios se han convertido en centros fervientes de diálogo, de encuentro y de benéfica fusión entre personas diversas, unificadas por la cultura evangélica de la paz. Los monjes han sabido enseñar con la palabra y con el ejemplo el arte de la paz, sirviéndose de los tres "vínculos" que san Benito consideraba necesarios para conservar la unidad del Espíritu entre los hombres: la cruz, que es la ley misma de Cristo; el libro, es decir, la cultura; y el arado, que indica el trabajo, el señorío sobre la materia y sobre el tiempo.

Gracias a la actividad de los monasterios, articulada en el triple compromiso cotidiano de la oración, el estudio y el trabajo, pueblos enteros del continente europeo han experimentado un auténtico rescate y un beneficioso desarrollo moral, espiritual y cultural, educándose en el sentido de la continuidad con el pasado, en la acción concreta con vistas al bien común, en la apertura hacia Dios y la dimensión trascendente. Oremos para que Europa valore siempre este patrimonio de principios e ideales cristianos que constituye una inmensa riqueza cultural y espiritual.

Pero esto sólo es posible cuando se acoge la enseñanza constante de san Benito, es decir, el "quaerere Deum", buscar a Dios, como compromiso fundamental del hombre. Sin Dios el ser humano no se realiza plenamente ni puede ser verdaderamente feliz. De manera especial, vosotros, queridos monjes, debéis ser ejemplos vivos de esta relación interior y profunda con él, actuando sin compromisos el programa que vuestro fundador sintetizó en el "nihil amori Christi praeponere", "no anteponer nada al amor de Cristo" (Regla 4, 21). En esto consiste la santidad, propuesta válida para todo cristiano, más que nunca en nuestra época, en la que se experimenta la necesidad de anclar la vida y la historia en firmes puntos de referencia espirituales. Por eso, queridos hermanos y hermanas, es muy actual vuestra vocación y es indispensable vuestra misión de monjes.

Desde este lugar, en el que descansan sus restos mortales, el santo patrono de Europa sigue invitando a todos a proseguir su obra de evangelización y promoción humana. Os alienta en primer lugar a vosotros, queridos monjes, a permanecer fieles al espíritu de los orígenes y a ser intérpretes auténticos de su programa de renacimiento espiritual y social.

Que os conceda este don el Señor, por intercesión de vuestro santo fundador, de su hermana santa Escolástica y de los santos y santas de la Orden. Y que la Madre celestial del Señor, a la que hoy invocamos como "Auxilio de los cristianos", vele sobre vosotros y proteja a esta abadía y a todos vuestros monasterios, así como a la comunidad diocesana que vive en torno a Montecassino. 

miércoles, 10 de julio de 2013

Benedicto XVI en Montecasino

Sí, san Benito fue ejemplo luminoso de santidad e indicó a los monjes como único gran ideal a Cristo; fue maestro de civilización que, proponiendo una equilibrada y adecuada visión de las exigencias divinas y de las finalidades últimas del hombre, tuvo siempre muy presentes también las necesidades y las razones del corazón, para enseñar y suscitar una fraternidad auténtica y constante, a fin de que en el conjunto de las relaciones sociales no se perdiera una unidad de espíritu capaz de construir y alimentar siempre la paz.

Son palabras del Santo Padre Benedicto XVI pronunciadas en el curso de su visita, el 24 de mayo de 2009, a la Abadía de Montecasino. Hoy, como preparación a dicha celebración, podemos ver las imágenes del comienzo de las solemnes vísperas que se celebraron en la Basílica. Comienza con la procesión de entrada, desde la Sala Capitular, a través del claustro, hasta la Puerta del templo, y la procesión hasta el altar; sigue el saludo que le dirigió el entonces Abad de Montecasino.

martes, 9 de julio de 2013

Dialogos de San Gregorio. La vida de san Benito

PROFECÍA DE SAN BENITO SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE SU MONASTERIO


Cierto hombre noble, llamado Teoprobo, había sido convertido por las exhortaciones del abad Benito, quien por su vida ejemplar le tenía gran confianza y familiaridad. Un día entró Teoprobo en su celda y le encontró llorando amargamente, Esperó largo rato, pero al ver que no cesaban sus lágrimas y que el hombre de Dios no lloraba como en la oración, sino por alguna congoja, preguntóle la causa de tanto llanto. A lo que respondió enseguida el hombre de Dios: "Todo este monasterio que he construido y todas estas cosas que he preparado para los monjes, por disposición de Dios todopoderoso, serán entregadas a los bárbaros. Sólo a duras penas he podido alcanzar que se me concedieran las vidas de los monjes".

Este oráculo, que entonces oyó Teoprobo, nosotros lo vemos cumplido, pues sabemos que su monasterio ha sido destruido por las hordas de los lombardos.

En efecto, no ha muchos años, una noche, mientras los monjes dormían, entraron allí los lombardos y lo saquearon todo, pero no pudieron apresar ni un solo monje. Así Dios todopoderoso cumplió lo que había prometido a su fiel siervo Benito: que aunque entregaría los bienes a los bárbaros, salvaría empero la vida de los monjes. Y en esto veo que a Benito le sucedió lo mismo que a san Pablo, el cual vio cómo su navío perdía todo lo que llevaba, pero salvó, para consuelo suyo, la vida de todos los que iban con él 

lunes, 8 de julio de 2013

Dialogos de San Gregorio. La vida de san Benito

LA FUNDACIÓN DE MONTECASINO


El fuerte llamado Casino está situado en la ladera de una alta montaña, que le acoge en su falda como un gran seno, y luego continúa elevándose hasta tres millas de altura, levantando su cumbre hacia el cielo. Hubo allí un templo antiquísimo, en el que según las costumbres de los antiguos paganos, el pueblo necio e ignorante daba culto a Apolo. A su alrededor había también bosques consagrados al culto de los demonios, donde todavía en aquel tiempo una multitud enloquecida de paganos ofrecía sacrificios sacrílegos. Cuando llegó allí el hombre de Dios, destrozó el ídolo, echó por tierra el ara y taló los bosques. Y en el mismo templo de Apolo construyó un oratorio en honor de san Martín, y donde había estado el altar de Apolo edificó un oratorio a san Juan. Además, con su predicación atraía a la fe a las gentes que habitaban en las cercanías. Pero he aquí que el antiguo enemigo, no pudiendo sufrir estas cosas en silencio, se aparecía a los ojos del abad, no veladamente o en sueños, sino visiblemente, y con grandes clamores se quejaba de la violencia que tenía que padecer por su causa. Los hermanos, aunque oían su voz, no veían su figura. Pero el venerable abad contaba a sus discípulos cómo el antiguo enemigo se aparecía a sus ojos corporales horrible y envuelto en fuego y le amenazaba echando fuego por la boca y por los ojos. En efecto, todos oían lo que decía, porque primero le llamaba por su nombre, y como el hombre de Dios no le respondía nada, enseguida prorrumpía en ultrajes. Pues cuando gritaba: "¡Benito, Benito!", y veía que éste nada respondía, a continuación añadía: "

¡Maldito y no bendito! ¿Qué tienes contra mí? ¿Por qué me persigues?". Pero veamos ahora los nuevos embates del antiguo enemigo contra el siervo de Dios, a quien incitó presentándole batalla, pero, muy a pesar suyo, con ello no hizo más que proporcionarle ocasiones de nuevas victorias.

domingo, 7 de julio de 2013

Dialogos de San Gregorio. La vida de san Benito

PRÓLOGO


Hubo un hombre de vida venerable, por gracia y por nombre Benito, que desde su infancia tuvo cordura de anciano. En efecto, adelantándose por sus costumbres a la edad, no entregó su espíritu a placer sensual alguno, sino que estando aún en esta tierra y pudiendo gozar libremente de las cosas temporales, despreció el mundo con sus flores, cual si estuviera marchito.  Nació en el seno de una familia libre, en la región de Nursia, y fue enviado a Roma a cursar los estudios de las ciencias liberales. Pero al ver que muchos iban por los caminos escabrosos del vicio, retiró su pie, que apenas había pisado el umbral del mundo, temeroso de que por alcanzar algo del saber mundano, cayera también él en tan horrible precipicio.  Despreció, pues, el estudio de las letras y abandonó la casa y los bienes de su padre. Y deseando agradar únicamente a Dios, buscó el hábito de la vida monástica.

Retiróse, pues, sabiamente ignorante y prudentemente indocto.  No conozco todos los hechos de su vida, pero los que voy a narrar aquí los sé por referencias de cuatro de sus discípulos, a saber: Constantino, varón venerabilísimo, que le sucedió en el gobierno del monasterio; Valentiniano, que gobernó durante muchos años el monasterio de Letrán; Simplicio, que fue el tercer superior de su comunidad, después de él; y Honorato, que todavía hoy gobierna el cenobio donde vivió primero. 

sábado, 6 de julio de 2013

Apotegmas de un monje a sí mismo


18.- Paciencia contigo mismo. Monje, sé paciente contigo mismo. Tu peor enemigo suele ser tu propia impaciencia por alcanzar la santidad. No te preocupes. Persevera en la oración, esfuérzate en amar, y no te agobie la constatación de tus propias imperfecciones, de tus propios defectos, de tus propios pecados. Dios te quiere poner a prueba para perfeccionarte. No dejes para mañana el esfuerzo de tu propia conversión, pero no te agobies si el ritmo de dicha conversión te parece lento, o si te parece que, incluso, retrocedes, en vez de avanzar. Sé paciente contigo mismo, y confía en el Señor.

viernes, 5 de julio de 2013

Scala Claustralium VI


Pero no temas, esposa, no desesperes, no te consideres despreciada, si por un poco el esposo te oculta su rostro. Todo esto contribuye a tu bien, y de su venida y de su alejamiento sacas ventaja. Viene a ti, y también se retira. Viene para consolarte, se retira por prudencia, para que la magnitud de la consolación no te ensoberbezca, no sea que al estar siempre junto a ti el esposo, empieces a despreciar a las compañeras y atribuyas esta continua visita no ya a la gracia sino a la naturaleza. Pues el esposo concede esta gracia a quien quiere y cuando quiere, no se la posee por derecho hereditario. Un proverbio popular dice que la excesiva familiaridad engendra el desprecio. Se aleja, pues, para que, al ser demasiado asiduo, no sea despreciado, y para que al estar ausente sea más deseado, deseado más ávidamente buscado, buscado por largo tiempo sea finalmente con más gozo hallado. Además si nunca faltara esta consolación (la cual es enigmática y parcial, en relación con la futura gloria que se revelará en nosotros) tal vez creeríamos que tenemos aquí una ciudad permanente y buscaríamos menos la futura. Por tanto, para que no consideremos el exilio como patria, la prenda como el premio último, el esposo viene y a veces se va, unas trayendo consolación, otras cambiando todo nuestro lecho en enfermedad. Por un poco nos permite gustar lo suave que es, y antes de que lo podamos experimentar hasta el fondo, desaparece. Y así, revoloteando como con alas desplegadas sobre nosotros, nos estimula a volar, como si dijera: Ya habéis gustado por un poco lo dulce y suave que soy, pero si queréis ser saciados hasta el fondo por esta dulzura mía, corred tras de mí al olor de mis perfumes teniendo elevado el corazón allí donde yo estoy a la diestra de Dios Padre. Allí me veréis, no como en un espejo, confusamente, sino cara a cara y vuestro corazón gozará plenamente, y vuestra alegría nadie os la podrá quitar.

Pero ten cuidado, esposa. Cuando se ausenta el esposo no se va lejos, y aunque tú no le ves, él sin embargo te ve siempre. Está lleno de ojos, por delante y por detrás. Nunca puedes estarle escondido. Tiene también en torno a sí como mensajeros espíritus atentísimos y sagaces para ver cómo te comportas en la ausencia del esposo, y para acusarte ante él si hubieren hallado en ti signos de lascivia y de ligereza. Este esposo es el típico celoso. Si por casualidad recibieras a otro amante, si trataras de agradar más a otros, inmediatamente se apartaría de ti y se uniría a otras jóvenes. Este esposo es delicado, noble y rico, bello de aspecto, más que ningún otro entre los hijos de los hombres y por lo tanto no quiere tener más que una bella esposa. Si viera en ti una mancha o una arruga, inmediatamente apartaría de ti los ojos. Pues no puede soportar ninguna impureza. Sé, pues, casta, llena de pudor y humilde, de modo que merezcas ser visitada a menudo por tu esposo.

Temo haber hablado demasiado sobre el tema, pero a ello me impulsó la materia fértil y al mismo tiempo dulce, que no mi propia iniciativa. Ignoro cómo he sido atraído por su dulzura a pesar mío.

Carta de Guigues II, cartujo, a su amigo Gervasio, sobre la vida contemplativa

jueves, 4 de julio de 2013

Scala Claustralium V


Pero, Señor, ¿cómo sabremos cuándo haces esto y cuál es la señal de tu llegada?, ¿acaso no son los suspiros y las lágrimas los testigos y los mensajeros de esta consolación y alegría? Si es así, se trata de una señal nueva e inusitada. ¿Pues qué relación existe entre la consolación y los suspiros?, ¿entre la alegría y las lágrimas?, si es que se les puede llamar a eso lágrimas y no más bien abundancia desbordante del rocío interior y como ablución del hombre exterior. Así como en el bautismo de los niños se representa y se indica con una ablución externa una purificación interna del hombre, así aquí, por el contrario, la purificación interior precede a la ablución exterior. ¡Felices lágrimas, por las que se lavan las manchas interiores, por las que se extinguen los incendios de los pecados! Bienaventurados los que así lloráis porque reiréis (Mt 5, 5). Reconoce, alma mía, en estas lágrimas a tu esposo, abraza al que deseas. Embriágate ahora de un torrente de placer, sáciate de esa ubre de consolación como de leche y miel. Los gemidos y las lágrimas son los pequeños regalos, estupendos y reconfortantes, que te ha dado tu esposo. En esta lágrimas te pone delante una bebida sobreabundante. Estas lágrimas son tu pan día y noche, pan, sí, que reafirma el corazón del hombre, más dulces que el panal de miel. Señor Jesús: si tan dulces son estas lágrimas suscitadas por el recuerdo y el deseo de ti, ¡cuánto más dulce no será el gozo que se tendrá en la plena visión de ti! Si es tan dulce llorar por ti, ¡cuán dulce será gozar de ti! Pero ¿por qué proferimos en público estos secretos coloquios?, ¿por qué tratamos de expresar, con palabras comunes, sentimientos indecibles e inenarrables? Los que no han gustado (inexperti) tales cosas no pueden entender, a menos que las lean expresamente en el libro de la experiencia amaestrados por la misma unción (divina). Si no, la letra exterior no sirve de nada al lector. Poco sabor tiene la lectura de la letra externa a no ser que tome la explicación y el sentido interno de su corazón.

¡Oh, alma!, hemos prolongado mucho la conversación. Buena cosa sería quedarnos aquí, contemplando con Pedro y Juan la gloria del esposo, y permanecer largo tiempo con él, y plantar, si él quisiera, no ya dos ni tres tiendas (Mt 17, 1-4), sino una en la que estuviéramos juntos y juntos gozáramos. Pero ya está diciendo el esposo: Déjame que ya viene la aurora, ya has recibido la luz de la gracia y la visita que deseabas. Habiendo dado, pues, su bendición, herido el nervio femoral, y cambiado el nombre de Jacob en Israel (Gn 32, 25-31) el esposo tan largamente deseado se aleja por un poco, desapareciendo rápidamente. Se oculta tanto en lo que se refiere a la visión de la que hemos hablado como a la dulzura de la contemplación, pero permanece presente como guía.

Carta de Guigues II, cartujo, a su amigo Gervasio, sobre la vida contemplativa

miércoles, 3 de julio de 2013

Monasterio Maronita de la Santísima Trinidad

En la fiesta de santo Tomás, en la que la tradición nos obliga a mirar a oriente, vamos a aludir a una comunidad monástica establecida en los Estados Unidos: el monasterio maronita de la Santísima Trinidad. Se trata de una comunidad católica, dedicada a la oración y a la penitencia, que tiene como centro espiritual la adoración de la Eucaristía. Disponen de una magnífica WEB, en la que se pueden consultar muchos más detalles acerca de su vida. El siguiente video, nos muestra imágenes de su oración y de su vida de piedad.

martes, 2 de julio de 2013

Scala Claustralium IV


Oratio-Contemplatio: Viendo, pues, el alma que no puede alcanzar por sí sola esa dulzura deseada por el conocimiento y la experiencia, y que cuanto más se eleva ella tanto más lejano está Dios (Salm 63, 7-8), entonces se humilla y se refugia en la oración diciendo: Señor, que no te dejas ver más que por los limpios de corazón, leyendo he investigado, meditando he buscado cómo pueda adquirirse la verdadera pureza del corazón, para poderte conocer, gracias a ella, al menos un poco. Buscaba tu rostro Señor, tu rostro buscaba (Salm 26, 8). Largamente he meditado en mi corazón y en mi meditación se ha encendido un fuego y un deseo mayor de conocerte (Salm 38, 4). Cuando rompes para mi el pan de la Sagrada Escritura, en la fracción del pan hay gran conocimiento (Lc 24, 30-31) y cuanto más te conozco, más deseo conocerte, no ya en la corteza de la letra, sino en el sentido de la experiencia. Y esto no te lo pido, Señor, por mis méritos, sino por tu misericordia. Pues confieso que soy indigna y pecadora, pero también los perritos comen migas que caen de la mesa de sus señores (Mt 15, 27). Dame, Señor, una prenda de la herencia futura, una gota al menos de la lluvia celeste con la que pueda aliviar mi sed, porque me abraso de amor.

Con estos y otros encendidos pensamientos el alma inflama su deseo y muestra así su efecto. Con estos encantos llama a su esposo. Los ojos del Señor están sobre los justos y sus oídos están atentos a las oraciones (Sam 33, 16), hasta tal punto que no espera siquiera a que la oración haya terminado sino que, interviniendo en el curso mismo de ella, se apresura a entrar en el alma que lo busca con deseo, se apresura a encontrarse con ella, bañado por el rocío de la dulzura celeste y el perfume de ungüentos preciosos. Recrea así al alma fatigada, sostiene a la que está sedienta, nutre a la que tiene hambre, le hace olvidar todas las cosas de la tierra, la vivifica haciendo admirablemente que se olvide de sí y embriagándola la hace sobria. Y así como en algunos actos carnales la concupiscencia de la carne vence al alma hasta el punto que pierde el uso de la razón y el hombre resulta casi completamente carnal, también en esta contemplación superior, por el contrario, los movimientos de la carne son superados y absorbidos por el alma hasta tal punto que la carne no contradice en nada al espíritu y el hombre resulta casi completamente espiritual.

Carta de Guigues II, cartujo, a su amigo Gervasio, sobre la vida contemplativa

lunes, 1 de julio de 2013

Monjes sirios

Siria no solo ha sido uno de los puntos iniciales del Cristianismo, sino también del movimiento monástico cristiano. Las Lauras eran grandes centros de vida monástica comunitaria. Tampoco faltaron los solitarios, de entre los cuales destacan los monjes estilitas, que se encaramaban en lugares elevados, desde donde alababan al Señor durante toda su vida.

El siguiente montaje muestra algunos de estos monasterios, de entre los cuales no faltan los que fueron edificados durante las Cruzadas en el estilo más puramente románico, junto con otros monasterios de una belleza insuperable, todo ello acompañado por canto de la iglesia siria.