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miércoles, 3 de mayo de 2017

Beato Ogerio de Lucedio. El Señor es mi lote


Pero Felipe, no comprendiendo que él era absolutamente semejante al Padre, le dice: Muéstranos al Padre y nos basta. Por lo cual, Jesús, echándole en cara su desconocimiento incluso del Hijo, le replica: Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Realmente no me habéis conocido, porque si me conocierais a mí, conoceríais también al Padre. No conoce al Hijo, quien piensa que el Padre es mejor: no porque uno sea el Padre y otro sea el Hijo, sino porque es absolutamente semejante. Por eso, porque el Hijo es absolutamente semejante al Padre, prosigue diciendo: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? Lo que no puedes ver, créelo al menos. Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia, pues no hablo por mí mismo: lo que yo hago lo atribuyo a aquel de quien yo, que actúo, procedo. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, entre las que se cuentan las palabras, las palabras que son obras buenas cuando a alguien edifican. Y siendo el Padre quien obra en mí, ¿no crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Si estuviéramos separados, en modo alguno prodríamos actuar inseparablemente.

Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Es decir: os aseguro que el que cree en mí, esto es, cree que soy un Dios con el Padre, venerable y amable, también él hará las obras que yo hago, es decir, las obras que ahora las hago por mí mismo, después las haré por su medio: y aún mayores, siempre por medio de él, porque yo me voy al Padre: me voy a aquel del cual según mi divinidad nunca me he separado.

Carísimos hermanos: pidámosle esto: que su gracia nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. En su nombré pidámosle a él solo, pues es en extremo avaro quien no se contenta con Cristo. Quien posee al Señor y dice con el profeta: El Señor es mi lote, nada puede poseer fuera de él.

Por lo cual, no debemos preocuparnos de otra cosa, sino de cómo merecer que Cristo sea nuestra heredad, él por cuyo amor hemos renunciado al amor propio y a la propia voluntad. Esta es, carísimos, la heredad que hace la dicha de sus poseedores.

Beato Ogerio de Lucedio
Sermón 7 (2.3.4.7: PL 184, 906. 907-908.909)

sábado, 14 de mayo de 2016

El Espíritu Santo

Único es Dios Padre, dueño de la Antigua y de la Nueva Alianza; Único es el Salvador Jesucristo, profetizado en la Antigua y venido en la Nueva; Único también es el Espíritu Santo, que, por los profetas, fue el heraldo del Cristo, que descendió después de la venida del Cristo y lo mostró a los hombres.

Que nadie, pues, separe la Antigua Alianza de la Nueva; que nadie pretenda que el Espíritu es diferente aquí o allí, pues eso es contrariar al Espíritu Santo mismo, al que se honra con el Padre y el Hijo y a quien se engloba en la Santa Trinidad cuando se da el santo bautismo. En efecto, el Hijo Único de Dios dijo claramente a los apóstoles: Id, haced discípulas a las naciones, bautizándolas en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Nuestra esperanza reside en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No proclamamos tres dioses, sino que proclamamos, con el Espíritu Santo, por el Hijo Único, un solo Dios. La fe es indivisible, la piedad sin falla posible. No separamos la Santa Trinidad, ni la confundimos. (16º Catequesis, 3-4)

El Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, da todas las gracias. No son unos los dones gratuitos del Padre, y otros los del Hijo, y otros los del Espíritu Santo; pues no hay más que Una salvación, Una sola potencia, una sola fe. Un solo Dios, el Padre; un solo Señor, su Hijo único; un solo Espíritu Santo, el Paráclito. (16º Catequesis, 24)

Del mismo modo que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu Santo (Epiclesis), ya no es un pan cualquiera, sino el Cuerpo del Cristo, así este Santo Crisma, después de la invocación, ha dejado de ser un aceite común, para ser don gracioso del Cristo y del Espíritu Santo, así la Divinidad, por su presencia, lo hace eficaz. Así es el Crisma con el que se te hace la crismación sobre la frente y también sobre los diversos órganos de los sentidos. Mientras el cuerpo es ungido por un bálsamo visible, el alma es santificada por el Espíritu Santo y vivificada. (21º Catequesis, 3)

Después de habernos santificado con esos cantos espirituales, suplicamos al Dios de misericordia que envíe el Espíritu Santo sobre las ofrendas dispuestas ante nosotros para que transforme el pan en el Cuerpo del Cristo y el vino en la Sangre del Cristo. Lo que ha sido tocado por el Espíritu Santo es en efecto totalmente santificado y transformado. (23º Catequesis, 7)

San Cirilo de Jerusalén.

lunes, 20 de julio de 2015

La mejor parte


Felices los que comprenden esto y perseveran en la paz sin imponerse toda clase de trabajos, cambiando su servicio corporal por la obra de la oración cuando son capaces de ello. Aquel que es incapaz de soportar la soledad sin recurrir al servicio, deberá, con justicia, recurrir a él. Pero que ese servicio lo realice como si fuera una ayuda, como si no se tratara de un mandato esencial, sin excesiva preocupación. Esto para los débiles. Evagrio ha dicho que el trabajo manual es un obstáculo para el recuerdo de Dios...

Cuando Dios abra tu intelecto desde adentro y tú te dediques a genuflexiones repetidas, no dejes que ningún pensamiento se apodere de ti, por temor a que los demonios te convenzan secretamente de ponerlo en práctica; luego considera y admira lo que nace de ti de tales cosas.

Guárdate de hacer comparaciones entre las prácticas morales de la vida activa y tus postraciones de día y de noche con la cara contra la tierra delante de la cruz y las manos en la espalda. Si deseas que tu fervor no se debilite jamás, que tus lágrimas no se agoten, practica esto... y serás semejante a un paraíso florecido y a una fuente inagotable.

Considera ahora las numerosas pruebas de la gracia que la Providencia nos otorga. A veces un hombre está arrodillado en oración, las manos extendidas, alzadas hacia el cielo, el rostro vuelto hacia la cruz, el sentimiento y el intelecto enteramente volcados hacia Dios y la súplica. Mientras está absorto en esas súplicas y esos esfuerzos, bruscamente, una fuente de delicias se abre en su corazón, sus miembros se relajan, sus ojos se enturbian, su rostro se inclina hacia la tierra, sus mismas rodillas no son capaces de asentarse sobre el suelo a causa de la alegría y la exaltación que la gracia extiende en su cuerpo.

La Filocala

martes, 21 de octubre de 2014

Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo

Compartimos hoy un hermoso testimonio de una moderna propuesta monástica: la de los Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo, en su rama contemplativa. Que el Señor los bendiga.

domingo, 21 de julio de 2013

La mejor parte


Felices los que comprenden esto y perseveran en la paz sin imponerse toda clase de trabajos, cambiando su servicio corporal por la obra de la oración cuando son capaces de ello. Aquel que es incapaz de soportar la soledad sin recurrir al servicio, deberá, con justicia, recurrir a él. Pero que ese servicio lo realice como si fuera una ayuda, como si no se tratara de un mandato esencial, sin excesiva preocupación. Esto para los débiles. Evagrio ha dicho que el trabajo manual es un obstáculo para el recuerdo de Dios...

Cuando Dios abra tu intelecto desde adentro y tú te dediques a genuflexiones repetidas, no dejes que ningún pensamiento se apodere de ti, por temor a que los demonios te convenzan secretamente de ponerlo en práctica; luego considera y admira lo que nace de ti de tales cosas.

Guárdate de hacer comparaciones entre las prácticas morales de la vida activa y tus postraciones de día y de noche con la cara contra la tierra delante de la cruz y las manos en la espalda. Si deseas que tu fervor no se debilite jamás, que tus lágrimas no se agoten, practica esto... y serás semejante a un paraíso florecido y a una fuente inagotable.

Considera ahora las numerosas pruebas de la gracia que la Providencia nos otorga. A veces un hombre está arrodillado en oración, las manos extendidas, alzadas hacia el cielo, el rostro vuelto hacia la cruz, el sentimiento y el intelecto enteramente volcados hacia Dios y la súplica. Mientras está absorto en esas súplicas y esos esfuerzos, bruscamente, una fuente de delicias se abre en su corazón, sus miembros se relajan, sus ojos se enturbian, su rostro se inclina hacia la tierra, sus mismas rodillas no son capaces de asentarse sobre el suelo a causa de la alegría y la exaltación que la gracia extiende en su cuerpo.

La Filocala

jueves, 20 de junio de 2013

Acerca de la oración constante


De la misma manera que los mandamientos generales comprenden a los mandamientos particulares, las virtudes generales envuelven a las virtudes particulares. Aquel que vende sus bienes, distribuye el producto entre los pobres y se convierte en pobre súbitamente, cumple todos los mandamientos particulares al mismo tiempo. No tienen nada para dar a quien le pida, ni para rehusar a quien quiera tomarle prestado. Del mismo modo, aquel que ora sin cesar, todo lo involucra en su oración. No está ya en la obligación de alabar al Señor siete veces al día, y a la tarde, a la mañana y al mediodía, puesto que ya cumplió con las oraciones y la salmodia que los cánones nos imponen en tiempo y horas fijas. Igualmente, aquel que posee en si, conscientemente, «el saber que al hombre enseña» (Sal 94, 10), ya recogió todo el fruto que procura la lectura y no necesita hacer lectura de libros. Así también, el hombre que entró en la familiaridad de aquel que inspiró los libros santos, es iniciado por él en los secretos inefables de los misterios ocultos convirtiéndose, para los demás, en un libro inspirado que lleva en si inscritos, por el dedo mismo de Dios, los misterios antiguos y nuevos, pues ha cumplido con todo y reposa en Dios, la perfección primera, de todos sus trabajos y sus obras.

Simeón el nuevo teólogo. Acerca de la oración constante

miércoles, 19 de junio de 2013

Tras la tristeza, espera con alegría el gozo

Me has pedido, dilectísimo hermano, que te transmita por carta unas palabras de consuelo capaces de endulzar tu razón, amargado por tantos sufrimientos como te afligen.

Pero si tu inteligencia está despierta, a mano tienes el consuelo que necesitas, pues la misma palabra divina te instruye como a hijo, destinado a obtener la herencia. Medita en aquellas palabras: Hijo mío, cuando te acerques al temor de Dios, prepárate para las pruebas; mantén el corazón firme, sé valiente.

Donde está el temor está la justicia. La prueba que para nosotros supone cualquier adversidad no es un castigo de esclavos, sino una corrección paterna.

Por esto Job, en medio de sus calamidades, si bien dice: Que Dios se digne triturarme y cortar de un tirón la trama de mi vida, añade a continuación: Sería un consuelo para mí; aun torturado sin piedad, saltaría de gozo.

Para los elegidos de Dios, sus mismas pruebas son un consuelo, pues en virtud de estos sufrimientos momentáneos dan grandes pasos por el camino de la esperanza hasta alcanzar la felicidad del cielo.

Lo mismo hacen el martillo y la lima con el oro, quitándole la escoria para que brille más. El horno prueba la vasija del alfarero, el hombre se prueba en la tribulación. Por esto dice también Santiago: Hermanos míos: Teneos por muy dichosos cuando os veáis asediados por toda clase de pruebas.

Con razón deben alegrarse quienes sufren por sus malas obras una pena temporal, y, en cambio, obtienen por sus obras buenas los premios sempiternos del cielo.

Todo ello significa que no deben deprimir tu espíritu los sufrimientos que padeces y las correcciones con que te aflige la disciplina celestial; no murmures ni te lamentes, no te consumas en la tristeza o la pusilanimidad. Que resplandezca en tu rostro la serenidad, en tu mente la alegría, en tu boca la acción de gracias.

Alabanza merece la dispensación divina, que aflige temporalmente a los suyos para librarlos del castigo eterno, que derriba para exaltar, corta para curar y deprime para elevar.

Robustece tu espíritu con éstos y otros testimonios de la Escritura y, tras la tristeza, espera con alegría el gozo que vendrá.

Que la esperanza te levante ese gozo, que la caridad encienda tu fervor. Así tu mente, bien saciada, será capaz de olvidar los sufrimientos exteriores y progresará en la posesión de los bienes que contempla en su interior.

De las cartas de san Pedro Damiani. (Libro 8,6:PL 144, 473-476)

jueves, 13 de junio de 2013


De la oración contemplativa al silencio contemplativo solo hay un paso. No fuerces el silencio; llegará de forma natural cuando el alma quede impregnada del Espíritu en una unidad. Entonces, de manera natural, cesará la repetición de la plegaria y te mantendrás en la simple presencia silenciosa. No quieras, por orgullo, llegar a lo más alto y permanece tranquilamente ahí donde Dios te ha puesto y donde puedas sentir su presencia. En estos tiempos es una pena que muchas personas con gran capacidad y vocación de interioridad, por querer llegar directamente al último peldaño de la unión mística.... ni siquiera alcancen el primero de paz interior. El silencio forzado será un silencio "vacuo", desprovisto de gracia, y que no tiene ningún sentido espiritual. Con frecuencia, incluso, se convierte en algo angustioso. Eso en vez de acercarte al Cielo, te deja a las puertas del Infierno. El silencio en sí mismo no es el objetivo, sino la presencia de Dios. La presencia de Dios viene acompañada de silencio, pero el silencio no siempre es acompañado por la presencia de Dios.

La palabra caerá como una fruta madura cuando aparezca lo que ella invoca. Entonces reposa y descansa en ese Santo Silencio, en esa Santa Presencia. Cuando veas que ese perfume desaparece, cuando veas que vuelve la inquietud o la sequedad, entonces vuelve a la palabra hasta que el fuego se avive de nuevo. Una y mil veces.

De un Ermitaño Anónimo

lunes, 10 de junio de 2013

Adelantar en la vida espiritual

El abad Juan dijo: «Me gusta que el hombre posea algo de todas las virtudes. Por eso, cada día al levantarte, ejercítate en todas las virtudes y guarda con mucha paciencia el mandamiento de Dios, con temor y longanimidad, en el amor de Dios, con esfuerzo de alma y cuerpo y con gran humildad. Sé constante en la aflicción del corazón y en la observancia, con mucha oración y súplicas, con gemidos, guardando la pureza y los buenos modales en el uso de la lengua y la modestia en el de los ojos. Sufre con paciencia las injurias sin dar lugar a la ira. Sé pacífico y no devuelvas mal por mal. No te fijes en los defectos de los demás, ni te exaltes a ti mismo, antes al contrario, con mucha humildad sométete a toda criatura, renunciando a todo lo material y a lo que es según la carne, por la mortificación, la lucha, con espíritu humilde, buena voluntad y abstinencia espiritual; con ayuno, paciencia, lágrimas, dureza en la batalla, con discreción de juicio, pureza de alma, percibiendo el bien con paz y trabajando con tus manos. Vela de noche, soporta el hambre y la sed, el frío y la desnudez, los trabajos. Enciérrate en un sepulcro como si estuvieses muerto, de manera que a todas las horas sientas que tu muerte está cercana».

Sentencias de los Padres del Desierto. Cap. I. De la manera de adelantar en la vida espiritual.

domingo, 19 de mayo de 2013

Espíritu Santo y vida monástica

Un monje es un ser humano que ha sido llamado por  el Espíritu Santo para abandonar las preocupaciones, los  deseos y las ambiciones de otras personas y consagrar  su vida entera a la búsqueda de Dios . Este concepto es  familiar . La realidad que tal concepto significa es un misterio. Porque, de hecho, nadie en la tierra sabe exactamente qué significa «buscar a Dios» hasta que se pone a buscarlo . Ninguna persona puede decirle a otra lo que esta búsqueda significa a no ser que ésta esté iluminada, al mismo tiempo, por el Espíritu que habla dentro de su propio corazón. En definitiva, nadie puede buscar a Dios, si antes no ha sido encontrado por Él . Un monje es aquel que busca a Dios porque ha sido encontrado por Dios. En pocas palabras, un monje es un «hombre de Dios» 
Thomas Merton



La vida monástica es un carisma, creación del Espíritu Santo, que sólo se puede asumir en libertad y en amor por inspiración del Espíritu Santo. Esta forma de vida cristiana sólo puede  ser evangélica y siempre nueva, gracias a la ayuda del Espíritu Santo.

La vida monástica es una forma de vida cristiana, uno de los caminos para vivir el misterio pascual. Es una vida pneumática porque es cristiana, mesiánica, consagrada en la única consagración bautismal, en la que se de la unción del Espíritu Santo;  Por eso el monacato no es algo condición aparte, una categoría de cristianos compuesta por miembros mejores en comparación con los demás.

Hoy dejamos este interesante articulo sobre la vida monástica y la acción del Espíritu. 



sábado, 18 de mayo de 2013

El Espíritu Santo

Único es Dios Padre, dueño de la Antigua y de la Nueva Alianza; Único es el Salvador Jesucristo, profetizado en la Antigua y venido en la Nueva; Único también es el Espíritu Santo, que, por los profetas, fue el heraldo del Cristo, que descendió después de la venida del Cristo y lo mostró a los hombres.

Que nadie, pues, separe la Antigua Alianza de la Nueva; que nadie pretenda que el Espíritu es diferente aquí o allí, pues eso es contrariar al Espíritu Santo mismo, al que se honra con el Padre y el Hijo y a quien se engloba en la Santa Trinidad cuando se da el santo bautismo. En efecto, el Hijo Único de Dios dijo claramente a los apóstoles: Id, haced discípulas a las naciones, bautizándolas en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Nuestra esperanza reside en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No proclamamos tres dioses, sino que proclamamos, con el Espíritu Santo, por el Hijo Único, un solo Dios. La fe es indivisible, la piedad sin falla posible. No separamos la Santa Trinidad, ni la confundimos. (16º Catequesis, 3-4)

El Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, da todas las gracias. No son unos los dones gratuitos del Padre, y otros los del Hijo, y otros los del Espíritu Santo; pues no hay más que Una salvación, Una sola potencia, una sola fe. Un solo Dios, el Padre; un solo Señor, su Hijo único; un solo Espíritu Santo, el Paráclito. (16º Catequesis, 24)

Del mismo modo que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu Santo (Epiclesis), ya no es un pan cualquiera, sino el Cuerpo del Cristo, así este Santo Crisma, después de la invocación, ha dejado de ser un aceite común, para ser don gracioso del Cristo y del Espíritu Santo, así la Divinidad, por su presencia, lo hace eficaz. Así es el Crisma con el que se te hace la crismación sobre la frente y también sobre los diversos órganos de los sentidos. Mientras el cuerpo es ungido por un bálsamo visible, el alma es santificada por el Espíritu Santo y vivificada. (21º Catequesis, 3)

Después de habernos santificado con esos cantos espirituales, suplicamos al Dios de misericordia que envíe el Espíritu Santo sobre las ofrendas dispuestas ante nosotros para que transforme el pan en el Cuerpo del Cristo y el vino en la Sangre del Cristo. Lo que ha sido tocado por el Espíritu Santo es en efecto totalmente santificado y transformado. (23º Catequesis, 7)

San Cirilo de Jerusalén.

viernes, 17 de mayo de 2013

El encuentro

la Abadia cistercense Madre de Dios, el encuentro, situada en el corazón de la Sierra Madre Michoacana, vecina del fastuoso Santuario de las Mariposas, en el Rincón de San Jerónimo, correspondiente al municipio de Ciudad Hidalgo (Michoacán) Mejico.

Las 25 Monjas Cistercienses que conforman la Abadía, ofrecen una increíble imagen de mujeres preparadas y modernas que han sabido, de manera magistral, consagrarse a una vocación divina y aportar, a la sociedad moderna, un perfil de mujer, altamente madura y culta que despierta la admiración y el respeto de cuantos las conocen o acuden a ellas.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Sembrad siempre buenas obras


Sed ricos en buenas obras, dice el Señor. Éstas son las riquezas que debéis ostentar, que debéis sembrar. Estas son las obras a las que se refiere el Apóstol, cuando dice que no debemos cansarnos de hacer el bien, pues a su debido tiempo recogeremos. Sembrad, aunque no veáis todavía lo que habéis de recoger. Tened fe y seguid sembrando. ¿Acaso el labrador, cuando siembra, contempla ya la cosecha? El trigo de tantos sudores, guardado en el granero, lo saca y lo siembra. Confía sus granos a la tierra. Y vosotros, ¿no confiáis vuestras obras al que hizo el cielo y la tierra?

Fijaos en los que tienen hambre, en los que están desnudos, en los necesitados de todo, en los peregrinos, en los que están presos. Todos éstos serán los que os ayudarán a sembrar vuestras obras en el cielo... La cabeza, Cristo, está en el cielo, pero tiene en la tierra sus miembros. Que el miembro de Cristo dé al miembro de Cristo; que el que tiene dé al que necesita. Miembro eres tú de Cristo y tienes que dar, miembro es él de Cristo y tiene que recibir. Los dos vais por el mismo camino, ambos sois compañeros de ruta. El pobre camina agobiado; tú, rico, vas cargado. Dale parte de tu carga. Dale, al que necesita, parte de lo que a ti te pesa. Tú te alivias y a tu compañero le ayudas.

San Agustín de Hipona, Sermón sobre las bienaventuranzas

martes, 14 de mayo de 2013

Apotegma en la Tebaida


En los apotegmas, (del griego αποφθεγμα. Sentencia breve y graciosa en la que subyace un contenido moral aleccionador) de los Padres del desierto encontramos condensadas varias sentencias que ayudan a la vida espiritual. Como decían el abad Mateo o el Abas Daniel: 

Decía Jesús en el Evangelio que quien siembra el mal y la cizaña en el mundo es el hombre malo. Es decir: el demonio. Lo que pasa, explicaba Abad Mato, es que el diablo no sabe de antemano cuál es la pasión frente a la que el alma es más débil.

Él siembra el mal. Lo siembra siempre. Unas veces con pensamientos de fornicación y sucios. Otras veces con ideas de maledicencia y ruina de la fama. Y va así, de pasión en pasión hasta dar con la que al alma le resulte más violenta. Y a la pasión que descubre como más virulenta, es a la que dedica mayor empeño. Esa es su estrategia.

¿Y el cuerpo y el alma?
Esto fue lo que le preguntaron cierta tarde al Abad Daniel algunos monjes que no sabían de qué manera el cuerpo y el espíritu contribuyen fraternalmente al desarrollo del hombre. Y el Abad Daniel se pensó un poco lo que iba a decir a los monjes y, finalmente, habló y dijo:

Miren: en la medida que el cuerpo prospera y engorda, el alma se debilita. Y el alma prospera y se hace fuerte cuando el que se debilita por la mortificación es el cuerpo.

miércoles, 8 de mayo de 2013

La acción del Espíritu Santo

¿Quién, habiendo oído los nombres que se dan al Espíritu, no siente levantado su ánimo y no eleva su pensamiento hacia la naturaleza divina? Ya que es llamado Espíritu de Dios y Espíritu de verdad que procede del Padre; Espíritu firme, Espíritu generoso, Espíritu Santo son sus apelativos propios y peculiares.

Hacia él dirigen su mirada todos los que sienten necesidad de santificación, hacia él tiende el deseo de todos los que llevan una vida virtuosa, y su soplo es para ellos a manera de riego que los ayuda en la consecución de su fin propio y natural.

El es fuente de santidad, luz para la inteligencia; él da a todo ser racional como una luz para entender la verdad.

Aunque inaccesible por naturaleza, se deja comprender por su bondad; con su acción lo llena todo, pero se comunica solamente a los que encuentra dignos, no ciertamente de manera idéntica ni con la misma plenitud, sino distribuyendo su energía según la proporción de la fe.

Simple en su esencia y variado en sus dones, está integro en cada uno e íntegro en todas partes. Se reparte sin sufrir división, deja que participen en él, pero él permanece íntegro, a semejanza del rayo solar cuyos beneficios llegan a quien disfrute de él como si fuera único, pero, mezclado con el aire, ilumina la tierra entera y el mar.

Así el Espíritu Santo está presente en cada hombre capaz de recibirlo, como si sólo él existiera y, no obstante, distribuye a todos gracia abundante y completa; todos disfrutan de él en la medida en que lo requiere la naturaleza de la criatura, pero no en la proporción con que él podría darse.

Por él los corazones se elevan a lo alto, por su mano son conducidos los débiles, por él los que caminan tras la virtud llegan a la perfección. Es él quien ilumina a los que se han purificado de sus culpas y al comunicarse a ellos los vuelve espirituales.

Como los cuerpos limpios y transparentes se vuelven brillantes cuando reciben un rayo de sol y despiden de ellos mismos como una nueva luz, del mismo modo las almas portadoras del Espíritu Santo se vuelven plenamente espirituales y transmiten la gracia a los demás.

De esta comunión con el Espíritu procede la presciencia de lo futuro, la penetración de los misterios, la comprensión de lo oculto, la distribución de los dones, la vida sobrenatural, el consorcio con los ángeles; de aquí proviene aquel gozo que nunca terminará, de aquí la permanencia en la vida divina, de aquí el ser semejantes a Dios, de aquí, finalmente, lo más sublime que se puede desear: que el hombre llegue a ser como Dios.

San Basilio Magno, Libro sobre el Espíritu Santo

viernes, 3 de mayo de 2013

El Señor es mi lote

Pero, Felipe, no comprendiendo que él era absolutamente semejante al Padre, le dice: Muéstranos al Padre y nos basta. Por lo cual, Jesús, echándole en cara su desconocimiento incluso del Hijo, le replica: Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Realmente no me habéis conocido, porque si me conocierais a mí, conoceríais también al Padre. No conoce al Hijo, quien piensa que el Padre es mejor: no porque uno sea el Padre y otro sea el Hijo, sino porque es absolutamente semejante. Por eso, porque el Hijo es absolutamente semejante al Padre, prosigue diciendo: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? Lo que no puedes ver, créelo al menos. Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia, pues no hablo por mí mismo: lo que yo hago lo atribuyo a aquel de quien yo, que actúo, procedo. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, entre las que se cuentan las palabras, las palabras que son obras buenas cuando a alguien edifican. Y siendo el Padre quien obra en mí, ¿no crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Si estuviéramos separados, en modo alguno prodríamos actuar inseparablemente.

Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Es decir: os aseguro que el que cree en mí, esto es, cree que soy un Dios con el Padre, venerable y amable, también él hará las obras que yo hago, es decir, las obras que ahora las hago por mí mismo, después las haré por su medio: y aún mayores, siempre por medio de él, porque yo me voy al Padre: me voy a aquel del cual según mi divinidad nunca me he separado.

Carísimos hermanos: pidámosle esto: que su gracia nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. En su nombré pidámosle a él solo, pues es en extremo avaro quien no se contenta con Cristo. Quien posee al Señor y dice con el profeta: El Señor es mi lote, nada puede poseer fuera de él.

Por lo cual, no debemos preocuparnos de otra cosa, sino de cómo merecer que Cristo sea nuestra heredad, él por cuyo amor hemos renunciado al amor propio y a la propia voluntad.

Esta es, carísimos, la heredad que hace la dicha de sus poseedores.

Beato Ogerio de Lucedio, Sermón 7 (2.3.4.7: PL 184, 906. 907-908.909)

miércoles, 24 de abril de 2013

Caridad contemplativa

La perfecta humildad es una parte integral del puro y ciego amor del contemplativo. Siendo todo él impulso hacia Dios, este simple amor golpea incesantemente sobre la oscura nube del no-saber, dejando todo pensamiento discursivo bajo la nube del olvido. Y así como el amor contemplativo fomenta la perfecta humildad, de la misma manera crea la bondad práctica, especialmente la caridad. Pues en la caridad verdadera uno ama a Dios por si mismo, por encima de todo lo creado, y ama a su hermano el hombre por que esta es la ley de Dios. En la obra contemplativa, Dios es amado por encima de toda criatura pura y simplemente por él mismo. En realidad, el verdadero secreto de esta obra no es otra cosa que un puro impulso hacia Dios por ser él quien es.

Lo llamo puro impulso porque es totalmente desinteresado. En esta obra el perfecto artesano no busca el medro personal o verse exento del sufrimiento. Desea sólo a Dios y a él solo. Está tan fascinado por el Dios que ama y tan preocupado porque se haga su voluntad en la tierra, que ni se da cuenta ni se preocupa de su propia comodidad o ansiedad. Y esto porque, a mi juicio, en esta obra Dios es realmente amado perfectamente y por ser él quien es. Pues un verdadero contemplativo no debe compartir con ninguna otra creatura el amor que debe a Dios.

En la contemplación, además, también se cumple totalmente el segundo mandamiento de la caridad. Los frutos de la contemplación son testigos de esto aun cuando durante el tiempo real de la oración el contemplativo avezado no dirija su mirada a ninguna persona en particular, sea hermano o extraño, amigo o enemigo. En realidad, ningún hombre le es extraño, porque considera a cada uno como hermano. Y nadie es su enemigo. Todos son sus amigos. Incluso aquellos que le hieren o le ofenden en la vida diaria son tan queridos para él como sus mejores amigos y todos los buenos deseos hacia sus mejores amigos se los desea a ellos.
 La nube del no-saber. Anónimo. s. XIV