lunes, 20 de julio de 2015

La mejor parte


Felices los que comprenden esto y perseveran en la paz sin imponerse toda clase de trabajos, cambiando su servicio corporal por la obra de la oración cuando son capaces de ello. Aquel que es incapaz de soportar la soledad sin recurrir al servicio, deberá, con justicia, recurrir a él. Pero que ese servicio lo realice como si fuera una ayuda, como si no se tratara de un mandato esencial, sin excesiva preocupación. Esto para los débiles. Evagrio ha dicho que el trabajo manual es un obstáculo para el recuerdo de Dios...

Cuando Dios abra tu intelecto desde adentro y tú te dediques a genuflexiones repetidas, no dejes que ningún pensamiento se apodere de ti, por temor a que los demonios te convenzan secretamente de ponerlo en práctica; luego considera y admira lo que nace de ti de tales cosas.

Guárdate de hacer comparaciones entre las prácticas morales de la vida activa y tus postraciones de día y de noche con la cara contra la tierra delante de la cruz y las manos en la espalda. Si deseas que tu fervor no se debilite jamás, que tus lágrimas no se agoten, practica esto... y serás semejante a un paraíso florecido y a una fuente inagotable.

Considera ahora las numerosas pruebas de la gracia que la Providencia nos otorga. A veces un hombre está arrodillado en oración, las manos extendidas, alzadas hacia el cielo, el rostro vuelto hacia la cruz, el sentimiento y el intelecto enteramente volcados hacia Dios y la súplica. Mientras está absorto en esas súplicas y esos esfuerzos, bruscamente, una fuente de delicias se abre en su corazón, sus miembros se relajan, sus ojos se enturbian, su rostro se inclina hacia la tierra, sus mismas rodillas no son capaces de asentarse sobre el suelo a causa de la alegría y la exaltación que la gracia extiende en su cuerpo.

La Filocala

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