domingo, 31 de julio de 2016

Abad García Jiménez de Cisneros


En la vida de san Ignacio de Loyola, cuya memoria hoy celebramos, existe una importante conexión con el mundo benedictino, a través del monasterio de Montserrat, y de su célebre abad García Jiménez de Cisneros. Nacido en la localidad palentina de Cisneros, en torno al año 1455, ingresó a los veinte años en el Monasterio de San Benito el Real de Valladolid, llegando a ser su subprior. En 1493, en el marco de la unión de los reinos de Castilla y Aragón en los Reyes Católicos, fue enviado al Monasterio de Montserrat, para impulsar la reforma benedictina vallisoletana, el año 1493. Primero ocupó e cargo de prior, y luego el de Abad, hasta su muerte el año 1510.

El año 1500 escribió una obra espiritual, llamada a tener una fructífera influencia. el Ejercitatorio Espiritual. Se trata de una típica obra de la devotio moderna, es decir, un método de oración introspectiva, que busca la unión con dios a través de la meditación y de la presencia de Dios. El alma hay que ejercitarlo, hay que trabajar interiormente para lograr el ideal de la unión con Dios.


Esta obra tuvo una gran influencia sobre Ignacio de Loyola, cuando años después visitó el Monasterio y habitó en la Cueva de Manresa, preparando lo que serían sus futuros Ejercicios Espirituales. En cualquier caso, de justicia es recordar a este gran abad montserratino, cuya influencia espiritual llegó a ser tan importante.

martes, 26 de julio de 2016

Monasterio de Santa Ana del Monte. Jumilla.


Hemos rescatado del archivo de televisión Española, un reportaje de los años setenta, con una visión de la época del Monasterio de Santa Ana del Monte, en Jumilla. en la actualidad, dicho monasterio está habitado por una fraternidad franciscana. Su actual carisma es descrita por elos mimos en su Web, con estas palabras. 

En la actualidad, los religiosos que moran aquí alternan la vida contemplativa de oración, rezo de la Liturgia de las Horas, adoración del Santísima y alabanzas a María con el trabajo manual ejercitado en el huerto, en la cocina y en la limpieza del convento. Esta vida de oración y trabajo va estrechamente ligada a la acción pastoral, impartiendo clases en el Instituto Teológico de Murcia (PP. José María Roncero, Francisco Oliver y Pedro Ruiz Verdú), dando ejercicios espirituales a las religiosas de vida contemplativa de las Federaciones de Clarisas y Concepcionistas de la Provincia de Cartagena, asistiendo a la Orden Franciscana Seglar de Jumilla y Cieza. De igual modo, atienden espiritualmente a los numerosos jóvenes cristianos, sacerdotes y religiosos que se acercan al convento a pasar unos días de retiro y oración. Diríamos que fruto de esa presencia franciscana en Jumilla han seguido a San Francisco, en su primera orden, religiosos de extraordinaria calidad humana y cristiana, como el P. Pedro Lozano, gran predicador y promotor de la espiritualidad mariana en la advocación de la Inmaculada Concepción, también Fr. Pedro Abellán, y el P. José María Bustamante. Aunque no son de Jumilla, la mayoría de su vida la han pasado en este convento religiosos tan beneméritos como Fr. Cándido Albert y Fr. Bernardo Calabuig, ambos fallecidos, constituyendo la más genuina expresión del significado de la vida franciscana de Santa Ana en los últimos años. Su vida de unión con Dios, su trabajo en el huerto como limosneros, su vida fraterna y su servicio a todo el mundo, significan para los franciscanos de la Provincia de Cartagena como para las gentes que rodean Santa Ana el más vivo ejemplo de lo que es un franciscano menor y un cristiano auténtico. Para conocer su Museo conventual y el arte que esconde este complejo conventual e iglesia, véanse las guías que se han editado bajo la dirección de los PP. Dimas Mateos y Jerónimo García.

lunes, 25 de julio de 2016

La Orden de Santiago. Monasterio de Uclés.


En la Solemnidad del Apóstol Santiago, no podemos dejar de hablar de una institución que todavía hoy pervive en su rama femenina. la Orden de Santiago.

Su hay que atribuírsela al rey Alfonso VIII de Castilla, con la aprobación del papa Alejandro III mediante una bula otorgada el 5 de julio de 1175 en Ferentino, cerca de Roma. En dicha bula aprobaron sus constituciones y la hizo exenta. Sus privilegios fueron confirmados y ampliados más adelante por los papas Lucio III, Urbano III e Inocencio III, por medio de diferentes bulas que arreglaron igualmente el estado de los caballeros y el de los religiosos. A partir de este momento se les conoció con el nombre de Caballeros de Santiago.

Como efecto de su doble acto fundacional -institución real en su rama militar y aprobación pontificia en su rama religiosa- la Orden quedó constituida, como una Militia Christi, con vocación tanto religiosa como militar, cuya misión era el «servicio de Dios, el ensalzamiento y defensa de la Christiana religion, y Fee catholica y la defensa de la Republica Christiana».

A diferencia de las contemporáneas órdenes de Calatrava y Alcántara, que siguieron la dura Regla de los benedictinos de la Abadía de Cîteaux, la Orden de Santiago aprobó la Regla más suave de los canónigos agustinos. De hecho, en León han ofrecido sus servicios a los canónigos regulares de San Eloy en esa ciudad para la protección de los peregrinos a Santiago y los hospicios de los caminos que conducen a Compostela. Esto explica el carácter mixto de su Orden, que es hospitalaria y militar, como la Orden de Malta.

Los caballeros de la Orden fueron reconocidos como religiosos por Alejandro III, cuya bula de 5 de julio de 1175 fue confirmada posteriormente por más de veinte de sus sucesores. Estos actos pontificios, recogidos en el Bullarium de la Orden, garantizaban todos los privilegios y exenciones de otras órdenes monásticas. La Orden estaba compuesta por varias clases de afiliados: canónigos, encargados de la administración de los sacramentos; comendadoras, ocupadas del servicio de los peregrinos; caballeros religiosos, que viven en comunidad; y caballeros casados.

Los caballeros de la Orden de Santiago aceptaron los votos de pobreza y obediencia. Sin embargo, al organizarse por la regla de los agustinos, sus miembros no estaban obligados a hacer voto de castidad y pudieron contraer matrimonio (casados estaban algunos de sus fundadores); sólo prometían la castidad total antes del matrimonio o acabado éste, y la castidad y fidelidad conyugal mientras permanecieran casados. La bula del papa Alejandro III recomendaba el celibato.

El derecho a contraer matrimonio, que otras órdenes militares sólo obtuvieron al final de la Edad Media, se les concedió desde el principio, con determinadas condiciones (como la autorización del rey), la obligación de observar la continencia durante el Adviento, la Cuaresma y en determinadas festividades del año. Los caballeros santiaguistas, con licencia del maestre, podían contraer matrimonio y vivir con sus esposas e hijos en los conventos de la Orden. La Orden de Santiago fundó conventos femeninos de comendadoras, apelativo utilizado para designar a las monjas. La presencia femenina en la Orden es mayor que en otras órdenes de la época. Aquí, las mujeres asumieron la función educar a las hijas de los caballeros, aunque hubo algunas mujeres que estuvieron al frente de una encomienda.

El Monasterio de Uclés fue cabeza de la Orden y una de sus casas principales. Hoy se conserva el Monasterio de las Comendadoras, en el centro de Madrid. En el siguiente video, visitaremos el Monasterio de Uclés.

domingo, 24 de julio de 2016

Éstos son los bienes que principalmente hemos de pedir


Deseando nuestro Señor y Salvador que lleguemos a los goces del reino celestial, nos enseñó a pedirle estos mismos goces y prometió dárnoslos si se los pedimos: Pedid —dice— y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Debemos reflexionar seriamente y con la máxima atención, carísimos hermanos, sobre el mensaje de que son portadoras estas palabras del Señor, puesto que se nos asegura que el reino de los cielos no es patrimonio de ociosos y desocupados, sino que se dará, será hallado y se abrirá a quienes lo pidan, lo busquen y llamen a sus puertas.

Así pues, la entrada en el reino hemos de pedirla orando, hemos de buscarla viviendo honradamente y hemosde llamar a sus puertas perseverando. Porque no es suficiente limitarse a pedirlo de palabra, sino que hemos de indagar diligentemente cuál ha de ser nuestra conducta para merecer conseguir lo que pedimos, según la afirmación del que afirma: No todo el que me dice Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése entrará en el reino de los cielos.

Por lo tanto, es necesario, hermanos míos, que pidamos asiduamente, que oremos constantemente, que nos postremos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Y para merecer ser escuchados, consideremos solícitamente cómo quiere que vivamos, qué es lo que nos mandó hacer nuestro creador. Recurramos al Señor y a su poder, busquemos continuamente su rostro. Y para que merezcamos hallarlo y contemplarlo limpiémonos toda suciedad de cuerpo o de espíritu, pues el día de la resurrección sólo subirán al cielo los que hayan conservado la castidad del cuerpo, únicamente los limpios de corazón podrán contemplar la gloria de la Divina Majestad.

Y si deseamos saber lo que él quiere que pidamos, escuchemos aquello del evangelio: Buscad el reino de Dios y su justicia, lo demás se os dará por añadidura. Buscar el reino de Dios y su justicia significa desear los dones de la patria celestial, quiere decir indagar incesantemente cuál es el comportamiento adecuado para conseguirlos, no ocurra que si llegáramos a desviarnos del camino que a ellos nos conduce, nos veamos imposibilitados de alcanzar la meta que nos habíamos propuesto. Estos son, carísimos hermanos, los bienes que principalmente hemos de pedir a Dios, ésta es la justicia del reino que preferencialmente hemos de buscar, es decir, la fe, la esperanza y la caridad, porque, como está escrito: El justo vivirá por su fe; al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea; y amar es cumplir la ley entera; porque toda la ley se concentra en esta frase: «Amarás al prójimo como a ti mismo».

Por eso el Señor amablemente nos promete que el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. Con lo cual quiere indudablemente indicarnos que los que son malos por naturaleza pueden hacerse buenos mediante la aceptación de la gracia del Espíritu. Promete que el Padre dará el Espíritu Santo a los que se lo piden, porque lo mismo la fe, la esperanza y la caridad, como cualesquiera otros bienes celestiales que deseamos obtener, se nos conceden únicamente por el don del Espíritu Santo.

Siguiendo sus huellas, en la medida de lo posible, pidamos, amadísimos hermanos, a Dios Padre que, por la gracia de su Espíritu, nos guíe por el camino recto de la fe, una fe activa en la práctica del amor. Y a fin de que merezcamos obtener los bienes deseados, procuremos vivir de manera que no seamos indignos de un tal Padre, antes bien, esforcémonos por conservar, con cuerpo siempre íntegro y alma pura, el misterio del segundo nacimiento, mediante el cual y en el bautismo nos convertimos en hijos de Dios. Pues es seguro que, si observamos los mandamientos del Padre eterno, nos remunerará con la herencia de una bendición eterna, preparada para nosotros desde el principio por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina con Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

San Beda el Venerable
Homilía 14 (CCL 122, 272-273.277-279)

sábado, 23 de julio de 2016

La Orden de Santa Brígida


La Orden que fundó santa Brígida en la Edad Media se divide hoy en varias ramas. Por una parte está la rama monástica medieval. La constituyen los monasterios que sobrevivieron a las calamidades de la reforma protestante, la guerra de los Treinta Años, la Revolución Francesa y las desamortizaciones del XIX. Son autónomos, sin vinculación jurídica común. Ya no son dobles sino sólo de mujeres, desde la muerte del último Brigidino en 1863. Las abadías son: Santa María del Refugio en Uden (Holanda), Abadía de Syon (Reino Unido), Altomünster (Alemania) y Santa María de la Paz de Vadstena (Suecia).


En segundo lugar tenemos la rama monástica española. En el siglo XVII es aprobada una rama española de la Orden (exclusivamente femenina) por el Papa Urbano VIII. Su origen está en la Venerable Madre María de Escobar. La Madre recibió una serie de revelaciones que la inspiraron a fundar esta nueva rama de espíritu reformado. La primera fundación fue el monasterio de Valladolid (1637). Actualmente la Orden presenta una estructura de monasterios federados y se encuentra presente en España (Valladolid, Lasarte, Paredes de Nava y Azcoitia), México, Venezuela y Perú.


Junto a estas antiguas ramas, tenemos la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida, nacida en 1911 de mano de la Beata Elisabeth Hesselblad (1870-1957). Mientras se encontraba en los Estados Unidos trabajando como enfermera, fue iluminada por el Espíritu para convertirse a la fe católica. Ella era luterana y después de luchas internas y oposición de la familia, en 1902 fue admitida en la Santa Iglesia Católica. En 1904, bastante enferma y sin esperanzas de curación, acude a Roma y postrada ante los pies de San Pío X le presenta sus deseos de hacerse con la casa de Piazza Farnese donde había vivido y muerto Santa Brígida. En aquella época era un convento de Carmelitas polacas. En 1906 profesa los votos en esta Santa Casa, y tras visitar los monasterios de Brígidas existentes, comienza en 1911 la nueva fundación. Su deseo - que sentía como un mandato del Señor– era dar nueva vida al carisma brigidino, volviendo a los orígenes pero adaptado a los tiempos nuevos. Ya no sería una orden contemplativa, sino proyectada al apostolado. Las religiosas Brigidinas viven intensamente los valores de la vida consagrada, con la escucha, la contemplación, la Adoración Eucarística, la interiorización de la Palabra de Dios, la solemne celebración de la Liturgia de las Horas y la actividad apostólica. Las Brigidinas regentan también varias casas de hospitalidad cuya finalidad primaria es el servicio ecuménico como un ejercicio de exquisita caridad, calor humano y espiritual, para todos aquellos que, quizás ricos en bienes materiales, viven en una profunda pobreza interior y están a la búsqueda de nuevos horizontes.


Por último, hay que citar a la rama contemplativa masculina. Los monjes Brigidinos habían desaparecido a raíz de las vicisitudes históricas en 1863. Pero en 1976, el Hermano Benedict Kirby restaura la rama masculina en la diócesis de Portland (Oregón, EEUU). Se trata de un instituto contemplativo que siguiendo el modelo primitivo del monacato, no ordena de manera ordinaria a sus miembros. La vida comunitaria está centrada entorno a la Divina Liturgia: Santa Misa (los viernes en Latín) y el Oficio Divino solemne. Como hijos de Santa Brígida, la devoción a la Santísima Virgen, la fidelidad al Papa y la oración por las almas del purgatorio y la unidad de los cristianos, son esenciales en sus vidas. Los monjes se sustentan a través de la producción de dulces y productos monásticos.

viernes, 22 de julio de 2016

San Gregorio Magno. Ardía en deseos de Cristo, a quien pensaba que se lo habían llevado

Vallejo Cósida - Noli me tangere

María Magdalena, cuando llegó al sepulcro y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo había llevado, y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade a continuación: Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.

Lo que hay que considerar en estos hechos es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado. Por esto, ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: El que persevere hasta el final se salvará.

Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación, iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el Cantar de los cantares: Estoy enferma de amor; y también: Mi alma se derrite.

Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego de su amor.

Jesús le dice: «¡María!» Después de haberla llamado con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido reconocido, la llama ahora por su nombre propio. Es como si le dijera:

«Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo te conozco, no de un modo genérico, como a los demás, sino en especial».

María, al sentirse llamada por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama: «Rabboni», es decir: «Maestro», ya que el mismo a quienella buscaba exteriormente era el que interiormente la instruía para que lo buscase.

San Gregorio Magno
Homilía 25 sobre los evangelios (1-2.4-5: PL 76, 1189-1193)

jueves, 21 de julio de 2016

El Monasterio Camaldulense de Pažaislis en Lituania.


Hoy visitaremos lo que fue un importante monasterio camaldulense en un país católico en el corazón del Báltico. El Monasterio se llama Pažaislis, y el país es Lituania. Fue el mayor monasterio de Lituania, y constituye un magnífico ejemplo del barroco italiano en este país, que formó junto a Polonia un gran reino católico, hasta el siglo XVIII.

El Monasterio fue fundado en 1662 por el Gran Duque de Lituania Krzysztof Zygmunt para la orden de los camaldulenses. La construcción estuvo detenida entre 1674, hasta que se reanudó en 1712. La iglesia fue diseñada por los arquitectos Pietro Puttini, Carlo y Giovanni Battista Frediani.

En 1832, fue cerrado el monasterio por las autoridades rusas, que lo entregaron a la Iglesia Ortodosa. En 1870 fue enterrado allí el autor del himno imperial ruso (Dios salve al Zar), Alexei Lvov. Después de 1920, tras haber sufrido daños en la Primera Guerra Mundial y Revolución rusa, el monasterio fue devuelto a la Iglesia Católica, ocupándolo las Hermanas del Convento de San Casimiro. Sin embargo, la invasión soviética durante la Segunda Guerra Mundial provocó que las nuevas autoridades lo convirtieran en un hospital psiquiátrico y, posteriormente, en una galería de arte.

Al finalizar el dominio comunista, el monasterio fue devuelto a las Hermanas de San Casimiro, comenzándose desde 1990 la restauración del complejo monástico.

Esta atormentada historia tiene al fondo una fundación monástica benedictina, de gran importancia en este país tradicionalmente católico, que tanto ha tenido que sufrir con el devenir de los distintos acontecimientos históricos.

miércoles, 20 de julio de 2016

Santa Marina o Margarita

Zurbarán - Santa Margarita

Martirologio romano - En Antioquía, ciudad de Pisidia, santa Marina o Margarita, que es tradición que consagró su cuerpo a Cristo con su virginidad y con su martirio.

La hagiografía cuenta que Marina-Margarita nació en Antioquía (en Asia Menor), hija de un sacerdote pagano, pero a través de su ama de leche conoció la fe cristiana. Al cumplir 12 años, Margarita se bautizó. Cuando lo supo su padre, renegó de ella.

Un día, cuando Margarita ya tenía 15 años, estaba cuidando a unas ovejas que pastoreaban. Pasó por el lugar el prefecto romano (Olybrius), que quedó fascinado por la belleza de la joven y le propuso matrimonio. Margarita no ocultó que era cristiana. Entonces, el gobernador la entregó al cuidado de una noble mujer. Tenía la esperanza que ésta iba a convencer a la joven a renegar de Cristo. Pero Margarita fue firme y se negó a ofrecer un sacrificio a los ídolos.

Encarcelada por no acceder a los requerimientos del prefecto, se cuenta que consiguió echar, de sí misma, un demonio de su garganta por medio del signo de la cruz; otra versión es que un demonio se le apareció en forma de dragón y la devoró, pero ella poseía un crucifijo con el cual rasgó la piel del dragón y salió de allí. Entonces la sometieron a las más terribles torturas: la azotaron con varillas, cortaron su cuerpo con tridentes, le clavaron clavos y fue lacerada con un gancho.

Sobreviviendo milagrosamente, según la leyenda, de las muñecas de Margarita se cayeron las cadenas y sobre su cabeza empezó a irradiarse una extraordinaria luz, dentro de la que volaba girando una paloma sosteniendo en su pico una corona de oro. El gobernador, finalmente, ordenó matarla así como también, a todos aquellos quienes creyeron en Cristo. Según la leyenda ese día fueron decapitadas 15.000 personas. Feotim, un testigo, relató los martirios de Margarita.

Sus reliquias se encontraban en Constantinopla hasta la conquista de la ciudad por los cruzados en el año 1204. El brazo de Santa Margarita se encuentra en el monte Athos en el Monasterio de Vatopediou.

lunes, 18 de julio de 2016

San Bernardo. Cristo es nuestro descanso

Acercaos a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os daré respiro, dice el Señor. Cargad con mi yugo, y hallaréis reposo para vuestras almas, porque mi yugo es llevadero y mi carga es ligera. A los cansados los invita al descanso y a los abrumados los llama al sosiego. Pero todavía no nos quita la carga o el trabajo; lo cambia por otra carga y otro trabajo más llevadero y más ligero; en ellos se encuentra descanso y alivio, aunque no tan manifiestos. Gran carga es el pecado, que yace bajo una tapadera de plomo. Bajo este fardo gemía uno que decía así: Mis culpas sobrepasan mi cabeza son un peso superior a mis fuerzas.

Entonces, ¿cuál es la carga de Cristo, su carga ligera? A mi encender, la carga de sus beneficios. Carga ligera, mas para el que la sienta y la experimente. Porque, si no la encuentras, mirándolo bien, será pesadísima y peligrosa. El hombre es un animal de carga toda su vida mortal. Si aún lleva sobre sí sus pecados, la carga es pesada; si ya le han descargado de sus pecados, es menos pesada; pero, si es una persona cabal, comprobará que este alivio del que hablamos es una carga no menor. Dios nos carga cuando nos alivia; nos carga con sus beneficios cuando nos aligera del pecado. Dice el agobiado: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Dice el sobrecargado: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Dice el abrumado: Yo siempre temí a Dios, considerando su enojo como olas hinchadas contra mí. Siempre temí, dice; lo mismo antes que después de ser perdonado de mis pecados. Dichoso el hombre que siempre persevera en el temor, pero no se angustia con la menor inquietud tanto si se siente abrumado por los beneficios como por los  pecados.

San Bernardo
Sermón 15 sobre el salmo Qui habitat

sábado, 16 de julio de 2016

San León Magno. María, antes de concebir corporalmente, concibió en su espíritu


Dios elige a una virgen de la descendencia real de David; y esta virgen, destinada a llevar en su seno el fruto de una sagrada fecundación, antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez, la concibió en su espíritu. Y para que no se espantara, ignorando los designios divinos, al observar en su cuerpo unos cambios inesperados, conoce, por la conversación con el ángel, lo que el Espíritu Santo ha de operar en ella. Y la que ha de ser Madre de Dios confía en que su virginidad ha de permanecer sin detrimento. ¿Por qué había de dudar de este nuevo género de concepción, si se le promete que el Altísimo pondrá en juego su poder? Su fe y su confianza quedan, además, confirmadas cuando el ángel le da una prueba de la eficacia maravillosa de este poder divino, haciéndole saber que Isabel ha obtenido también una inesperada fecundidad: el que es capaz de hacer concebir a una mujer estéril puede hacer lo mismo con una mujer virgen.

Así, pues, el Verbo de Dios, que es Dios, el Hijo de Dios, que en el principio estaba junto a Dios, por medio del cual se hizo todo, y sin el cual no se hizo nada, se hace hombre para librar al hombre de la muerte eterna; se abaja hasta asumir nuestra pequeñez, sin menguar por ello su majestad, de tal modo que, permaneciendo lo que era y asumiendo lo que no era, une la auténtica condición de esclavo a su condición divina, por la que es igual al Padre; la unión que establece entre ambas naturalezas es tan admirable que ni la gloria de la divinidad absorbe la humanidad, ni la humanidad disminuye en nada la divinidad.

Quedando, pues, a salvo el carácter propio de cada una de las naturalezas, y unidas ambas en una sola persona, la majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invulnerable se une a la naturaleza pasible, Dios verdadero y hombre verdadero se conjugan armoniosamente en la única persona del Señor; de este modo, tal como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres pudo a la vez morir y resucitar, por la conjunción en él de esta doble condición. Con razón, pues, este nacimiento salvador había de dejar intacta la virginidad de la madre, ya que fue a la vez salvaguarda del pudor y alumbramiento de la verdad.

Tal era, amadísimos, la clase de nacimiento que convenía a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios; con él se mostró igual a nosotros por su humanidad, superior a nosotros por su divinidad. Si no hubiera sido Dios verdadero, no hubiera podido remediar nuestra situación; si no hubiera sido hombre verdadero, no hubiera podido darnos ejemplo.

Por eso, al nacer el Señor, los ángeles cantan llenos de gozo: Gloria a Dios en el cielo, y proclaman: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Ellos ven, en efecto, que la Jerusalén celestial se va edificando por medio de todas las naciones del orbe. ¿Cómo, pues, no habría de alegrarse la pequeñez humana ante esta obra inenarrable de la misericordia divina, cuando incluso los coros sublimes de los ángeles encontraban en ella un gozo tan intenso?

San León Magno
Sermón 1, en la Natividad del Señor (2.3: PL 54, 191-192)

viernes, 15 de julio de 2016

Benedicto XVI sobre san Buenaventura

De estos escritos suyos, que son el alma de su gobierno y que muestran el camino a recorrer sea uno solo o como comunidad, quisiera mencionar solo uno, su obra maestra, Itinerarium mentis in Deum, que es un “manual” de contemplación mística. Este libro fue concebido en un lugar de profunda espiritualidad: el monte de la Verna, donde san Francisco recibió los estigmas. En la introducción el autor ilustra las circunstancias que dieron origen a este escrito suyo: Mientras meditaba sobre las posibilidades del alma de ascender a Dios, se me presentó, por otro lado, ese acontecimiento admirable ocurrido en aquel lugar al beato Francisco, es decir, la visión del Serafín alado en forma de Crucificado. Y meditando sobre esto, en seguida me dí cuenta de que esta visión me ofrecía el éxtasis contemplativo del mismo padre Francisco y al mismo tiempo el camino que conduce a él.

Las seis alas del Serafín se convierten así en el símbolo de seis etapas que conducen progresivamente al hombre al conocimiento de Dios a través de la observación del mundo y de las criaturas y a través de la exploración de la propia alma con sus facultades, hasta la unión gratificante con la Trinidad por medio de Cristo, a imitación de san Francisco de Asís. Las últimas palabras del Itinerarium de san Buenaventura, que responden a la pregunta de cómo se puede alcanzar esta comunión mística con Dios, se habrían hecho descender a lo profundo del corazón: Si ahora anhelas saber cómo sucede esto (la comunión mística con Dios), interroga a la gracia, no a la doctrina; al deseo, no al intelecto; al gemido de la oración, no al estudio de la letra; al esposo, no al maestro; a Dios, no al hombre; a la niebla, no a la claridad; no a la luce, sino al fuego que lo inflama todo y transporta a Dios con las fuertes unciones y los afectos ardentísimos... Entremos por tanto en la niebla, acallemos a los afanes, a las pasiones y a los fantasmas; pasemos con Cristo Crucificado de este mundo al Padre, para que, tras haberle visto, digamos con Felipe: esto me basta.

Benedicto XVI
Audiencia General - 10 de marzo de 2010 

martes, 12 de julio de 2016

San Juan Gualberto


Hoy recuerda la Liturgia a uno de los santos benedictinos, que trataron de reformar el orden monástico durante la alta Edad Media. San Juan Gualberto vivió entre los años 985 al 1073. Su conversión se produjo al perdonar la vida al asesino de su propio hermano. Ingresó en el monasterio de san Miniato, pero tras una visita al eremo de la Camaldula, en el que san Romualdo acababa de dejar el atrayente testimonio de su vida, decidió iniciar una fundación en el lugar llamado Valumbrosa.

Se trata de una reforma monástica que acentúa los caracteres eremíticos y el apartamiento del mundo. De hecho procuró que los monjes no tuvieran otra actividad que la contemplación y la oración, dejando cualquier otro trabajo a los hermanos. San Juan Gualberto tuvo una gran notoriedad, por promover la reforma de la Iglesia, luchando contra la simonía, es decir, la venta de oficios eclesiásticos a cambio de dinero.

lunes, 11 de julio de 2016

Homilía de Benedicto XVI a los monjes benedictinos en Montecasino


Queridos hermanos y hermanas de la gran familia benedictina:

Al concluir mi visita, con mucho gusto me detengo en este lugar sagrado, en esta abadía, cuatro veces destruida y reconstruida, la última vez tras los bombardeos de la segunda guerra mundial, hace 65 años. "Succisa virescit": las palabras de su nuevo escudo indican bien su historia. Montecassino, como encina secular plantada por san Benito, fue "escamondada" por la violencia de la guerra, pero resurgió con mayor vitalidad. En varias ocasiones yo también he disfrutado de la hospitalidad de los monjes, y en esta abadía he vivido momentos inolvidables de descanso y oración.

Esta tarde hemos entrado cantando las Laudes regiae para celebrar juntos las Vísperas de la solemnidad de la Ascensión de Jesús. A cada uno de vosotros expreso la alegría de compartir este momento de oración, saludándoos a todos con afecto y agradeciendo la acogida que me habéis dispensado a mí y a quienes me acompañan en esta peregrinación apostólica. En particular, saludo al abad, dom Pietro Vittorelli, que ha interpretado vuestros sentimientos comunes. Extiendo mi saludo a los abades, a las abadesas y a las comunidades benedictinas aquí presentes.

Hoy la liturgia nos invita a contemplar el misterio de la Ascensión del Señor. La lectura breve, tomada de la primera carta de san Pedro, nos ha exhortado a fijar la mirada en nuestro Redentor, que murió "una sola vez para siempre por los pecados" para llevarnos nuevamente a Dios, a cuya diestra se encuentra, "tras haber ascendido al cielo y haber recibido la soberanía sobre los ángeles, los principados y las potestades" (cf. 1 P 3, 18.22). Jesús, "elevado al cielo" e invisible a los ojos de los discípulos, no los abandonó, pues, "muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu" (1 P 3, 18), ahora está presente de una manera nueva, interior, en los creyentes, y en él la salvación se ofrece a todo ser humano, sin distinción de pueblo, lengua y cultura.

La primera carta de san Pedro contiene referencias precisas a los acontecimientos cristológicos fundamentales de la fe cristiana. El Apóstol quiere poner de relieve el alcance universal de la salvación en Cristo. Lo mismo pretende san Pablo, de cuyo nacimiento estamos celebrando el bimilenario, el cual escribe a la comunidad de Corinto: Cristo "murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Co 5, 15).

Ya no vivir para sí mismos, sino para Cristo: esto es lo que da pleno sentido a la vida de quien se deja conquistar por él. Lo manifiesta claramente la historia humana y espiritual de san Benito que, tras abandonarlo todo, siguió fielmente a Jesucristo. Encarnando en su propia existencia el Evangelio, se convirtió en el iniciador de un amplio movimiento de renacimiento espiritual y cultural en Occidente. Quiero mencionar aquí un acontecimiento extraordinario de su vida, referido por su biógrafo san Gregorio Magno, que vosotros conocéis muy bien.

Se podría decir que también el santo patriarca fue "elevado al cielo" en una indescriptible experiencia mística. La noche del 29 de octubre del año 540 —se lee en la biografía—, mientras estaba asomado a la ventana, "con los ojos fijos en las estrellas para penetrar en la divina contemplación, el santo sentía que el corazón le ardía... Para él el firmamento cuajado de estrellas era como la cortina bordada que desvelaba al Santo de los Santos. En un momento determinado, su alma se sintió transportada a la otra parte del velo para contemplar sin estorbos el rostro de Aquel que habita en una luz inaccesible" (cf. A.I. Schuster, Storia di san Benedetto e dei suoi tempi, ed. Abadía de Viboldone, Milán 1965, p. 11 y ss). Desde luego, como le sucedió a san Pablo tras ser arrebatado al cielo, también san Benito, después de esa experiencia espiritual extraordinaria, tuvo que comenzar una nueva vida. Aunque la visión fue pasajera, los efectos permanecieron; su fisonomía misma —refieren los biógrafos— cambió, su aspecto fue siempre sereno y su porte angélico; y, aun viviendo en la tierra, se comprendía que con el corazón ya estaba en el paraíso.

San Benito no recibió este don divino para satisfacer su curiosidad intelectual, sino más bien para que el carisma que Dios le había dado tuviera la capacidad de reproducir en el monasterio la misma vida del cielo y restablecer en él la armonía de la creación a través de la contemplación y el trabajo. Por eso, con razón, la Iglesia lo venera como "eminente maestro de vida monástica" y "doctor de sabiduría espiritual en el amor a la oración y al trabajo"; "guía resplandeciente de pueblos a la luz del Evangelio" que, "elevado al cielo por una senda luminosa", enseña a los hombres de todos los tiempos a buscar a Dios y las riquezas eternas por él preparadas (cf. Prefacio del santo en el suplemento monástico al Misal Romano, 1980).

Sí, san Benito fue ejemplo luminoso de santidad e indicó a los monjes como único gran ideal a Cristo; fue maestro de civilización que, proponiendo una equilibrada y adecuada visión de las exigencias divinas y de las finalidades últimas del hombre, tuvo siempre muy presentes también las necesidades y las razones del corazón, para enseñar y suscitar una fraternidad auténtica y constante, a fin de que en el conjunto de las relaciones sociales no se perdiera una unidad de espíritu capaz de construir y alimentar siempre la paz.

No es casualidad que la palabra Pax acoja a los peregrinos y los visitantes a las puertas de esta abadía, reconstruida después del enorme desastre de la segunda guerra mundial: se eleva como una silenciosa advertencia a rechazar cualquier forma de violencia para construir la paz: en las familias, en las comunidades, entre los pueblos y en toda la humanidad. San Benito invita a toda persona que sube a este monte a buscar la paz y a seguirla: "Inquire pacem et sequere eam (Sal 33, 14-15)" (Regla, Prólogo, 17).

Siguiendo la escuela de san Benito, con el paso de los siglos, los monasterios se han convertido en centros fervientes de diálogo, de encuentro y de benéfica fusión entre personas diversas, unificadas por la cultura evangélica de la paz. Los monjes han sabido enseñar con la palabra y con el ejemplo el arte de la paz, sirviéndose de los tres "vínculos" que san Benito consideraba necesarios para conservar la unidad del Espíritu entre los hombres: la cruz, que es la ley misma de Cristo; el libro, es decir, la cultura; y el arado, que indica el trabajo, el señorío sobre la materia y sobre el tiempo.

Gracias a la actividad de los monasterios, articulada en el triple compromiso cotidiano de la oración, el estudio y el trabajo, pueblos enteros del continente europeo han experimentado un auténtico rescate y un beneficioso desarrollo moral, espiritual y cultural, educándose en el sentido de la continuidad con el pasado, en la acción concreta con vistas al bien común, en la apertura hacia Dios y la dimensión trascendente. Oremos para que Europa valore siempre este patrimonio de principios e ideales cristianos que constituye una inmensa riqueza cultural y espiritual.

Pero esto sólo es posible cuando se acoge la enseñanza constante de san Benito, es decir, el "quaerere Deum", buscar a Dios, como compromiso fundamental del hombre. Sin Dios el ser humano no se realiza plenamente ni puede ser verdaderamente feliz. De manera especial, vosotros, queridos monjes, debéis ser ejemplos vivos de esta relación interior y profunda con él, actuando sin compromisos el programa que vuestro fundador sintetizó en el "nihil amori Christi praeponere", "no anteponer nada al amor de Cristo" (Regla 4, 21). En esto consiste la santidad, propuesta válida para todo cristiano, más que nunca en nuestra época, en la que se experimenta la necesidad de anclar la vida y la historia en firmes puntos de referencia espirituales. Por eso, queridos hermanos y hermanas, es muy actual vuestra vocación y es indispensable vuestra misión de monjes.

Desde este lugar, en el que descansan sus restos mortales, el santo patrono de Europa sigue invitando a todos a proseguir su obra de evangelización y promoción humana. Os alienta en primer lugar a vosotros, queridos monjes, a permanecer fieles al espíritu de los orígenes y a ser intérpretes auténticos de su programa de renacimiento espiritual y social.

Que os conceda este don el Señor, por intercesión de vuestro santo fundador, de su hermana santa Escolástica y de los santos y santas de la Orden. Y que la Madre celestial del Señor, a la que hoy invocamos como "Auxilio de los cristianos", vele sobre vosotros y proteja a esta abadía y a todos vuestros monasterios, así como a la comunidad diocesana que vive en torno a Montecassino. 

domingo, 10 de julio de 2016

Dialogos de San Gregorio. La vida de san Benito

PROFECÍA DE SAN BENITO SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE SU MONASTERIO


Cierto hombre noble, llamado Teoprobo, había sido convertido por las exhortaciones del abad Benito, quien por su vida ejemplar le tenía gran confianza y familiaridad. Un día entró Teoprobo en su celda y le encontró llorando amargamente, Esperó largo rato, pero al ver que no cesaban sus lágrimas y que el hombre de Dios no lloraba como en la oración, sino por alguna congoja, preguntóle la causa de tanto llanto. A lo que respondió enseguida el hombre de Dios: "Todo este monasterio que he construido y todas estas cosas que he preparado para los monjes, por disposición de Dios todopoderoso, serán entregadas a los bárbaros. Sólo a duras penas he podido alcanzar que se me concedieran las vidas de los monjes".

Este oráculo, que entonces oyó Teoprobo, nosotros lo vemos cumplido, pues sabemos que su monasterio ha sido destruido por las hordas de los lombardos.

En efecto, no ha muchos años, una noche, mientras los monjes dormían, entraron allí los lombardos y lo saquearon todo, pero no pudieron apresar ni un solo monje. Así Dios todopoderoso cumplió lo que había prometido a su fiel siervo Benito: que aunque entregaría los bienes a los bárbaros, salvaría empero la vida de los monjes. Y en esto veo que a Benito le sucedió lo mismo que a san Pablo, el cual vio cómo su navío perdía todo lo que llevaba, pero salvó, para consuelo suyo, la vida de todos los que iban con él 

sábado, 9 de julio de 2016

Dialogos de San Gregorio. La vida de san Benito

LA FUNDACIÓN DE MONTECASINO


El fuerte llamado Casino está situado en la ladera de una alta montaña, que le acoge en su falda como un gran seno, y luego continúa elevándose hasta tres millas de altura, levantando su cumbre hacia el cielo. Hubo allí un templo antiquísimo, en el que según las costumbres de los antiguos paganos, el pueblo necio e ignorante daba culto a Apolo. A su alrededor había también bosques consagrados al culto de los demonios, donde todavía en aquel tiempo una multitud enloquecida de paganos ofrecía sacrificios sacrílegos. Cuando llegó allí el hombre de Dios, destrozó el ídolo, echó por tierra el ara y taló los bosques. Y en el mismo templo de Apolo construyó un oratorio en honor de san Martín, y donde había estado el altar de Apolo edificó un oratorio a san Juan. Además, con su predicación atraía a la fe a las gentes que habitaban en las cercanías. Pero he aquí que el antiguo enemigo, no pudiendo sufrir estas cosas en silencio, se aparecía a los ojos del abad, no veladamente o en sueños, sino visiblemente, y con grandes clamores se quejaba de la violencia que tenía que padecer por su causa. Los hermanos, aunque oían su voz, no veían su figura. Pero el venerable abad contaba a sus discípulos cómo el antiguo enemigo se aparecía a sus ojos corporales horrible y envuelto en fuego y le amenazaba echando fuego por la boca y por los ojos. En efecto, todos oían lo que decía, porque primero le llamaba por su nombre, y como el hombre de Dios no le respondía nada, enseguida prorrumpía en ultrajes. Pues cuando gritaba: "¡Benito, Benito!", y veía que éste nada respondía, a continuación añadía: "

¡Maldito y no bendito! ¿Qué tienes contra mí? ¿Por qué me persigues?". Pero veamos ahora los nuevos embates del antiguo enemigo contra el siervo de Dios, a quien incitó presentándole batalla, pero, muy a pesar suyo, con ello no hizo más que proporcionarle ocasiones de nuevas victorias.

viernes, 8 de julio de 2016

Dialogos de San Gregorio. La vida de san Benito

PRÓLOGO


Hubo un hombre de vida venerable, por gracia y por nombre Benito, que desde su infancia tuvo cordura de anciano. En efecto, adelantándose por sus costumbres a la edad, no entregó su espíritu a placer sensual alguno, sino que estando aún en esta tierra y pudiendo gozar libremente de las cosas temporales, despreció el mundo con sus flores, cual si estuviera marchito.  Nació en el seno de una familia libre, en la región de Nursia, y fue enviado a Roma a cursar los estudios de las ciencias liberales. Pero al ver que muchos iban por los caminos escabrosos del vicio, retiró su pie, que apenas había pisado el umbral del mundo, temeroso de que por alcanzar algo del saber mundano, cayera también él en tan horrible precipicio.  Despreció, pues, el estudio de las letras y abandonó la casa y los bienes de su padre. Y deseando agradar únicamente a Dios, buscó el hábito de la vida monástica.

Retiróse, pues, sabiamente ignorante y prudentemente indocto.  No conozco todos los hechos de su vida, pero los que voy a narrar aquí los sé por referencias de cuatro de sus discípulos, a saber: Constantino, varón venerabilísimo, que le sucedió en el gobierno del monasterio; Valentiniano, que gobernó durante muchos años el monasterio de Letrán; Simplicio, que fue el tercer superior de su comunidad, después de él; y Honorato, que todavía hoy gobierna el cenobio donde vivió primero. 

jueves, 7 de julio de 2016

San Willibaldo


Willibaldo (Wessex, Inglaterra, ca. 700 - Eichstätt, Baviera, ca. 786) fue un obispo anglosajón de Eichstätt (Baviera). Nació en Wessex (hoy, Inglaterra) y era hijo de San Ricardo el Peregrino, hermano de los santos Wunibaldo y Walburga y primo de Bonifacio de Maguncia. A los cinco años entró en la abadía benedictina de Waltham Forest para ser educado y se convirtiera en monje con el tiempo. En 722, marchó con su padre y su hermano a Roma. Su padre murió en el camino.

Continuó el viaje hasta Tierra Santa, y volivendo a Italia, pasó por Constantinopla, donde estuvo dos años. Ya a Italia, vivió en un monasterio de Montecassino, casa madre de los benedictinos, donde fue sacristán, y contribuyó a su restauración, que había comenzado Petronax poco antes.


En Roma, el papa Gregorio III le envió a tierras alemanas para que ayudara a su primo Bonifacio en la evangelización. Bonifacio le envió a Eichstätt, donde Willibaldo comenzó a predicar, y hacia el 741 fue consagrado obispo en Turingia. Con Winebaldo, en 742 fundó la abadía mixta de Heidenheim, y se decidió que Wunibaldo se quedara como abad. Al morir, se nombró a su hermana Walburga abadesa. Willibaldo murió el 786, muy mayor y fue enterrado en la catedral de Eichstätt. León VII lo canonizó en 935.

miércoles, 6 de julio de 2016

Abba Sisoes

Abba Sisoes. Monasterio de Meteora

El Martirologio romano nos recuerda hoy la figura de monje lejano y desconocido, san Sisoes, que practicó la vida monástica en Egipto a la estela del gran san Antonio el Grande, muriendo el año 429. 

San Sisoes era egipcio de nacimiento. Después de retirarse del mundo desde su juventud, fue al desierto de Escitia, y vivió algún tiempo bajo la dirección del abad Hor. El deseo de encontrar un refugio aún menos frecuentado le indujo a cruzar el Nilo y esconderse en la montaña donde San Antonio murió algún tiempo antes.

Extremadamente estricto consigo mismo, Abba Sisoes era muy misericordioso y compasivo con los demás, recibiendo a todos con amor. La fama de su santidad se hizo tan ilustre como para merecer la plena confianza de todos los solitarios vecinos. Algunos incluso llegaron desde una gran distancia para ser guiados en los caminos interiores de la perfección.

Abba Sisoes siempre enseñó la humildad como la virtud más necesaria. Cuando uno de los monjes le preguntó cómo podía alcanzar un constante recuerdo de Dios, Sisoes comentó: "Eso no es una gran cosa, hijo mío, pero es una gran cosa considerarse a sí mismo como inferior a todos los demás. Esto lleva a la adquisición de la humildad ". Mientras que él nunca perdió de vista la presencia divina, tuvo siempre la conciencia de su propia nada y miseria. Cuando los monjes le preguntaron si un año es suficiente para el arrepentimiento cuando un hermano peca, Abba Sisoes dijo, "Yo confío en la misericordia de Dios, que si un hombre se arrepiente como con todo su corazón, entonces Dios aceptará su arrepentimiento en tres días."

A menudo pasaba dos días sin comer, y estaba tan absorto en Dios, que se olvidó de su comida, por lo que era necesario que su discípulo Abraham le recordara que ya era hora de romper su ayuno. Su oración era tan ferviente que a menudo entraba en éxtasis con el corazón inflamado en amor divino. Según su doctrina, un solitario no debe elegir el trabajo manual que le resulte más agradable. Su trabajo ordinario consistía en hacer cestas.

Su celo contra el vicio era sin amargura; y cuando sus monjes cometían faltas, lejos de enfadarse y reprenderlos, les ayudaba a levantarse de nuevo con una ternura verdaderamente paternal.

Algunos arrianos tuvieron el descaro de inducirle a la herejía ante sus discípulos. El santo, en lugar de una respuesta, mandó leer a uno de los monjes el tratado de san Atanasio contra el arrianismo. Luego los despidió con su buen humor habitual.

El santo dijo una vez, "llevo treinta años rezando todos los días para que mi Señor Jesús me guarde de decir una palabra ociosa, y sin embargo, siempre estoy con recaídas." Fue singularmente observante de los tiempos de retiro y el silencio, y tuvo su celda constantemente cerrada para evitar molestias.

Cuando Sisoes yacía en su lecho de muerte, los discípulos que rodeaban al anciano vieron que su rostro se puso brillante como el sol. Preguntaron al moribundo qué veía. Abba Sisoes respondió contemplaba a san Antonio, a  los Profetas y a los Apóstoles. Creció el brillo de su rostro y hablaba con alguien. Los monjes le preguntaron: "¿Con quién estás hablando, padre?"  Él dijo que los ángeles habían venido a buscar su alma, y les suplicaba que le dieran un poco más de tiempo para arrepentirse. Los monjes dijeron: "Usted no tiene necesidad de arrepentimiento, Padre", a lo que respondió Sisoes con gran humildad: "No creo que ni siquiera haya empezado a arrepentirme."

Después de estas palabras, el rostro del santo brillaba tanto que los hermanos no eran capaces de mirar sobre él. Sisoes les dijo que vio al Señor mismo. Luego hubo un destello como un relámpago, y un olor fragante, y Abba Sisoes partió al Reino Celestial.

sábado, 2 de julio de 2016

Haz penitencia y vuelve al Señor


Haz penitencia y vuelve al temor del Señor, tu Dios; esfuérzate en practicar el ayuno, la oración, la súplica y las lágrimas. Dame ocasión de hacer tu panegírico y haré que lleguen hasta tu Dios tus buenas obras, el suave olor de tus ayunos, de tus limosnas, de tu oración, de tu misericordia para con los pobres, a fin de que mi rostro rebose de gozo con mis hermanos los ángeles, y descienda sobre ti el Espíritu Santo, e inmediatamente serás contado con los justos y los buenos, que el día de la retribución escucharán una palabra de gozo.

Vuelve al Señor, oh alma, por la penitencia, pues te aproxima a Dios y Dios es bueno. ¿Qué es la penitencia? Apartarse del pecado, renunciar al deseo y abandonar la conducta anterior; aceptar una norma de vida a base de frecuentes ayunos, asidua oración, servicio diligente, todo ello acompañado de lágrimas noche y día.

Practica el amor a los pobres: Dios lo prefiere al sacrificio que sube a su presencia; huye de las delicias del cuerpo y atiende, en cambio, con solicitud a tu alma; purifica tus manchas a fin de que gustes qué bueno es el Señor: entonces descenderá sobre ti su luz, y quedarás a salvo de la tentación del enemigo, pues el Señor prometió acoger a quienes acuden a él, haciéndoles el don de su misericordia.

Escucha con atención: no frecuentes las reuniones mundanas, ni te des a la excesiva comida y bebida, no sea que pierdas lo que el Señor prometió a los buenos y justos. Y de esta forma, oh alma, con las limosnas que hicieres ahora se irá edificando tu morada y con el óleo de la misericordia arderá tu lámpara en el reino de los cielos. Da fe a a palabra que el Señor pronunció en el evangelio: Yo soy manso y humilde y mi carga es ligera; venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. ¡Oh pobre alma! Muchos son tus pecados, pero su misericordia es más grande que los pecados de todo el mundo. Acércate a su perdón y a su misericordia y hará brillar sobre ti su Espíritu. Ahoga en lágrimas tus pecados y descenderá sobre ti el bien.

Mira, acabo de exponerte con claridad todas las cosas y te he indicado el camino de la vida, que es la penitencia. Ella te ayudará a acercarte al Señor y te dará a gustar el manjar del paraíso. Arropa a los pobres con tu manto y protégelos del rigor del invierno; llena su estómago y multiplica tus ayunos.

Haz penitencia y vuelve al Señor, y acógete a su infinita misericordia, pues que se la prometió a cuantos le invocan. Oh alma, mira que nuestro Señor ha dicho: Nadie conoce su hora. Date prisa en alcanzar la salvación, presenta tu ofrenda y, en la palestra del hacer cotidiano, adquiere la paciencia, la humildad, el silencio de la lengua, la pureza, el amor a los pobres, y habrás cosechado la justicia. Si esto hicieres, los bienes lloverán sobre ti. Y a nuestro Señor Jesucristo, Hijo del Señor, la magnificencia y el honor por los siglos de los siglos. Amén.

elección de las Sentencias de los Padres y de los relatos de Juan Mosco y otros autores
(Patericon 196: CSCO, Scriptores Aethiopici, t. 54, 118-121)

viernes, 1 de julio de 2016

Las monjas cartujas

Si pocos son los monasterios de monjes cartujos en el mundo, mucho menor es el número de monjas cartujas. Por eso, este domingo queremos compartir unos momentos de su silenciosa y retirada existencia, a través de este video, que acompañado de su canto litúrgico, nos muestra imágenes de los distintos monasterios de las monjas cartujas. Que el Señor las conceda perseverar en su vocación, y suscite vocaciones que permitan mantener en el seno de la Iglesia un carisma tan precioso.