Haz penitencia y vuelve al temor del Señor, tu Dios; esfuérzate en practicar el ayuno, la oración, la súplica y las lágrimas. Dame ocasión de hacer tu panegírico y haré que lleguen hasta tu Dios tus buenas obras, el suave olor de tus ayunos, de tus limosnas, de tu oración, de tu misericordia para con los pobres, a fin de que mi rostro rebose de gozo con mis hermanos los ángeles, y descienda sobre ti el Espíritu Santo, e inmediatamente serás contado con los justos y los buenos, que el día de la retribución escucharán una palabra de gozo.
Vuelve al Señor, oh alma, por la penitencia, pues te aproxima a Dios y Dios es bueno. ¿Qué es la penitencia? Apartarse del pecado, renunciar al deseo y abandonar la conducta anterior; aceptar una norma de vida a base de frecuentes ayunos, asidua oración, servicio diligente, todo ello acompañado de lágrimas noche y día.
Practica el amor a los pobres: Dios lo prefiere al sacrificio que sube a su presencia; huye de las delicias del cuerpo y atiende, en cambio, con solicitud a tu alma; purifica tus manchas a fin de que gustes qué bueno es el Señor: entonces descenderá sobre ti su luz, y quedarás a salvo de la tentación del enemigo, pues el Señor prometió acoger a quienes acuden a él, haciéndoles el don de su misericordia.
Escucha con atención: no frecuentes las reuniones mundanas, ni te des a la excesiva comida y bebida, no sea que pierdas lo que el Señor prometió a los buenos y justos. Y de esta forma, oh alma, con las limosnas que hicieres ahora se irá edificando tu morada y con el óleo de la misericordia arderá tu lámpara en el reino de los cielos. Da fe a a palabra que el Señor pronunció en el evangelio: Yo soy manso y humilde y mi carga es ligera; venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. ¡Oh pobre alma! Muchos son tus pecados, pero su misericordia es más grande que los pecados de todo el mundo. Acércate a su perdón y a su misericordia y hará brillar sobre ti su Espíritu. Ahoga en lágrimas tus pecados y descenderá sobre ti el bien.
Mira, acabo de exponerte con claridad todas las cosas y te he indicado el camino de la vida, que es la penitencia. Ella te ayudará a acercarte al Señor y te dará a gustar el manjar del paraíso. Arropa a los pobres con tu manto y protégelos del rigor del invierno; llena su estómago y multiplica tus ayunos.
Haz penitencia y vuelve al Señor, y acógete a su infinita misericordia, pues que se la prometió a cuantos le invocan. Oh alma, mira que nuestro Señor ha dicho: Nadie conoce su hora. Date prisa en alcanzar la salvación, presenta tu ofrenda y, en la palestra del hacer cotidiano, adquiere la paciencia, la humildad, el silencio de la lengua, la pureza, el amor a los pobres, y habrás cosechado la justicia. Si esto hicieres, los bienes lloverán sobre ti. Y a nuestro Señor Jesucristo, Hijo del Señor, la magnificencia y el honor por los siglos de los siglos. Amén.
elección de las Sentencias de los Padres y de los relatos de Juan Mosco y otros autores
(Patericon 196: CSCO, Scriptores Aethiopici, t. 54, 118-121)
No hay comentarios:
Publicar un comentario