domingo, 31 de mayo de 2015

San Basilio. Es necesario imponerse primero en la doctrina del Señor y luego iniciarse en el bautismo

Nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito del Dios vivo, cuando, después de haber resucitado de entre los muertos, hubo recibido la promesa de Dios Padre, que le decía por boca del profeta David: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy; pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra, y hubo reclutado discípulos, lo primero que hace es revelarles con estas palabras el poder recibido del Padre: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la' tierra. E inmediatamente después les confió una misión diciendo: Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.

Habiendo, pues, el Señor ordenado primero: Haced discípulos de todos los pueblos, y agregado después: Bautizándolos, etc., vosotros, omitiendo el primer mandato, nos habéis apremiado a que os demos razón del segundo; y nosotros, convencidos de actuar contra el precepto del Apóstol, si no os respondemos inmediatamente —puesto que él nos dice: Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere—, os hemos transmitido la doctrina del bautismo según el evangelio del Señor, bautismo mucho más excelente que el de Juan. Pero lo hemos hecho de forma que sólo hemos recogido una pequeña parte del inmenso material que, sobre el bautismo, hallamos en las sagradas Escrituras.

Sin embargo, hemos creído necesario recurrir al orden mismo transmitido por el Señor, para que de esta suerte también vosotros, adoctrinados primeramente sobre el alcance y el significado de esta expresión: Haced discípulos y recibida después la doctrina sobre el gloriosísimo bautismo, lleguéis prósperamente a la perfección, aprendiendo a guardar todo lo que el Señor mandó a sus discípulos, como está escrito. Aquí, pues, le hemos oído decir: Haced discípulos, pero ahora es necesario hacer mención de lo que sobre este mandato se ha dicho en otros lugares; de esta forma, habiendo descubierto primero una sentencia grata a Dios, y observando luego el apto y necesario orden, no nos apartaremos de la inteligencia de este precepto, según nuestro propósito de agradar a Dios.

El Señor tiene por costumbre explicar claramente lo que en un primer momento se había enseñado como de pasada, acudiendo a argumentos aducidos en otro contexto. Un ejemplo: Amontonad tesoros en el cielo. Aquí se limita a una afirmación escueta; cómo haya que hacerlo concretamente, lo declara en otro lugar, cuando dice: Vended vuestros bienes, y dad limosna; haced talegas que no se echen a perder, un tesoro inagotable en el cielo.

Por tanto —y esto lo sabemos por el mismo Señor—, discípulo es aquel que se acerca al Señor con ánimo de seguirlo, esto es, para escuchar sus palabras, crea en él y le obedezca como a Señor, como a rey, como a médico, como a maestro de la verdad, por la esperanza de la vida eterna con tal que persevere en todo esto, como está escrito: Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres», entendiéndolo indudablemente de la libertad del alma, por la que se libera de la virulenta tiranía del diablo, al liberarse de la esclavitud del pecado.

San Basilio Magno
Tratado [atribuido] sobre el bautismo (Lib 1, cap 1, 1-2: PG 51, 1514-1515)

sábado, 30 de mayo de 2015

Fernando III el Santo


Rey de Castilla y León, miembro de la Tercera Orden de San Francisco, nacido en 1198 cerca de Salamanca; murió en Sevilla, el 30 de mayo de 1252. Fue hijo de Alfonso IX, Rey de León y de Berenguela, hija de Alfonso III, Rey de Castilla, a su vez hija de Blanca, la madre de San Luis IX.

En 1217 Fernando fue coronado Rey de Castilla, la corona que su madre había renunciado a favor de él; y en 1230 heredó la corona de León, aunque sin poder evitar una guerra civil, ya que muchos se oponían a la unión de los dos reinos. Eligió como consejeros a los hombres más sabios del Estado, se ocupó de administrar estrictamente la justicia y tenía mucho cuidado en no sobrecargar a sus vasallos con impuestos, por temer más, según decía, la maldición de una vieja pobre que a un ejército entero de sarracenos. Siguiendo el consejo de su madre, Fernando se casó con Beatriz, la hija de Felipe de Suabia, Rey de Alemania, una de las princesas más virtuosas de la época. Dios bendijo la unión con siete hijos: seis príncipes y una princesa. Las metas más altas en la vida de Fernando fueron la propagación de la fe y la liberación de España del yugo sarraceno. De aquí sus guerras continuas contra los sarracenos. Él les quitó territorios vastos, solo los reinos de Granada y Alicante quedaron en el poder de ellos a su muerte. En las ciudades más importantes fundó obispados, restableció el culto católico por todas partes, construyó iglesias, fundó monasterios y hizo donaciones a hospitales. Los mayores gozos de su vida fueron las conquistas de Córdoba (1236) y Sevilla (1248).

Convirtió en catedrales las grandes mezquitas de esos lugares, dedicándolas a la Santa Virgen. Vigilaba la conducta de sus soldados, confiando más en la virtud que en el valor de ellos, ayunando estrictamente él mismo; siempre llevaba un cilicio áspero, y a menudo se pasaba la noche rezando, sobre todo antes de las batallas. En medio del tumulto del campamento vivía como un religioso en el claustro. La gloria de la Iglesia y la felicidad de su gente eran los motivos que guiaban su vida. Fundó la Universidad de Salamanca, la Atenas de España. Fernando fue enterrado en la gran catedral de Sevilla ante la imagen de la Santa Virgen, vestido, según su propia petición, con el hábito de la Tercera Orden de San Francisco. Ocurrieron muchos milagros junto a su sepulcro, y Clemente X lo canonizó en 1671. Su cuerpo sigue incorrupto, pudiéndose contemplar en el 30 de mayo, la fiesta particular de San Fernando que se celebra en España y entre los minoritas.

Fuente: Enciclopedia Católica

miércoles, 27 de mayo de 2015

San Agustín de Canterbury. Los ingleses han sido revestidos por la luz de la santa fe


¿Quién será capaz de relatar la alegría nacida en el corazón de todos los fieles al tener noticias de que los ingleses, por obra de la gracia de Dios y con tu colaboración, expulsadas las tinieblas de sus errores, han sido revestidos por la luz de la santa fe; de que con espíritu fidelísimo pisotean los ídolos a los que antes estaban sometidos por un temor tirano; de que con puro corazón se someten al Dios omnipotente; de que abandonando sus malas acciones siguen las normas de la predicación; de que se someten a los preceptos divinos y se eleva su inteligencia; de que se humillan en oración hasta la tierra para que su mente no quede en la tierra? ¿quién ha podido realizar todo esto sino aquel que dijo: Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo?

Para demostrar que no es la sabiduría humana, sino su propio poder el que convierte al mundo, eligió Dios como predicadores suyos a hombres incultos, y lo mismo ha hecho en Inglaterra, realizando obras grandes por medio de instrumentos débiles. Ante este don divino hay, hermano carísimo, mucho de qué alegrarse y mucho de qué temer.

Sé bien que el Dios todopoderoso, por tu amor, ha realizado grandes milagros entre esta gente que ha querido hacerse suya. Por ello, es preciso que este don del cielo sea para ti al mismo tiempo causa de gozo en el temor y de temor en el gozo. De gozo, ciertamente, pues ves cómo el alma de los ingleses es atraída a la gracia interior por obra de los milagros exteriores; de temor, también, para que tu debilidad no caiga en el orgullo al ver los milagros que se producen, y no vaya a suceder que, mientras se te rinde un honor externo, la vanagloria te pierda en tu interior.

Debemos recordar que, cuando los discípulos regresaban gozosos de su misión y dijeron al Señor: Hasta los demonios se nos someten en tu nombre, él les contestó: No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.

Cartas de san Gregorio Magno
(Lib 9, 36: MGH, Epístolae 2, 305-306)

domingo, 24 de mayo de 2015

Espíritu Santo y vida monástica

Un monje es un ser humano que ha sido llamado por  el Espíritu Santo para abandonar las preocupaciones, los  deseos y las ambiciones de otras personas y consagrar  su vida entera a la búsqueda de Dios . Este concepto es  familiar . La realidad que tal concepto significa es un misterio. Porque, de hecho, nadie en la tierra sabe exactamente qué significa «buscar a Dios» hasta que se pone a buscarlo . Ninguna persona puede decirle a otra lo que esta búsqueda significa a no ser que ésta esté iluminada, al mismo tiempo, por el Espíritu que habla dentro de su propio corazón. En definitiva, nadie puede buscar a Dios, si antes no ha sido encontrado por Él . Un monje es aquel que busca a Dios porque ha sido encontrado por Dios. En pocas palabras, un monje es un «hombre de Dios» 
Thomas Merton



La vida monástica es un carisma, creación del Espíritu Santo, que sólo se puede asumir en libertad y en amor por inspiración del Espíritu Santo. Esta forma de vida cristiana sólo puede  ser evangélica y siempre nueva, gracias a la ayuda del Espíritu Santo.

La vida monástica es una forma de vida cristiana, uno de los caminos para vivir el misterio pascual. Es una vida pneumática porque es cristiana, mesiánica, consagrada en la única consagración bautismal, en la que se de la unción del Espíritu Santo;  Por eso el monacato no es algo condición aparte, una categoría de cristianos compuesta por miembros mejores en comparación con los demás.

sábado, 23 de mayo de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Juan de Flandes - Pentecostés

87.- Ver al Señor. Monje, por el Espíritu Santo hemos obtenido la remisión de los pecados; por él nos purificamos de todas nuestras inmundicias; por la donación del Espíritu, de hombres nos convertimos en ángeles. ¡Tan grande es el poder del Espíritu Santo!

viernes, 22 de mayo de 2015

Santa Rita de Casia


Recuerda hoy la Iglesia la santidad de Rita de Casia. Rita nació en la aldea de Rocca-Porena, 5 km al oeste del pueblo de Cascia. A pesar de que quería ser monja, cuando tenía 14 años de edad sus padres la casaron con un hombre del pueblo llamado Paolo Mancini. Su esposo le causó muchos sufrimientos, pero ella se consolaba en la oración y le devolvió su crueldad con bondad, logrando su conversión a Cristo con el paso de los años.

Tuvieron dos hijos mellizos, Jacobo y Paolo. Un día Mancini —que trabajaba como sereno de la aldea de Rocca Porena y tenía muchos enemigos por sus fechorías pasadas- fue emboscado y asesinado. Una vez viuda, pero aliviada ya que había logrado que Paolo muriera en paz, Rita pidió la admisión al convento agustiniano de Santa María Magdalena, en Cascia. Pero no fue aceptada debido a que sólo se permitían vírgenes. Un año más tarde (1417) también murieron sus dos hijos de muerte natural. Rita los había preparado plenamente para encontrarse con Cristo. Con un amor heroico por sus almas, le había suplicado que ambos adolescentes murieran, porque temía que estuvieran planeando vengar el asesinato de su padre. Habrían cometido así el pecado capital de la venganza, lo que hubiera condenado sus almas eternamente. Ambos se enfermaron y murieron, también pidiendo perdón a su madre por todos los dolores que le habían causado. Ya sin obligaciones familiares, Rita fue aceptada en el convento, recibió los hábitos de monja, y más tarde realizó su profesión de fe. Tenía 36 años. En el convento, Rita se entregó a una vida de oración y penitencia.

De acuerdo a la tradición en 1428, una madrugada Rita recibió de manos de Cristo una larga astilla de madera clavada en el hueso de la frente. Se trataba de un estigma divino: la marca de la corona de espinas que Jesucristo había exhibido en la cruz. Le extrajeron la astilla y la guardaron como reliquia sagrada. Pero cada madrugada el estigma se le volvía a abrir por sí mismo, hasta que empezó a expeler un fuerte olor inmundo, que se mantuvo milagrosamente el resto de su vida.

En 1453 Rita cayó en cama gravemente enferma. Desde ese momento, estando siempre atendida por novicias, la herida de su frente gradualmente se cerró, pero Rita pasó los últimos cuatro años de su vida con infecciones en la sangre. Uno de los símbolos de santa Rita es la rosa. En su vejez, ella contaba que su marido le prohibía dar de comer a los pobres. Un día en que estaba saliendo de su casa con un pan bajo sus ropas, Mancini la confrontó y le quitó el vestido: pero el pan se había convertido milagrosamente en rosas. Al final de su vida, la visitó su prima de su aldea de Rocca Porena. Le preguntó si quería algo y Rita le pidió que le llevara una rosa del jardín del convento. En pleno invierno, la prima creyó que no encontraría nada, pero cuál no sería su sorpresa al encontrar un pimpollo de rosa. Se lo llevó a Rita. Esa rosa representaría el amor de Cristo hacia Rita, y la capacidad de Rita de interceder por las causas imposibles.

Rita murió en el convento agustiniano el 22 de mayo de 1457 a la edad de 76 años. La gente se agrupó en el lugar para mostrar los últimos respetos a su cadáver, que emitía una intensa fragancia dulce (como si hubiera sido embalsamado). Su cuerpo se conserva hasta la actualidad (aunque muy deshidratado). Empezaron a correr rumores de que por intercesión de la monja, sucedían curaciones milagrosas. Así la devoción hacia Rita se extendió por toda Italia.

jueves, 21 de mayo de 2015

Monasterio de Santa Ana del Monte. Jumilla.


Hemos rescatado del archivo de televisión Española, un reportaje de los años setenta, con una visión de la época del Monasterio de Santa Ana del Monte, en Jumilla. en la actualidad, dicho monasterio está habitado por una fraternidad franciscana. Su actual carisma es descrita por elos mimos en su Web, con estas palabras. 

En la actualidad, los religiosos que moran aquí alternan la vida contemplativa de oración, rezo de la Liturgia de las Horas, adoración del Santísima y alabanzas a María con el trabajo manual ejercitado en el huerto, en la cocina y en la limpieza del convento. Esta vida de oración y trabajo va estrechamente ligada a la acción pastoral, impartiendo clases en el Instituto Teológico de Murcia (PP. José María Roncero, Francisco Oliver y Pedro Ruiz Verdú), dando ejercicios espirituales a las religiosas de vida contemplativa de las Federaciones de Clarisas y Concepcionistas de la Provincia de Cartagena, asistiendo a la Orden Franciscana Seglar de Jumilla y Cieza. De igual modo, atienden espiritualmente a los numerosos jóvenes cristianos, sacerdotes y religiosos que se acercan al convento a pasar unos días de retiro y oración. Diríamos que fruto de esa presencia franciscana en Jumilla han seguido a San Francisco, en su primera orden, religiosos de extraordinaria calidad humana y cristiana, como el P. Pedro Lozano, gran predicador y promotor de la espiritualidad mariana en la advocación de la Inmaculada Concepción, también Fr. Pedro Abellán, y el P. José María Bustamante. Aunque no son de Jumilla, la mayoría de su vida la han pasado en este convento religiosos tan beneméritos como Fr. Cándido Albert y Fr. Bernardo Calabuig, ambos fallecidos, constituyendo la más genuina expresión del significado de la vida franciscana de Santa Ana en los últimos años. Su vida de unión con Dios, su trabajo en el huerto como limosneros, su vida fraterna y su servicio a todo el mundo, significan para los franciscanos de la Provincia de Cartagena como para las gentes que rodean Santa Ana el más vivo ejemplo de lo que es un franciscano menor y un cristiano auténtico. Para conocer su Museo conventual y el arte que esconde este complejo conventual e iglesia, véanse las guías que se han editado bajo la dirección de los PP. Dimas Mateos y Jerónimo García.

miércoles, 20 de mayo de 2015

San Bernardino de Siena. El nombre de Jesús, luz de los predicadores


Martirologio Romano. San Bernardino de Siena, presbítero de la Orden de los Herma nos Menores, quien, con la palabra y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a las gentes de Italia y difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús, perseverando infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto para las almas, hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo, en Italia (1444).

El nombre de Jesús es la luz de los predicadores, pues es su resplandor el que hace anunciar y oír su palabra. ¿Por qué crees que se extendió tan rápidamente y con tanta fuerza la fe por el mundo entero, sino por la predicación del nombre de Jesús? ¿no ha sido por esta luz y por el gusto de este nombre como nos llamó Dios a su luz maravillosa? Iluminados todos y viendo ya la luz en esta luz, puede decirnos el Apóstol: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor; caminad como hijos de la luz.

Es preciso predicar este nombre para que resplandezca y no quede oculto. Pero no debe ser predicado con el corazón impuro o la boca manchada, sino que hay que guardarlo y exponerlo en un vaso elegido.

Por esto dice el Señor, refiriéndose al Apóstol: Ese hombre es un vaso elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos, reyes, y a los israelitas. Un vaso –dice–elegido por mí, como aquellos vasos elegidos en que se expone a la venta una bebida de agradable sabor, para que el brillo y esplendor del recipiente invite a beber de ella; para dar a conocer —dice— mi nombre.

Pues igual que con el fuego se limpian los campos, se consumen los hierbajos, las zarzas y las espinas inútiles, e igual también que cuando sale el sol y, disipadas las tinieblas, huyen los ladrones, los atracadores y los que andan errantes por la noche, así también cuando hablaba Pablo a la gente era como el fragor de un trueno, o como un incendio crepitante, o como el sol que de pronto brilla con más claridad, y consumía la incredulidad, lucía la verdad y desaparecía el error como la cera que se derrite en el fuego.

Pablo hablaba del nombre de Jesús en sus cartas, en sus milagros y ejemplos. Alababa y bendecía el nombre de Jesús.

El Apóstol llevaba este nombre, como una luz, a pueblos, reyes y a los israelitas, y con él iluminaba las naciones, proclamando por doquier aquellas palabras: La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Mostraba a todos la lámpara que arde y que ilumina sobre el candelero, anunciando en todo lugar a Jesús, y éste crucificado.

Por eso la Iglesia, esposa de Cristo, basándose en su testimonio, salta de júbilo con el Profeta, diciendo: Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas, es decir, siempre. El Profeta exhorta igualmente en este sentido: Cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su salvación, es decir, Jesús, el Salvador que él ha enviado.

San Bernardino de Siena
Sermón 49, sobre el glorioso nombre de Jesucristo (Cap 2: Opera omnia 4, 505-506)

martes, 19 de mayo de 2015

La Orden de los Celestinos

Abadía del Espíritu Santo de Morrone

La Orden de los Celestinos fue fundada por Pedro de Murrone en 1254. El nombre deriva del de su fundador en 1294 después de su elección al papado con el nombre de Celestino V. El monje benedictino desde 1230 y sacerdote en 1239, Pedro de Murrone escogió siempre la vida ermitaña y prefería transcurrir su tiempo en las ermitas en Abruzzo de Majella. Su figura atrajo rápidamente a numerosos discípulos: así surge una nueva comunidad con sede en la ermita del Santo Espíritu en "Maiella di Roccamorice" (Pescara).

La regla de la congregación (originalmente llamada "los Hermanos del Espíritu Santo") fue aprobada por el papa Urbano IV, con la bula papal de 1 de junio de 1263. Con el mismo documento, el pontífice autorizó a la comunidad para que fuera incorporada a la Orden de San Benito.


La congregación de los Celestinos se extendió rápidamente, especialmente en Italia (con 96 de abadías y conventos) y Francia (21 casas), donde fue presentado por Felipe el Hermoso, especialmente para celebrar la figura de Celestino V, considerado una víctima de Bonifacio VIII.

Eremo de San Bartolomé en Reggio

En el Capítulo General de 1320 se elaboraron las constituciones aprobadas el 25 de marzo de 1321 por el Papa Juan XXII por la Bula Pastoralis Solicitudinis. La estructura organizativa se inspira en el de las órdenes cistercienses y Franciscanos Menores: la cumbre de la congregación, enmarcado en la orden benedictina, era el abad del Monasterio del Espíritu Santo en Sulmona. Los monasterios  son individuales y se rigen por un prior que, junto con un delegado de cada monasterio, formó el capítulo general, que se reúne cada tres años para elegir a un nuevo abad general. Los reglamentos de los monjes imponen la abstinencia perpetua de la carne y la oración de vigilias a media noche. El vestido de los monjes consistió en sotana blanca con escapulario y capucha negros. 


Inmediatamente después de 1320 , la orden de emprendió una expansión mayor y, durante el siglo XIV los celestinos fundaron monasterios sobre todo en el sur de Italia (con exclusión de Sicilia ). Llegaron a contar con una veintena de monasterios en Francia, que obtuvieron más tarde del Papa Clemente VII permiso para constituirse en congregación autónoma. Otras casas se establecieron en Bohemia y Alemania , pero todo se disolvieron con la Reforma protestante. La congregación desapareció con la Revolución Francesa; los monasterios del reino de Nápoles fueron abolidos en 1807 y los del resto de Italia en 1810. Sobrevivieron sólo dos monasterios femeninos: la de San Basilio en El Águila y San Ruggero en Barletta, que todavía existen. Los intentos por restablecer la rama masculina fracasaron.

lunes, 18 de mayo de 2015

Speculum Caritatis. Solamente una cosa es necesaria

15.- ¿Qué haces, alma humana, en qué te ocupas? ¿Por qué te atas con el cuidado de tantas cosas? Solamente una cosa es necesaria ¿para qué te aturdes con más? Todo lo que apeteces en tantas, lo tienes en una. Si pretendes grandezas, si anhelas saber, si ansías placeres, si buscas nadas en abundancia, todo esto, absolutamente todo, lo encontrarás aquí, en su máxima perfección, como en ninguna otra parte.

¿Acaso en este lago de miseria y de barro hediondo puede haber verdadera grandeza y excelencia? ¿Acaso en esta región tenebrosa puede darse auténtica ciencia? ¿Por ventura en este lugar horrísono y de vasta soledad se hallará gozo verdadero, y entre tantas calamidades verdadera abundancia? Porque, ¿qué excelencia hay en el mundo que el temor no deteriore y cuál será la ciencia del hombre, que no se comprende a sí mismo?

Afirmamos, por tanto, que, si te deleitas en la carne, te comportas igual que el caballo y el mulo, los cuales carecen de entendimiento; si te complaces en honores y riquezas, cuando mueras nada llevarás contigo, ni tu gloria ni tus riquezas." Porque allí está la verdadera grandeza, donde nada más puede desearse; y la verdadera ciencia, donde nada se ignora; y la felicidad auténtica, que solamente aparece allí donde el fastidio carece de acceso; y la abundancia real se encuentra allí, donde jamás será posible que se agote.

¡Ay de nosotros, que nos hemos apartado de ti, Señor! ¡Ay de mí, que vivo desterrado en esta tierra ya demasiado tiempo! ¿Cuándo iré a comparecer en tu presencia? ¿Quién me diera alas de paloma para volar y descansar?

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

domingo, 17 de mayo de 2015

Orar con Santa Teresa de Jesús

Momento de oración con el capítulo 26 de 'Camino de Perfección' de Santa Teresa de Jesús. Música "Tui amoris ignem (Accompañamiento)".

jueves, 14 de mayo de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo


85.- Ver al Señor. Monje, el Señor se marchó, ascendió al sitió del que había descendido, para concedernos poder ir junto a él hacia Dios Padre todopoderoso. No volvió a ser visto por sus discípulos, pero les envió la fuerza del Espíritu Santo, que desde entonces ha acompañado el inseguro caminar de la Iglesia. Tú tampoco, monje, has visto al Señor. Pero puedes contemplarle en los sacramentos, en los signos de su amorosa presencia; puedes escucharle en la palabra que con afán escudriñas cada día; y debes obedecerle en el soplo por el que el Espíritu te guía.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Teresa de Jesús, una vida de experiencia mística - Capítulo 1

Análisis de la personalidad y obra de Santa Teresa de Jesús con motivo del V Centenario de su nacimiento acaecido un 28 de marzo de 1515 bajo el nombre de Teresa de Cepeda y Ahumada y conocida en gran parte de Europa como Teresa de Ávila. El documental, que se presenta en dos capítulos, se apoya en testimonios profesionales, psicológicos, científico-médicos y filosóficos. 

martes, 12 de mayo de 2015

Códice Calixtino. Milagro del peregrino ahorcado salvado por santo Domingo

El Códice Calixtino altera el milagro de santo Domingo salvando a un joven injustamente ahorcado, atribuyéndoselo a Santiago, en la ciudad de Toulouse. Éste es su texto:


En el año de Nuestro Señor 1090, un grupo de alemanes, peregrinos de Santiago, llegaron a la ciudad de Tolosa trayendo consigo abundante riqueza. Se alojaron en casa de un hombre rico, el cual era malo como lobo que, escondiéndose bajo piel de oveja, se finge manso. Este hombre rico recibió debidamente a los peregrinos pero, so guisa de hospitalero, les obligó a beber más vino de lo que quisieran. ¡Oh ciega avaricia! —Oh mente mezquina del hombre malo! Por fin, cediendo los peregrinos al peso de su mucha cansancia y su mayor beber, el amfitrión artero, impelido por el espíritu de la avaricia, escondió una copa de plata en el zurrón de uno de los peregrinos durmientes con la intención de acusarles del robo y, una vez juzgados ellos, quedarse él con su gran riqueza.

Al canto del gallo en la mañana siguiente, el mal amfitrión, con un bando armado, les persiguió llamando, ¡Devuélvanme el dinero que me han robado!" Los peregrinos, cuando esto oyeron, le respondieron: "Usted puede condenar según su voluntad al que encuentre con alguna posesión suya..

Al revisar las posesiones de los peregrinos, el hombre rico señaló a dos del grupo--un hombre y su hijo--en cuyo zurrón había encontrado su copa, y los llevó a la justicia. Injustamente se les quitó todos sus bienes. El juez, sin embargo, conmovido por la piedad, ordenó que se soltara a uno de ellos y que el otro sufriera la pena de muerte. El padre, anhelando que se librara a su hijo, indicó para sí el castigo.

El hijo, por otra parte, dijo, No es justo que un padre se entregue a la muerte en lugar de su hijo; es el hijo quien debe recibir el dicho castigo. El hijo, pues, según su propio deseo, fue ahorcado a cambio de la libertad de su amado padre; y el padre, entre lágrimas y lamentaciones, siguió su camino hacia Compostela. Al visitar el venerado altar apostólico, y después de treinta y seis días, el padre volvió de Compostela e hizo un desvío para ver el cuerpo de su hijo que colgaba todavía en la horca.(1) Exclamó entre sollozos y lastimosas lamentaciones, ¡Ay de mí, hijo, ojalá que jamás te engendrara! ¡Ay de mí, que yo haya vivido para verte ahorcado!

¡Cuán maravillosas son tus obras, O Señor! El hijo ahorcado, dándole consuelo al padre dijo, No llores, buen padre, mi dolor; antes rinde gracias, que más dulce me es ahora que jamás lo ha sido en mi vida de antes. El benedicísimo Santiago, sosteniéndome con sus propias manos, me ha sustentado con toda dulzura. El padre, cuando oyó esto, echó a correr hacia la ciudad, llamando a la gente que fueran testigos de tan gran milagro de Dios. El pueblo, al ver que el que hace tanto tiempo habían ahorcado todavía vivía, reconoció que su acusamiento se debía la insaciable avaricia del hombre rico y que el hijo había sido salvado por la gracia de Dios.

Esto fue llevado a cabo por Dios y es milagrosa a nuestra vista. Entonces bajaron al hijo de la horca con gran honor. Pero al instante ahorcaron al mal amfitrión, según él lo merecía, después de haberle condenado en un juicio común. Por lo tanto, los que se llaman cristianos han de vigilar, que no vengan a obrar contra sus huéspedes o sus prójimos ninguna falsedad como ésta. Antes deben empeñarse en proporcionarle piedad y caridad al peregrino, que así merezcan el galardón de la gloria perdurable de El que vive y reina como Dios. Mundo sin fin. Amen. 

lunes, 11 de mayo de 2015

Benedicto XVI. Cluny


En Cluny, hace mil cien años, en 910, gracias a la donación de Guillermo el Piadoso, duque de Aquitania, se fundó un monasterio que se encomendó al abad Bernón. En aquel tiempo el monaquismo occidental, que había florecido algunos siglos antes con san Benito, sufría una fuerte decadencia por diversas causas: las condiciones políticas y sociales inestables, debidas a las continuas invasiones y devastaciones de pueblos no integrados en el tejido europeo, la pobreza generalizada y, sobre todo, la dependencia de las abadías de los señores locales, que controlaban todo lo que pertenecía a los territorios de su competencia. En ese contexto, Cluny representó el alma de una profunda renovación de la vida monástica, a fin de reconducirla a su inspiración originaria.

En Cluny se restableció la observancia de la Regla de san Benito con algunas adaptaciones ya introducidas por otros reformadores. Sobre todo se quiso garantizar el papel central que debe ocupar la liturgia en la vida cristiana. Los monjes cluniacenses se dedicaban con amor y gran esmero a la celebración de las Horas litúrgicas, al canto de los Salmos, a procesiones tan devotas como solemnes y, sobre todo, a la celebración de la santa misa. Impulsaron la música sagrada; quisieron que la arquitectura y el arte contribuyeran a la belleza y solemnidad de los ritos; enriquecieron el calendario litúrgico con celebraciones especiales como, por ejemplo, a principios de noviembre, la Conmemoración de los fieles difuntos, que también nosotros acabamos de celebrar; incrementaron el culto a la Virgen María. Los monjes de Cluny otorgaban tanta importancia a la liturgia porque estaban convencidos de que era participación en la liturgia del cielo. Y se sentían responsables de interceder ante el altar de Dios por los vivos y los difuntos, puesto que muchísimos fieles les pedían con insistencia que los recordaran en la oración.

Por otro lado, esta era precisamente la finalidad con la que Guillermo el Piadoso había querido que naciera la abadía de Cluny. En el antiguo documento que atestigua su fundación, se lee: "Establezco con este don que en Cluny se construya un monasterio de regulares en honor de los Apóstoles san Pedro y san Pablo; que en él se congreguen monjes que vivan según la Regla de san Benito (...); que allí sea frecuentado un venerable refugio de oración con votos y súplicas; que allí se busque y se aspire con todo deseo e íntimo ardor la vida celestial; y que asiduamente se dirijan allí al Señor oraciones, invocaciones y súplicas".

Para salvaguardar y alimentar este clima de oración, la regla cluniacense subrayó la importancia del silencio, a cuya disciplina los monjes se sometían de buena gana, convencidos de que la pureza de las virtudes, a la que aspiraban, requería un recogimiento íntimo y constante. No sorprende que muy pronto la fama de santidad envolviera al monasterio de Cluny, y que muchas otras comunidades monásticas decidieran seguir sus costumbres. Muchos príncipes y Papas pidieron a los abades de Cluny que difundieran su reforma, de manera que en poco tiempo se extendió una tupida red de monasterios vinculados a Cluny o por auténticos vínculos jurídicos o por una suerte de afiliación carismática. De este modo se iba delineando una Europa del espíritu en las diferentes regiones de Francia, en Italia, en España, en Alemania y en Hungría.

El éxito de Cluny se debió ante todo a la elevada espiritualidad que allí se cultivaba, pero asimismo a otras condiciones que favorecieron su desarrollo. A diferencia de lo que había sucedido hasta entonces, al monasterio de Cluny y a las comunidades que dependían de él se los eximió de la jurisdicción de los obispos locales y se los sometió directamente a la del Romano Pontífice. Esto conllevaba un vínculo especial con la sede de Pedro y, justamente gracias a la protección y el aliento de los Pontífices, los ideales de pureza y de fidelidad, que la reforma cluniacense quería buscar, pudieron difundirse rápidamente. Además, los abades eran elegidos sin ninguna injerencia de las autoridades civiles, a diferencia de lo que sucedía en otros lugares. Personas verdaderamente dignas se sucedieron en el gobierno de Cluny y de las numerosas comunidades monásticas dependientes: el abad Odón de Cluny, del que hablé en una catequesis hace dos meses, y otras grandes personalidades, como Emardo, Mayolo, Odilón y sobre todo Hugo el Grande, que desempeñaron su servicio durante largos periodos, asegurando estabilidad a la reforma emprendida y a su difusión. Además de Odón, se venera como santos a Mayolo, Odilón y Hugo.

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 11 de noviembre de 2009

sábado, 9 de mayo de 2015

El Monasterio de Fitero


El monasterio de Fitero fue fundado por san Raimundo de Fitero y otros monjes cistercienses procedentes del monasterio de l'Escaladieu (Altos Pirineos) que se instalaron en Niencebas, que es un despoblado situado en Alfaro (La Rioja), limítrofe con Fitero (Navarra). Lo que sí está documentado es el origen del pequeño monasterio cisterciense fundado gracias a la donación de Alfonso VII en 1140, en la localidad conocida como Niencebas, donde el obispo de Calahorra, Sancho de Funes, bendijo al primer abad Raimundo, consagrando el primer altar de lo que sería una iglesia provisional. En 1152, el citado obispo bendijo el cementerio del monasterio de Castellón y, con ello, el abad Raimundo dio por concluido el traslado de su comunidad al término de Fitero; éste fue el lugar de su emplazamiento definitivo del primer monasterio que hubo en Fitero.

El abad Raimundo acudió a la llamada de Sancho III de Castilla (hijo de Alfonso VII), quien celebró cortes en Almazán y, en enero de 1158, le donó a San Raimundo de Fitero, al monasterio de Fitero y a la Orden del Cister la plaza de Calatrava la Vieja, para que le ayudasen a defenderla a los ejércitos del rey de Castilla. Fray Raimundo fundó entonces una milicia cisterciense con la que se desplazó a Calatrava, y esta milicia acabaría dando lugar a la Orden Militar de Calatrava.

En 1159, el monasterio de Castellón (Fitero) fue invadido por una muchedumbre armada, enviada por el obispo de Tarazona que, tras destruirlo, se hizo con su dominio espiritual. Los monjes que allí había, tras ser apaleados, huyeron a Calahorra y ni ellos ni San Raimundo pudieron regresar jamás a su monasterio.

En 1161, se instaló una segunda comunidad cisterciense en Fitero, también procedente de l'Escaladieu, cuyo nuevo abad fue Guillermo. San Raimundo, con el apoyo de Alfonso VIII, intentó recuperar su monasterio, pero no lo logró y falleció exilado en Ciruelos.

El segundo templo cisterciense de Fitero se empezó según lo acostumbrado, por la cabecera, en el último cuarto del siglo XII, y su iglesia se concluyó en 1247, financiada por el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, así como del castillo de Brihuega (Guadalajara). En 1247, pocos días antes de la muerte de este arzobispo en su viaje de regreso de Lyon, de visitar al Papa Inocencio IV, tras haber logrado de éste una bula de indulgencias para aquellos que visitasen esta nueva iglesia castellana.

viernes, 8 de mayo de 2015

San Arsenio

Martirologio Romano.- En el monte Scete, en Egipto, san Arsenio, que, según la tradición, fue diácono de la Iglesia de Roma, y en tiempo del emperador Teodosio se retiró a la soledad, donde, consumado en todas las virtudes, rindió su espíritu a Dios (s. IV/V).

Se cree que nació entre 350-354 en Roma en una noble y senatorial familia. Se dice que Arsenio fue creado diácono por el papa Dámaso I quien lo recomendó al emperador Teodosio I el Grande como tutor de sus hijos Arcadio y Honorio. Fue escogido como un hombre ilustrado en la literatura griega. Llega a Constantinopla en 383, y continúa siendo tutor de la familia imperial durante 11 años.

Alrededor del año 400 se unió a los monjes y ascetas del desierto en Egipto, solicitando ser admitido entre ellos. San Juan de Dwarf, de quien era la celda a la que fue conducido, decidió probar la calidad del visitante: Durante la comida lo dejó de pie mientras los demás se sentaban a la mesa. A la mitad de la comida, le arrojó un pedazo de pan, de manera indiferente diciéndole que se lo comiera si quería comer algo. Arsenio, con una mansedumbre increíble se sentó en el suelo, tomó el trozo de pan y empezó a comerlo. Satisfecho con esta prueba de humildad, San Juan le mantuvo bajo su dirección.

Entre otras doctrinas, sostenía que los hombres dedicados al servicio de Dios no tienen que intervenir en los asuntos locales, ni siquiera conocerlos. Murió sobre el año 445.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Speculum Caritatis. ¡Oh eterna, verdadera y amada Trinidad!

14.- Pagada ya la deuda a la que estaba sujeta la naturaleza humana por el Mediador entre Dios y nosotros, Cristo Jesús hombre; rota la cédula con que nos tenía amarrados la dura soberbia del antiguo enemigo; despojados enteramente los principados y potestades, a los cuales nos había sometido la divina justicia; aplacado, finalmente, el Padre Dios por aquel singular sacrifico en la Cruz, vienen así a repararse la memoria por el documento de la Sagrada Escritura, el entendimiento por el sacramento de la fe y el amor por el incremento cotidiano de la caridad.

La renovación de la imagen sería perfecta si el olvido no alterase la memoria, si ningún error oscureciese el entendimiento y si ninguna concupiscencia se opusiese al amor. Pero, ¿dónde y cuándo ocurrirá esto? Esta paz, esta tranquilidad, esta felicidad, se esperan en la Patria donde no hay lugar al olvido para los que viven en la Eternidad, ninguna filtración de error para los que gozan de la Verdad y ningún impulso de pasión para los absortos en la divina Caridad.

¡Oh eterna y verdadera Caridad! Oh verdadera y amada Eternidad! ¡Oh amada y eterna Verdad! ¡Oh eterna, verdadera y amada Trinidad! Aquí está el descanso, aquí la paz, aquí la feliz tranquilidad, aquí la tranquila felicidad y aquí el gozo feliz y tranquilo.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

martes, 5 de mayo de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo


84.- Paz en el Espíritu Santo. Monje, que no tiemble tu corazón ni se acobarde. El Señor, es cierto, se marchó, ascendió a los cielos y se sentó a la derecha del padre. Pero nos dejó el Espíritu Santo. A través de su fuerza vivificadora, la Palabra del Señor se mantiene viva y eficaz, y nos guía entre las dificultades de este mundo hacia la paz del Reino Eterno, que Cristo nos ha prometido alcanzar en su Resucrrección.

viernes, 1 de mayo de 2015

San Isidro de Dueñas. Ora et labora.

Ora et Labora. El Hermano José Antonio de San Isidro de Dueñas relizó este montaje, con muchas imágenes históricas de su Monasterio. Sirva para apreciar el significado del trabajo, en el día de san José Obrero.