miércoles, 15 de febrero de 2017

La verdadera base de la oración


La verdadera base de la oración reside en controlar los pensamientos en medio de una gran paz y tranquilidad a fin de evitar los obstáculos exteriores. El hombre deberá, entonces, combatir, talar en el bosque los pensamientos malvados que lo rodean, impulsarse hacia Dios sin ceder ante la voluntad de sus pensamientos, sino, por el contrario, en medio de su dispersión, reunir los pensamientos malvados con los naturales. El alma, bajo el peso del pecado, avanza como a través de un río invadido por cañaverales, como a través de una espesura de arbustos y de zarzas. Aquel que quiere atravesarlo debe extender las manos y, penosamente, separar por la fuerza el obstáculo que lo aprisiona. Así, los pensamientos del poder enemigo envuelven al alma. Es necesario, pues, un gran celo y una extensa atención de espíritu para reconocer los pensamientos intrusos del poder.

Pseudo Macario el Grande
Homilías espirituales

martes, 14 de febrero de 2017

Acrecienta tu Iglesia y reúne a todos sus miembros en la unidad


Cargado de trabajos, Constantino Cirilo cayó enfermo; estuvo muchos días con fiebre y un día tuvo una visión de Dios y empezó a cantar así:

«Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la casa del Señor"; se regocijan mi corazón y mi espíritu».

Revestido de sus ornamentos, se pasó todo aquel día lleno de contento, diciendo:

«Desde ahora ya no soy siervo ni del emperador ni de hombre alguno sobre la tierra, sino sólo de Dios todopoderoso. Primero no existía, luego existí, y existiré para siempre. Amén».

Al día siguiente se vistió con el santo hábito monástico y, como quien añade luz a la luz, se impuso el nombre de Cirilo. Permaneció con este hábito durante cincuenta días.

Llegada la hora de recibir el merecido descanso y emigrar a las moradas eternas, levantó las manos hacia Dios, diciendo entre sollozos:

«Señor Dios mío, que creaste todas las jerarquías angélicas y las potestades incorpóreas, desplegaste el cielo y afirmaste la tierra y trajiste todas las cosas de la inexistencia a la existencia, que escuchas continuamente a los que hacen tu voluntad, te temen y guardan tus preceptos: escucha mi oración y guarda a tu fiel rebaño, que encomendaste a este tu siervo inepto e indigno.

Líbralos de la impiedad y del paganismo de los que blasfeman contra ti, acrecienta tu Iglesia y reúne a todos sus miembros en la unidad. Haz que tu pueblo viva concorde en la verdadera fe, e inspírale la palabra de tu doctrina, pues tuyo es el don que nos diste para que predicáramos el Evangelio de tu Cristo, exhortándonos a hacer buenas obras que fueran de tu agrado. Te devuelvo como tuyos a los que me diste; dirígelos con tu poderosa diestra y guárdalos bajo la sombra de tus alas, para que todos alaben y glorifiquen el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén».

Y, besando a todos con el ósculo santo, dijo:

«Bendito el Señor, que no nos entregó en presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se rompió, y escapamos».

Y con esto se durmió en el Señor. Tenía cuarenta y dos años de edad.

El papa ordenó que todos los griegos residentes en Roma, así como los romanos, asistieran con cirios al funeral de aquel santo varón, y que lo hicieran como si del mismo papa se tratase.

De la vida de Constantino Cirilo
(Cap 18: Denkschriften der kaiserl. Akademie der Wissenschaften 19, Viena 1870, p. 246)

lunes, 13 de febrero de 2017

La caridad como motor en la conversión


Elredo de Rieval, maestro en la vida espiritual que todavía hoy, después de ocho siglos, nos sigue ayudando en nuestro progreso espiritual, nos enseña que así como un amor mal entendido nos separa de Dios y del prójimo, recluyéndonos en nuestro propio yo; la caridad, por contra, restaura en nosotros la imagen de Dios en la que fuimos creados y nos inserta en comunión con nuestro prójimo en la comunidad de vida trinitaria de Dios. En efecto, dice así en el capítulo octavo del Libro Primero de su Espejo de la Caridad:

Nuestro amor, envenenado de codicia y miserablemente amarrado en la red del placer, se hundía en el abismo, esto es, iba de vicio en vicio por su propio peso. Pero, al infundírsele la caridad y disolver ésta con su calor su innata indolencia, se eleva a las alturas, se despoja de la vetustez,  se reviste de la verdad, y adquiere las alas plateadas de la paloma para volar hacia el bien sublime y puro, de quien todos proceden.

viernes, 10 de febrero de 2017

San Gregorio Magno. Sobre santa Escolástica

Mantegna - Santa Escolástica

Escolástica, hermana de Benito, dedicada desde su infancia al Señor todopoderoso, solía visitar a su hermano una vez al año. El varón de Dios se encontraba con ella fuera de las puertas del convento, en las posesiones del monasterio.

Cierto día, vino Escolástica, como de costumbre, y su venerable hermano bajó a verla con algunos discípulos, y pasaron el día entero entonando las alabanzas de Dios y entretenidos en santas conversaciones. Al anochecer, cenaron juntos.

Con el interés de la conversación se hizo tarde, y entonces aquella santa mujer le dijo:

«Te ruego que no me dejes esta noche y que sigamos hablando de las delicias del cielo hasta mañana.

A lo que respondió Benito:

«¿Qué es lo que dices, hermana? No me está permitido permanecer fuera del convento».

Pero aquella santa, al oír la negativa de su hermano, cruzando sus manos, las puso sobre la mesa y, apoyando en ellas la cabeza, oró al Dios todopoderoso.

Al levantar la cabeza, comenzó a relampaguear, tronar y diluviar de tal modo, que ni Benito ni los hermanos que le acompañaban pudieron salir de aquel lugar.

Comenzó entonces el varón de Dios a lamentarse y entristecerse, diciendo:

«Que Dios te perdone, hermana. ¿Qué es lo que acabas de hacer?».

Respondió ella:

«Te lo pedí, y no quisiste escucharme; rogué a mi Dios, y me escuchó. Ahora sal, si puedes, despídeme y vuelve al monasterio».

Benito, que no había querido quedarse voluntariamente, no tuvo, al fin, más remedio que quedarse allí. Así pudieron pasar toda la noche en vela, en santas conversaciones sobre la vida espiritual, quedando cada uno gozoso de las palabras que escuchaba a su hermano.

No es de extrañar que al fin la mujer fue la más poderosa que el varón, ya que, como dice Juan: Dios es amor, y, por esto, pudo más porque amó más.

A los tres días, Benito, mirando al cielo, vio cómo el alma de su hermana salía de su cuerpo en figura de paloma y penetraba en el cielo. El, congratulándose de su gran gloria, dio gracias al Dios todopoderoso con himnos y cánticos; y envió a unos hermanos a que trajeran su cuerpo al monasterio y lo depositaran en el sepulcro que había preparado para sí.

Así ocurrió que estas dos almas, siempre unidas en Dios, no vieron tampoco sus cuerpos separados ni siquiera en la sepultura.

San Gregorio Magno
Libro de los Diálogos (Lib II, 33: PL 66, 194-196)

jueves, 9 de febrero de 2017

San Alto


En Baviera, conmemoración de san Alto, abad, el cual, habiendo nacido en Irlanda, fundó en los bosques de esta región el monasterio que después llevó su nombre (s. VIII).

Recordamos hoy a uno de los monjes irlandeses que abandonó su patria para participar en la evangelización del centro de Europa. San Alto vivió en reclusión, aproximadamente en el año 750. Se le ha descrito tanto como un anglosajón, así como un irlandés. Sin embargo el nombre Alto indiscutiblemente aparece como de Irlanda.


Se conoce poco acerca de sus condiciones de vida, excepto que vivió durante cierto tiempo como un ermitaño. Subsistió de los productos del bosque y luego de ese período, fundó un monasterio benedictino, en un lugar que es llamado Altomünster, en la Diócesis de Freising. Previamente había obtenido los derechos sobre el terreno, de parte del Rey Pepino. Se considera que San Bonifacio llegó a santificar la iglesia alrededor del año 750. Existe aún una edificación indicando la inscripción de referencia a Alto reclusus. La inscripción probablmente data desde los tiempos de ermitaño.


No se sabe el año de su muerte, pero se conmemora el 9 de febrero. El monasterio de Altomünster sufrió muchas transformaciones desde las invasiones de los hunos y como producto de la tiranía de varios nobles. No obstante, cerca del año 1,000 fue restaurado como un monasterio benedictino. Más tarde fue lugar de vida para monjas benedictinas, y ellas lo dieron como lugar para albergar a la comunidad dúplice monjes y monjas brígidas, a fines del Siglo XV; en manos de esta última comunidad se encuentra aún ahora.

miércoles, 8 de febrero de 2017

San Jerónimo Emiliani. Sólo en el Señor debemos confiar

Hermanos dilectísimos en Cristo e hijos de la Sociedad de los Siervos de los pobres:

Os saluda vuestro humilde padre, y os exhorta a que perseveréis en el amor de Cristo y en la fiel observancia de la ley cristiana, tal como os lo demostré de palabra y obra cuando estaba con vosotros, a fin de que el Señor sea glorificado por mí en vosotros.

Nuestro fin es Dios, fuente de todo bien, y, como decimos en nuestra oración, sólo en él debemos confiar, y no en otros. Nuestro Señor, que es benigno, queriendo aumentar vuestra fe (sin la cual, como dice el Evangelio, Cristo no pudo hacer muchos milagros) y escuchar vuestra oración, determinó que vivierais pobres, enfermos, afligidos, cansados y abandonados de todos, y que os vieseis incluso privados de mi presencia corporal, aunque no de la presencia espiritual de este vuestro pobre padre, que tanto os ama.

Sólo Dios sabe por qué obra así con vosotros; pero podemos sospechar tres razones:

La primera, que nuestro Señor os quiere contar entre sus hijos queridos, con tal que perseveréis en sus caminos; esto es lo que suele hacer con sus amigos para santificarlos.

La otra razón es que pretende haceros confiar exclusivamente en él. Dios, como os he dicho, no realiza sus obras en aquellos que se resisten a depositar en él totalmente su fe y su esperanza; en cambio, infunde la plenitud de su caridad en aquellos que están llenos de fe y esperanza, y realiza grandes obras en ellos. Por eso, si tenéis auténtica fe y esperanza, hará con vosotros grandes cosas, él, que exalta a los humildes. Al hacer que me haya alejado de vosotros, y al alejar también a cualquier otro que goce de vuestro favor, Dios os da a elegir entre dos cosas: apartaros de la fe, volviendo a las cosas del mundo, o permanecer fuertes en la fe y obtener así su aprobación.

He aquí, pues, la tercera razón: Dios quiere probaros como al oro en el crisol. El fuego va consumiendo la ganga del oro, pero el oro bueno permanece y aumenta su valor. De igual modo se comporta Dios con su siervo bueno que espera y persevera en la tribulación. El Señor lo levanta y le devuelve, ya en este mundo, el ciento por uno de todo lo que dejó por amor suyo, y después le da la vida eterna.

Así es como se comporta Dios con todos sus santos. Así hizo con el pueblo de Israel después de que pasó tantas tribulaciones en Egipto: lo condujo por el desierto entre prodigios, lo alimentó con el maná y sobre todo le dio la tierra prometida. Si vosotros perseveráis constantes en la fe en medio de las tentaciones, Dios os dará paz y descanso temporal en este mundo, y sosiego imperecedero en el otro.

De las cartas de san Jerónimo Emiliani a sus hermanos de religión 
(Venecia, 21 de junio de 1535)

lunes, 6 de febrero de 2017

El mártir san Pablo Miki, del Japón


Pablo Miki nace en Jamasciro en 1564, no lejos de Miyako, la capital del Japón. Pertenece una familia importante. En la corte de Miyako, los padres conocen a los Padres de la Compañía de Jesús. Reciben el bautismo en 1568. Junto con ellos es también bautizado Pablo, a la edad de 4 años. Pablo, a los once años ingresa al Colegio de la Compañía en la capital imperial. El P. Organtino Soldi, un italiano de Brescia, es el Rector y el verdadero padre de la cristiandad de Miyako.

Con el P. Soldi hace Pablo su primer discernimiento. Decide ingresar al Seminario de Azuki, en 1580.  Pablo Miki sigue estudios de latín y de literatura japonesa. Pablo tiene 22 años. Acaricia la idea de ingresar a la Compañía de Jesús. Pero sabe que es difícil. En el Japón se pide una permanencia larga en la fe cristiana, una buena formación y una práctica apostólica. Con valentía, Pablo pide su ingreso a la Compañía.

Los primeros once meses del noviciado trascurren en paz. Hideyoshi, el shogún del imperio, parece apoyarse en los cristianos. Las experiencias del novicio Pablo Miki son las comunes a todos los noviciados de la Compañía. La principal es el mes entero de Ejercicios. Sirve en el hospital de San Lázaro. Visita a los pobres y se ejercita en los trabajos humildes de la comunidad.

En 1587 sobreviene el cambio. El shogún dicta un decreto de expulsión para todos los misioneos del Japón. El P. Gaspar Coeglio, viceprovincial, reune una Consulta ampliada y con el consejo de los daimyos cristianos decide dispersar a los jesuitas. No abandonan el campo. Ocultos deben continuar la labor misionera. El Noviciado de Nagasaki es trasladado a Arie, a una pequeña localidad de la isla de Arima.


Los votos religiosos, Pablo Miki los emite en Arie, en agosto de 1588. Para los estudios es enviado a la isla de Amakusa. El daimyo Juan, señor de la isla, protege a los jesuitas. Después de la Filosofía, la Compañía pide a sus estudiantes ejercitarse en experiencias apostólicas. Pablo, por su buena formación en literatura, por el dominio de la lengua clásica del Japón, es destinado a la misión estrictamente pastoral. Primero, es catequista. A los catecúmenos da los contenidos de la fe. Después, es predicador.

Incansable recorre los estados de Scimo, las islas del centro, el principado de Omura, Miyako, y las islas del septentrión. Siempre viaja con uno o dos sacerdotes misioneros. A Pablo le corresponde predicar, instruir, disponer al bautismo, preparar las confesiones, dirigir la Eucaristía, bendecir matrimonios y asistir a los moribundos. Al mismo tiempo escribe. Con hermosos caracteres japoneses expone la fe católica. Sus manuscritos refutan las doctrinas de los bonzos. Se muestra hábil y lleno de caridad. Estos libros de Pablo Miki, cuando el P. Alejandro Valignano trae la imprenta, son editados con gran cuidado y perfección. Pablo es el primer autor japonés de teología polémica.

En el Japón central hace los estudios de Teología. Los termina con éxito. Es aceptado a la ordenación sacerdotal. Pablo Miki tiene 33 años. Sólo debe esperar la llegada del Obispo jesuita Pedro Martínez.
Cuando el obispo viene a Osaka, los jesuitas deciden hacer la ordenación de Pablo en Nagasaki, con gran ceremonia. El ejemplo de Pablo puede ser imitado por muchos.

Por el segundo edicto de Taicosama son arrestados en Miyako cinco franciscanos, los embajadores. También detienen a doce japoneses, sus compañeros. Es la noche del 9 de diciembre de 1596.
En los registros de la ciudad de Osaka, efectuados al día siguiente, los perseguidores encarcelan a otro sacerdote franciscano y a tres japoneses.
Las autoridades van también a la Residencia jesuita. Tal vez en busca de franciscanos. Solamente los extranjeros recién llegados pueden ser apresados por el decreto. Los PP. Organtino Solbi y Francisco Pérez están en Miyako, por ministerios y para consolar a los cristianos. Igualmente, el Hermano japonés Pablo de Amacusa. El obispo Pedro Martínez y los sacerdotes Francisco Rodríguez y Pedro de Morecon están en el puerto de Sakai a la espera de embarcarse para Nagasaki. En la Residencia, por lo tanto, permanecen solamente Pablo Miki y los catequistas Juan Soan y Diego Kisai.


Los tres no están comprendidos en el edicto de Taicosama. Con todo, son duramente interrogados. Pablo Miki confirma su carácter de jesuita. Los catequistas confiesan no ser religiosos, pero afirman estar ligados a la Compañía de Jesús y que esperan un día ser aceptados. Se determina arrestarlos. Ninguno de los tres hace nada por sustraerse a la detención. Los detenidos en la capital permanecen en prisión hasta el día 30 de diciembre. La sentencia de muerte todavía no ha sido promulgada.

El 31 de diciembre, Farimandono envía a franciscanos de Osaka y a los jesuitas a la ciudad de Miyako. Van serenos. En verdad, contentos. Al llegar, Pablo Miki abraza a todos. En excelente japonés, él puede hacerlo, predica a los guardias y a los pocos cristianos que se acercan. Les habla de la eternidad, de la gloria de los bienaventurados, de la Pasión de Jesucristo y de su propio deseo de dar la vida por la fe. Les recuerda que él tiene, por gracia, la misma edad de Jesús. Su Vía Crucis es el camino a Nagasaki. Allí lo espera la muerte de Cristo en cruz. Con su sacrificio desea salvar a su pueblo, como el Señor. Todos lloran. Dos guardias, al oído, le prometen hacerse cristianos.

El 3 de enero, los 24 detenidos son sacados de la prisión, con las manos atadas a la espalda. Seguidos por una gran multitud son llevados a la gran plaza que separa las dos partes de la ciudad. Se detienen y comienzan los tormentos, frente al pueblo. En seguida, el verdugo les corta a todos un pedazo de la oreja izquierda. En verdad, es una benevolencia del Gobernador. La sentencia es, cortar las dos orejas y entera la nariz. Es lo habitual. Todo condenado a muerte debe sufrir esa tortura.

Después, agrupados de tres en tres, suben a los 24 a unas carretas. Así, a caballo y en carretas, llegan a Osaka. Continúan al puerto de Sakai. Allí Taicosama cambia una vez más de parecer. El viaje puede hacerse cómodamente por mar, a través de los canales. Nagasaki queda a dos días de navegación. Taicosama pretende infundir terror hacia el cristianismo. Pero la ignominia se transforma en espléndida glorificación. Por donde pasan son recibidos en triunfo. Las muchedumbres rodean y detienen los caballos para besar las vestiduras de los perseguidos por la fe.

En cada pueblo, al final del día, son celosamente custodiados en las cárceles de bambú. El frío es grande. La nieve y el viento también los acompañan. A Pablo Miki muchos lo conocen, desde sus correrías apostólicas de hace pocos años. Con cariño Pablo los anima a mantenerse firmes en la fe. Más de alguno pretende y dos logran agregarse al grupo de los confesores. Para todos predica con alegría.

El día 4 de febrero de 1597, a los 26 días de viaje llegan los condenados a Nagasaki. Fazamburo, el conocido de Pablo, es el designado para hacerse cargo de la comitiva y de la ejecución. Ha preparado 50 cruces. Tal vez confundido por la orden recibida de los 24 primeros y la última noticia de 26. Los cristianos creen que, a los recién llegados, agregarán a los jesuitas de Nagasaki, al obispo y a personas destacadas de la ciudad. A prisa Fazamburo ordena que las cruces del suplicio sean llevadas de inmediato a una pequeña colina, ubicada al otro lado del mar, frente a frente de la ciudad.

Hace llamar a los PP. Francisco Pasio y Juan Rodríguez. Les dice que ellos pueden confesar a los condenados, pero no pueden celebrar la Misa. En la pequeña iglesia del hospital de San Lázaro el P. Pasio recibe la confesión general de San Pablo Miki y la de los mártires Juan Soan y Diego Kisai. Los demás japoneses lo hacen con ambos, indistintamente. Los franciscanos se confiesan en castellano entre ellos.

La cruz japonesa consiste en un tronco con dos travesaños. Uno más largo, arriba, para los brazos. Otro más corto, abajo, para los pies. En el medio hay una saliente que sirve de asiento al ajusticiado. No se usan clavos. La víctima queda aprisionada al madero con cinco anillos de hierro: dos a los pies, dos a las muñecas y una al cuello. La muerte se da con dos lanzazos, que entran por los costados. Atraviesan el pecho y salen por los hombros. A la orden del capitán, las veintiséis cruces son levantadas al mismo tiempo, en la colina, frente a frente de la ciudad. El quinto es Diego Kisai. El sexto, Pablo Miki. A su izquierda, Juan Soan teniendo a sus pies al anciano padre. Todos miran a la ciudad. En los techos de las casas están todos los cristianos. También los portugueses y españoles. Todos entonan el Te Deum como himno de acción de gracias.

Al fin, los guardias deciden acabar con Pablo. Le dan los golpes finales y los dos lanzazos.Las últimas palabras de Pablo, recogidas por los cristianos y los jesuitas, son: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Curioso, la frase de Cristo la dice en latín, el idioma que tanto le cuesta. Es el día miércoles 5 de febrero de 1597.

sábado, 4 de febrero de 2017

Rabano Mauro

Rabano Mauro presenta su obra a S. Gregorio.
Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general del miércoles 3 de junio de 2009 a Rabano Mauro, abad del monasterio de Fulda, arzobispo de Maguncia y “praeceptor Germaniae”, maetro de Alemania. Utilizó  contenidos conceptuales y estímulos artísticos, utilizando tanto la forma poética como la forma pictórica dentro del mismo códice manuscrito método de combinar todas las artes, la inteligencia, el corazón y los sentidos, que procedía de Oriente y con él sería desarrollado ampliamente en Occidente.

Dice el papa de él que,  tenía una conciencia extraordinaria de la necesidad de involucrar en la experiencia de fe no sólo la mente y el corazón, sino también los sentidos a través de los otros aspectos del gusto estético y de la sensibilidad humana que llevan al hombre a disfrutar de la verdad con todo su ser, "espíritu, alma y cuerpo".

Rabano Mauro, (Maguncia, c. 780-Winkel, Renania, 856) es llamado primus praeceptor Germaniae, primer maestro de Alemania, debido al impulso cultural que realizo desde la abadia de Fulda. Fue prelado y erudito alemán. Discípulo de Alcuino (802), fue maestrescuela (815) y más tarde abad (822) del monasterio de Fulda, al que convirtió en un gran centro cultural y misionero de fama universal. Dimitió en 842, y en 847 fue nombrado arzobispo de Manguncia. Teólogo, poeta y científico, fue también consejero de Ludovico Pío, de Lotario y de Luis el Germánico. Interesado por la formación del clero y por el buen despliegue del culto, sus obras ejercieron gran influencia en Europa central durante la Edad Media. Entre ellas destacan el tratado De institutione clericorum (819) y  la enciclopedia De universo (842-847),así como una nutrida correspondencia.

jueves, 2 de febrero de 2017

Acojamos la luz clara y eterna

Andrea Mantegna - La Presentación en el Templo

Corramos todos al encuentro del Señor, los que con fe celebramos y veneramos su misterio, vayamos todos con alma bien dispuesta. Nadie deje de participar en este encuentro, nadie deje de llevar su luz.

Llevamos en nuestras manos cirios encendidos, ya para significar el resplandor divino de aquel que viene a nosotros —el cual hace que todo resplandezca y, expulsando las negras tinieblas, lo ilumina todo con la abundancia de la luz eterna—, ya, sobre todo, para manifestar el resplandor con que nuestras almas han de salir al encuentro de Cristo.

En efecto, del mismo modo que la Virgen Madre de Dios tomó en sus brazos la luz verdadera y la comunicó a los que yacían en tinieblas, así también nosotros, iluminados por él y llevando en nuestras manos una luz visible para todos, apresurémonos a salir al encuentro de aquel que es la luz verdadera.

Sí, ciertamente, porque la luz ha venido al mundo para librarlo de las tinieblas en que estaba envuelto y llenarlo de resplandor, y nos ha visitado el sol que nace de lo alto, llenando de su luz a los que vivían en tinieblas: esto es lo que nosotros queremos significar. Por esto, avanzamos en procesión con cirios en las manos; por esto, acudimos llevando luces, queriendo representar la luz que ha brillado para nosotros, así como el futuro resplandor que, procedente de ella, ha de inundarnos. Por tanto, corramos todos a una, salgamos al encuentro de Dios.

Ha llegado ya aquella luz verdadera que viniendo a este mundo alumbra a todo hombre. Dejemos, hermanos, que esta luz nos penetre y nos transforme.

Ninguno de nosotros ponga obstáculos a esta luz y se resigne a permanecer en la noche; al contrario, avancemos todos llenos de resplandor; todos juntos, iluminados, salgamos a su encuentro y, con el anciano Simeón, acojamos aquella luz clara y eterna; imitemos la alegría de Simeón y, como él, cantemos un himno de acción de gracias al Engendrador y Padre de la luz, que ha arrojado de nosotros las tinieblas y nos ha hecho partícipes de la luz verdadera.

También nosotros, representados por Simeón, hemos visto la salvación de Dios, que él ha presentado ante todos los pueblos y que ha manifestado para gloria de nosotros, los que formamos el nuevo Israel; y, así como Simeón, al ver a Cristo, quedó libre de las ataduras de la vida presente, así también nosotros hemos sido liberados del antiguo y tenebroso pecado.

También nosotros, acogiendo en los brazos de nuestra fe a Cristo, que viene desde Belén hasta nosotros, nos hemos convertido de gentiles en pueblo de Dios (Cristo es, en efecto, la salvación de Dios Padre) y hemos visto, con nuestros ojos, al Dios hecho hombre; y, de este modo, habiendo visto la presencia de Dios y habiéndola aceptado, por decirlo así, en los brazos de nuestra mente, somos llamados el nuevo Israel. Esto es lo que vamos celebrando, año tras año, porque no queremos olvidarlo.

San Sofronio de Jerusalén
Sermón 3 sobre el Hypapanté (6.7: PG 87, 3, 3291-3293)