martes, 30 de junio de 2015

Monasterio de Santa Cecilia de Roma


Visitamos hoy la Iglesia del Monasterio de Santa Cecilia de Roma, en memoria de los santos mártires de la urbe. La iglesia tiene una fachada construida el año 1725 por Ferdinando Fuga, la cual incluye un patio decorado con antiguos mosaicos, columnas y un cántaro. También incluye el escudo de armas y la dedicatoria del cardenal titular que financió la construcción de la fachada, Francesco Acquaviva d'Aragona.

Entre los vestigios que permanecen del edificio del siglo XIII está un mosaico ubicado en el coro de los monjes que representa el juicio final (1289-1293), basado en los diseños de Pietro Cavallini, y en el presbiterio se ubica el ciborio (1293) de Arnolfo di Cambio. El ciborio gótico está rodeado por cuatro columnas de mármol blanco y negro, decorados con estatuas de ángeles, santos, profetas y evangelistas. El ábside tiene restos de mosaicos del siglo IX que representan a varios santos.

El cielo de la Cappella dei Ponziani está decorado con Dios Padre con los evangelistas (1470) de Antonio del Massaro (Il Pastura). La Cappella delle Reliquie fue pintada por Luigi Vanvitelli, quien también decoró el retablo. La nave central está pintada con la Apoteosis de Santa Cecilia (1721) de Sebastiano Conca. La iglesia también aloja dos retablos más: Santas Valeria y Cecilia y la Decapitación de Santa Cecilia (1603).

Entre los trabajos más notables está el altar de Santa Cecilia (1600) del escultor post-renacentista Stefano Maderno. Según se cuenta, esta escultura fue modelada sobre el cuerpo de la santa, cuando se abrió su tumba en 1595. La estatua evidencia la decapitación, lo que ayuda a la identificación de la santa. Además demuestra la supuesta incorruptibilidad de su cuerpo (atributo de los santos), el cual, milagrosamente, aún conserva sangre después de siglos. La estatua podría ser concebida como proto-barroca, ya que representa un momento o una persona no idealizada, sino que muestra una escena teatralizada, una representación naturalista de una muerte, o de un santo moribundo. Esto es un acierto, ya que precede en varias décadas a las esculturas similares del alto-barroco de Gian Lorenzo Bernini (por ejemplo, su Beata Ludovica Albertoni) y de Melchiorre Cafà (Santa Rosa de Lima).

lunes, 29 de junio de 2015

El Señor constituyó pastor supremo de toda la Iglesia al autor de esta confesión


El que mire ahora a Pedro, verá que no sólo se recobró suficientemente por la penitencia y el dolor vivísimo de la negación, en la que por debilidad cayó, sino que desterró totalmente de su alma el vicio de la arrogancia con que pretendía preferirse a los demás.

Queriendo el Señor mostrarnos a todos esto, después de haber padecido por nosotros la muerte y haber resucitado al tercer día, se dirigió a Pedro con aquellas palabras transmitidas en el evangelio de hoy, diciéndole: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?, es decir, más que mis discípulos.

Mira su conversión a la humildad. Antes, aun cuando nadie le había preguntado, se antepone a los demás, diciendo: Aunque todos... yo jamás; ahora, interrogado si le ama más que los otros, asiente a lo del amor, pero omite aquello de «más», diciendo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Y entonces, ¿qué es lo que hace el Señor? Ahora que ve que Pedro no le falla en la caridad y que ha adquirido la humildad, da cumplimiento a lo que ya anteriormente le había anunciado, y le dice: Apacienta mis corderos.

A la Iglesia de los creyentes la llamó edificio: ahora le promete que le pondrá a él como fundamento. Y si queremos hablar acudiendo a imágenes de pesca, podríamos decir que le hace pescador de hombres, al decirle: Desde ahora serás pescador de hombres. Y como ahora está hablando de su grey, pone al frente de ella a Pedro como pastor, diciendo: Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas.

Pedro, interrogado una y otra vez si ama a Cristo, se contrista ante la reiterada pregunta pensando que no va a ser fiel. Pero sabiendo que ama y no ignorando que de esto es más consciente quien le interroga que él mismo, como acosado por ambas cosas, no sólo confiesa que ama, sino que proclama además que el Dios de todas las cosas es amado por él, diciendo: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. El saberlo todo es propio únicamente del Dios del universo.

Y el Señor, al autor de semejante confesión, no sólo lo constituye pastor y pastor supremo de la Iglesia, sino que, además, le dota de una fortaleza tal, que perseverará firme hasta la muerte, y muerte de cruz, quien fue incapaz de sostener con entereza ni siquiera la pregunta o el diálogo con una criada.

Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías con una juventud corporal y espiritual, esto es, usabas tu propia fortaleza, e ibas adonde querías, moviéndote con espontaneidad y usando en tu vida de la propia libertad; pero cuando seas viejo, llegado al final de tu juventud, tanto natural como espiritual, extenderás las manos, con lo que se da a entender que moriría en la cruz, a la cual subiría forzado.

Extenderás las manos, otro te ceñirá, es decir, te dará brío, y te llevará adonde no quieras, sacándote de esta vida. Nuestra naturaleza desea vivir y, por tanto, el martirio de Pedro era algo superior a sus fuerzas. Sin embargo. —dice el Señor— lo tolerarás por mí y por mi testimonio, inmolándote con mi ayuda y superando lo que está sobre la naturaleza.

Gregorio de Palamás
Homilía 28 (PG 151, 358-359)

viernes, 26 de junio de 2015

Monasterio de San Pelayo de Antealtares


Celebramos hoy la confesión de la fe y el triunfo en la castidad del joven Pelayo, en la ciudad de Córdoba, bajo el dominio musulmán. Bajo su patrocinio se fundó uno de los monasterios benedictinos más antiguos de España, cuya vida han prolongado hasta nuestros días las monjas benedictinas. De su página WEB extraemos la historia de la comunidad.

Antealtares, originariamente monasterio de monjes bajo la advocación de San Pedro, fue el primer cenobio que tuvo Compostela. Su comunidad formó parte esencial desde la Alta Edad Media del núcleo devocional y cultural del “Locus Santi Jacobi” Surgió en el siglo IX por deseo de Alfonso II de Asturias, el Casto, cual hizo venir a doce monjes benedictinos para que custodiasen las reliquias del Apóstol. Su labor se centró en el cuidado del Altar del Apóstol, el servicio litúrgico y la atención de los primeros peregrinos. Entre sus abades figuran dos santos: Pedro de Mezonzo y Fagildo Hacia mediados del siglo XII, a lo que parece, San Pedro fue relevado como titular por Pelayo, el niño mártir gallego. 


A finales del siglo XV la vida monástica de Antealtares fue decayendo. Con la reforma de los Reyes Católicos San Pelayo desapareció como monasterio de monjes, pasando éstos a pertenecer a San Martín Pinario, situado éste también en Santiago de Compostela. Poco después, en 1499, Fray Rodrigo de Valencia, prior de San Benito de Valladolid y Reformador General, por mandato de los Reyes Católicos unió a todas las benedictinas gallegas (14 prioratos), y trajo de Castilla como abadesa a Dña. Beatriz de Acuña y a un grupo de monjas observantes. De este modo se convirtió este monasterio en el centro de la reforma de los Monasterios femeninos de la Orden en Galicia. Se confirmó la fundación y dotación mediante bulas papales de Inocencio VIII y Alejandro VI y la autoridad del Capítulo General de la Congregación de Valladolid el día 23 de julio de 1499. 


Somos una comunidad de monjas benedictinas o, lo que es lo mismo, un grupo de mujeres consagradas a Dios en el seno de la Iglesia Católica que tienen como norma de vida el Evangelio según la Regla de san Benito, la cual contiene unos principios firmes basados en la Palabra de Dios, un programa de vida espiritual, unas normas para estructurar un monasterio y una comunidad. Los medios que San Benito nos ofrece para llevar a cabo este proyecto son: La Regla como norma de vida, la Comunidad como lugar teológico de la presencia de Cristo en medio de las hermanas, y la Abadesa como servidora y animadora de vida fraterna.

En la actualidad somos 33 Hermanas herederas de una larga historia y herencia. Más de quinientos años después de nuestra fundación en el corazón de Compostela, las seguidoras del Santo de Nursia continuamos en Antealtares como única presencia monástica, pero en continuidad, de aquellas otras de la Orden que tuvo la ciudad de Santiago desde sus mismos orígenes a principios del siglo IX.


jueves, 25 de junio de 2015

Speculum Caritatis. El necio se hace sabio a sí mismo.

18.- Me dices: Así no la encuentro, sino que a mí mismo me hago sabio, a fuerza de meditar y ejercitarme. ¿Acaso, pues, engendras tú a tu sabiduría y te haces sabio? Afirmas que es posible. Yo te había presentado el caso del necio, y he aquí que tú te has hecho sabio hasta el punto de poder considerarte suficiente para hacer la sabiduría.

Esto de hacerse uno a sí mismo sabio, ¿no te parece que no es poco saber? Pero si alguien dijese que el necio puede hacerse sabio a sí mismo, sin duda hará reír a todo el que lo oiga, porque, ¿de dónde puede venirle la sabiduría al idiota? ¿Acaso de otro hombre sabio? Y a este sabio, ¿de dónde le vino? ¿Acaso de sí mismo? Y antes de ser sabio, sin duda era un necio. Así de nuevo caemos en el antedicho abuso, que el necio se hace sabio a sí mismo. 

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

miércoles, 24 de junio de 2015

San Agustín sobre san Juan Bautista. La voz del que clama en el desierto

Juan de Juanes - San Juan Bautista

La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo. Ello no deja de tener su significado, y si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo y sacar provecho de él.

Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una jovencita virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y si el poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos no nos permiten llegar hasta las profundidades de este misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquel que habla en vuestro interior, aun en ausencia nuestra, aquel que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos, aquel que habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.

Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: la ley y los profetas llegaron hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nueva Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado.

Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: ¿Tú quién eres? Y el respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio.

San Agustín de Hipona
Sermón 293 (1-3° PL 38, 1327-1328)

martes, 23 de junio de 2015

Monasterio de las Descalzas Reales

El Monasterio de las Descalzas Reales, en Madrid, ocupa el antiguo palacio donde residieron Carlos I e Isabel de Portugal y donde nació, en 1535, su hija doña Juana. Esta, ya viuda del príncipe de Portugal, fundó en 1557 este convento de monjas franciscanas descalzas. Está sepultada en una capilla, con escultura funeraria orante realizada por Pompeyo Leoni.

En la clausura se conserva la estructura y muchos elementos decorativos del palacio plateresco.En este monasterio vivieron doña Juana y luego su hermana María, emperatriz viuda, que falleció aquí en 1603. Del siglo XVII se conservan pinturas al fresco en la escalera y en la Capilla del Milagro.

Destacan los tapices tejidos en Bruselas, sobre cartones de Rubens, representando la Apoteosis de la Eucaristía, encargados para este Monasterio por la hija de Felipe II, la Infanta Isabel Clara Eugenia, Gobernadora de los Países Bajos.

lunes, 22 de junio de 2015

Santo Tomás Moro. Me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza

Familia de Santo Tomás Moro

Aunque estoy bien convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo todo: las riquezas, las ganancias y la misma vida, antes que prestar juramento en contra de mi conciencia; hasta ahora, ha inspirado al mismo rey la suficiente benignidad para que no pasara de privarme de la libertad (y, por cierto, que con esto solo su majestad me ha hecho un favor más grande, por el provecho espiritual que de ello espero sacar para mi alma, que con todos aquellos honores y bienes de que antes me había colmado). Por esto, espero confiadamente que la misma gracia divina continuará favoreciéndome, no permitiendo que el rey vaya más allá, o bien dándome la fuerza necesaria para sufrir lo que sea con paciencia, con fortaleza y de buen grado.

Esta mi paciencia, unida a los méritos de la dolorosísima pasión del Señor (infinitamente superior en todos los aspectos a todo lo que yo pueda sufrir), mitigará la pena que tenga que sufrir en el purgatorio y, gracias a la divina bondad, me conseguirá más tarde un aumento de premio en el cielo.

No quiero, mi querida Margarita, desconfiar de la bondad de Dios, por más débil y frágil que me sienta. Más aún, si a causa del terror y el espanto viera que estoy ya a punto de ceder, me acordaré de san Pedro, cuando, por su poca fe, empezaba a hundirse por un solo golpe de viento, y haré lo que él hizo. Gritaré a Cristo: Señor, sálvame. Espero que entonces él, tendiéndome la mano, me sujetará y no dejará que me hunda.

Y si permitiera que mi semejanza con Pedro fuera aún más allá, de tal modo que llegara a la caída total y a jurar y perjurar (lo que Dios, por su misericordia, aparte lejos de mí, y haga que una tal caída redunde más bien en perjuicio que en provecho mío), aun en este caso espero que el Señor me dirija, como a Pedro, una mirada llena de misericordia y me levante de nuevo, para que vuelva a salir en defensa de la verdad y descargue así mi conciencia, y soporte con fortaleza el castigo y la vergüenza de mi anterior negación.

Finalmente, mi querida Margarita, de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonará sin culpa mía.

Por esto, me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza. Si a causa de mis pecados permite mi perdición, por lo menos su justicia será alabada a causa de mi persona. Espero, sin embargo, y lo espero con toda certeza, que su bondad clementísima guardará fielmente mi alma y hará que sea su misericordia, más que su justicia, lo que se ponga en mí de relieve.

Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y no te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor.

Santo Tomás Moro
Carta a su hija Margarita, escrita en la cárcel

sábado, 20 de junio de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Lippo Memmi - Cristo bendiciendo

89.- Confianza. Monje, cierra los ojos y abandona, confiado, tu suerte en manos de Cristo, el Señor. No pretendas saber cómo alcanzarás todo lo que él te promete; no quieras adelantar la hora de su cumplimiento; no intentes conducir tu existencia según tus propios criterios. Confía tu suerte a su Palabra. Nada sobre la tierra bastará para salvarte; sólo su amor providente te acogerá y redimirá la vaciedad y fragilidad de tu ser.

viernes, 19 de junio de 2015

Se negó a sí mismo para seguir a Cristo

Romualdo vivió tres años en la ciudad de Parenzo; durante el primero, construyó un monasterio y puso en él una comunidad con su abad; los otros dos, vivió recluido en él. Allí la bondad divina lo elevó a tan alto grado de perfección que, inspirado por el Espíritu Santo, predijo algunos sucesos futuros y llegó a la penetración de muchos misterios ocultos del antiguo y del nuevo Testamento.

Con frecuencia, era arrebatado a un grado tan elevado de contemplación que, deshecho todo él en lágrimas, abrasado por el ardor inefable del amor divino, exclamaba:

«Amado Jesús, mi dulce miel, deseo inefable, dulzura de los santos, encanto de los ángeles».

Y otras cosas semejantes. Nosotros somos incapaces de expresar con palabras humanas todo lo que él profería, movido por el gozo del Espíritu Santo.

Dondequiera que aquel santo varón se decidía a habitar, ante todo hacía en su celda un oratorio con su altar, y luego se encerraba allí, impidiendo toda entrada.

Después de haber vivido así en varios lugares, dándose cuenta de que ya se acercaba su fin, volvió definitivamente al monasterio que había construido en Val de Castro, y allí, en espera cierta de su muerte cercana, se hizo edificar una celda con su oratorio, con el fin de recluirse en ella y guardar silencio hasta la muerte.

Una vez construido este lugar de receso, en el cual quiso él recluirse inmediatamente, su cuerpo empezó a experimentar unas molestias progresivas y una creciente debilidad, producida más por la decrepitud de sus muchos años que por enfermedad alguna.

Un día, esta debilidad comenzó a hacerse sentir con más fuerza y sus molestias alcanzaron un grado alarmante. Cuando el sol ya se ponía, mandó a los dos hermanos que estaban junto a él que salieran fuera, que cerraran tras sí la puerta de la celda y que volvieran a la madrugada para celebrar con él el Oficio matutino.

Ellos salieron como de mala gana, intranquilos porque presentían su fin, y no se fueron en seguida a descansar, sino que, preocupados por el temor de que muriera su maestro, se quedaron a escondidas cerca de la celda, en observación de aquel talento de tan valioso precio. Después de algún rato, su interés les indujo a escuchar atentamente y, al no percibir ningún movimiento de su cuerpo ni sonido alguno de su voz, seguros ya de lo que había sucedido, empujan la puerta, entran precipitadamente, encienden una luz y encuentran el santo cadáver que yacía boca arriba, después que su alma había sido arrebatada al cielo. Aquella perla preciosa yacía entonces como despreciada, pero en realidad destinada en adelante a ser guardada con todos los honores en el erario del Rey supremo.

San Pedro Damiani
Vida de san Romualdo (Caps 31 y 69: PL 144, 982-983.1005-1006)

jueves, 18 de junio de 2015

El Monasterio de Hincu


Viajamos hoy a Moldavia, una nación antaño integrada en el Imperio Ruso, situada junto al Mar Negro, entre Ucrania y Rumanía, para visitar un antiguo monasterio ortodoxo, restaurado después del final del comunismo. 


43 años después de la clausura, en 1992, por la gracia del Señor, Monasterio Hynkovsky "Sagrado San Paraskeva" se volvió a abrir. El gobierno moldavo devolció la propia de la tierra a la nueva comunidad monástica ortodoxa. Con la bendición del Metropolitano de Chisinau y de Toda Moldavia, Su Eminencia Vladímir, fue nombrado el padre Pedro Musteata como superior del Monasterio Hynkovskogo. Debido a la acción será el Espíritu Santo y la presencia del amor sin límites por el Todopoderoso y Buen Dios manda aquí los primeros habitantes de la comunidad que han hecho votos de obediencia, pobreza y castidad.


Otoño de 1992 quedará para siempre en los corazones de muchos cristianos, cuando el Gran Señor instruye y dirige a los creyentes en su casa en el santo monasterio. En la primavera de 1993 se inició la restauración de la iglesia de la Asunción de la Madre de Dios, que se completó en septiembre del mismo año. Al mismo tiempo se han renovado dos viejos edificios del complejo del monasterio. En agosto de 1992, en presencia del Metropolitano de Chisinau y toda Moldavia, Su Eminencia Vladímir, una joven novicia Zinaida Cazacu emitió sus votos monásticos para el Monasterio de San Paraskeva. Por lo tanto, se convirtió en la primera monja de San Paraskevinskogo Hynkovskogo, después de un largo período de inactividad del complejo del monasterio. Fue nombrada abadesa del Monasterio

miércoles, 17 de junio de 2015

Speculum Caritatis. Disputa contra el necio, que dice en su corazón: No hay Dios

17.- Dime, te ruego, cualquiera que seas, y tan necio como para afirmar en tu corazón: No hay Dios, ¿crees que existe algún sabio? Quizás tú mismo. Sea así; pero, ¿eres tan sabio que no puedes hacerte necio o, si eres necio, lo eres hasta tal extremo, que no puedas llegar a ser sabio? Si rechazas esta alternativa, habré de decir, no que has perdido el juicio, sino más bien que careces de vida. Por consiguiente, si has perdido el juicio, ¿crees desaparecida la sabiduría? Pero, por otra parte, tú puedes hacerte sabio; de donde te ruego que me digas: ¿con qué sabiduría? Existirá, por tanto, la sabiduría, aun habiendo perdido tú el juicio. La habrá, dices, pero en el hombre sabio. Mas ¿existe algún hombre que no pueda perder el juicio? Así, pues, si todos los hombres pueden perder el juicio, sin embargo existirá la sabiduría, pues de otra forma no podrían comenzar de nuevo a saber.

Tú dices que la sabiduría quedó en los ángeles; ahora bien, por naturaleza, al menos, también los ángeles pueden perder el juicio, como lo confirma aquella ingente multitud de ángeles necios, los que, en verdad, tuvieron la misma naturaleza que los demás ángeles, aunque no la misma gracia.

Si ninguna naturaleza de por sí es sabia, el juicio necesariamente le ha de venir de la sabiduría. ¿De dónde, pues, ha de venirle al necio para que nuevamente sepa? Cierto que para poder ser sabio es la sabiduría la que ha de ser hallada por el necio, ya que de lo que no existe nada puede encontrarse si no empieza a existir.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

domingo, 14 de junio de 2015

Así se alegran lo mismo el sembrador y el segador

Cristo ardía en deseos de realizar su misión y se disponía a enviar obreros. Había, pues, que enviar segadores. Con todo, tiene razón el proverbio: «Uno siembra y otro siega». Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron y vosotros recogéis el fruto de sus sudores. ¿Cómo es esto? ¿Envía segadores y no sembradores? Y ¿a dónde envía los segadores? A donde otros habían trabajado. Pues donde ya se había trabajado, ciertamente se había sembrado y lo sembrado había ya madurado y esperaba la hoz y la trilla.

¿A dónde había de enviar los segadores? A donde ya los profetas habían predicado: ellos son los sembradores. Otros sudaron y vosotros recogéis el fruto de sus sudores. ¿Quienes trabajaron? El mismo Abrahán, Isaac y Jacob. Leed sus trabajos: todos son una profecía de Cristo; por eso son sembradores. ¡Cuánto no tuvieron que sufrir Moisés y el resto de los patriarcas y todos los profetas en los fríos de la sementera! Luego en Judea la mies estaba ya a punto de siega. En verdad que estaba ya como en sazón aquella mies, cuando tantos miles de hombres llevaban el precio de sus bienes y, poniéndolo a disposición de los apóstoles y aligerados los hombros de los fardos seculares, seguían a Cristo, el Señor. Realmente la mies estaba en sazón.

Y ¿qué pasó después? De aquella mies se esparcieron unos cuantos granos, sembraron la redondez de la tierra y brotó otra mies, que se cosechará al fin de los tiempos. De esta mies se dice: Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares. A esta mies no serán enviados los apóstoles, sino los ángeles: Los segadores —dice— son los ángeles. Esta mies crece entre la cizaña y espera ser purificada al final. Aquella otra mies a la que primero fueron enviados los discípulos y en donde trabajaron los profetas, estaba ya dorada para la siega. Y sin embargo, hermanos, fijaos lo que se dice: Así se alegran lo mismo sembrador y segador. Trabajaron en épocas diferentes; pero serán colmados de idéntico gozo: como salario recibirán todos la vida eterna.

San Agustín-de Hipona
Tratado 15 sobre el evangelio de san Juan (32: CCL 36, 163-164)

sábado, 13 de junio de 2015

La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras


El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas. Estas diversas lenguas son los diversos testimonios que da de Cristo, como por ejemplo la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia, que son las palabras con que hablamos cuando los demás pueden verlas reflejadas en nuestra conducta. La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero vacíos de obras, y, por esto, el Señor nos maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló fruto, sino hojas tan sólo. «La norma del predicador —dice san Gregorio— es poner por obra lo que predica». En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras.

Pero los apóstoles hablaban según el Espíritu les sugería. ¡Dichoso el que habla según le sugiere el Espíritu Santo y no según su propio sentir! Porque hay algunos que hablan movidos por su propio espíritu, roban las palabras de los demás y las proponen como suyas, atribuyéndoselas a sí mismos. De estos tales y de otros semejantes dice el Señor por boca de Jeremías: Aquí estoy yo contra los profetas que se roban mis palabras uno a otro. Aquí estoy yo contra los profetas —oráculo del Señor—, que manejan la lengua para echar oráculos. Aquí estoy yo contra los profetas de sueños falsos —oráculo del Señor, que los cuentan para extraviar a mi pueblo, con sus embustes y jactancias. Yo no los mandé ni los envié, por eso son inútiles a mi pueblo —oráculo del Señor—.

Hablemos, pues, según nos sugiera el Espíritu Santo, pidiéndole con humildad y devoción que infunda en nosotros su gracia, para que completemos el significado quincuagenario del día de Pentecostés, mediante el perfeccionamiento de nuestros cinco sentidos y la observancia de los diez mandamientos, y para que nos llenemos de la ráfaga de viento de la contrición, de manera que, encendidos e iluminados por los sagrados esplendores, podamos llegar a la contemplación del Dios uno y trino.

San Antonio de Padua
Sermones (I, 226)

viernes, 12 de junio de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo


88.- El amor de Cristo. Monje, ¡qué difícil es ponderar la inmensidad del amor de Jesús! Fue amado por María, la Madre, que lo siguió a pie firme hasta la Cruz; fue amado por José, quien lo cuidó a pesar de no siempre comprender; miró con ojos amorosos a los que llamó a seguirle; tanto amó a Juan, que lo llamó "el discípulo amado"; fue amado por la Lázaro, Marta y María; el amor que la Magdalena le profesó mereció verlo resucitado; fue su mirada amorosa la que conmovió a Pedro y lo rescató de la negación. También a ti, monje, te amó cuando te concedió la fe y cuando murió por ti en la Cruz. Procura, pues, que tu vida, responda en la limitada medida de tus posibilidades a su inmenso amor.

miércoles, 10 de junio de 2015

Adelantar en la vida espiritual

El abad Juan dijo: «Me gusta que el hombre posea algo de todas las virtudes. Por eso, cada día al levantarte, ejercítate en todas las virtudes y guarda con mucha paciencia el mandamiento de Dios, con temor y longanimidad, en el amor de Dios, con esfuerzo de alma y cuerpo y con gran humildad. Sé constante en la aflicción del corazón y en la observancia, con mucha oración y súplicas, con gemidos, guardando la pureza y los buenos modales en el uso de la lengua y la modestia en el de los ojos. Sufre con paciencia las injurias sin dar lugar a la ira. Sé pacífico y no devuelvas mal por mal. No te fijes en los defectos de los demás, ni te exaltes a ti mismo, antes al contrario, con mucha humildad sométete a toda criatura, renunciando a todo lo material y a lo que es según la carne, por la mortificación, la lucha, con espíritu humilde, buena voluntad y abstinencia espiritual; con ayuno, paciencia, lágrimas, dureza en la batalla, con discreción de juicio, pureza de alma, percibiendo el bien con paz y trabajando con tus manos. Vela de noche, soporta el hambre y la sed, el frío y la desnudez, los trabajos. Enciérrate en un sepulcro como si estuvieses muerto, de manera que a todas las horas sientas que tu muerte está cercana».

Sentencias de los Padres del Desierto. Cap. I. De la manera de adelantar en la vida espiritual.

martes, 9 de junio de 2015

San Efrén el Sirio. Los designios divinos son figura del mundo espiritual

Señor, con la meridiana luz de tu sabiduría disipa las tinieblas nocturnas de nuestra mente, para que, iluminada, te sirva en la renovación de nuestra vida purificada. La salida del sol señala el comienzo de las obras de los mortales; prepara tú en nuestros corazones una mansión para aquel día que no tiene ocaso. Concédenos que en nuestra persona lleguemos a ver la vida resucitada y que nada aparte nuestras mentes de tus delicias. Imprime en nuestros corazones, por nuestra asidua búsqueda de ti, el sello de ese día sin fin que no comienza con el movimiento y el curso del sol.

A diario te abrazamos en tus sacramentos y te recibimos en nuestro cuerpo. Haznos dignos de sentir en nuestra persona la resurrección que esperamos. Con la gracia del bautismo hemos escondido tu tesoro en nuestros corazones; este mismo tesoro se acrecienta en la mesa de tus sacramentos; concédenos el gozo de tu gracia. Poseemos, Señor, en nuestra propia persona tu memorial tomado en la mesa espiritual; haz que lleguemos a poseerlo en toda su realidad en la renovación futura.

Que seamos capaces de comprender la belleza de nuestra condición mediante esa belleza espiritual que crea tu voluntad inmortal en las mismas criaturas mortales.

La crucifixión fue, Señor, el término de tu vida corporal; concédenos que nuestra mente quede también crucificada figuradamente en nuestra vida espiritual. Que tu resurrección, oh Jesús, preste su grandeza a nuestro hombre espiritual; que la contemplación de tus misterios nos sirva de espejo para conocerla.

Tus designios divinos, oh Salvador nuestro, son figura del mundo espiritual; concédenos la gracia de correr en él como corresponde al hombre espiritual.

No prives a nuestra mente de tu manifestación espiritual, ni apartes de nuestros miembros el calor de tu suavidad. La mortalidad latente en nuestro cuerpo nos lleva a la corrupción; que la difusión de tu amor espiritual repare sus efectos en nuestro corazón. Concédenos, Señor, llegar cuanto antes a nuestra ciudad y, al igual que Moisés desde la cumbre del monte, poseerla ya por tu revelación.

San Efrén de Nísibe
Sermón 3, sobre el fin y la exhortación (2, 4-5: ed. Lamy, 3, 216-222)

lunes, 8 de junio de 2015

San Agustín. El Sermón de la Montaña


Valor cristiano de las bienaventuranzas

 Si alguno con fe y con seriedad examinara el discurso que Nuestro Señor Jesucristo pronunció en la montaña, como lo leemos en el Evangelio de San Mateo, considero que encontraría la forma definitiva de vida cristiana, en lo que se refiere a una recta moralidad. Y esto no lo decimos a la ligera, sino que lo deducimos de las mismas palabras del Señor; en efecto, de tal manera concluye el sermón, que parece estar presente todo aquello que pertenece a una recta información de la vida cristiana. Pues dice así: Todo aquel que oye estas palabras mías y las lleva a la práctica, lo asemejaré a un hombre sabio que construyó su propia casa sobre roca. Descendió la lluvia, salieron de madre los ríos, soplaron los vientos y dieron con ímpetu sobre aquella casa y no se derrumbó, pues estaba edificada sobre roca. Y todo aquel que oye este discurso y no lo lleva a la práctica, lo comparo con aquella persona necia que construye su casa sobre arena. Descendió la lluvia, se desbordaron los ríos y soplaron los vientos y dieron con ímpetu sobre aquella casa y se derrumbó y su ruina fue grande 1. Pero no dijo solo quien escucha mis palabras, sino que añadió: quien escucha estas palabras mías, indicando con estas palabras que pronunció el Señor sobre el monte y que informan de tal manera la vida de aquellos que quieran vivir según ellas, que con toda razón se pueda comparar a aquel que edificó sobre piedra. Queriendo decir con esto que en el discurso aparecen todas las normas que regulan la existencia cristiana. Pero de esto se tratará de forma más amplia en otro lugar.

Simbolismo del monte

Comienza así este discurso: Habiendo visto Jesús a la multitud, subió al monte. Sentándose se acercaron a él sus discípulos y tomando la palabra les enseñaba diciendo. Si se preguntara qué significa el monte, se entendería correctamente referido a los preceptos mayores de la justicia, ya que los menores iban los dirigidos a los judíos. Por tanto, un único Dios mediante sus santos profetas y ministros, según una ordenada distribución de los tiempos, dio los preceptos menores al pueblo que era oportuno sujetar todavía con el temor; y por medio de su Hijo, dio los mayores al pueblo, que convenía fuese liberado por la caridad. De esta manera son dados preceptos menores a los más pequeños y mayores a los más grandes y son dados por Aquel que sabe dar al género humano cuidados congruentes, según las necesidades propias de los tiempos. Y no es de extrañar que hayan sido dados por un mismo Dios, que hizo el cielo y la tierra, preceptos mayores por el reino de los cielos y menores por el reino terrenal. De esta justicia mayor se dijo por el profeta: Tu justicia es como los montes de Dios. Esto simboliza convenientemente que el único Maestro, el solo idóneo para enseñar tantas verdades, enseña sobre el monte. Además enseña sentado, cosa que pertenece a la dignidad del Maestro. Acércanse a Él sus discípulos con el fin de que, al escuchar sus palabras, estuviesen más cerca con el cuerpo aquellos que se adherían más con el espíritu en el observar los preceptos. Toma la palabra y les enseñaba diciendo. La perífrasis con la que dice: y tomando la palabra, quizás quiera decir que el discurso será más largo que otras veces, al menos que, el haber dicho que ahora él ha tomado la palabra, incluya que él mismo preparase a hablar a los profetas en el Antiguo Testamento.

San Agustín de Hipona
El Sermón de la Montaña - Capítulo 1

viernes, 5 de junio de 2015

Benedicto XVI. Martirio de san Bonifacio

Tumba de san Bonifacio en Fulda

En la Catedral de Fulda, edificada sobre el antiguop monasterio benedictino fundado por san Bonifacio, se encuentra la tumba del santo. Terminamos la catequesis de Benedicto XVI sobre el santo apóstol de Alemania, en la que narra su martirio y veneración.

El 5 de junio del año 754, al comenzar la celebración de la misa en Dokkum (actualmente, en el norte de Holanda), fue asaltado por una banda de paganos. Avanzando con frente serena, prohibió a los suyos que combatieran diciendo: "Cesad, hijos, de combatir, abandonad la guerra, porque el testimonio de la Escritura nos advierte que no devolvamos mal por mal, sino bien por mal. Este es el día deseado hace tiempo; ha llegado el tiempo de nuestro fin. ¡Ánimo en el Señor!". Fueron sus últimas palabras antes de caer bajo los golpes de sus agresores. Los restos mortales del obispo mártir fueron llevados al monasterio de Fulda, donde recibieron digna sepultura. Ya uno de sus primeros biógrafos dio este juicio sobre él: El santo obispo Bonifacio puede llamarse padre de todos los habitantes de Alemania, porque fue el primero en engendrarlos para Cristo con la palabra de su santa predicación, los confirmó con el ejemplo y, por último, dio la vida por ellos, y no puede haber caridad mayor que ésta.

A distancia de siglos, ¿qué mensaje podemos recoger de la enseñanza y de la prodigiosa actividad de este gran misionero y mártir? Una primera evidencia se impone a quien se acerca a san Bonifacio: la centralidad de la Palabra de Dios, vivida e interpretada en la fe de la Iglesia, Palabra que él vivió, predicó, testimonió hasta el don supremo de sí mismo en el martirio. Era tan ardiente su celo por la Palabra de Dios que sentía la urgencia y el deber de llevarla a los demás, incluso con riesgo personal suyo. En ella apoyaba la fe a cuya difusión se había comprometido solemnemente en el momento de su consagración episcopal: Profeso íntegramente la pureza de la santa fe católica y con la ayuda de Dios quiero permanecer en la unidad de esta fe, en la que sin duda alguna está toda la salvación de los cristianos.

La segunda evidencia, muy importante, que emerge de la vida de san Bonifacio es su fiel comunión con la Sede apostólica, que era un punto firme y central de su trabajo misionero; siempre conservó esta comunión como norma de su misión y la dejó casi como su testamento. En una carta al Papa Zacarías afirma: Yo no dejo nunca de invitar y de someter a la obediencia de la Sede apostólica a aquellos que quieren permanecer en la fe católica y en la unidad de la Iglesia romana, y a todos aquellos que en esta misión Dios me da como oyentes y discípulos. Fruto de este empeño fue el firme espíritu de cohesión en torno al Sucesor de Pedro que san Bonifacio transmitió a las Iglesias en su territorio de misión, uniendo a Inglaterra, Alemania y Francia con Roma, y contribuyendo así de modo decisivo a poner las raíces cristianas de Europa que habrían de producir frutos fecundos en los siglos sucesivos.

San Bonifacio merece nuestra atención también por una tercera característica: promovió el encuentro entre la cultura romano-cristiana y la cultura germánica. En efecto, sabía que humanizar y evangelizar la cultura era parte integrante de su misión de obispo. Transmitiendo el antiguo patrimonio de valores cristianos, implantó en las poblaciones germánicas un nuevo estilo de vida más humano, gracias al cual se respetaban mejor los derechos inalienables de la persona. Como auténtico hijo de san Benito, supo unir oración y trabajo (manual e intelectual), pluma y arado.

El valiente testimonio de san Bonifacio es una invitación para todos a acoger en nuestra vida la Palabra de Dios como punto de referencia esencial, a amar apasionadamente a la Iglesia, a sentirnos corresponsables de su futuro, a buscar la unidad en torno al Sucesor de Pedro. Al mismo tiempo, nos recuerda que el cristianismo, favoreciendo la difusión de la cultura, promueve el progreso del hombre. A nosotros nos corresponde ahora estar a la altura de un patrimonio tan prestigioso y hacerlo fructificar para bien de las futuras generaciones.

Me impresiona siempre su celo ardiente por el Evangelio: a los cuarenta años abandonó una vida monástica tranquila y fructífera, una vida de monje y profesor, para anunciar el Evangelio a los sencillos, a los bárbaros; a los ochenta años, una vez más, fue a una zona donde preveía su martirio. Comparando su fe ardiente, su celo por el Evangelio, con nuestra fe a menudo tan tibia y burocrática, vemos qué debemos hacer y cómo renovar nuestra fe, para dar como don a nuestro tiempo la perla preciosa del Evangelio.

miércoles, 3 de junio de 2015

El Silencio Cisterciense

Cortometraje Documental del Monasterio Nuestra Señora de los Andes (Mérida-Venezuela). Dirección y producción: Dirwin Sánchez.


martes, 2 de junio de 2015

Speculum Caritatis. Me abrazaré a ti, a ti crucificado.

16.- Mientras esto llega, te suplico, oh Señor Jesús, que se cubra de plumas, sí, se cubra de plumas mi alma en el nido de tu Ley y repose en los agujeros de la peña, anidando en las piedras del roquedal, en las concavidades de la muralla. Me abrazaré a ti, a ti crucificado; beberé de tu dulcísima sangre; ocuparé mi memoria con tu. suavísima meditación, a fin de que el olvido no la oscurezca enteramente y no sepa de otra cosa más que de Cristo, y éste crucificado, para que el vano error no desvíe mi conocimiento de la solidez de la fe, y ésta reclame para sí tu maravilloso amor, no siendo así absorbido mi corazón por la mundana concupiscencia.

Pero, ¿sólo para mí debo desear esto? Que se cumpla, Señor, te lo suplico, que se cumpla aquel dicho profético: Se acordarán y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra. Se acordarán, dijo; por consiguiente, interpretó que estaba escondida, mas no totalmente olvidada en el alma racional la memoria de Dios; y así advertirás que no fue una nueva grabación, sino simple reparación de aquella antigua. Pues, de no tener naturalmente de algún modo la razón humana una cierta reminiscencia de Dios, creo que el necio no sería capaz de poder exclamar en su corazón: No hay Dios.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad