domingo, 30 de abril de 2017
San Pedro de Alcántara. Convento del Palancar
El Convento del Palancar, en la provincia de Cáceres, fue fundado por san Pedro de Alcántara. Los siguientes videos nos muestran el lugar y nos cuentan su historia.
sábado, 29 de abril de 2017
Benedicto XVI. Santa Catalina de Siena.
Tumba de Santa Catalina en Santa María de la Minerva - Roma |
En una visión que nunca se borró del corazón y de la mente de Catalina, la Virgen la presentó a Jesús, que le dio un espléndido anillo, diciéndole: "Yo, tu Creador y Salvador, te desposo en la fe, que conservarás siempre pura hasta cuando celebres conmigo en el cielo tus bodas eternas” (Raimundo de Capua, S. Catalina de Siena, Legenda maior, n. 115, Siena 1998). Ese anillo le era visible solo a ella. En este episodio extraordinario advertimos el centro vital de la religiosidad de Catalina y de toda auténtica espiritualidad: el cristocentrismo. Cristo es para ella como el esposo, con el que hay una relación de intimidad, de comunión y de fidelidad; es el bien amado sobre cualquier otro bien.
Esta unión profunda con el Señor está ilustrada por otro de la vida de esta insigne mística: el intercambio del corazón. Según Raimundo de Capua, que transmite las confidencias recibidas de Catalina, el Señor Jesús se le apareció con un corazón humano rojo resplandeciente en la mano, le abrió el pecho, se lo introdujo y dijo: “Queridísima hija, como el otro día tomé el corazón tuyo que me ofrecías, he aquí que ahora te doy el mío, y de ahora en adelante estará en el lugar que ocupaba el tuyo” (ibid.). Catalina vivió verdaderamente las palabras de san Pablo, “...no vivo yo, sino que Cristo vive en mi" (Gal 2,20).
Como la santa de Siena, todo creyente siente la necesidad de conformarse a los sentimientos del Corazón de Cristo para amar a Dios y al prójimo como el mismo Cristo ama. Y todos nosotros podemos dejarnos transformar el corazón y aprender a amar como Cristo, en una familiaridad con Él nutrida por la oración, por la meditación sobre la Palabra de Dios y por los Sacramentos, sobre todo recibiendo frecuentemente y con devoción la santa Comunión.
Benedicto XVI
Roma - 24 de noviembre de 2010
jueves, 27 de abril de 2017
San Rafael Arnáiz
Celebramos hoy la memoria del santo hermano Rafael. Rafael Arnaiz Barón nació el 9 de Abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Dotado de una precoz inteligencia, ya desde su primera infancia daba señales claras de su inclinación a las cosas de Dios. En estos años recibió la primera visita de la que había de ser su sino y compañera: la enfermedad que le obligó a interrumpir sus estudios. Recuperado de ella, su padre, en agradecimiento a lo que consideró una intervención especial de la Stma. Virgen, a finales de verano de 1922 lo llevó a Zaragoza, donde lo consagró a la Virgen del Pilar, hecho que no dejó de marcar el ánimo de Rafael. Trasladada su familia a Oviedo, allí continuó sus estudios medios, matriculándose al terminarlos en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Con una inteligencia brillante, Rafael estaba dotado de destacadas cualidades para la amistad. A la vez que crecía en edad y desarrollaba su personalidad, crecía también su experiencia espiritual de vida cristiana.
En su corazón bien dispuesto, Dios quiso suscitar la invitación a una consagración especial en la vida monástica. Habiendo tomado contacto con el monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas –su Trapa- se sintió fuertemente atraído por lo que vio en el lugar que correspondía con sus deseos íntimos. Allí ingresó el 16 de Enero de 1934.
Dios quiso probarle misteriosamente con una penosa enfermedad –la diabetes sacarina- que le obligó a abandonar tres veces el monasterio, adonde otras tantas volvió en aras de una respuesta generosa y fiel, realmente heroica, a la que sentía ser la llamada de Dios. Santificado en la gozosa fidelidad a la vida monástica y en la aceptación amorosa de los planes de Dios, consumó su vida en la madrugada del 26 de abril de 1938, recién estrenados los 27 años, siendo sepultado en el cementerio del monasterio. Pronto voló imparable su fama de santidad allende los muros del monasterio.
Con la fragancia de su vida, sus numerosos escritos continúan difundiéndose con gran aceptación y bien para cuantos por su medio entran en contacto con su espiritualidad. El 19 de Agosto de 1989, SS. Juan Pablo II le propuso como modelo para los jóvenes en Santiago de Compostela con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, proclamándole Beato el 27 de Septiembre de 1992 en la Plaza de San Pedro en Roma junto a otros siervos de Dios.
Su espiritualidad, tan rica en matices, está polarizada en la búsqueda de Dios, que cada vez se hace más dominante en su vida, y que él expresa en una frase muy propia en la que parece decirlo todo: “¡Sólo Dios!”. Dios lo llena todo en su vida. Fuera de él, nada tiene sentido. Por eso la vida de Rafael es ante todo un testimonio de la trascendencia de Dios; de lo absoluto de Dios. No un Dios de quien se conoce muchas cosas, sino un Dios experimentado en la vida y que le ha fascinado. Así, fascinado por Dios, descubrió que la vida monástica era “su” camino, porque sintió que Dios le llamaba a vivir sólo para buscarle a Él en una vida oculta, la del no ser, a fin de ser únicamente para Dios.
miércoles, 26 de abril de 2017
Benedicto XVI sobre san Isidoro
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San Braulio de Zaragoza y san Isidoro de Sevilla |
En la discusión de los diversos problemas teológicos percibe su complejidad y propone a menudo, con agudeza, soluciones que recogen y expresan la verdad cristiana completa. Esto ha permitido a los creyentes, a lo largo de los siglos hasta nuestros días, servirse con gratitud de sus definiciones.
Un ejemplo significativo en este campo es la enseñanza de san Isidoro sobre las relaciones entre vida activa y vida contemplativa. Escribe: «Quienes tratan de lograr el descanso de la contemplación deben entrenarse antes en el estadio de la vida activa; así, liberados de los residuos del pecado, serán capaces de presentar el corazón puro que permite ver a Dios».
Su realismo de auténtico pastor lo convenció del peligro que corren los fieles de limitarse a ser hombres de una sola dimensión. Por eso, añade: "El camino intermedio, compuesto por ambas formas de vida, resulta normalmente el más útil para resolver esas tensiones, que con frecuencia se agudizan si se elige un solo tipo de vida; en cambio, se suavizan mejor alternando las dos formas".
San Isidoro busca en el ejemplo de Cristo la confirmación definitiva de una correcta orientación de vida y dice: «El Salvador, Jesús, nos dio ejemplo de vida activa cuando, durante el día, se dedicaba a hacer signos y milagros en la ciudad, pero mostró la vida contemplativa cuando se retiraba a la montaña y pasaba la noche dedicado a la oración» (o.c. 134: ib.). A la luz de este ejemplo del divino Maestro, san Isidoro concluye con esta enseñanza moral: «Por eso, el siervo de Dios, imitando a Cristo, debe dedicarse a la contemplación sin renunciar a la vida activa. No sería correcto obrar de otra manera, pues del mismo modo que se debe amar a Dios con la contemplación, también hay que amar al prójimo con la acción. Por tanto, es imposible vivir sin la presencia de ambas formas de vida, y tampoco es posible amar si no se hace la experiencia tanto de una como de otra» (o.c., 135: ib., col 91 C).
Creo que esta es la síntesis de una vida que busca la contemplación de Dios, el diálogo con Dios en la oración y en la lectura de la Sagrada Escritura, así como la acción al servicio de la comunidad humana y del prójimo. Esta síntesis es la lección que el gran obispo de Sevilla nos deja a los cristianos de hoy, llamados a dar testimonio de Cristo al inicio de un nuevo milenio.
Benedicto XVI
Roma - Audiciencia General del 18 de junio de 2008
martes, 25 de abril de 2017
La predicación de la verdad
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Artus Wolfort - San Marcos |
La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de los apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre todopoderoso, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; y en un solo Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó por nuestra salvación; y en el Espíritu Santo, que por los profetas anunció los planes de Dios, el advenimiento de Cristo, su nacimiento de la Virgen, su pasión, su resurrección de entre los muertos, su ascensión corporal a los cielos, su venida de los cielos, en la gloria del Padre, para recapitular todas las cosas y resucitar a todo el linaje humano, a fin de que ante Cristo Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador y Rey, por voluntad del Padre invisible, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame a quien hará justo juicio en todas las cosas.
La Iglesia, pues, diseminada, como hemos dicho, por el mundo entero, guarda diligentemente la predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. Pues, aunque en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos.
Las Iglesias de Germania creen y transmiten lo mismo que las otras de los iberos o de los celtas, de Oriente, Egipto o Libia o del centro del mundo. Al igual que el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren llegar al conocimiento de la verdad.
En las Iglesias no dirán cosas distintas los que son buenos oradores, entre los dirigentes de la comunidad (pues nadie está por encima del Maestro), ni la escasa oratoria de otros debilitará la fuerza de la tradición, pues siendo la fe una y la misma, ni la amplía el que habla mucho ni la disminuye el que habla poco.
San Ireneo de Lyon
Tratado contra las herejías (Lib 1, 10, 1-3: PG 7, 550-554)
lunes, 24 de abril de 2017
domingo, 23 de abril de 2017
San Gregorio Magno. El Señor ama a sus discípulos, y, sin embargo, los envía al mundo a padecer
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Duccio di Buoninsegna - La duda de Tomás |
La primera cuestión que nos plantea la lectura de este texto evangélico es ésta: ¿cómo puede ser real el cuerpo del Señor después de la resurrección, si pudo entrar en la casa estando las puertas cerradas? Pero hemos de tener en cuenta que las obras de Dios no serían admirables, si fueran comprensibles para nuestra inteligencia; y que la fe no tiene mérito alguno, si la razón humana le aporta las pruebas.
Pero estas mismas obras de nuestro Redentor que en sí mismas son incomprensibles, debemos considerarlas a la luz de otras situaciones suyas, para que las gestas más maravillosas hagan creíbles las cosas sencillamente admirables. En efecto, aquel cuerpo del Señor que, cerradas las puertas, entró adonde estaban los discípulos, es exactamente el mismo cuerpo que, en el momento de su nacimiento, salió a los ojos de los hombres del seno sellado de la Virgen. ¿Qué tiene, pues, de extraño el que después de su resurrección, ya eternamente triunfante, entrara a través de las puertas cerradas el que, viniendo para morir, salió del seno sellado de la Virgen? Mas como quiera que ante aquel cuerpo visible dudaba la fe de quienes lo contemplaban, enseguida les enseñó las manos y el costado; se prestó a que palparan aquella carne, que había introducido a través de las puertas cerradas.
De un modo maravilloso e inestimable nuestro Redentor, después de su resurrección, exhibió un cuerpo a la vez incorruptible y palpable, a fin de que mostrándolo incorruptible invitara al premio, y presentándolo palpable afianzara la fe. Se mostró, pues, incorruptible y palpable, para dejar fuera de dudas que su cuerpo, después de la resurrección, era de la misma naturaleza, pero de distinta gloria.
Y les dijo: Paz a vosotros. Como mi Padre me ha enviado, así también os envío yo. Esto es: como el Padre, que es Dios, me ha enviado a mí que soy Dios, así también yo, que soy hombre, os envío a vosotros, que sois hombres. El Padre envió al Hijo y determinó que se encarnara para la redención del género humano. Quiso ciertamente que viniera al mundo a padecer, y sin embargo amó al Hijo a quien mandó a la pasión. Asimismo a los apóstoles, que él eligió, el Señor los envió al mundo no a gozar, sino —como él mismo fue enviado— a padecer. Y así como el Hijo es amado por el Padre y no obstante es enviado a padecer, de igual modo los discípulos son amados por el Señor y, sin embargo, son enviados al mundo a padecer. Por eso dice: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; esto es, cuando yo os envío al torbellino de las persecuciones, os estoy amando con el mismo amor con que el Padre me ama, quien no obstante, me hizo venir a soportar los tormentos.
La palabra «enviar» puede entenderse también de su naturaleza divina. En efecto, se dice que el Hijo es enviado por el Padre, en cuanto que es engendrado por el Padre. En el mismo orden de cosas, el mismo Hijo nos habla de enviarnos el Espíritu Santo que, siendo igual al Padre y al Hijo, sin embargo no se encarnó. Dice en efecto: Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre. Si, pues, debiéramos interpretar la palabra «enviar» únicamente en el sentido de «encarnarse», en modo alguno podría decirse del Espíritu Santo que sería «enviado», ya que nunca se encarnó. Su misión se identifica con la procesión, por la que procede del Padre y del Hijo. Por tanto, así como se dice del Espíritu que será enviado porque procede, así también se dice correctamente del Hijo que es enviado, en el sentido de que es engendrado.
San Gregorio Magno
Homilía 26 sobre los Evangelios (1-2: PL 76, 1197-1198)
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