viernes, 19 de septiembre de 2014

Escritos del santo Hermano Rafael - 30 -


13 de abril de 1938 - Miércoles Santo

Queridísimo Jesús, Dios mío. Veo, Señor, que no hago nada en tu servicio. Temo perder el tiempo... Se me pasan las horas, los días y los meses, y todo son buenas palabras y buenos deseos, pero las obras no aparecen.

Hoy, Señor, durante la santa Misa, veía mi gran inutilidad y consideraba como siempre en tus grandes beneficios... Veía tu inmensa piedad para conmigo que me permitía asistir al santo sacrificio, un día y otro, y yo como un bobo. ¿Cuándo empezaré, Jesús mío, a servirte de veras?...

Siempre estoy empezando, y nunca veo que haga nada. Sigo una vida regalada, cómoda e inmortificada... En parte (nada más que en parte), porque no me dejan los superiores, y en parte (la mayor parte), porque yo no me decido, y la austeridad me asusta, resulta que ni soy seglar porque vivo en religión, ni soy religioso, porque vivo como un seglar... ¿Qué soy, pues, Dios mío?... No lo sé, y a veces cuando en esto pienso, me parece que no me importa ser lo que sea..., pero lo que sí me importa y me preocupa, es el que de una manera o de otra, no me ocupo lo que debo en mortificarme, en renunciarme a mi mismo, en vivir más para Ti que para los demás o para mí.

Busco muchas comodidades... Estoy aún muy pegado a mis gustos y opiniones... Aún muchas veces me veo aquel Rafael del siglo, presumido, vanidoso, criticón, cuya única vida era la mesa, el vestido y el vicio... ¡Ah! Señor, cuando me acuerdo..., dejemos eso por hoy.

Señor mío veo que ahora no hago, quizás, nada malo, pero seguramente tampoco nada bueno... Mi vida es la de un bobo en un monasterio. Ni sirvo a Dios corporalmente ni espiritualmente. Todo se reduce a decir: qué bueno es Dios, cuánto le quiero, cómo me quiere Él a mi..., y a caérseme la baba, como vulgarmente se dice.

Cuando pienso en mi inutilidad verdaderamente me apuro. ¡Es tanto lo que le debo a Dios!

Ni hago bien la oración, ni la meditación, ni la lectura; en el trabajo..., apenas trabajo. Cuando como y duermo, no hago más que eso... comer y dormir como un animalito. Y así no puedo seguir..., no debo seguir. Mas ¿qué he de hacer? Inútil y enfermo... Pobre hermano Rafael, bástete purificar la intención en todo momento, y en todo momento amar a Dios; hacerlo todo por amor y con amor... El hecho en si no es nada, y nada vale. Lo que vale es la manera de hacerlo... ¿Cuándo comprenderás esto? Qué torpe eres.

¿Cuándo comprenderás que la virtud no está en comer cebolla, sino en comer cebolla por amor a Dios? ¿Cuándo comprenderás que la santidad no está en hacer actos externos, sino en la intención interna de un acto cualquiera?... Si lo sabes, ¿por qué no lo practicas?

Ya lo hago, Señor, pero lo hago mal. No tengo humildad y quisiera hacer lo que es mi capricho..., buscar lo que es mi voluntad aun en la penitencia...

Dios mío, Dios mío, ayúdame a cumplir humildemente tu voluntad. Ayúdame a servirte, amando mi propia flaqueza e inutilidad... Señor, Señor, mira mi intención y purifícala Tú.

¿Qué podré hacer yo sin Ti? Aunque me degüelle vivo a fuerza de penitencia, ¿qué vale si Tú no lo quieres y yo pongo vanidad y gusto propio en ello?

Sea, Señor, lo que Tú quieras de mi, pero mira Jesús mío, no permitas que el demonio me engañe. Muéstrame lo que quieres, para que yo lo haga, y dame espíritu humilde para verlo y cumplirlo. No permitas, Jesús mío, que rechace tus divinas insinuaciones.

Yo comprendo que algo más de lo que hago puedo hacer y que Tú lo aceptarás.

¡Dame fuerzas, Virgen María!

No hay comentarios:

Publicar un comentario