viernes, 26 de septiembre de 2014

Escritos del santo Hermano Rafael - 31 -


14 de abril de 1938 - Jueves Santo

Hoy ha sido un día feliz para mi. En la santa comunión he prometido no abandonar al Señor en estos días de su sagrada Pasión. Siempre junto a mí; muy dentro de mi corazón, y muy unido a los sufrimientos de tu Cruz. Jesús mío, no permitas que me aparte de Ti. ¡Dulce Jesús mío, cuánto te quiero!

Al acercarme a comulgar, me acordaba del apóstol san Juan, a quien dejaste reclinar sobre tu pecho durante la Cena. ¿Acaso tengo yo que envidiarle? Si sus virtudes, pero no tu amor...

Jesús mío, yo no soy digno, bien lo sabes y, sin embargo, también me dejas descansar junto a tu Corazón divino como al discípulo amado. Yo te prometo quererte mucho, como nadie en la comunidad, más que todos juntos, y no abandonarte en tus dolores y en tu Pasión sacratísima.

Virgen María, ayúdame a ser fiel a mi buen Jesús.

Ya pasó el día... Un día más en la cuenta final, y un día menos en el destierro de la vida... Ya pasó el día de Jueves Santo y con él, el consuelo de haberlo vivido por Dios y con Dios. ¿Cómo será el mañana?... Tengo miedo. Desconfío de mí mismo. Tengo mucho miedo al verme tan feliz con Jesús, y sólo con Jesús.

¡He sufrido tanto desde hace cuatro años! ¡He tenido mi alma desgarrada tanto tiempo!..., que ahora el ver que aquello fue necesario para esto..., tengo miedo y no sé a que.

No es al sufrimiento, a eso no es. No tengo miedo a nada que de los hombres pueda venirme, pero después de haber tenido a Dios..., tengo miedo a perderle. ¡Se vive tan bien así!

Hoy, día de Jueves Santo, día en que el Señor se reunió con sus discípulos y les prometió quedarse con ellos para siempre, yo también en mi pequeñez, me acerqué a Jesús, pidiéndole que conmigo se quedara, y me admitiera a su mesa, y me permitiera vivir con El, y seguirle a todas partes como una sombra...

Le pedí a Jesús me permitiera reclinar mi cabeza sobre su pecho como san Juan... Le pedí que de mí no se apartara aunque me viera débil y miserable... Le pedí escuchara mis súplicas... Recorrí el mundo entero enseñando a Jesús todo lo que quería que remediase: España..., la guerra..., mis hermanos, tantos corazones a quien quiero..., mis padres..., ¿qué sé yo?

Todo se lo enseñé a Jesús y le dije: Señor, tómame a mí y date Tú al mundo. Reparte lo que a mí me das... Déjame repartir el tesoro que yo tengo entre los necesitados del mundo... ¡son tantos!... Déjame a mi, pobre contigo..., nada quiero más que tu amor, tu amistad..., tu compañía..., acéptame, Señor, tal como soy, enfermo, inútil, disipado y negligente.

Y el Señor me escuchó... Sentí su amor muy adentro, muy profundo... Vi mi inmenso tesoro y temo perderle.

¿Qué hacer?... No sé..., oigo a los hombres hablar, discutir... Les veo con sus afanes, pegados a la tierra..., nadie habla de Dios... Todo es ruido aun en la Trapa.

Quisiera, Señor, no vivir, para no turbar las ansias de amor que padece mi alma..., pues el que más ruido mete soy yo... Agarrado a mi crucifijo, quisiera morir.

Todo me da en rostro... ¡Sólo Tú, Señor...! ¡sólo Tú!

¡Qué miedo tengo de perderte, mi buen Dios! Veo lo que me quieres, pero también veo lo que yo soy, y lo que he sido.

¡Qué bien se vive contigo! Si el mundo supiera!

Mañana Viernes Santo... estaré junto a tu Cruz. No me importa el no recibirte mañana en la comunión porque hoy concerté contigo en que no me separaría de Ti, y Tú pareciste complacido en ello; la comunión de hoy me servirá para hoy y para mañana.

¡Ay! que no sé escribir, y si escribo diría locuras... Será mejor que me calle.

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