Hoy recordamos los benedictinos y la diócesis de Osma a san Pedro de Osma. Era oriundo de Francia. Se llamaba, en realidad, Pedro de Bourges. Había nacido hacia el año 1040, e ingresó en el célebre monasterio de Cluny.
Su llegada a Castilla estuvo en relación con la petición que don Bernardo, arzobispo de la recién reconquistada Toledo, hizo de monjes cluniacenses para impulsar la reforma eclesiástica de la Iglesia castelllana. Entre estos monjes se encontraba Pedro de Bourges, que pasó al monasterio de Sahagún, el principal centro de la reforma benedictina en Castilla.
La reconquista de la diócesis de Osma hizo necesaria la provisión de un obispo; el designado fue el monje Pedro. Desde su responsabilidad de Obispo, impulsó Pedro una profunda vida espiritual, desde su pculiar perspectiva cluniacense. Por eso, tuvo gran importancia la celebración de la liturgia y todo lo relacionado con ello. Así, inició la construcción de la Catedral de Osma, y la provisión de un cabildo que celebrase con esplendor los divinos oficios. Promovió el estudio de la ciencias sagradas. Además, atento al espíritu de la reforma gregoriana, luchó por la afirmación de los derechos eclesiásticos frente a las intromisiones de los señores temporales.
Ya anciano, en 1109, fue llamado a Toledo para asistir al rey Alfonso VI en su muerte. Sucedida ésta, acompañó su cadáver hasta el lugar de su enterramiento en el Monasterio de Sahagún. De vuelta a su diócesis, falleció en Palencia, tal día como hoy. Conforme a su deseo expresamente manifestado antes de morir, sus restos fueron conducidos a Osma y depositados en su catedral, en un sepulcro que es una obra admirable del arte medieval. Así se cumplía su voluntad de que su cuerpo reposara junto a su iglesia, a la que él consideraba como su esposa. Así vivió y así murió este santo monje y obispo, verdadero modelo, tanto para los religiosos como para todos los eclesiásticos, particularmente para los prelados.
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