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miércoles, 17 de abril de 2019

Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.


En estos días en que se celebra solemnemente el aniversario memorial de la pasión y cruz del Señor, ningún tema de predicación más apropiado, según creo, que Jesucristo, y éste crucificado. E incluso en cualquier otro día, ¿puede predicarse algo más conforme con la fe? ¿Hay algo más saludable para el auditorio o más apto para sanear las costumbres? ¿Hay algo tan eficaz como el recuerdo del Crucificado para destruir el pecado, crucificar los vicios, nutrir y robustecer la virtud?

Hable, pues, Pablo entre los perfectos una sabiduría misteriosa, escondida; hábleme a mí, cuya imperfección perciben hasta los hombres, hábleme de Cristo crucificado, necedad ciertamente para los que están en vías de perdición, pero para mí y para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios y sabiduría de Dios; para mí es una filosofía altísima y nobilísima, gracias a la cual me río yo de la infatuada sabiduría tanto del mundo como de la carne.

¡Cuán perfecto me consideraría, cuán aprovechado en la sabiduría si llegase a ser por lo menos un idóneo oyente del crucificado, a quien Dios ha hecho para nosotros no sólo sabiduría, sino también justicia, santificación y redención! Si realmente estás crucificado con Cristo, eres sabio, eres justo, eres santo, eres libre. ¿O no es sabio quien, elevado con Cristo sobre la tierra, saborea y busca los bienes de allá arriba? ¿Acaso no es justo aquel en quien ha quedado destruida su personalidad de pecador y él libre de la esclavitud al pecado? ¿Por ventura no es santo el que a sí mismo se presenta como hostia viva, santa, agradable a Dios? ¿O no es verdaderamente libre aquel a quien el Hijo liberó, quien, desde la libertad de la conciencia, confía hacer suya aquella libre afirmación del Hijo: Se acerca el Príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí? Realmente del Crucificado viene la misericordia, la redención copiosa, que de tal modo redimió a Israel de todos sus delitos, que mereció salir libre de las calumnias del Príncipe de este mundo.

Que lo confiesen, pues, los redimidos por el Señor, los que él rescató de la mano del enemigo, los que reunió de todos los países; que lo confiesen, repito, con la voz y el espíritu de su Maestro; Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

Beato Guerrico de Igny, Sermón 2 en el domingo de Ramos (1: PL 185, 130-131)

sábado, 17 de diciembre de 2016

Guerrico de Igny. El Señor se sienta en su trono real

Astorga. Virgen de la Mjestad

Buena y consoladora es a no dudarlo tu omnipotente palabra, Señor. ella descendió hoy desde su trono real al seno de la Virgen, donde también se construyó para sí un trono real; y si bien se sienta en él ahora en los cielos como Rey, rodeado de los ejércitos angélicos, sin embargo es consuelo de los afligidos en la tierra.

La Virgen fue escogida, en efecto, de estirpe real; noble retoño descendiente de reyes, pero más noble aún por su virtud real. De esta suerte la nobleza materna contribuyó a salvaguardar la dignidad real del Rey eterno, Hijo del Rey, el cual, procedente del trono real de su Padre, colocaría también su trono real en el aula virginal de su Madre reina. En ella, sin duda, y de ella la sabiduría se edificó una casa, en ella y de ella preparó para sí, cuando tomó en ella y de ella su propia carne, un trono tan perfecto y adecuado para todo, que es a un mismo tiempo casa para descansar y trono para juzgar; el cual le sirvió primero de tabernáculo para luchar y de cátedra para enseñar.

Mira, no obstante, si ella no será acaso el trono de David su padre, a quien el ángel prometió que se le daría, no porque David se sentara en él, sino porque de la descendencia de David había de ser tomado y fabricado. Ahora bien, si no es el trono de David, no hay duda de que ella es tu trono, Señor, por los siglos de los siglos. Si no es el trono de David, indudablemente ella es un trono excelso y elevado sobre toda creatura.

Beato Guerrico de Igny
Sermón 26 en la Anunciación de nuestra Señora

domingo, 20 de diciembre de 2015

¡Mira que viene el Rey!


Mira que viene el Rey, salgamos al encuentro de nuestro Salvador. Bellamente se expresa Salomón: Agua fresca en garganta sedienta es la buena noticia de tierra lejana. Y ciertamente es buena la noticia que nos anuncia la venida del Salvador, la reconciliación del mundo y los bienes del siglo futuro. Este tipo de noticias son agua refrigerante y bebida saludable de sabiduría para el alma que tiene sed de Dios. Y de hecho, quien anuncia a esa alma la venida u otros misterios del Salvador, le saca y le brinda aguas con gozo de las fuentes de la salvación, de suerte que a quien se lo anuncia –sea éste Isaías u otro o cualquiera de los profetas— parece como si incluso esta alma le respondiera con las palabras de Isabel, ya que ha sido abrevada con el mismo Espíritu que ella: ¿Quién soy yo para que me visite mi Señor? En cuanto tu anuncio llegó a mis oídos, mi espíritu saltó de alegría en mi corazón, tratando de salir al encuentro de Dios su Salvador.

Levántese, pues, nuestro espíritu con gozosa alegría, y corra al encuentro de su Salvador y, desde lejos, adore y salude al que está ya en camino, aclamándolo y diciendo: Ven, Señor, sálvame, y quedaré a salvo; ven, que brille tu rostro y nos salve. Esperamos en ti, sé nuestra salvación en el peligro. Así es como los profetas y los justos, muchos siglos antes, corrían, con el deseo y el afecto, al encuentro de Cristo que estaba por venir, deseando ver, a ser posible, con sus propios ojos lo que vislumbraba su espíritu.

Aguardamos el día aniversario del nacimiento de Cristo que, Dios mediante, se nos ha prometido contemplar próximamente. Y la Escritura parece exigirnos un gozo tal, que nuestro espíritu, elevándose sobre sí mismo, trate en cierto modo de salir al encuentro de Cristo que se acerca, se proyecte con el deseo hacia el porvenir e, incapaz de moratorias, se esfuerce desde ahora en rastrear el futuro. Pues estoy convencido de que los innumerables textos de las Escrituras que nos animan a salir a su encuentro, se refieren no sólo a la segunda, sino también a la primera venida. ¿Cómo? me preguntarás. De esta forma: así como en la segunda venida saldremos a su encuentro con el movimiento y la exultación del cuerpo, así hemos de salirle al encuentro en la primera venida con el afecto y la exultación del corazón.

Y la verdad es que —en este tiempo intermedio que corre entre la primera y la última venida del Señor– esta visita personal del Señor se efectúa con relativa frecuencia, habida cuenta del mérito y del esfuerzo de cada cual, y tiene la misión de conformarnos con la primera venida y prepararnos para la definitiva. Esta es efectivamente la motivación de su actual venida a nosotros: que no se frustre su primera venida a nosotros, ni, en la final, venga airado contra nosotros. Con su primera venida cuida de reformar nuestra propensión a la soberbia, configurándola según el modelo de su humildad, de la que en su primera venida nos dio pruebas fehacientes; y lo hace para después transformar nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa, que nos mostrará cuando nuevamente vuelva.

A nosotros, en cambio, hermanos, que todavía no tenemos el consuelo de tan sublime experiencia, para que podamos esperar pacientemente la venida del Señor, consuélenos mientras tanto una fe cierta y una conciencia pura, que pueda decir con la misma dicha y fidelidad de Pablo: Sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio, es decir, hasta la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Beato Guerrico de Igny
Sermón 2 en el Adviento del Señor (1-4: SC 166, 104-116)

jueves, 17 de diciembre de 2015

Guerrico de Igny. El Señor se sienta en su trono real

Astorga. Virgen de la Mjestad

Buena y consoladora es a no dudarlo tu omnipotente palabra, Señor. ella descendió hoy desde su trono real al seno de la Virgen, donde también se construyó para sí un trono real; y si bien se sienta en él ahora en los cielos como Rey, rodeado de los ejércitos angélicos, sin embargo es consuelo de los afligidos en la tierra.

La Virgen fue escogida, en efecto, de estirpe real; noble retoño descendiente de reyes, pero más noble aún por su virtud real. De esta suerte la nobleza materna contribuyó a salvaguardar la dignidad real del Rey eterno, Hijo del Rey, el cual, procedente del trono real de su Padre, colocaría también su trono real en el aula virginal de su Madre reina. En ella, sin duda, y de ella la sabiduría se edificó una casa, en ella y de ella preparó para sí, cuando tomó en ella y de ella su propia carne, un trono tan perfecto y adecuado para todo, que es a un mismo tiempo casa para descansar y trono para juzgar; el cual le sirvió primero de tabernáculo para luchar y de cátedra para enseñar.

Mira, no obstante, si ella no será acaso el trono de David su padre, a quien el ángel prometió que se le daría, no porque David se sentara en él, sino porque de la descendencia de David había de ser tomado y fabricado. Ahora bien, si no es el trono de David, no hay duda de que ella es tu trono, Señor, por los siglos de los siglos. Si no es el trono de David, indudablemente ella es un trono excelso y elevado sobre toda creatura.

Beato Guerrico de Igny
Sermón 26 en la Anunciación de nuestra Señora

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Guerrico de Igny. El Señor se sienta en su trono real

Astorga. Virgen de la Mjestad

Buena y consoladora es a no dudarlo tu omnipotente palabra, Señor. ella descendió hoy desde su trono real al seno de la Virgen, donde también se construyó para sí un trono real; y si bien se sienta en él ahora en los cielos como Rey, rodeado de los ejércitos angélicos, sin embargo es consuelo de los afligidos en la tierra.

La Virgen fue escogida, en efecto, de estirpe real; noble retoño descendiente de reyes, pero más noble aún por su virtud real. De esta suerte la nobleza materna contribuyó a salvaguardar la dignidad real del Rey eterno, Hijo del Rey, el cual, procedente del trono real de su Padre, colocaría también su trono real en el aula virginal de su Madre reina. En ella, sin duda, y de ella la sabiduría se edificó una casa, en ella y de ella preparó para sí, cuando tomó en ella y de ella su propia carne, un trono tan perfecto y adecuado para todo, que es a un mismo tiempo casa para descansar y trono para juzgar; el cual le sirvió primero de tabernáculo para luchar y de cátedra para enseñar.

Mira, no obstante, si ella no será acaso el trono de David su padre, a quien el ángel prometió que se le daría, no porque David se sentara en él, sino porque de la descendencia de David había de ser tomado y fabricado. Ahora bien, si no es el trono de David, no hay duda de que ella es tu trono, Señor, por los siglos de los siglos. Si no es el trono de David, indudablemente ella es un trono excelso y elevado sobre toda creatura.

Beato Guerrico de Igny
Sermón 26 en la Anunciación de nuestra Señora