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sábado, 1 de abril de 2017

Santa María Egipciaca

Icono ruso del siglo XVII de santa María Egipciaca

Nos recuerda hoy el Martirologio Romano a una santa, que pasó de ser prostituta a una gran ermitaña, consagrada totalmente al Señor. Su vida, escrita por san Sofronio de Jerusalén, fue objeto de muchas obras literarias. Su culto sobrepasó la tierras de Egipto, extendiéndose por toda la Cristiandad, especialmente en los ámbitos monásticos, tanto católicos como ortodoxos.

Del relato de san Sofronio, hemos seleccionado este párrafo, que nos habla de su vocación en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén:

El santo día de la Exaltación de la Cruz comenzaba mientras yo aún vagaba cazando jóvenes. Al alba vi que todos se apresuraban a ir la Iglesia, así que corrí con el resto. Cuando la hora de la santa elevación se aproximaba, trataba de pasar entre la multitud que luchaba por pasar a través de las puertas de la Iglesia. Finalmente había logrado pasar aunque con gran dificultad casi hasta la entrada del templo, desde donde el Vivificador Madero de la Cruz era mostrado a las personas. Pero cuando pisé en el umbral que todos cruzaban, fui detenida por una fuerza que no me dejaba entrar. Mientras tanto yo era empujada aparte por la multitud y me encontré a mi misma de pie sola en pórtico de la Iglesia. Pensando que esto había sucedido debido a mi debilidad femenina, traté de nuevo de hacerme paso entre la multitud, tratando de empujar hacia adelante. Pero en vano luché. Otra vez mi pie pisó el umbral por el cual muchos entraban en la Iglesia. Solo yo parecía ser rechazada por la iglesia. Era como si allí hubiese un destacamento de soldados parados para oponerse a mi entrada. Una vez más fui excluida por la misma fuerza poderosa y otra vez quedé en el pórtico.

Habiendo repetido mi intento tres o cuatro veces, finalmente me sentí exhausta y no tuve más fuerza para empujar y ser empujada, así que me hice a un lado y me detuve en un rincón del vestíbulo. Y solo entonces con gran dificultad comencé a entender la razón por la cual no podía ser admitida para ver la vivificadora Cruz. La palabra de la salvación suavemente tocó los ojos de mi corazón y me reveló que era mi vida sucia lo que impedía mi entrada. Comencé a llorar, lamentarme y golpearme el pecho, y a suspirar desde las profundidades de mi corazón. Y así estuve llorando cuando vi sobre mí un icono de la Santísima Madre de Dios. Y volviendo hacia ellas mis ojos corporales y espirituales dije:

"Oh Señora, Madre de Dios, que diste a luz en la carne a Dios el Verbo, yo sé, oh qué bien sé, que no es honor o alabanza para ti cuando alguien tan impuro y depravado como yo mira tu icono, oh siempre Virgen, que mantuviste el cuerpo y el espíritu en pureza. Con razón inspiro odio y desagrado ante tu virginal pureza. Pero he escuchado que Dios, Quien ha nacido de ti, se hizo hombre con el propósito de llamar a los pecadores al arrepentimiento. Por lo tanto ayúdame, ya que no tengo otro auxilio. Ordena que la entrada de la Iglesia me sea abierta. Permíteme ver el venerable Madero sobre el cual Él Quien fue nacido de ti sufrió en la carne y sobre el cual Él derramó Su santa Sangre para la remisión de pecadores y por mí, indigna como soy. Sé mi fiel testigo ante tu Hijo de que yo nunca contaminaré mi cuerpo con la impureza de la fornicación, sino que tan pronto como haya visto el Madero de la Cruz renunciaré al mundo y a sus tentaciones y me iré a donde tu quieras llevarme."

Así hablé y como si hubiese adquirido cierta esperanza en la fe firme, y sintiendo cierta confianza en la misericordia de la Madre de Dios, dejé el lugar donde estaba orando. Y fui de nuevo y me incorporé a la multitud que empujaba en su camino hacia el templo. Y nadie parecía obstruirme, nadie me impedía entrar en la iglesia. Estaba llena de temor, y casi delirante. Habiendo llegado hasta las puertas que no había alcanzado antes –como si la misma fuerza que me había estorbado despejara el camino para mí- entré ahora sin dificultad y me encontré a mi misma dentro de un lugar sagrado. Y así es como vi la Vivificadora Cruz. Vi también los Misterios de Dios y cómo el Señor acepta el arrepentimiento. Arrojándome al suelo, adoré esa santa tierra y la besé con temor. Luego salí de la iglesia y fui donde ella, que había prometido ser mi protección, al lugar donde había sellado mi voto. Y doblando las rodillas ante la Virgen Madre de Dios, le dirigí palabras como estas:

"Oh amorosa Señora, tu me has mostrado tu gran amor por todos los hombres. Gloria a Dios Quien recibe el arrepentimiento de los pecadores a través de ti. ¿Qué más puedo reunir o decir, yo que soy tan pecadora? Ha llegado el tiempo para mi, oh Señora, de realizar mi voto, de acuerdo a tu testimonio. ¡Ahora llévame de la mano al sendero del arrepentimiento! Y con estas palabras escuché una voz de lo alto:

"Si cruzas el Jordán hallarás reposo".

Escuchando esta voz y teniendo fe en que era para mi, exclamé a la Madre de Dios:

"¡Oh Señora, Señora, no me abandones!"

domingo, 29 de enero de 2017

San Afraates


Cerca de Antioquía de Siria (hoy en Turquía), san Afraates, anacoreta, que, nacido y formado entre los persas, siguiendo las huellas de los magos se convirtió al Señor en Belén y se retiró a Edessa, viviendo en una pequeña casa fuera de las murallas. Más tarde, con su predicación y sus escritos defendió la fe católica contra los arrianos (c. 378). 

Esta noticia del martirologio nos lleva hoy a considerar la figura de una santo monje, relativamente lejano a nosotros en el tiempo y en el lugar, pero cuyos escritos han ejercicido una cierta influencia sobre la doctrina monástica: Afraatas. Su hombre Afraates alude etimológicamente a aquél que vino de Africa.

El más antiguo de los Padres de la Iglesia de Siria, es San Afraates, llamado "el Sabio persa" por los escritores sirios posteriores. Muy poco es lo que conocemos sobre su vida, De sus escritos podemos concluir que nació en el paganismo y que, al convertirse, abrazó la vida religiosa o de asceta. Poco tiempo después aparece ya cual figura prócer dentro de la Iglesia de Siria. Afraates cambió su nombre por el de Santiago. Ignoramos si esto aconteció al bautizarse, o si más bien tuvo lugar al ser consagrado obispo, conforme a una costumbre oriental, y no precisamente al iniciarse en las órdenes sagradas. El nombre de Santiago explicaría satisfactoriamente el que tanto Genadio como el traductor de las obras de Afraates al armenio le confundiesen con Santiago de Nísibe.

El santo Padre Benedicto dedicó a Afraatas una de sus Catequesis, que merece la pena repasar en este día:

Afraates era originario de una comunidad eclesial que se encontraba en la frontera entre el judaísmo y el cristianismo. Era una comunidad muy unida a la Iglesia madre de Jerusalén, y sus obispos eran elegidos tradicionalmente de entre los así llamados "familiares" de Santiago, el "hermano del Señor", es decir, eran personas unidas con vínculos de sangre y de fe a la Iglesia jerosolimitana.

La lengua de Afraates era el siríaco; por tanto, una lengua semítica como el hebreo del Antiguo Testamento y el arameo, hablado por Jesús mismo. La comunidad eclesial en la que vivió Afraates era una comunidad que trataba de permanecer fiel a la tradición judeocristiana, de la que se sentía hija. Por eso, mantenía una relación estrecha con el mundo judío y con sus libros sagrados. Afraates, significativamente, se definía a sí mismo "discípulo de la sagrada Escritura" del Antiguo y del Nuevo Testamento (Exposición 22, 26), que consideraba su única fuente de inspiración, recurriendo a ella tan a menudo que la convierte en el centro de su reflexión.

Los temas que Afraates desarrolla en sus Exposiciones son muy variados. Fiel a la tradición siríaca, presenta a menudo la salvación realizada por Cristo como una curación y, por consiguiente, presenta a Cristo mismo como médico. En cambio, considera el pecado como una herida, que sólo la penitencia puede sanar:  "Un hombre que ha sido herido en la batalla —decía Afraates— no se avergüenza de ponerse en manos de un médico sabio (...); del mismo modo, quien ha sido herido por Satanás no debe avergonzarse de reconocer su culpa y alejarse de ella, pidiendo la medicina de la penitencia" (Exposición 7, 3).

Otro aspecto importante en la obra de Afraates es su enseñanza sobre la oración y, en especial, sobre Cristo como maestro de oración. El cristiano ora siguiendo la enseñanza de Jesús y su ejemplo orante:  "Así, nuestro Salvador ha enseñado a orar, diciendo:  "Ora en lo secreto a Aquel que está en lo secreto, pero ve todo"; y también:  "Entra en tu aposento y ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo  secreto, te recompensará. Entra en tu aposento y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará". Lo  que  quiere mostrar nuestro Salvador  es  que  Dios conoce los deseos y los pensamientos del corazón" (Exposición 4, 10).

jueves, 12 de noviembre de 2015

San Teodoro, abad de Studion


Recuerda hoy la liturgia latina a un gran monje bizantino, san Teodoro, abad del Monasterio de Studion, en Constantinopla. Además de participar en la defensa del culto a las sagradas imágenes, polémica que perturbó la cristiandad oriental durante los siglos VIII y IX, san Teodoro destacó por su esfuerzo en fomentar la vida espiritual de su monasterio.

De san Teodoro de Studion conservamos, entre muchos otros escritos, una conmovedora descripción de su despedida, que compendia sus principales líneas espirituales. Dice así:

Padres y hermanos míos: Como veis, he llegado al término de mi vida, término que siempre he esperado. A todos les está reservado este cáliz, si bien unos han de apurarlo antes, otros después. En efecto, desde el momento mismo en que entramos en esta vida, debemos aceptar igualmente el fin, como lo ha establecido nuestro óptimo Señor: los que disfrutan de la vida, han de soportar también la muerte. También yo debo ciertamente emprender el camino del resto de los mortales y marchar a donde me precedieron mis padres, donde se goza de la vida eterna o, mejor, del mismo Señor, mi Dios: aquel a quien mi alma ha amado, aquel a quien mi corazón ha siempre deseado, aquel de quien he sido llamado siervo, si bien he descuidado su servicio; a él le he consagrado toda mi vida.

En cuanto a vosotros, hijitos, permaneced firmes en la doctrina que os hemos predicado, observando las reglas que habéis recibido y guardando incontaminada vuestra vida junto con vuestra fe. Una y otra os son necesarias si queréis aguardar a Dios y serle gratos a él.

Sabéis muy bien que no he escatimado esfuerzo alguno con tal de anunciaros la verdad, antes bien, en público o en privado, he indicado a todos lo que era bueno. ¡Quiera Dios que todas estas verdades permanezcan inmutablemente en vuestras mentes!

Por mi parte, os prometo que si, en mi pobreza, el día del Señor consigo el premio esperado, ofreceré incesantemente súplicas y plegarias por vosotros, para que también vosotros podáis constantemente avanzar en la virtud y este vuestro cenobio goce de incrementos siempre mayores.

Saludad con mis palabras a los padres que no están aquí presentes. Enviad mi saludo, con expresiones apropiadas a su rango, a los obispos y sacerdotes. A todos los hermanos esparcidos por doquier, y a todos los demás que perseveran en un mismo testimonio de fe y de vida, hacedles llegar, de mi parte, estas mis últimas palabras.

domingo, 5 de julio de 2015

Un Monasterio georgiano: Gelati


El monasterio de la Virgen - Gelati cerca de Kutaisi (región de Imereti de Georgia occidental) fue fundado por el rey de Georgia David el Constructor (1089-1125) en 1106. 


El monasterio ortodoxo de Gelati durante largo tiempo fue uno de los principales centros intelectuales y culturales en Georgia. Tenía una academia en la que trabajaron algunos de los más célebres científicos georgianos, teólogos y filósofos, muchos de los cuales habían estado previamente en activo en varios monasterios ortodoxos en el extranjero o en la academia Mangan en Constantinopla. Entre los científicos había notables eruditos como Ioane Petritsi y Arsen Ikaltoeli.


Debido al amplio trabajo llevado a cabo por la academia Gelati, la gente de su tiempo la llamó una nueva «Hélade» y «un segundo Athos». El monasterio Gelati ha conservado un gran número de murales y manuscritos que se remontan a los siglos XII-XVII. El tríptico Khakhuli también tuvo su santuario en Gelati hasta que fue robado en 1859.


En Gelati está enterrado su fundador y uno de los más grandes reyes georgianos, David el Constructor (Davit Agmashenebeli en georgiano).

jueves, 29 de enero de 2015

San Afraates


Cerca de Antioquía de Siria (hoy en Turquía), san Afraates, anacoreta, que, nacido y formado entre los persas, siguiendo las huellas de los magos se convirtió al Señor en Belén y se retiró a Edessa, viviendo en una pequeña casa fuera de las murallas. Más tarde, con su predicación y sus escritos defendió la fe católica contra los arrianos (c. 378). 

Esta noticia del martirologio nos lleva hoy a considerar la figura de una santo monje, relativamente lejano a nosotros en el tiempo y en el lugar, pero cuyos escritos han ejercicido una cierta influencia sobre la doctrina monástica: Afraatas. Su hombre Afraates alude etimológicamente a aquél que vino de Africa.

El más antiguo de los Padres de la Iglesia de Siria, es San Afraates, llamado "el Sabio persa" por los escritores sirios posteriores. Muy poco es lo que conocemos sobre su vida, De sus escritos podemos concluir que nació en el paganismo y que, al convertirse, abrazó la vida religiosa o de asceta. Poco tiempo después aparece ya cual figura prócer dentro de la Iglesia de Siria. Afraates cambió su nombre por el de Santiago. Ignoramos si esto aconteció al bautizarse, o si más bien tuvo lugar al ser consagrado obispo, conforme a una costumbre oriental, y no precisamente al iniciarse en las órdenes sagradas. El nombre de Santiago explicaría satisfactoriamente el que tanto Genadio como el traductor de las obras de Afraates al armenio le confundiesen con Santiago de Nísibe.

El santo Padre Benedicto dedicó a Afraatas una de sus Catequesis, que merece la pena repasar en este día:

Afraates era originario de una comunidad eclesial que se encontraba en la frontera entre el judaísmo y el cristianismo. Era una comunidad muy unida a la Iglesia madre de Jerusalén, y sus obispos eran elegidos tradicionalmente de entre los así llamados "familiares" de Santiago, el "hermano del Señor", es decir, eran personas unidas con vínculos de sangre y de fe a la Iglesia jerosolimitana.

La lengua de Afraates era el siríaco; por tanto, una lengua semítica como el hebreo del Antiguo Testamento y el arameo, hablado por Jesús mismo. La comunidad eclesial en la que vivió Afraates era una comunidad que trataba de permanecer fiel a la tradición judeocristiana, de la que se sentía hija. Por eso, mantenía una relación estrecha con el mundo judío y con sus libros sagrados. Afraates, significativamente, se definía a sí mismo "discípulo de la sagrada Escritura" del Antiguo y del Nuevo Testamento (Exposición 22, 26), que consideraba su única fuente de inspiración, recurriendo a ella tan a menudo que la convierte en el centro de su reflexión.

Los temas que Afraates desarrolla en sus Exposiciones son muy variados. Fiel a la tradición siríaca, presenta a menudo la salvación realizada por Cristo como una curación y, por consiguiente, presenta a Cristo mismo como médico. En cambio, considera el pecado como una herida, que sólo la penitencia puede sanar:  "Un hombre que ha sido herido en la batalla —decía Afraates— no se avergüenza de ponerse en manos de un médico sabio (...); del mismo modo, quien ha sido herido por Satanás no debe avergonzarse de reconocer su culpa y alejarse de ella, pidiendo la medicina de la penitencia" (Exposición 7, 3).

Otro aspecto importante en la obra de Afraates es su enseñanza sobre la oración y, en especial, sobre Cristo como maestro de oración. El cristiano ora siguiendo la enseñanza de Jesús y su ejemplo orante:  "Así, nuestro Salvador ha enseñado a orar, diciendo:  "Ora en lo secreto a Aquel que está en lo secreto, pero ve todo"; y también:  "Entra en tu aposento y ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo  secreto, te recompensará. Entra en tu aposento y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará". Lo  que  quiere mostrar nuestro Salvador  es  que  Dios conoce los deseos y los pensamientos del corazón" (Exposición 4, 10).

martes, 28 de octubre de 2014

Monje estilita georgiano


Conocemos hoy la historia sorprendente de un monje georgiano que vive en lo alto de una formación montañosa en forma de columna como ermitaño. Maxime Qavtaradze, un monje de 59 años de edad, ha vivido una vida de soledad virtual en la parte superior de un pilar alto por encima de su monasterio georgiano durante 20 años.



Sus únicos visitantes son sacerdotes y un grupo de hombres jóvenes con problemas que buscan consuelo en el monasterio al pie de la columna, y le suben alimentos por medio de un sistema de poleas.



El periodista que realizó el reportaje tuvo que pasar cuatro días tomando parte en siete horas de oraciones diarias, incluyendo un período de cuatro hora de desde la dos de la madrugada hasta el amanecer.


El Pilar Katskhi fue utilizado por el Estilita, los cristianos que vivían en la parte superior de los pilares para evitar la tentación mundana hasta el siglo XV cuando la práctica fue detenido a raíz de la invasión otomana de Georgia.


lunes, 7 de julio de 2014

Un Monasterio georgiano: Gelati


El monasterio de la Virgen - Gelati cerca de Kutaisi (región de Imereti de Georgia occidental) fue fundado por el rey de Georgia David el Constructor (1089-1125) en 1106. 


El monasterio ortodoxo de Gelati durante largo tiempo fue uno de los principales centros intelectuales y culturales en Georgia. Tenía una academia en la que trabajaron algunos de los más célebres científicos georgianos, teólogos y filósofos, muchos de los cuales habían estado previamente en activo en varios monasterios ortodoxos en el extranjero o en la academia Mangan en Constantinopla. Entre los científicos había notables eruditos como Ioane Petritsi y Arsen Ikaltoeli.


Debido al amplio trabajo llevado a cabo por la academia Gelati, la gente de su tiempo la llamó una nueva «Hélade» y «un segundo Athos». El monasterio Gelati ha conservado un gran número de murales y manuscritos que se remontan a los siglos XII-XVII. El tríptico Khakhuli también tuvo su santuario en Gelati hasta que fue robado en 1859.


En Gelati está enterrado su fundador y uno de los más grandes reyes georgianos, David el Constructor (Davit Agmashenebeli en georgiano).

jueves, 12 de junio de 2014

Capítulos 2 y 3 de la Vida de San Onofre, escrita por san Pafnucio


Mientras estaba descansando fatigosamente, y pensando de cómo había luchado por llegar a donde estaba, vi a la distancia a un hombre terrible de contemplar. Estaba cubierto en todas partes por pelos como una bestia salvaje. Su pelo era tan espeso que ocultaba su cuerpo en casi su totalidad. Su única ropa era un taparrabo de hojas e hierbas. La visión de él me llenó de temor, ya sea por el miedo o el asombro, no estaba muy seguro. Nunca antes había puesto mis ojos en tal extraordinaria visión de una forma humana. No supe qué hacer, pero cuando valoré mi vida tomé refugio, y trepé apresuradamente hasta arriba de la cara de un despeñadero cercano. Temblando me escondí bajo algunas plantas frondosas y gruesas, respirando agitadamente. La edad y la abstinencia se habían convertido casi en la muerte para mí. El hombre me vio sobre el despeñadero y me gritó con voz fuerte:

- Baja de la ladera, hombre de Dios. No tengas miedo. Soy sólo un débil hombre mortal como tú.

Tranquilizado por estas palabras recuperé mi inteligencia y bajé, y fui hasta el santo, dubitativamente postrándome a sus pies.

- Levántate, levántate, - dijo- . No debes arrodillarse ante mí. Tú también eres un siervo de Dios y tu nombre es Pafnucio, amado por los Santos.

Me levanté inmediatamente, y aunque estaba muy cansado fue con gran júbilo que me senté frente a él, con un deseo agudo de saber quién era, y qué tipo de vida ha vivido. 

- Dios que me ha guiado a través del desierto ha cumplido el deseo de mi corazón, -dije-. Mis miembros y articulaciones, que se estaban desintegrando, casi empiezan ya a sentirse renovadas. Pero mi mente todavía tiene sed de iluminación. Dime señor, de todo corazón te lo ruego, te lo suplico en nombre de aquél por cuyo amor habitas estos desiertos: cuándo viniste, cuál es tu nombre, cuánto tiempo has estado aquí. Te ruego, me lo digas claramente.

Él obviamente podía ver como quise saber del objetivo de su vida, y me dio su respuesta.

- Puedo ver cuán seriamente deseas estar al tanto de las tribulaciones de mi larga vida, hermano amado. No tengas miedo alguno, te diré todo desde el principio. Me llamo Onofre, un pecador indigno, y he estado llevando mi vida laboriosa en este desierto durante casi setenta años. Tengo las bestias salvajes como compañía, mi comida regular es fruta e hierbas, coloco mi cuerpo miserable para dormir en laderas, en cuevas, y en valles. Durante todos estos años no he visto a nadie excepto a ti, y no he recibido comida de ningún ser humano.

Fui criado en el monasterio de Hermopolis en la Tebaida, donde había aproximadamente cien monjes. Su vida era tal, que vivieron equitativamente entre ellos, en la voluntad y en la escritura. Eran de un solo corazón y un solo espíritu, inclinando sus cabezas bajo el yugo y la disciplina de una regla sagrada, despreocupados por los altibajos de la vida en el mundo entero. Lo que complació a uno complacía a todos. Siguieron a Dios con mente sagrada, fe pura, y perfecta caridad. Noche y día, nunca dejaron de servirlo con la mansedumbre y paciencia. Tenían tal afición al silencio, como parte de su abstinencia, que nadie desafiaba decir una palabra, excepto para hacer alguna pregunta necesaria o dar una respuesta apropiada. Allí, también recibí la doctrina sagrada en mi juventud, y aprendí de los hermanos, el modelo de una vida regular. Estaba seguro del amor que tenían por mí, y me enseñaron cómo debo desempeñar los mandamientos de Dios. 

lunes, 14 de abril de 2014

sábado, 12 de abril de 2014

La Oración de Jesús - 1 -

El siguiente reportaje trata sobre la oración de Jesús. Tiene subtítulos en inglés. Para quien lo entienda, le aprovechará sin duda.

martes, 1 de abril de 2014

Santa María Egipciaca

Icono ruso del siglo XVII de santa María Egipciaca

Nos recuerda hoy el Martirologio Romano a una santa, que pasó de ser prostituta a una gran ermitaña, consagrada totalmente al Señor. Su vida, escrita por san Sofronio de Jerusalén, fue objeto de muchas obras literarias. Su culto sobrepasó la tierras de Egipto, extendiéndose por toda la Cristiandad, especialmente en los ámbitos monásticos, tanto católicos como ortodoxos.

Del relato de san Sofronio, hemos seleccionado este párrafo, que nos habla de su vocación en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén:

El santo día de la Exaltación de la Cruz comenzaba mientras yo aún vagaba cazando jóvenes. Al alba vi que todos se apresuraban a ir la Iglesia, así que corrí con el resto. Cuando la hora de la santa elevación se aproximaba, trataba de pasar entre la multitud que luchaba por pasar a través de las puertas de la Iglesia. Finalmente había logrado pasar aunque con gran dificultad casi hasta la entrada del templo, desde donde el Vivificador Madero de la Cruz era mostrado a las personas. Pero cuando pisé en el umbral que todos cruzaban, fui detenida por una fuerza que no me dejaba entrar. Mientras tanto yo era empujada aparte por la multitud y me encontré a mi misma de pie sola en pórtico de la Iglesia. Pensando que esto había sucedido debido a mi debilidad femenina, traté de nuevo de hacerme paso entre la multitud, tratando de empujar hacia adelante. Pero en vano luché. Otra vez mi pie pisó el umbral por el cual muchos entraban en la Iglesia. Solo yo parecía ser rechazada por la iglesia. Era como si allí hubiese un destacamento de soldados parados para oponerse a mi entrada. Una vez más fui excluida por la misma fuerza poderosa y otra vez quedé en el pórtico.

Habiendo repetido mi intento tres o cuatro veces, finalmente me sentí exhausta y no tuve más fuerza para empujar y ser empujada, así que me hice a un lado y me detuve en un rincón del vestíbulo. Y solo entonces con gran dificultad comencé a entender la razón por la cual no podía ser admitida para ver la vivificadora Cruz. La palabra de la salvación suavemente tocó los ojos de mi corazón y me reveló que era mi vida sucia lo que impedía mi entrada. Comencé a llorar, lamentarme y golpearme el pecho, y a suspirar desde las profundidades de mi corazón. Y así estuve llorando cuando vi sobre mí un icono de la Santísima Madre de Dios. Y volviendo hacia ellas mis ojos corporales y espirituales dije:

"Oh Señora, Madre de Dios, que diste a luz en la carne a Dios el Verbo, yo sé, oh qué bien sé, que no es honor o alabanza para ti cuando alguien tan impuro y depravado como yo mira tu icono, oh siempre Virgen, que mantuviste el cuerpo y el espíritu en pureza. Con razón inspiro odio y desagrado ante tu virginal pureza. Pero he escuchado que Dios, Quien ha nacido de ti, se hizo hombre con el propósito de llamar a los pecadores al arrepentimiento. Por lo tanto ayúdame, ya que no tengo otro auxilio. Ordena que la entrada de la Iglesia me sea abierta. Permíteme ver el venerable Madero sobre el cual Él Quien fue nacido de ti sufrió en la carne y sobre el cual Él derramó Su santa Sangre para la remisión de pecadores y por mí, indigna como soy. Sé mi fiel testigo ante tu Hijo de que yo nunca contaminaré mi cuerpo con la impureza de la fornicación, sino que tan pronto como haya visto el Madero de la Cruz renunciaré al mundo y a sus tentaciones y me iré a donde tu quieras llevarme."

Así hablé y como si hubiese adquirido cierta esperanza en la fe firme, y sintiendo cierta confianza en la misericordia de la Madre de Dios, dejé el lugar donde estaba orando. Y fui de nuevo y me incorporé a la multitud que empujaba en su camino hacia el templo. Y nadie parecía obstruirme, nadie me impedía entrar en la iglesia. Estaba llena de temor, y casi delirante. Habiendo llegado hasta las puertas que no había alcanzado antes –como si la misma fuerza que me había estorbado despejara el camino para mí- entré ahora sin dificultad y me encontré a mi misma dentro de un lugar sagrado. Y así es como vi la Vivificadora Cruz. Vi también los Misterios de Dios y cómo el Señor acepta el arrepentimiento. Arrojándome al suelo, adoré esa santa tierra y la besé con temor. Luego salí de la iglesia y fui donde ella, que había prometido ser mi protección, al lugar donde había sellado mi voto. Y doblando las rodillas ante la Virgen Madre de Dios, le dirigí palabras como estas:

"Oh amorosa Señora, tu me has mostrado tu gran amor por todos los hombres. Gloria a Dios Quien recibe el arrepentimiento de los pecadores a través de ti. ¿Qué más puedo reunir o decir, yo que soy tan pecadora? Ha llegado el tiempo para mi, oh Señora, de realizar mi voto, de acuerdo a tu testimonio. ¡Ahora llévame de la mano al sendero del arrepentimiento! Y con estas palabras escuché una voz de lo alto:

"Si cruzas el Jordán hallarás reposo".

Escuchando esta voz y teniendo fe en que era para mi, exclamé a la Madre de Dios:

"¡Oh Señora, Señora, no me abandones!"