jueves, 14 de febrero de 2013

Cuando ayunéis...



Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.  
                                                                                                                                               Mt. 6, 16-21

Pero un ayuno que no este revestido de caridad es muerto y no beneficia a nadie.

Socórreles tu con el ayuno y ten compasión con los hermanos víctimas del infortunio. Lo que quitas a tu vientre, ofrécelo al hambriento. Iguálelo todo el justo temor de Dios. Modera con prudente templanza dos pasiones entre sí contrarias: Tu saciedad y el hambre de tu hermano. Así lo hacen también los médicos, a unos les enflaquecen, a otros los hartan, y así, quitando y añadiendo, se gobierna y se dirige la salud de cada uno. San Gregorio de Nisa

Sin la piedad, el ayuno es ocasión de avaricia, no propósito de templanza, porque cuando la austeridad consume el cuerpo, tanto aumenta la bolsa. Ayuno sin misericordia no es verdad sino apariencia, pues donde está la misericordia allí también está la verdad, como lo prueba el profeta cuando dice: “La misericordia y la verdad se encuentran” (Sal. 84,11). El ayuno sin misericordia no es verdad sino hipocresía, según dice el Señor: “Pero vosotros cuando ayunéis no os pongáis tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que vean los hombres que ayunan” (Mateo 6, 16). Quien no ayuna para el pobre engaña a Dios. El que ayuna y no distribuye alimento, sino que lo guarda, demuestra que ayuna por codicia, no por Cristo. Así, pues, hermanos, cuando ayunemos coloquemos nuestro sustento en manos del pobre para que la ofrenda nos guarde lo que hemos quitado a nuestro estómago. San Pedro el Crisólogo


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