jueves, 17 de julio de 2014

Escritos del santo Hermano Rafael - 23 -


20 de marzo de 1938 - Domingo 3º de Cuaresma

¡Qué cansado estoy, Señor y Dios mío! ¿Hasta cuándo me tendrás en olvido?... Cómo se recrea mi alma en esos salmos de David en los que llora su hastío de vivir aún en la tierra y suspira por Ti... "Incola ego sum in terra", me repito muchas veces, suspirando por el cielo y viéndome extraño y peregrino en la tierra.

¡Qué cansado estoy, Señor! Cómo me cuesta a veces el tratar con las criaturas que me hablan de todo menos de Dios... Cuánta violencia me hago a veces para no romper a gritos, llamando a Dios en mi ayuda en medio de este destierro, en el que, como dice santa Teresa, todo es impedimento para no gozarle.

¡Hasta cuándo, Señor!

Me cansan los hombres, aun los buenos... Nada me dicen. Suspiro todo el día por Cristo, y en medio de mi deseo de cielo y de amor a Jesús, arrastro mi vida que el mundo aún sujeta y tengo forzosamente que ocuparme de comer, dormir..., ¡qué asco!, Señor, perdóname... Tú así lo quieres

No sé lo que digo... No sé lo que siento... Perdóname, Señor... ¡Estoy tan cansado! Mi alma sufre de verse privada de tus amores, sufre de verse en el encierro de este cuerpo miserable... Estoy enfermo, Señor, ten misericordia de mí... He sido un gran pecador. No sé lo que quiero ni lo que me pasa... Perdóname, Señor, lo que digo... Tú que conoces mi corazón hasta el fondo, puedes comprender... Los hombres no, pero no me importa... Sigan ellos con sus cosas, con su mundo, con preocupaciones..., con sus vanidades... Yo, Señor, nada quiero, nada me importa..., sólo Tú... No me hagas caso de lo que digo, a veces estoy loco.

Ayer quería morir a fuerza de penitencia; hoy veo que nada puedo hacer que Tú no quieras... Estoy atado a tu voluntad..., ¡qué alegría!

No me hagas caso, Señor..., soy un niño caprichoso... Pero Tú tienes la culpa, mi Dios..., ¡si no me quisieras tanto!

Comprende, Jesús mío, que con lo que Tú me quieres, y con lo que yo te quiero, es muy penoso vivir así..., y claro, ya comprenderás que a veces sienta esos deseos de desatarme de este cuerpo que tanta guerra me da, que desee salir de entre tanta criatura que no son Tú..., que me canse de esperar... Ya ves, Señor, soy flaco y miserable... No sé padecer, no sé cumplir tu voluntad...

Soy un pobre hombre que al mismo tiempo que desea cumplir sólo lo que Tú quieras y desees, ansia volar a Ti, suspira por ver a la Virgen y a los santos...

¡Qué alegría el día que pueda ver a María, con san Juan Evangelista y san Juan de la Cruz, san Bernardo, san Francisco de Asís y san José que son mis protectores, así como esas dos santas que tanto te amaron y que tanto me han enseñado: Gertrudis y Teresa de Jesús, y santa Teresita..., y los ángeles todos, y el glorioso san Rafael, y el ángel de mi guarda... Y... bueno, y Tú, Señor, a quien tanto quiero, a quien adoro, a quien amo sobre todas las cosas, por quien suspiro y peno, y lloro, y por quien Tú lo sabes bien, mi buen Jesús, quisiera volverme loco.

Tengo, Señor, dentro de mi, como ves, todo eso, y así no me es posible vivir, te lo digo en serio, Señor..., soy un desgraciado.

Pero perdona mi atrevimiento... ¿Quién soy para atreverme a tanto? No sé..., el ignorante se atreve a todo, y yo ignoro muchas veces lo que soy, y lo que he sido... Ilumina mis tinieblas para conocerme mejor, y ver a la luz que Tú me envíes, mis miserias, mis pecados, mis enormidades que aún necesito llorar largo tiempo aquí en la tierra.

No me hagas caso, Señor, hasta que esté limpio… Envíame tu luz para comprender. La santa compunción para llorar. La fe para sólo en ella confiar. La esperanza para sostener mis flaquezas… Y por encima de todo, dominándolo todo, lléname, Señor, de tu inmensa caridad, de tu amor… Que me llene, me desborde, me inunde en las delicias de tu amor sin límites…, y me vuelva loco de veras.

Perdóname, Señor..., no sé lo que pido.

María, Madre mía, sé mi ayuda y sé mi guía. Así sea.

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