El Real Monasterio de Santa María de Veruela fue una abadía cisterciense del siglo XII, situada en las cercanías de Vera de Moncayo, en Tarazona y el Moncayo (Aragón). En 1141 Pedro de Atarés junto con su madre donaron los valles de Veruela y Maderuela, en torno al río Huecha y a escasos kilómetros al noroeste de Borja, a la Abadía de Escaladieu para que se fundase un monasterio bajo la advocación de la Virgen María.a Sin embargo, la orden del Císter no dio el permiso para que se procediese a la fundación hasta 1146 siendo por consiguiente el monasterio cisterciense más antiguo de Aragón.
Los monjes cistercienses encontraron en los entonces frondosos bosques del somontano del Moncayo el silencio y la soledad que su regla monástica exigía, además de otros elementos fundamentales para la vida cisterciense: piedras (las canteras de la zona) y agua (la del río Huecha o La Huecha). Ese río fue, precisamente, el eje de la articulación del señorío verolense. Veruela como señor de vasallos poseía las localidades de Ainzón, Alcalá de Moncayo, Bulbuente, Litago, Pozuelo de Aragón y Vera de Moncayo, además de poseer una granja en Magallón (la conocida como Granja de Muzalcoraz), sin olvidar que hasta 1409 poseyó también Maleján. Todas estas posesiones convertían a la institución señorial de Santa María de Veruela en el gran señor del Valle de La Huecha y de las actuales comarcas de Borja y Tarazona.
Veruela fue abandonada por los cistercienses en 1835, cuando la desamortización, lo cual propició la destrucción y el abandono del cenobio. No obstante, una junta de conservación formada por gentes de Borja y Tarazona impidieron su ruina total y merced a la creación de una hospedería pudieron conservar el monumento. A dicha hospedería acudieron durante la segunda mitad del siglo XIX la alta sociedad zaragozana e ilustres personajes como los hermanos Bécquer, Gustavo Adolfo y Valeriano –el pintor–; ambos encontraron en Veruela un lugar romántico por excelencia que inspiró muchos pasajes de sus obras, en especial la colección de cartas de Gustavo Adolfo reunidas y publicadas con el título de Desde mi celda, y buena parte de la colección de grabados de Valeriano. En 1976 el estado cedió el usufructo del monasterio a la Diputación Provincial de Zaragoza para su rehabilitación y conservación.
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