58.- Proclame tu alma la grandeza del Señor. Monje, todas las tardes repites las palabras de María, proclamando la grandeza del Señor. Ha hecho obras grandes por ti y por todos los hombres; su misericordia no ha cesado, a pesar de tus pecados; su poder derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. ¿No se te conmueve el corazón, monje? ¿No exulta tu corazón ante tanta misericordia? Que la ternura en la contemplación del Nacimiento del Señor rompa la dureza de tu corazón, y te devuelva la santidad de aquellos pastores, que fueron los primeros en adorar a la Sabiduría encarnada en el Niño Jesús.
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