martes, 9 de diciembre de 2014

Apotegmas de un monje a sí mismo


56.- Consolamini, consolamini, popule meus, dicit Deus vester. Monje, el Señor vino para salvarnos, para curarnos, para ofrecernos la posibilidad de ser, en verdad, hijos de Dios. Cargó sobre sus ojos a la oveja perdida, la curó y la devolvió a la vida. Unos lo creyeron y lo siguieron hasta el final; otros lo despreciaron y, como a inocente cordero, lo sacrificaron. Pero el Señor volverá, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Entonces consolará a los que en este mundo han sufrido por él, en la confesión de la verdad y del amor. Que esta promesa te mantenga firme en la esperanza.

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