1.- Bien entiendo que una de las mayores dificultades que un alma en sí siente y tiene en el camino de la perfección, es desasirse de todas las criaturas para perfectamente unirse con Dios; y digo "perfectamente unirse" porque otras uniones hay menos perfectas, que en alguna manera se compadecen con la memoria y acuerdo de las cosas de la tierra; y si ha de ser la unión y transformación verdadera, cuando Dios por su misericordia y merced singular hace a una alma una misma cosa consigo mismo, nada le ha de quedar de acuerdo, memoria, conocimiento o afición de las criaturas.
Bien me parece fuera necesario tratar de lo que el alma es en esta unión, para que de ahí entendiéramos lo que no es en esa ocasión fuera de la unión. Yo tengo tratado de esto en mil partes; y quien de ella sabe poco, poco puede decir y ahondar. Pero atento que un hermano siempre que se le trata de esta materia, siempre dice que apenas halla quien le diga o donde lea qué sea esta unión secreta de un alma con Dios, porque todo lo que lee son discursos, consideraciones o afectos que en aquella ocasión un alma no siente por razón de la suspensión de las potencias. A quien respondo que de la unión se puede tratar de una de tres maneras: o del camino para ella, o de los efectos que causa y produce en un alma, o de la misma y propia unión. Todo lo que se trata de esta materia es o del camino para ella o de los efectos que en un alma deja, porque la unión propia, cuando un alma es enajenada de sí y hecha una misma cosa con Diose con un modo admirable, divino, soberano, levantado, no se sabe qué sea ni se puede saber. Y esa es la unión: una unidad y transformación de Dios en el alma y del alma en Dios, que no se sabe qué sea. Y por el propio caso que se diga lo que es, es efecto de la unión aquello que se dice que es, porque, si en la perfecta unión un alma se pierde a sí, se transmonta y hace una propia cosa con Dios, como dice san Pablo: "Vivo yo, ya no yo, sino vive en mí Cristo".
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