1.- Extendiste, Señor, el cielo como una piel, colocando en él las estrellas, para que nos alumbren en esta noche, en la cual rondan las fieras de la selva y los cachorros de los leones rugen para arrebatamos y buscarnos como su sustento: También cubres con el agua los más altos lugares: de los que, como ciertas secretísimas cataratas, empapas la tierra de nuestro corazón, para que se alegre más que si abundara en trigo, vino y aceite: y no busquemos con vano sudor nuestro pan; sino que buscando encontremos, y poseyéndolo seamos alimentados y gustemos, porque tú, Señor, eres dulce y suave.
Mi alma, alma estéril, seca e infructuosa, tiene sed, anhela empaparse con esas suavísimas gotas que destilan los cielos, para poder también ella participar de aquel pan celestial que alimenta a los ángeles y nutre con su jugo a los inocentes. Así mi paladar interno saboreará su admirable deleite y no suspirará más por las ollas de carne que abandonó en Egipto, en donde por mandato del Faraón, aun después de serme quitada la paja, fabricaba adobes."
Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad
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