martes, 26 de agosto de 2014

Apotegmas de un monje a sí mismo


47.- Consuelo. Monje, ¡cuánta imperfección después de tantos años! Tus ansias juveniles de santidad, ¿dónde han quedado? ¿Dónde la conversión de tus costumbres, que un día prometiste? ¿cómo es posible que te haya seducido la malicia al cabo de los años? Pero no desesperes, monje, no dejes de confiar en la misericordia del que te llama a convertirte. Llora tus pecados, y busca consuelo en quien por ti, desde la Cruz, se ha entregado para que tú recuperes la santidad para la que fuiste creado. Abandona todo consuelo mundano, y búscalo en quien tanto te amó y quien por ti tanto padeció.

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