24.- Dios te ha amado sin tú merecerlo. Monje, Dios te ha amado sin tu merecerlo. Por mucho que creas haberte esforzado; por mucho a lo que creas haber renunciado; por muchas vigilias, oraciones y ayunos con los que hayas intentado mortificarte; por muchas tentaciones que hayas vencido: Dios te ha amado sin tu merecerlo. Porque en el fondo sabes, monje, que el pecado te ha vencido otras tantas veces y, aunque te avergüence confesarlo, al cabo de los años tu hábito puede esconder miserias que ni te imaginabas al comienzo de tu conversión. No te preocupes: Dios te ha amado sin tú merecerlo. Por eso, monje, nunca abandones el camino de la humildad: por muchas otras oportunidades que hayas desperdiciado, este camino todavía lo puedes recorrer, simplemente, porque Dios te ha amado sin tu merecerlo.
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