lunes, 12 de enero de 2015

Inicio de la Oración pastoral del beato Elredo de Rieval


1. Oh Jesús, buen pastor, pastor bueno, pastor clemente, pastor lleno de ternura, a ti clama un pastor pobre y miserable, un pastor débil, ignorante e inútil, pero, de todos modos, pastor de tus ovejas. A ti, digo, oh buen pastor, clama este pastor que no es bueno; a ti clama, angustiado por sí mismo, angustiado por sus ovejas.

2. Cuando recuerdo, en la amargura de mi alma, mis años pasados, me lleno de temor y me estremezco al solo nombre de pastor: ciertamente sería una insensatez si no me sintiera totalmente indigno de él. Pero tu santa misericordia está sobre mí para arrancar mi alma miserable de las profundidades del abismo, tú que tienes misericordia del que quieres y la concedes a quien te agrada, y de tal modo perdonas los pecados que no castigas por venganza ni llenas de confusión con tus reprensiones, ni amas menos a los que amonestas: sin embargo permanezco confundido y conturbado, pues, si bien recuerdo tu bondad, no puedo olvidar mis ingratitudes. Aquí está, aquí está en tu presencia la confesión de mi corazón, la confesión de mis innumerables crímenes, de cuyo dominio tu misericordia quiso liberar a mi pobre alma. Por todo esto, mis entrañas te dan gracias y te alaban con todas sus fuerzas. Pero no soy menos deudor tuyo por todos aquellos males que no hice, porque, ciertamente, el mal que no hice no lo hice porque tú me conducías, quitándome el poder de realizarlo, o rectificando mi voluntad, o dándome la fuerza de resistir. Mas, ¿qué haré Señor Dios mío, por todo aquello con lo que por tu justo juicio toleras todavía que tu servidor, el hijo de tu sierva, sea atormentado y abatido?


3. Te confieso, Jesús mío, salvador mío, esperanza mía, consuelo mío; te confieso, Dios mío, que no estoy tan contrito y lleno de temor como debería por el pasado, ni me preocupo por el presente como convendría. ¡Y tú, dulce Señor, has establecido a este hombre sobre tu familia, sobre las ovejas de tu rebaño! A mí, que tengo tan poco cuidado de mí mismo, me mandas cuidar de ellos; a mí, que no alcanzo a orar por mis propios pecados, me mandas orar por ellos; a mí, que apenas me he instruido a mí mismo, me mandas que les enseñe a ellos.

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