Santos Braulio de Zaragoza e Isidoro de Sevilla |
Celebramos hoy la memoria de san Braulio, el biógrafo de san Millán de la Cogolla y obispo de la Zaragoza visigótica. Hacia el penúltimo decenio del siglo VI nace Braulio. Los nombres de los miembros todos de su familia revelan claramente el origen hispano-romano de ésta; y como el mismo padre, Gregorio, terminó siendo obispo, según parece indicarlo un himno de San Eugenio, de una diócesis no identificada —¿tal vez de Osma?—, se nos ofrece aquí un ejemplar no raro en aquella época —baste recordar el del mismo San Isidoro, con dos hermanos obispos, Leandro y Fulgencio, y una hermana abadesa, Florentina— de una familia ilustre, de probada ortodoxia y religiosidad, con fácil y casi hereditario acceso a las altas jerarquías eclesiásticas.
La primera formación piadosa y cultural la recibió Braulio de su hermano mayor, Juan, a quien llama su maestro en la vida común, en la piedad y en la doctrina; verosimilmente, en la escuela aneja al monasterio de Santa Engracia, en la misma Zaragoza, del que debió de ser abad dicho Juan, antes de su promoción al episcopado.
Con tan competente maestro logró Braulio adquirir aquella perfecta y amplia formación, de la que tan gallarda muestra nos dejó particularmente en su epistolario, no sólo en todo el ámbito entonces explorado de las ciencias eclesiásticas, sino también en las letras clásicas y aun en la poesía y la música, ya que también Braulio, como su maestro Juan y su discípulo Eugenio, llegará a componer la letra y la melodía de himnos sagrados, que fueron incorporados a la liturgia de la iglesia visigótica. Pero la plenitud y madurez de esta formación hubo de cuajar en la escuela y al lado del gran San Isidoro de Sevilla. Empujado por la sed, nunca apagada, de aprender y atraído por el prestigio de este gran doctor de la iglesia española, se traslada Braulio a Sevilla.
De regreso ya Braulio en Zaragoza y nombrado arcediano de la misma, probablemente al ser promovido el año 619 a la sede episcopal su hermano Juan, le escribe Isidoro llamándole carísimo y dilectísimo hermano. Fue promovido, al morir de su hermano Juan, el año 631, a la sede episcopal de Zaragoza. Su presencia junto a san Isidoro en el IV Concilio de Toledo debió de ser el último encuentro de los dos grandes amigos. Pero al fallecer, tres años más tarde, el arzobispo de Sevilla, Braulio viene a recoger, como por natural sucesión, la herencia moral y el prestigio de aquél, y a constituirse la primera figura de la iglesia española.
Ya en sus últimas cartas anteriores venía hablando con frecuencia el obispo de Zaragoza de la debilidad de sus fuerzas, de su inutilidad, de sus preocupaciones y contrariedades, compañeras inseparables del cargo pastoral, pero que se hacen más sensibles cuando las energías corporales van perdiendo su poder de resistencia, de sus achaques, en especial de su falta de vista, cansada, sin duda, en la lectura asidua de códices enrevesados y de letra difícil; pero en la última carta nos dice algo más concreto: esperando estoy cada día el fin de mi doliente condición mortal. Y este presentimiento, que para el Santo era una esperanza, se cumplió el mismo año de 651, fecha de la muerte de San Braulio.
Su mejor elogio fúnebre pudo ser el que en su carta le dirigía el mismo San Fructuoso, y que no era sino la expresión del común sentir de la iglesia visigótica contemporánea: "Damos gracias incesantes a nuestro Creador y Señor, que en estos últimos tiempos ha hecho que seáis tal y tan grande pontífice, que en el mérito de la vida y el don de la doctrina sigáis en todo los ejemplos apostólicos, digno de alcanzar la inefable gloria de la patria suprema, junto con aquellos cuya vida incontaminada imitáis en este tempestuoso mundo."
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