8.- Al hombre le fue concedido, en la misma creación universal, no sólo el existir, ni únicamente, como a las demás criaturas, el ser bueno, hermoso y ordenado, sino que se le otorgó también el poder ser bienaventurado. Pero ninguna criatura existe por sí misma, ni por sí misma es buena y hermosa, sino que todo ello lo recibe del que es; por ser éste en extremo bueno y hermoso, su bondad es fuente de todas las bondades, y su hermosura lo es de todas las bellezas creadas, y causa de todo cuanto existe.
9.- Sólo la criatura racional es capaz de esta bienaventuranza. Ella, en efecto, es creada a imagen de su Creador, y es idónea para adherirse a él, cuya imagen lleva; y esto es propio únicamente de la criatura racional, como dice el santo David:
Pero mi bien es estar adherido a Dios. Esta adhesión plena no procede de la carne, sino del espíritu, y en ella el Autor de la naturaleza insertó tres especies de cosas, por las cuales se hace el hombre partícipe de la divina eternidad, de su sabiduría, y saborea dar de su divina dulzura. A estas tres cosas las llamó memoria, entendimiento y amor o voluntad. Ciertamente, la memoria es capaz de la eternidad, la ciencia de la sabiduría, el amor de la dulzura. En estas tres cosas fue el hombre creado a imagen de la Santísima Trinidad. A Dios lo tenía presente por la memoria, sin peligro alguno de olvido, lo conocía por la ciencia sin miedo de error, y en apretado abrazo lo poseía por el amor, sin otro deseo de cosa alguna. En consecuencia, se sentía feliz, era bienaventurado.
9.- Sólo la criatura racional es capaz de esta bienaventuranza. Ella, en efecto, es creada a imagen de su Creador, y es idónea para adherirse a él, cuya imagen lleva; y esto es propio únicamente de la criatura racional, como dice el santo David:
Pero mi bien es estar adherido a Dios. Esta adhesión plena no procede de la carne, sino del espíritu, y en ella el Autor de la naturaleza insertó tres especies de cosas, por las cuales se hace el hombre partícipe de la divina eternidad, de su sabiduría, y saborea dar de su divina dulzura. A estas tres cosas las llamó memoria, entendimiento y amor o voluntad. Ciertamente, la memoria es capaz de la eternidad, la ciencia de la sabiduría, el amor de la dulzura. En estas tres cosas fue el hombre creado a imagen de la Santísima Trinidad. A Dios lo tenía presente por la memoria, sin peligro alguno de olvido, lo conocía por la ciencia sin miedo de error, y en apretado abrazo lo poseía por el amor, sin otro deseo de cosa alguna. En consecuencia, se sentía feliz, era bienaventurado.
Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad
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